Rito de bendición e imposición del Escapulario de la Virgen de Luján

Contenido

RITO DE BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DEL

ESCAPULARIO de

LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE LUJÁN 

Instituto del Verbo Encarnado

San Juan Pablo II

El Papa de Luján
entrega la “Rosa de Oro” a Nuestra Señora de Luján en su santuario

11 de junio de 1982

Introducción Catequética[1]

 

San Juan Pablo II enseñaba que el que lleva el escapulario “experimenta la presencia dulce y materna de María, en el compromiso cotidiano de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad”[2]. En este sentido, el Escapulario de la Virgen de Luján evoca dos verdades: “por una parte, la protección continua de la Virgen Santísima, no sólo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del tránsito hacia la plenitud de la gloria eterna; por otra, la conciencia de que la devoción hacia Ella no puede limitarse a oraciones y obsequios en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un ‘hábito’, es decir una actitud permanente de la propia conducta cristiana, entretejida de oración y de vida interior, mediante la frecuente práctica de los Sacramentos y el concreto ejercicio de las obras de misericordia espiritual y corporal”[3].

El origen del escapulario está ligado al hábito de una determinada Orden religiosa. Llevar el escapulario significaba, de alguna manera, revestirse con el hábito de una orden religiosa, como signo de adhesión y participación en el espíritu de esa orden, lo cual implicaba el beneficio de particulares indulgencias y privilegios espirituales.

Son numerosas las órdenes religiosas que crearon su propio escapulario. El más famoso y difundido es el escapulario de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, cuyo origen se considera ligado a la visión de San Simón Stock, con el privilegio de la gracia de la perseverancia final y del llamado privilegio sabatino, por el cual, a quienes expían sus culpas en el purgatorio, “Yo, su Madre de Gracia, bajaré el sábado después de su muerte y a cuantos – religiosos, terciarios y cofrades – hallaré en el Purgatorio los liberaré y los llevaré al monte santo de vida eterna”.

También las órdenes de los trinitarios, de los mercedarios, de los dominicos, de los pasionistas, y otras, tienen su propio escapulario.

El Papa San Pío X autorizó que el escapulario, que hasta ese momento debía ser obligatoriamente de lana, fuese sustituido por una medalla que llevase de un lado la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y del otro, la de la Virgen María.

Hallándose la Virgen de Luján en el génesis de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado y habiendo sido proclamada Reina y principal Intercesora de todos sus miembros, hemos pensado en tener, como Familia Religiosa, un propio escapulario, y que la imagen de la Santísima Virgen María que debe llevar sea aquella en su advocación de la Limpia y Pura Concepción de Luján. Siguiendo, de esta manera, la augusta tradición de la Iglesia y la sapiencial indicación de sus santos, queremos expresar nuestra más genuina devoción y consagración a la Virgen Santísima, a través del humilde signo de un Escapulario propio. Dicho Escapulario consiste en una medalla con la imagen de la Limpia y Pura Concepción de Luján en el anverso donde se lee la inscripción ad Iesum per Mariam y en el reverso la imagen del Sagrado Corazón con la frase et Verbum caro factum est , lo cual constituye una síntesis eficaz de nuestra espiritualidad mariana que quiere “ser la del ‘Ave María’, la del ‘Ángelus’”[4] y por la cual nos comprometemos a “trabajar en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano”[5] en especial, al amplio mundo de la cultura[6].

De este modo, quienes llevan el Escapulario de la Virgen de Luján −religiosos o laicos− además de la indulgencia que la Iglesia concede a quienes usan este objeto de piedad, manifiestan su pertenencia irrevocable a la Santísima Virgen María bajo el título de la Pura y Limpia Concepción de Luján y el deseo de un compromiso siempre más absoluto y radical con la misión de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, que no es otra que “llevar a la plenitud las consecuencias de la Encarnación del Verbo”[7] y para lo cual es imprescindible la ayuda de la Madre de Dios[8].

