Homilía en el seminario Menor San Juan Apóstol

Contenido

Santa Misa en el primer Seminario Menor del Instituto

 

[Exordio]

Queridos Padres, bedeles, y queridísimos seminaristas menores:

Me siento sumamente complacido y es, en verdad, una gran alegría y un hermoso consuelo el haber venido aquí, al primer Seminario Menor del Instituto, que este año está celebrando su 30 aniversario. Y más aún, de venir y encontrarme con estas [#] almas que han decidido seguir a nuestro Señor dedicándole desde ya los mejores años de su vida!  ¡La flor de la vida! ¡Dándole a Dios lo mejor! Les agradezco mucho la alegría que me han dado y la posibilidad de poder celebrar esta Santa Misa con Ustedes. 

En la primera lectura tomada del Profeta Nehemías hemos escuchado como tres veces dice la Escritura: No estén tristes[1].

Por eso quería en esta Santa Misa y ahora que nos encontramos alrededor de quien es la Fuente misma de la Alegría, reflexionar junto a Ustedes sobre esta característica tan propia del Seminario Menor que es la alegría[2] y que viene aparejado al ambiente de familia que debe reinar en esta casa[3].

Todos aquí, quizás habrán escuchado o leído como san Juan Bosco saludaba a sus jóvenes diciéndoles: “Estad alegres”.

Y ¿por qué?

Porque esta actitud de alegría está radicada ante todo en un profundo sentido de fe en el que domina y sobresale siempre la presencia del Señor como alguien que ama y salva[4]. De aquí que nuestra alegría se fundamente en el misterio de la Encarnación[5]. Alégrate, le dijo el arcángel San Gabriel a María Santísima en la anunciación. Y cuando el Niño había nacido también los ángeles decían a los pastores: Os anuncio una gran alegría.  Cristo es nuestro Amigo, que solo quiere nuestro bien y, de hecho, el máximo bien posible ¡cómo no llenarnos de alegría!

Esta actitud de alegría esta también enraizada en el hecho de que Dios como Padre nuestro que es, tiene cuidado de todas nuestras cosas y por eso, como cristianos, debemos “alegrarnos siempre y en todo”[6]. Y saber huir, como de una tentación serpentina, de todo lo que atente contra la alegría: el desaliento por las dificultades –sean estas las que fueren: en el estudio, en la oración, en la convivencia con los otros seminaristas–, el entretener pensamientos sobre aquello que hemos dejado, las preocupaciones por la familia y cualquier otra cosa que les haga estar menos contentos, porque eso no es de Dios. Por otro lado, también evitar ser uno la causa de tristeza a otros: ‘nadie sea disturbado o entristecido en la casa de Dios’”[7], decía San Benito. Lo mismo les digo yo.

También saber abrir el alma al director espiritual en suma confianza cuando alguna de estas cosas u otras molestan el alma. Porque es así, todos necesitamos ayuda en la lucha…

Pero aún más, con un sinfín de iniciativas cultivar y promover la alegría. Y para eso aquí en el Seminario Menor, ¡tienen oportunidades miles!

En la eutrapelia, en los juegos, en las competiciones, en los juegos florales, en los conviviums, las fiestas de los santos… todo, todo eso no sólo tiene que hacerse, sino que tiene que enfervorizarnos en la alegría. De tal modo, que el alma quede empapada en esa alegría, que es en definitiva don de Dios, y que ésta misma nos sirva de motivación para hacer frente a la lucha con ánimo magnánimo y generosidad.

Conocerán Ustedes la vida del mártir José Sánchez del Rio, y que es patrono de nuestro Seminario Menor en Estados Unidos. Cuando lo tomaron prisionero y sabiendo que lo iban a matar escribió una carta a su madre que dice así:

Mi querida mamá:

Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios; yo muero muy contento, porque muero en las filas de nuestro Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica.

Antes diles a mis otros dos hermanos que sigan el ejemplo de su hermano el más chico, y tú haz la voluntad de Dios. Ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba.

José Sánchez del Río.”

Noten Ustedes esa alegría sobrenatural y espiritual de la que hablábamos al principio en la vida de este mártir (tenía apenas 14 años). Yo muero muy contento…

Con esa misma alegría deberíamos todos enfrentar las cruces que Dios nos envía. Porque Cristo no sólo nos ayuda con su gracia, sino que con su Resurrección ya nos alcanzó la victoria. Eso ténganlo siempre muy presente, especialmente en los momentos de prueba, de dificultad. Nada de nada debe hacerles perder la alegría.

