“La verdad en las redes sociales”

Contenido

Este Verbo es verdaderamente la Verdad[1]

Directorio de Espiritualidad, 54 

“Las redes sociales amplifican exponencialmente el chisme y la habladuría, al punto que no sabemos qué es verdad, sin importar el tema de que se trate”[2]. Esta frase que pertenece a Tristan Harris[3], deja entrever de alguna manera la dictadura del relativismo reinante en la cultura moderna.  

Harris argumenta que “la tecnología está degradando nuestra capacidad de atención, nuestras relaciones, nuestra cortesía, nuestra comunidad, nuestros hábitos, nuestras diferencias, nuestro pensamiento crítico […] nuestra salud mental, nuestra creatividad, nuestra intimidad, nuestra autoestima, nuestra productividad, nuestros puntos en común, nuestra verdad compartida, nuestra atención, nuestros sistemas de gobierno, las naciones, nuestros valores. El gran problema de la tecnología −continúa− es que está degradando a los humanos”[4].

Esta problemática no ha escapado a los Pontífices de nuestro tiempo, incluso al mismo Papa Francisco quien en su última encíclica Fratelli tutti habla de “una degradación: de ir ‘nivelando hacia abajo’ por medio de un consenso superficial y negociador”[5], a causa, entre otras cosas, de “un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre confiable. Son sólo monólogos que proceden paralelos, quizás imponiéndose a la atención de los demás por sus tonos altos o agresivos. Pero los monólogos no comprometen a nadie, hasta el punto de que sus contenidos frecuentemente son oportunistas y contradictorios”[6] y se convierten en simples “difusores de la confusión y la mentira”[7].

Lo mismo ya nos advertía hace dos décadas San Juan Pablo II: “La cultura mediática se ha ido penetrando progresivamente por un sentido típicamente postmoderno donde la única verdad absoluta admitida es la inexistencia de la verdad absoluta o, en caso de que ésta existiese, sería inaccesible a la razón humana y por lo tanto irrelevante. Con una tal perspectiva, lo que acontece no es la verdad sino ‘el relato’; si algo es noticia digna o entretenida, la tentación de apartar las consideraciones de la verdad se hace casi siempre irresistible”[8].

Asimismo, el Papa Francisco habla de “la ilusión de la comunicación” a través de los medios sociales, en los cuales “se quiere mostrar todo, y cada individuo [o Institución] se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y divulgan, frecuentemente de manera anónima. [Donde] el respeto al otro se hace pedazos”[9] bajo la falsa excusa de “una forma adecuada de cuidado grupal”[10] o bajo capa de “falsa mística comunitaria”[11], cuando en realidad se trata de asociaciones contra alguien que ellos consideran un enemigo[12].

Por eso, ya próximos a la celebración de la Encarnación del Verbo −Camino, Verdad y Vida[13], reconociéndonos llamados al amor absoluto y total a la verdad, a trabajar para que los principios del Evangelio influyan efectivamente en la vida de los hombres y a combatir con todas nuestras fuerzas el error, en medio de un mundo que cree que el error posee entre los hombres iguales derechos que la verdad, nos ha parecido apropiado dedicar estas páginas a desarrollar (aunque sea brevemente) el hecho de que el noble oficio de ser “servidores de la Verdad”[14] la más de las veces trae aparejada la oposición del mundo, pues ¿acaso nos olvidamos que nuestro Señor llamó a Satanás, príncipe de este mundo, padre de la mentira[15]? Como todos están al tanto, constantemente muchas instituciones y miembros de la Iglesia, que trabajan activamente en la difusión del Evangelio, entre ellos nuestro Instituto, son injustamente calumniados, difamados y mal presentados en los servicios virtuales de hoy por mentes cobardes que inescrupulosamente escriben sin saber lo que hacen[16], y hablan y se pronuncian sobre lo que no conocen. Pero es precisamente la adhesión plena a la verdad de que el Verbo se hizo carne lo que hace libre al hombre, y su proclamación desde lo alto de los terrados de este mundo[17] la causa por la cual vale la pena sufrir toda dificultad para cumplir con fidelidad la misión que se nos ha encomendado. 

1. El totalitarismo moderno 

Comencemos por citar aquí un texto “memorable” de San Juan Pablo II: “Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres […] Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás. […] La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible”[18].

Es por eso que, cuando “la lógica del ser es sustituida por la ‘lógica del poder’ y la ciencia y la técnica son sustraídas al servicio del hombre (por la nivelación) y subordinadas a la eficiencia productiva creciente ya no se admiten autonomías espirituales”[19] y se implanta el totalitarismo. Es lo que ocurre actualmente debido a la tecnocracia, para la cual la “grandeza” es la miserable opulencia y su fin el bienestar; trátase pues de una satánica inversión del mismo concepto de bienestar que hace a los hombres esclavos del “nivel de vida” y alimenta todo lo que es vanidad. Y como en semejante mundo la inteligencia del ser es un insoportable escándalo, odia la inteligencia como todas las tiranías.

“Lo que nos ocurre hoy” −señala el Papa Francisco− “y nos arrastra en una lógica perversa y vacía, es que hay una asimilación de la ética y de la política a la física. No existen el bien y el mal en sí, sino solamente un cálculo de ventajas y desventajas. El desplazamiento de la razón moral trae como consecuencia que el derecho no puede referirse a una concepción fundamental de justicia, sino que se convierte en el espejo de las ideas dominantes. Entramos aquí en una degradación: ir ‘nivelando hacia abajo’ por medio de un consenso superficial y negociador. Así, en definitiva, la lógica de la fuerza triunfa”[20].

