Nuestro enemigo
He querido en esta carta circular desarrollar el esplendoroso hecho de que Cristo con su muerte y resurrección ha derrotado definitivamente a todos sus enemigos. Es decir, “ellos no tienen ninguna otra perspectiva ni futuro más que la definitiva supresión de su poder y su propia condenación eterna”. Ya que precisamente para esto se encarnó el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo.