elementos no negociables

nuestras Características esenciales

Diciendo no negociables, entendemos su esencial pertenencia a nuestro carisma, a nuestra espiritualidad y a nuestra razón de ser. Tanto que, el prescindir de ellos significaría renunciar a la misión que se nos ha confiado, deformando nuestra identidad y muy posiblemente, sometiéndonos al espíritu del mundo[1] y traicionando así, la preciosa amistad a la cual Cristo nos ha llamado.

Contrariamente, si tales elementos son potenciados en su justa medida, seguiremos siendo fuente de gran fecundidad sobrenatural para nuestra Familia Religiosa en cuanto ofrecemos a nuestra misión en la Iglesia un compromiso, una fuerza y una eficacia incalculable.

El primero de ellos es “la marcada devoción eucarística”[2]. La Eucaristía, en la cual Cristo está realmente presente y sacramentalmente presente, debe ser siempre el centro de nuestra vida espiritual y apostólica. Cada uno debe ser adorador de Cristo en la Eucaristía y promotor de la adoración eucarística y de la Santa Misa. Nuestro obrar, de hecho, debe dirigirse a atraer las almas a Él.

Otro elemento característico es el hecho de que la nuestra es una “espiritualidad seria (‘no sensiblera’), como se ve, por ejemplo, en el hecho de que practicamos los Ejercicios Espirituales ignacianos”[3]. La Iglesia recomienda vivamente la práctica de estos ejercicios a todos los cristianos con el fin de ordenar la propia vida según Dios. También, esta espiritualidad seria se manifiesta en el hecho de que nos formamos según la doctrina de los grandes maestros de la vida espiritual como San Juan de la Cruz y otros, y no según espiritualidades vacías que son atrayentes porque están de moda.

El tercer elemento no negociable unido a nuestro carisma es el tener una “visión providencial de la vida” [4]. Que no quiere decir otra cosa que vivir según aquello que dice San Pablo todo coopera para el bien de los que aman a Dios[5]. Es el saber decir como San Pedro Julián Eymard (y estar convencidos): “Dios me ama y predispone todos mis pasos según su bondad… se trate de alegría o de pena, de consolación o de desolación, del buen éxito o del fracaso de una empresa, de salud o de enfermedad. Y visto que es la Divina Providencia la que dirige mi pequeña nave, mi deber es conformarme al Divino Piloto que me conducirá de modo seguro al puerto de la patria celeste”[6].

Los dos elementos sucesivos hacen referencia a la formación que deseamos para los miembros de nuestra Familia Religiosa y que nos debe distinguir de los otros: el primero de ellos es “la docilidad al Magisterio vivo de la Iglesia”[7] de todos los tiempos.

El otro elemento es la central importancia que tiene Santo Tomás de Aquino en nuestra formación y, en este ámbito, los mejores tomistas, como el p. Cornelio Fabro: “Porque el bien de la persona consiste en ser en la verdad y en realizar la verdad”[8]. Deseamos alejarnos de la superficialidad, la vana curiosidad, del enciclopedismo, la erudición vana que busca la extensión y no la profundidad. Queremos ser hombres y mujeres que sepan estar a la altura de los acontecimientos, que sepan juzgar la realidad temporal según la verdad sobrenatural. Es fácil dejarse llevar por la corriente, pero sólo los que están bien afirmados en la verdad y en la sana doctrina pueden resistir a la corriente.

Respecto al apostolado, el distintivo que debe resplandecer en el alma y en las obras de nuestros miembros son variados. Uno de ellos es aquello que nosotros llamamos “morder la realidad”: esto no es otra cosa que el afrontar la realidad con visión sobrenatural, para transformarla según el espíritu del Verbo Encarnado y según la encarnación. Buscamos de afrontar la evangelización sin diluir la fe en el racional, sin convertir lo sacro en profano, sin caer en espiritualidades insustanciales. Lo que perseguimos es que el Evangelio informe las culturas de los hombres[9]. Para lo cual es imperativo “un renovamiento de la vida bajo el influjo de la gracia”[10]. No como hacen otros que abrazan la cultura actual y renuncian a impregnarla del Evangelio[11].

Otro elemento de la pastoral es la: “creatividad apostólica y misionera”[12]. El celo apostólico nace del amor… es imposible amar a Dios sin sentir arder en sí el fuego del apostolado. Un amor por Dios que permanece indiferente a las inquietudes apostólicas es completamente falso e ilusorio. La caridad es creativa, es difusiva de sí, no desperdicia ninguna oportunidad ni ahorra esfuerzos para hacer el bien. Por esto, deseamos estar intensa y creativamente envueltos en la aventura misionera.

Otro elemento que nos caracteriza es “la elección de los puestos de avanzada en la misión”[13]. Dado que, la imitación del Verbo Encarnado, “nos urge a trabajar en los lugares más difíciles (aquellos donde nadie quiere ir)”[14].

Buscamos de ser religiosos generosos que se inclinan a mostrar la verdadera compasión de Cristo hacia el hermano que sufre en el cuerpo y en el alma. Por esto, “las obras de misericordia, sobre todo con discapacitados”[15] son otro de los elementos no negociables de nuestra Familia Religiosa.

Hay otro elemento que, en cierto modo, está presento en todo lo que hemos dicho anteriormente, esto es, el espíritu de alegría que debe reinar en nosotros: la alegría que ha caracterizado nuestro modo de vivir desde los inicios.

Finalmente somos marianos. “La devoción a la Virgen es algo propio del carisma, no sólo por el cuarto voto, sino también por la presencia de la Virgen en todas nuestras actividades, desde la consagración que renovamos en cada Misa hasta la terminación de todas nuestras fiestas con un canto a la Virgen”[16]. No es posible ser del Verbo Encarnado y no amar a María.

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[1] Cf. 1 Cor 2,12.
[2] Notas del V Capítulo General, 14.
[3] Notas del V Capítulo General, 5.
[4] Notas del V Capítulo General, 5.
[5] Rom 8,28.
[6] Pedro Julián Eymard, Opere Complete, IV Serie, Esercizi Spirituali davanti a Gesù Sacramentato, giorno quarto.
[7] Notas del V Capítulo General, 4.
[8] San Juan Pablo II, Discurso a los participantes del Congreso Internacional de Teología Moral, 1, (10/04/1986): Insegnamenti IX, 1 (1987), 970.
[9] Cf. Directorio de Espiritualidad, 29.
[10] Directorio de Vida Consagrada, 340.
[11] Cf. Directorio de Espiritualidad, 29
[12] Notas del V Capítulo General, 5.
[13] Notas del V Capítulo General, 4.
[14] Directorio de Espiritualidad, 86.
[15] Notas del V Capítulo General, 4.
[16] Notas del V Capítulo General, 5.