En este contexto, y para que captemos mejor la realidad del totalitarismo moderno y nos demos cuenta de que no se trata de una simple disquisición filosófica, nos parece interesante traer a colación aquí la opinión de aquellos mismos que estuvieron involucrados desde dentro en las redes sociales que hoy en día usa el mundo entero. El mismo Tristan Harris, ex empleado de Google que hemos citado al inicio, admite: “El clásico dicho es: ‘Si no estás pagando por el producto, entonces tú eres el producto’. Mucha gente piensa, ya sabes, ‘Oh, bueno, Google es sólo una caja de búsqueda y Facebook es sólo un lugar para ver lo que están haciendo mis amigos y ver sus fotos’. Pero de lo que no se dan cuenta es de que ellos [Google y Facebook] están compitiendo por su atención. […] Ya sabes, Facebook, Snapchat, Twitter, Instagram, YouTube, empresas como esas, tienen un modelo de negocio que consiste en mantener a la gente enganchada en la pantalla. […] Es un modelo comercial de desinformación con fines de lucro. Usted gana dinero en tanto y en cuanto más permite que los mensajes lleguen sin ningún tipo de regulación a cualquier persona al mejor precio”[21]. Sandy Parakilas, ex empleado de Facebook, por su parte sostiene: “Hemos creado un sistema que tiende hacia la información falsa. No porque queramos, sino porque la información falsa hace que las empresas obtengan más dinero que la verdad. La verdad es aburrida[22].

Gente de este ambiente habla también de que la IA (inteligencia artificial) es la que conduce al mundo en la actualidad. Con el término de ‘inteligencia artificial’ se refieren a computadoras (máquinas) que imitan las funciones cognoscitivas tales como el ‘aprendizaje’ y la ‘capacidad para resolver problemas’. “En estas compañías como Google hay salas inmensas, algunas de ellas bajo tierra, algunas de ellas bajo el agua, sólo de computadoras. Toneladas y toneladas de computadoras, hasta donde alcanza la vista. Todas están sumamente interconectadas entre sí y ejecutan programas extremadamente complicados, enviándose información entre ellas todo el tiempo. Hacen funcionar muchos programas diferentes, acerca de muchos productos diferentes en esas mismas máquinas. Algunas de esas cosas podrían describirse como algoritmos simples, mientras que otras podrían describirse como algoritmos que son tan complicados que podrían llamarse inteligencia”[23], asegura Justin Rosenstein[24].

Tales mega-computadoras funcionan con algoritmos según alguna definición de éxito. Si una compañía quiere vender algo (un producto, una forma de gobierno, una religión, una idea, un modelo cultural, etc.), construye el algoritmo según esa definición de éxito (que generalmente tiene un interés comercial o político) lo cual la inmensa mayoría de las veces resultará en una ganancia (de dinero). Cada día la computadora misma ‘aprende’ cómo vender más y mejor: qué avisos mostrar, en qué orden, qué video recomendar, etc. (y con cada persona lo hace de distinta manera) de tal modo que la persona pase más y más tiempo entretenida con ese producto (o idea) hasta que finalmente lo compra o consiente con ello. Para hacer eso, la IA necesita mucha información acerca de nosotros y ciertamente se ocupa de recolectarla. Así por ejemplo, una persona que lee un diario online, o que recibe las noticias en su email, o mira algún programa en YouTube puede llegar a creer que todos piensan lo mismo que él simplemente porque las opiniones que lee, los videos que le son recomendados por YouTube, son precisamente similares a los que él busca para ver, las noticias son generalmente del tipo que suele leer, etc., y así se hace creciente la tentación de aceptar algo que ni siquiera sabe si es verdad (porque se deforma la distinción entre verdad e ilusión) y el pensamiento crítico queda anulado, pensando que es verdad simplemente porque hay un ‘consenso fabricado’ que viene dado por el número de vistas de un video, o por el número de comentarios, etc., resultando no pocas veces que algo completamente falso se vuelva ‘viral’. No hace mucho un político de Estados Unidos decía: “Somos una nación de personas que nos hemos aislado para ver sólo los canales que nos dicen que tenemos razón”[25]. Y cuando uno ha llegado a ese punto, es fácilmente manipulado, porque en realidad está eligiendo ver sólo las opciones que le muestra YouTube, Google, etc. Otro ejemplo, Facebook le dice a las personas ‘elegí tus amigos’, pero las personas no se dan cuenta de que Facebook ya los eligió por ellos, pues sólo les presenta aquellos que la computadora ‘piensa’ les podrían interesar. Todo eso tiene graves consecuencias culturales, psicológicas, políticas, sociológicas, etc., como es de prever[26].

Un ex inversor de Facebook decía: “Si todos tienen derecho a sus propios hechos, realmente no hay necesidad de un acuerdo mutuo, no es necesario que las personas se unan. De hecho, no es necesario que las personas interactúen. [Sin embargo,] Necesitamos… compartir algo de la realidad que entendemos”[27].