El mismo Patrono de este Seminario Santiago el Menor escribió en su carta: alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas[8]. Porque ¡Dios está por encima de todo! Entonces está por encima de todo lo que me hace sufrir. Y así, la verdad está por encima de la mentira, el bien por encima del mal, la belleza sobre la fealdad, el amor sobre el odio, la paz sobre la guerra, la misericordia sobre la venganza, la vida sobre la muerte, la gracia sobre el pecado, en fin, el ser sobre la nada, la Virgen sobre Satanás, Cristo sobre el Anticristo, Dios sobre todo[9]. Porque “Dios es alegría infinita”[10], como decía Santa Teresa de los Andes.

Por eso hay que hacer fiesta, ya que el motivo de la fiesta es la alegría. El Profeta Nehemías continúa diciendo: Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces y manden algo a los que nada tienen[11].

También en el Seminario Menor se debe festejar. Principalmente el domingo –que es prolongación del Misterio Pascual– y a su vez signo y anticipo de la verdadera Fiesta con mayúsculas que será el Paraíso[12].  Y la mejor manera de hacerlo es con la celebración de la Santa Misa, con una participación activa, cada vez más consciente y más fructuosa[13]. Y también por supuesto con las otras fiestas…

Dicen que Santa María Mazzarello se interesaba tanto y tan continuamente por la alegría de las chicas que a imitación de Don Bosco siempre les preguntaba: “¿Estás contenta?” Y es que ella consideraba la alegría de sus hijas como prueba principal de su santidad[14]. Si sus hijas estaban contentas, entonces ella estaba haciendo las cosas bien.

También de quienes tienen como apostolado principal el trabajo en la formación de los Seminaristas Menores se pide esta alegría. Fíjense Ustedes que el derecho propio nos dice: “Todo debe contribuir a la alegría ‘que debe ser la atmósfera de todo centro de educación’”[15]. Entonces es preciso, saber crear el ambiente para que se viva la fiesta y la alegría, sin temer hacer gastos para todo lo que contribuya al festejo[16]. ¡Que los chicos estén siempre contentos! Esa será también nuestra alegría.

Marchemos entonces en el peregrinaje de esta vida siempre alegres[17] como dice San Pablo ya que como escuchamos en la primera lectura: la alegría en el Señor es nuestra fortaleza[18].

[Peroratio]

A los padres de estos niños y jóvenes que están aquí y a los que por distintas razones hoy no pueden estar aquí: mi mas sincero agradecimiento y mis mejores deseos de bien. Sé que Dios no les ha de dejar sin recompensa en esta vida y en la próxima por el gran don de sus hijos a la Iglesia. Ojalá sepan apreciar la predilección que ha tenido con Ustedes al llamar a uno o varios de sus hijos para tan alta vocación.

Por Ustedes que están aquí, y por los papás que están más lejos, especialmente los que están enfermos o pasando alguna dificultad rezamos en esta Santa Misa.

A María Santísima, que es la Causa de nuestra alegría, los encomiendo a todos. Que Ella los cuide siempre y se complazca en verlos siempre alegres. A Ella también le damos gracias por todas las vocaciones sacerdotales, contemplativas y misioneras que han salido de este bendito Seminario San Juan Apóstol. Por muchas muchísimas vocaciones mas también le pedimos en esta Santa Misa.

Dios los bendiga a todos.

En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

 

[1] Neh 8, 9-11.

[2] Directorio de Seminarios Menores, 10.

[3] Cf. Directorio de Seminarios Menores, 5. 10.

[4] San Juan Pablo II, A las Hijas de María Auxiliadora en Roma, 12 de diciembre de 1981.

[5] Cf. Directorio de Espiritualidad, 204.

[6] Cf. Directorio de Espiritualidad, 205.

[7] Directorio de Seminarios Menores, 86; op. cit. Constituciones, 95. La cita es de: San Benito, Santa Regla, XXXI, 19.

[8] Santiago 1, 2.

[9] Cf. Directorio de Espiritualidad, 210.

[10] Santa Teresa de los Andes, Carta 101.

[11] Neh 8, 10.

[12] Cf. Directorio de Espiritualidad, 211.

[13] P. Carlos Buela, IVE, Ars Participandi, Cap. 5.

[14] Cf. San Juan Pablo II, A las Hijas de María Auxiliadora en Roma, 12 de diciembre de 1981.

[15] Directorio de Seminarios Menores, 101; op. cit. San Juan Bosco, Ideario Pedagógico, en Biografías y Escritos, op. cit., 406-407.

[16] Directorio de Seminarios Menores, 101.

[17] 2 Cor 6, 10.

[18] Neh 8, 12.

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