Por eso en el 2009 el Papa Benedicto XVI había advertido: “La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias; es más bien la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza. A dichos fines se encaminan nuestras decisiones y el ejercicio de nuestra libertad, y en ellos −la verdad, el bien y la belleza− encontramos felicidad y alegría. No hay que dejarse engañar por quienes tan sólo van en busca de consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección misma se presenta como el bien, la novedad se confunde con la belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad”[28].

Por su parte, Cathy O’Neil[29] sostiene que desafortunadamente “les estamos permitiendo a los técnicos que encuadren esto como un problema que están preparados para resolver… Eso es mentira. La gente habla de la IA (inteligencia artificial) como si supiera la verdad. La IA no resolverá estos problemas. La IA no puede resolver el problema de las noticias falsas (fake news). Google (se refiere a sus computadoras) no tiene la opción de decir, ‘Oh, ¿esto es una conspiración? ¿Es esto verdad?’ Porque no saben qué es la verdad… No tienen un indicador de la verdad que sea mejor que un clic”[30].

Estos pocos ejemplos sirven para mostrar cómo “la tecnocracia no admite las críticas de la inteligencia ni el pensamiento crítico (sustituido por la ‘investigación de equipo’); ni admite, en el fondo, diálogo alguno porque sólo lo admite en un sentido (a los que están dentro del ‘sistema’); para el verdadero opositor no hay espacio sino agresivo silencio, típico de la intransigencia dogmática ‘contra todo conocimiento que no tenga como origen la experiencia exterior y como resultado el cálculo en base de datos’”[31]. “La lectura (que hace pensar) es sustituida por la ‘civilización’ de la imagen, por ese martillear estupidizante de imágenes que admite el ‘diálogo’ en un sólo sentido. Esta tiranía en verdad se avergüenza de la tradición de Occidente y lleva una ofensiva contra seis factores esenciales:

  1. Contra la autoridad en cuyo lugar vacío instaura una forma insidiosa de autoritarismo (al mismo tiempo que ‘habla’ contra él);
  2. Contra el medio ambiente;
  3. Contra los sentimientos;
  4. Contra todo principio moral;
  5. Contra la fantasía; y
  6. Contra las mismas ideologías políticas en procura del poder sindical-industrial.

Esta reducción de todo a sí misma lleva a la tecnocracia, mediante la ‘programación racional’, a la destrucción del paisaje y el sentido de la naturaleza en manos de ‘técnicos’ y de ‘expertos’[32]. Ellos son, precisamente, quienes primero han hablado del problema de la ‘contaminación’ (por ellos mismos provocada) sin advertir lo que Sciacca llama la ‘contaminación de las conciencias’ que es su causa principal y verdadera”[33].

Esto conduce lamentablemente no sólo a la destrucción del hábitat natural sino también del hábitat urbano (“todos juntos y cada uno cerrado en su aislamiento”) como así también del hábitat político-social; a la “desteologización” que es paralela a la “despolitización”: una política sin políticos que piensen ni pensadores que piensen la política cuya “democraticidad” funciona así: primero, los planes previstos, elaborados y realizados con criterio tecnocrático, el único que tiene el poder de decisión; después, persuadir con la propaganda y la publicidad a las “masas” trabajadoras y consumidoras; por último, operada la persuasión, someter los planes a la consulta “democrática que da el ‘consenso’”[34]. Todo queda, así, integrado en el sistema: la educación “democratizada” (está ya prevista la máquina de aprender), la confusión del lenguaje como signo de la pérdida del ejercicio de pensar[35] y, por fin, la “organización” mundial tecnológica, la gran tiranía totalitaria, por encima del comunismo, del liberalismo y de la Iglesia pensada como un cristianismo sin fe ni sentido de lo sobrenatural. […] La impiedad cultural es, por tanto, el más terrible totalitarismo como expresión de la nadificación del Ser.

Sería ingenuo pensar que este totalitarismo tecnocrático existe sólo en las llamadas “democracias populares” o comunistas, pues, como resulta evidente dado el alcance masivo de los medios de comunicación, existe también en las llamadas “democracias occidentales” donde los hombres son instrumentos de la producción para el consumo. “El verdadero ‘producto’ de este proceso es el hombre inculto, aunque ‘armado de la técnica más desarrollada’ y a la vez capaz, por odio, de la destrucción de todo el mundo de la cultura; trátase así de una suerte de ‘incivil’ in-educado que ‘tiene sólo las apariencias de la civilización, pero costumbres y leyes bárbaras: la civilización cae en la incivilización’; es diariamente violado el derecho a ser bien informado por los llamados ‘medios de comunicación social’ y la verdadera anti-democracia se desliza en el populismo porque ‘el populismo es el gran enemigo de la educación del pueblo, si educarse quiere significar elevarse’ (perfeccionarse en cuanto hombres); no existe ni puede existir una cultura ‘colectiva’ (que es lo contrario de la cultura) ni tareas verdaderamente culturales en ‘equipos’ o ‘cooperativas’ de ‘pensadores’; y así, por medio del abuso de estos medios (cine, televisión, redes sociales, websites, apps), una cultura de la imagen, sustitutiva del libro… asesina a la palabra y el pensamiento’ condenando a los niños (y a los hombres futuros) al ‘infantilismo crónico, que es aquello hacia lo cual mira la civilización del bienestar y de la técnica, la anticultura”[36].

Por eso decía un autor contemporáneo que nos encaminamos “hacia una época oscura con tantos viajes interplanetarios y otras maravillas del medir, todos cálculos racionales sin inteligencia –cuyo signo es el límite– toda elaboración y manumisión técnica de datos empíricos y verificables para el bienestar social, pero sin amor, el cual es signo de lo sagrado; una época que probará hasta el fondo toda la miseria incivilizada del hombre sin verdad y sin Dios, extrema indigencia espiritual”[37].

La impiedad cultural tecnocrática supone, como acabamos de hacer notar, también la impiedad religiosa porque esa “organización” es considerada como el fin de todas las religiones; en el fondo, es considerada como la “realización terrestre de las promesas mesiánicas”[38]. En semejante sociedad inmanente y horizontal sólo cabe un “cristianismo” mundano, “nuevo” y, sobre todo, deshelenizado, puesto que la existencia de Dios trascendente no es problema cristiano sino griego; Dios ha muerto con Cristo y, por eso, el Cristianismo se “libera de Dios”[39]; más aún; esta caída vertical de la Iglesia incluye la desromanización del Cristianismo (muerte de la “Iglesia”-institución) y así puede la Iglesia dirigirse a la edificación de Babilonia, la sociedad impía[40]. En el primer caso, “un Cristianismo ‘deshelenizado’ es un Cristianismo que ha renunciado al logos o al lumen natural de la verdad y, con ello, al ser y, por tanto, le es imposible acoger a Cristo como Logos sobrenatural[41]. Sin metafísica del ser (sin logos) no es posible elaborar la teología dogmática, ni siquiera la teología positiva y se desnaturaliza la teología bíblica[42]. Tal es, pues, el primer cuadro de la impiedad religiosa que supone la pérdida del ser y, por ello, la pérdida del respeto (piedad) por todo; dicho de otro modo, la impiedad es “la ausencia de respeto por toda cosa, institución y valor”[43]. Se impone así el espíritu del mundo como mundo.

“De ahí que este inmenso totalitarismo tecnocrático, en relación con la Iglesia, propugna, primero, la integración de la Iglesia a la sociedad tecnocrática en el horizonte compartido de una sociedad del bienestar, realizando así perfectamente ‘la continuidad iluminista y neo-iluminista entre liberalismo, comunismo y modernismo”; en segundo lugar, la desnaturalización del Concilio Vaticano II para ‘impedir el despertar de la fe dentro de la sociedad del bienestar’[44][45].

El Papa Benedicto XVI hace unos años denunciaba: “La oscuridad amenaza verdaderamente al hombre porque, sí, éste puede ver y examinar las cosas tangibles, materiales, pero no adónde va el mundo y de dónde procede. Adónde va nuestra propia vida. Qué es el bien y qué es el mal. La oscuridad acerca de Dios y sus valores son la verdadera amenaza para nuestra existencia y para el mundo en general. Si Dios y los valores, la diferencia entre el bien y el mal, permanecen en la oscuridad, entonces todas las otras iluminaciones que nos dan un poder tan increíble, no son sólo progreso, sino que son al mismo tiempo también amenazas que nos ponen en peligro, a nosotros y al mundo. […] En las cosas materiales, sabemos y podemos tanto, pero lo que va más allá de esto, Dios y el bien, ya no lo conseguimos identificar”[46].

Cabe entonces la pregunta: ¿Qué hacer? “Hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados. Lo que llamamos ‘verdad’ no es sólo la difusión de hechos que realiza el periodismo. Es ante todo la búsqueda de los fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones y también de nuestras leyes. Esto supone aceptar que la inteligencia humana puede ir más allá de las conveniencias del momento y captar algunas verdades que no cambian, que eran verdad antes de nosotros y lo serán siempre”[47]. “Por eso la fe, que nos muestra la luz de Dios, es la verdadera iluminación, es una irrupción de la luz de Dios en nuestro mundo, una apertura de nuestros ojos a la verdadera luz”[48].

En este sentido, nos parece primordial recordar el rol que tienen las misiones ad gentes llevadas a cabo también desde los medios de todo tipo, ya que éstos pueden jugar un papel esencial en el esfuerzo evangelizador y en facilitar a las personas las verdades y los valores en que se apoya y perfecciona la dignidad humana, junto a los valores de trascendencia. La presencia de la Iglesia en los medios es, de hecho, un aspecto importante de la inculturación del Evangelio exigida por la nueva evangelización a la que el Espíritu Santo está convocando a la Iglesia en todo el mundo[49]. Y estamos convencidos de que Cristo, nuestro Divino Redentor, es la Buena Noticia, siempre perenne, que se puede y se debe predicar desde los distintos medios de comunicación para ser oída por todo el mundo. 

2. Yo soy la luz del mundo[50]

 Situémonos entonces en aquel pasaje evangélico que nos sitúa en la ciudad de Jerusalén, durante la fiesta de los Tabernáculos y contemplemos al Verbo Encarnado. Tan pronto como Jesús aparece en escena, las multitudes lo buscan no sin antes cuchichear mucho acerca de Él (nos hace notar el evangelista) ya que algunos decían ‘es un hombre de bien’ mientras que otros decían ‘¡No!, extravía al pueblo’[51]. Sin embargo, habiendo Jesús subido al Templo, les declara a sus oyentes que su doctrina es la doctrina de Dios que lo ha enviado y de quien Él es Hijo. En el atrio del Templo, probablemente había muy cerca de Él unos suntuosos cortinados de los cuales pendían dos lámparas que esparcían su luz sobre el Templo. Nuestro Señor se sentó allí, entre esas lámparas inmensas que iluminaban los rostros tanto de los amigos como de los enemigos, y al umbral del Santo de los Santos, Él que es tres veces Santo, proclamó que la Luz de Dios había venido a iluminar a los hombres que caminaban en tinieblas: Yo soy la Luz del mundo. El que me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida[52]

No había error en sus palabras. No dijo que era como la luz; no dijo que era como esas lámparas que iluminaban las tinieblas; no dijo que era la luz de algunas personas y no de otras; sino que era la mismísima Luz que se identifica con la Verdad y que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Para decir una cosa así, Jesús tenía que conocer todas las cosas. Sin embargo, su audiencia no recordaba haberle visto en ninguna de las grandes escuelas de Jerusalén, ni haberlo visto sentado a los pies de Gamaliel. Entonces quienes le oían −gente común, fariseos, levitas− se miraban unos a otros hasta acabar preguntándole: ¿Quién eres? Estaban pasmados al oírle decir que su Verdad era la Luz del mundo y que la poseía desde toda la eternidad: Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. […] Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres[53]. Sus oyentes al no captar la gran verdad de que el Verbo Encarnado era la Luz del mundo preguntaban: ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió?[54]. La respuesta de nuestro Señor no fue otra sino una afirmación de su eternidad: Abraham, vuestro padre, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría. Los judíos le dijeron: ‘Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham’. Jesús respondió: ‘Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy’[55]. 

Al decir “Yo Soy”, Yahveh, Jesús se identifica con la Luz, igual a la Verdad, es decir se identifica con Dios. Ese fue su grito de batalla a un mundo errante, una alarma que resonaba para los esclavos que iban a ser liberados en nombre de la única Verdad que hace al hombre libre. Pero así como el sol de mediodía es demasiado fuerte a los ojos débiles, así la Luz del mundo fue demasiado brillante para aquellas mentes acostumbradas solamente a la luz de una vela. Por eso en su furia contra Aquel que reclamaba ser la única Verdad de este mundo, la Luz de la Vida, la Sabiduría increada, las gentes tomaron piedras para apedrearlo[56]. Pero al mismo tiempo que los brazos de aquellos que buscaban apedrearlo retrocedían al movimiento de la honda, Cristo se escondió[57]probando una vez más que Él era la Verdad, pues la Verdad se esconde de aquellos que buscan matarla y no la buscan con simplicidad y humildad de corazón.

Acerca de ellos decía el Santo Padre: “Hay personas […] que no pueden vivir en la luz porque están acostumbrados a la oscuridad. La luz los deslumbra, no pueden ver. Son murciélagos humanos: sólo saben moverse en la noche. […] Pero lo peor es que los ojos, los ojos del alma, de tanto vivir en la oscuridad se acostumbran tanto a ella que terminan ignorando lo que es la luz. Pierden el sentido de la luz porque se acostumbran más a la oscuridad”[58].

“Lo que escandaliza de Jesús es su naturaleza de Dios encarnado. Y como a Él, también a nosotros ‘nos tienden trampas en la vida’”[59]. Y así como Cristo sufrió la oposición, el rechazo, e incluso la muerte por testimoniar la Verdad, así sus seguidores han de padecer. El Verbo Encarnado no nos engaña, nos lo dijo claramente: Os entregarán a los sanedrines, y seréis flagelados en las sinagogas, y compareceréis ante gobernadores y reyes, a causa de Mí, para dar testimonio de ellos… seréis odiados a causa de mi nombre[60].  Por eso, con sapiencial atino decía el Ven. Arzobispo Fulton Sheen: “Ser tolerado [o aceptado] es a veces un signo de debilidad; y el ser perseguido un halago. El mediocre sobrevive. La persona que es perseguida muestra que su creencia es tomada en serio y la causa que defiende debe ser eliminada si el mal ha de triunfar. Es verdad que los malos son perseguidos, pero ellos no entran dentro de la bienaventuranza, pues como dice San Pablo: si entregase mi cuerpo para ser quemado, mas no tengo caridad, nada me aprovecha[61]. Un mártir debe morir por su fe, no por sus propiedades, no por su buen nombre, no por su partido. Son numerosos los mártires artífices de su propio martirio, pero ellos no tienen cabida en los rangos de aquellos a quienes se les prometió el Reino de los cielos por llevar la cruz sobre sus hombros”[62]. Con esto lo que queremos decir es que, aunque muchos –aun “personas religiosas”[63]− se empeñen en destruirnos, y nos ataquen formando “parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital, aun en medios católicos donde se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, donde parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena[64], nuestra tarea sigue siendo el dar testimonio −en forma luminosa y singular[65]− de la ineludible verdad de que el Verbo se hizo carne… lleno de gracia y de verdad[66]. 

Ahora bien, consideren ustedes cualquier otro ‘maestro’, filósofo, gurú espiritual, gran pensador, moralista o predicador que haya caminado sobre esta tierra, no importa cuál. Ninguno se identificó con la verdad. Habrán dicho ‘yo les mostraré el camino’, pero ninguno dijo como nuestro Señor: Yo soy el Camino. Habrán dicho: ‘Yo les diré cómo poseer la verdad o cómo descubrir la luz’, pero ninguno dijo como nuestro Señor: Yo soy la Verdad; Yo soy la Luz del mundo. Muchos habrán prometido una vida que no muere más, pero ninguno dijo como nuestro Señor: Yo soy la Vida. Todos señalaron un ideal fuera de ellos mismos. En el caso de nuestro Señor Él es el Ideal con mayúsculas. No hay un sistema fuera de Él. Su adorabilísima Persona es el sistema. No hay camino fuera de su Camino, no hay verdad fuera de su Verdad, no hay vida fuera de su Vida. No hay nada fuera o más allá del Verbo Encarnado, pues en Él todas las sendas y verdades dispersas por el mundo encuentran su centro y su fuente, al punto tal que Cristo pudo afirmar con toda autoridad: Sin mi nada podéis hacer[67]. Que es como decir: ‘podrán comprar y vender sin Mí, podrán agrandar sus edificios y aumentar sus posesiones sin Mí, podrán construir navíos y crear tecnologías increíblemente poderosas, pero no podrán dar un paso hacia el Ideal, que es la Vida divina, sin Mí, porque Yo soy la Vida. Ni siquiera pueden ir hacia el Padre sin Mí, porque el Padre y Yo somos Uno[68].

“El Verbo Encarnado rige toda la ley de vinculaciones del orden sobrenatural y del natural, pero, también, rige lo que dentro de este último debe darse ordenado, sin malsana dialéctica y contra todo falso monismo”[69]. Por eso muy claramente nos lo dicen las Constituciones: “Nuestro Señor, [es el] Camino que debemos seguir y [el] ejemplo que debemos imitar”[70] y la verdad que debemos anunciar. Aun cuando nos contradigan o quieran minar lo que con tanto sacrificio apenas llegamos a levantar, aun en medio de la más áspera pobreza y a pesar de nuestras grandes miserias. Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, es y debe ser siempre la plataforma desde la que nos lancemos osadamente a restaurar todas las cosas[71]. Esa es nuestra noble misión pues Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad[72], reconociendo que Cristo mismo que nos envía a la misión nos promete al mismo tiempo su auxilio divino: Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo[73].

Actuar de otro modo sería no sólo vivir alejados de la realidad sino traicionar el mismísimo propósito para el que Dios ha suscitado el Instituto. Sin la Encarnación del Verbo falta el fundamento de nuestra fe y sin fe, nuestra vida de derrumba.

Es cierto que, como señalaba San Juan Pablo II, “el mundo de los medios puede, algunas veces, parecer un ambiente tan poco propicio para la evangelización como el mundo pagano en tiempos de los Apóstoles. Pero del mismo modo que los primeros testigos de la Buena Nueva no se retiraron cuando encontraron hostilidad, tampoco hoy los seguidores de Cristo deben hacerlo. El grito de San Pablo resuena todavía entre nosotros: ¡Pobre de mí si no anunciara el Evangelio![74][75].

“De modo particular −señalan las Constituciones y hemos crecido en la vida religiosa escuchándolo− urge ejercer el apostolado en los llamados ‘areópagos modernos’. Entre estos nuevos ambientes se encuentra, en primer lugar, el mundo de la comunicación, del cual depende en gran parte la labor de la evangelización de la cultura moderna, ya que ‘está unificando a la humanidad y transformándola en una ‘aldea global’… por eso [los medios de comunicación] son principal instrumento informativo y formativo… Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por estos medios[76].

Las redes sociales pertenecen a esos areópagos modernos de los que habla del derecho propio. Y si bien, como decíamos al inicio, muchos usan de esas plataformas para diseminar mentiras y sembrar confusión, no deja de ser un medio válido para anunciar la verdad. A este propósito el Papa Benedicto XVI afirmaba: “Estas tecnologías son un verdadero don para la humanidad y por ello debemos hacer que sus ventajas se pongan al servicio de todos los seres humanos y de todas las comunidades”[77], y luego de hablar del “extraordinario potencial de las nuevas tecnologías”[78] exhortaba a los católicos “a llevar al mundo digital el testimonio de su fe”[79]. Pues así como “en los primeros tiempos de la Iglesia, los Apóstoles y sus discípulos llevaron la Buena Noticia de Jesús al mundo grecorromano. Así como entonces la evangelización, para dar fruto, tuvo necesidad de una atenta comprensión de la cultura y de las costumbres de aquellos pueblos paganos, con el fin de tocar su mente y su corazón, así también ahora el anuncio de Cristo en el mundo de las nuevas tecnologías requiere conocer éstas en profundidad para usarlas después de manera adecuada. A vosotros […] os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este ‘continente digital’. Haceos cargo con entusiasmo del anuncio del Evangelio a vuestros coetáneos. […] El don más valioso que les podéis ofrecer es compartir con ellos la ‘buena noticia’ de un Dios que se hizo hombre, padeció, murió y resucitó para salvar a la humanidad”[80].

No quisiéramos pasar adelante sin mencionar que, por gracia de Dios, el Instituto utiliza en varias partes del mundo de estos medios para promover la causa de Cristo y su tarea evangelizadora. Sin embargo, a nuestro modo de ver, es mucho lo que nos falta por conquistar en términos de calidad en la presentación del mensaje y de pedagogía a la hora de presentar temas que en sí mismos son muy profundos.

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Jesús, el Verbo Encarnado, es la Luz de Dios que “hace posible el encuentro. Hace posible la comunicación. Hace posible el conocimiento, el acceso a la realidad, a la verdad”[81]. Por tanto, para nosotros siempre será un deber y privilegio el proclamar la verdad, la gloriosa verdad sobre la vida humana y el destino humano revelado en el Verbo hecho carne. Por eso nosotros los religiosos del Verbo Encarnado debemos afirmar no sólo con nuestros labios, sino con nuestro testimonio de vida, y con nuestras obras de apostolado que el “Verbo es verdaderamente la Verdad[82]. Pues “todo en Él es transparencia, autenticidad, sinceridad, coherencia, verdad: Yo soy… la Verdad[83] […] En Él no hay nada vacío, hueco, o no asumido hipostáticamente. No hay nada de barniz o cáscara. Nada de simulado o camuflado. Nada de mentira, falsedad, inseguridad, velación o hipocresía. Es Uno Solo[84] –el Verbo– en dos naturalezas distintas, ambas perfectas, íntegras e hipostáticamente unidas”[85].

Hoy y siempre levantemos bien en alto el estandarte del “Único Dueño y Señor Nuestro Jesucristo[86], en quien está comprendida una referencia a todas las creaturas. [Pues] Cristo es el punto de unión y cita del comprehensor y el viador; del Amo[87] y del esclavo[88]; del siglo y del segundo; del universo y del átomo; del desde ahora de la salvación y del hasta ahora de las promesas; del todavía no de lo que esperamos y del ya realizado; es el punto de unión y cita de Dios y el hombre; de lo escatológico y de lo encarnado; de las distancias siderales y del milímetro. Por eso, nada escapa a Cristo: ni los viajes espaciales, ni el mundo de la electrónica y de las computadoras, de la ciencia más actual o de la técnica más perfeccionada, ni de los descubrimientos recientes, ni de la familia, el trabajo, la cultura, lo económico-político, etc.”[89].

Aprendamos nosotros mismos y enseñemos a otros a seguir el sabio consejo de San Ignacio de Antioquía: “Tapaos los oídos cuando oigáis hablar de cualquier cosa que no tenga como fundamento a Cristo Jesús…”[90] y no dejemos “de intentar nada para que el amor de Cristo tenga primado supremo en la Iglesia y en la sociedad”[91].

Sí, es cierto, la predicación del Verbo hecho carne es un escándalo que trae aparejado la persecución del mundo. Mas conviene recordar: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo, el cual habéis oído que viene, y ahora está ya en el mundo[92]

No seamos sordos al angustioso reclamo que desde la Cruz nos hace el Verbo Encarnado:

“Yo soy la Luz, y no me miráis.

Yo soy el Camino, y no me seguís.

Yo soy la Verdad, y no me creéis.

Yo soy la Vida, y no me buscáis.

Yo soy el Maestro, y no me escucháis.

Yo soy el Señor, y no me obedecéis.

Yo soy vuestro mejor Amigo, y no me amáis.

Si sois infelices, no me culpéis”[93].

Saciemos la sed de Dios y calmemos la indigencia espiritual de los hombres con la predicación clara y valiente de que el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros… lleno de gracia y de verdad[94].

[1] San Agustín, De Trinitate, XV, 14, 23.

[2] The Social Dilemma. Se trata de un documental producido por la empresa Netflix en 2020. Advertimos que Netflix forma parte de la misma realidad que estamos denunciando en este escrito, promoviendo valores no solo anticristianos, sino antinaturales y degradantes. Tomamos de este documental sólo lo que puede ser útil para lo que queremos decir, pues en él hablan quienes han estado involucrados en esa gran manipulación comercial mundial a la que nos referimos aquí.

[3] Harris se desempeñó como un especialista de ética en el diseño de Google y es actualmente el cofundador del Center for Humane Technology.

[4] https://www.youtube.com/watch?v=vGx5n_CX72M&feature=youtu.be

[5] Fratelli tutti, 210.

[6] Ibidem, 200.

[7], Ibidem, 77.

[8] San Juan Pablo II, Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las comunicaciones sociales (27/05/2001).

[9] Cf. Fratelli tutti, 42.

[10] Ibidem, 43.

[11] Ibidem, 28.

[12] Cf. Ibidem, 43.

[13] Jn 14, 6.

[14] Cf. Evangelii Nuntiandi, 78.

[15] Jn 8, 44.

[16] Cf. Lc 23, 34.

[17] Cf. Mt 10, 27: Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día; y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.

[18] Carta encíclica Centesimus Annus, 44; citado como “texto memorable” por el Papa Francisco en Fratelli tutti, 273.

[19] Cf. P. C. Buela, IVE, El Arte del Padre, Parte III, cap. 24.

[20] Fratelli tutti, 210.

[21] The Social Dilemma.

[22] Ibidem.

[23] Ibidem.

[24] Es un ingeniero, ex empleado de Facebook, que trabajó precisamente en aumentar la productividad de los empleados de Facebook. Es además el cofundador de Asana, una aplicación designada para ayudar a equipos de trabajo a organizar y dirigir su trabajo de la manera más efectiva y eficiente.

[25] Marco Rubio, senador republicano del Estado de Florida (USA). Citado en The Social Dilemma.

[26] Lo mismo sucede con los productos que se venden. Si uno busca y/o compra un determinado producto on line, le llegarán luego avisos y notificaciones de productos similares… aun cuando esté leyendo un diario on line. Porque esas mega-computadoras hacen precisamente este trabajo personalizado y proponen cosas según el interés de los usuarios.

[27] Roger McNamee es un inversor y fundador de la firma Elevation Partners y Silver Lake Partners. Aun habiendo sido un inversor en Facebook se volvió muy crítico de dicha red social por su influjo en la sociedad y en la democracia americana.

[28] Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24/05/2009).

[29] Cathy O’Neil es doctora en matemática, dedicada a analizar cómo el uso de ‘big data’ y algoritmos en campos tales como los seguros, la publicidad, la educación y las regulaciones gubernamentales, puede conducir a la toma de decisiones que afecten negativamente a los pobres, refuercen el racismo y amplifiquen la desigualdad.

[30] The Social Dilemma.

[31] Cf. M. F. Sciacca, L’oscuramento dell’intelligenza, Opere Complete, Marzorati, Milano 1970, vol. 32, p. 132.

[32] Ibidem, pp. 137-139.

[33] P. C. Buela, IVE, El Arte del Padre, Parte III, cap. 24.

[34] M. F. Sciacca, L’oscuramento dell’intelligenza, Opere Complete, Marzorati, Milano 1970, vol. 32, p. 142.

[35] M. F. Sciacca, Il magnifico oggi, Opere Complete, Cittá Nuova Editrice, Roma 1976, vol. 41, pp. 13-16.

[36] Cf. P. C. Buela, IVE, El Arte del Padre, Parte III, cap. 24.

[37] M. F. Sciacca, Gli arieti contro la verticale, 9, Opere Complete, 1969, vol. 30, p. 150.

[38] M. F. Sciacca, L’oscuramento dell’intelligenza, Opere Complete, Marzorati, Milano 1970, vol. 32, p. 178.

[39] M. F. Sciacca, Gli arieti contro la verticale, 9, Opere Complete, 1969, vol. 30, p. 80.

[40] Ibidem, pp. 83-84.

[41] Ibidem, 180.

[42] M. F. Sciacca, Prospettiva sulla metafisica di S. Tommaso, Opere Complete, vol. 40, Città Nuova, Roma 1975, p. 44.

[43] M. F. Sciacca, Il magnifico oggi, Opere Complete, Cittá Nuova Editrice, Roma 1976, vol. 41, p. 18

[44] M. F. Sciacca, L’oscuramento dell’intelligenza, Opere Complete, Marzorati, Milano 1970, vol. 32, p. 179.

[45] P. C. Buela, IVE, El Arte del Padre, Parte III, cap. 24.

[46] Benedicto XVI, Homilía en la Vigilia Pascual (07/04/2012).

[47] Francisco, Fratelli tutti, 208.

[48] Benedicto XVI, Homilía en la Vigilia Pascual (07/04/2012).

[49] Cf. San Juan Pablo II, Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las comunicaciones sociales (27/05/2001).

[50] Jn 8, 12. Algunas de las ideas que se siguen en los siguientes párrafos han sido tomadas del libro The Eternal Galilean del Ven. Fulton Sheen.

[51] Jn 7, 12.

[52] Jn 8, 12.

[53] Jn 8, 23; 31-32.

[54] Jn 8, 53.

[55] Jn 8, 56-58.

[56] Jn 8, 59.

[57] Ibidem.

[58] Cf. Homilía en la Casa Santa Marta (22/04/2020).

[59] Francisco, Homilía en Casa Santa Marta (01/06/2013).

[60] Mc 13, 9.13.

[61] 1 Co 13, 3.

[62] The Power of Love, “Those Who Suffer Persecution”, cap. 42.

[63] Fratelli tutti, 46.

[64] Cf. Ibdiem; op. cit. Gaudete et Exsultate, 115.

[65] Directorio de Vida Consagrada, 284; op. cit. Lumen Gentium, 31.

[66] Jn 1, 14.

[67] Jn 15, 5.

[68] Jn 10, 30.

[69] P. C. Buela, IVE, El Arte del Padre, Parte III, cap. 1.

[70] Constituciones, 60.

[71] Cf. Directorio de Espiritualidad, 1; op. cit. Ef 1, 10.

[72] 1 Tm 2, 4.

[73] Mt 28, 20.

[74] 1 Co 9, 16.

[75] San Juan Pablo II, Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las comunicaciones sociales (27/05/2001).

[76] Constituciones, 168.

[77] Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24/05/2009).

[78] Ibidem.

[79] Ibidem.

[80] Cf. Ibidem.

[81] Ibidem.

[82] Directorio de Espiritualidad, 54; op. cit. San Agustín, De Trinitate, XV, 14, 23.

[83] Jn 14, 6.

[84] Cf. Rm 5, 17.

[85] Cf. Directorio de Espiritualidad, 55.

[86] Judas 4.

[87] Cf. 2 Tm 2, 21.

[88] Cf. Flp 2, 7.

[89] Cf. Directorio de Espiritualidad, 57.

[90] San Ignacio de Antioquía, A los Tralianos, IX, 1.

[91] San Juan Pablo II, Alocución a los obispos de la Conferencia Episcopal Toscana (14/09/1980), 5; OR (21/09/1980), 17. Citado en Directorio de Espiritualidad, 58.

[92] 1 Jn 4, 2-3.

[93] Inscripción en un Crucifijo flamenco de 1632.

[94] Cf. Jn 1, 14.

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