Así entendido sea el Escapulario de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, en honor de la Santísima Virgen María bajo el título de la Pura y Limpia Concepción de Luján, un signo de “alianza” y de comunión recíproca entre María y sus hijos espirituales a fin de que nosotros por nuestras docilidad a tan Bondadosa Madre y Ella, por su solicitud maternal y ayuda generosa, seamos configurados con Cristo e irradiemos al mundo el “testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas”[9].

Que bajo la tutela amorosa de María de Luján, la gran evangelizadora de la cultura, se formen “grandes santos”[10].

Lineamientos Generales

 

  1. La bendición e imposición del Escapulario de la Limpia y Pura Concepción de Luján se hará preferentemente durante una celebración comunitaria.
  1. Tienen facultad de bendecir el Escapulario los sacerdotes y diáconos del Instituto del Verbo Encarnado.
  1. Para la bendición e imposición debe usarse la medalla Escapulario de la Virgen de Luján.
  1. La bendición e imposición del Escapulario se realiza según los ritos y las oraciones que siguen. La celebración comprende los ritos iniciales, la lectura de la Palabra de Dios y las preces, la oración de bendición e imposición del Escapulario y los ritos conclusivos. Así se expresa de manera completa el sentido que tiene el Escapulario en la vida de los fieles que lo reciben.
  1. Es necesario que en la celebración quede bien expresado el sentido espiritual de las gracias unidas al Escapulario en honor de la Virgen de Luján y los compromisos asumidos con este signo de devoción a la Santísima Virgen.

1
RITO DE LA BENDICIÓN E IMPOSICIÓN
DEL ESCAPULARIO FUERA DE LA MISA

Ritos iniciales[11]

1397. Reunido el pueblo, o por lo menos los miembros de la cofradía, el celebrante se dirige hacia ellos, mientras se canta oportunamente algún himno relacionado con la celebración. Terminado el canto, el celebrante dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:

Amén.

1398. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:

La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, de Quien, por el Hijo nacido de la Virgen, procede todo bien, estén con todos vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura. 

Todos responden: 

Y con tu espíritu.

O bien:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, nacido de la Virgen María, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.

Todos responden: 

Y con tu espíritu.

1399. El celebrante dispone a los presentes para la celebración del rito, con estas palabras u otras semejantes: 

El Verbo Encarnado que todo lo hizo bien[12] halló complacencia en la fe de aquellos que tocaban aunque sólo fuesen los flecos de su manto, y los dejaba curados. Alabamos a nuestro Señor porque en su Iglesia continúa usando de los medios más humildes para mostrarnos su infinita misericordia. Así pues, hoy también nosotros queremos servirnos de ellos para glorificar a Dios, y hacer manifiesta nuestra voluntad pronta y disponible de hacer según la maternal indicación de María lo que Él nos diga[13] conforme al compromiso de fidelidad contraído en nuestra consagración bautismal.

El Escapulario en honor de la Virgen de Luján −síntesis eficaz de nuestra espiritualidad mariana que quiere “ser la del ‘Ave María’, la del ‘Ángelus’”[14]− nos compromete a “trabajar en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano”[15] en especial, al amplio mundo de la cultura[16], según el espíritu del Instituto del Verbo Encarnado.

De este modo, quienes llevan el Escapulario de la Virgen de Luján −religiosos o laicos−, además de la indulgencia que la Iglesia concede a quienes usan este objeto de piedad, manifiestan su pertenencia irrevocable a la Santísima Virgen María bajo el título de la Pura y Limpia Concepción de Luján y el deseo de un compromiso siempre más absoluto y radical con la misión de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, que no es otra que “llevar a la plenitud las consecuencias de la Encarnación del Verbo”[17] y para lo cual es imprescindible la ayuda de la Madre de Dios[18]. Asimismo, se confían y abandonan completamente al amoroso cuidado e intercesión de esta Madre, a la que pertenecen totalmente, aquí en esta vida temporal y para la eternidad.

Llevando el escapulario en honor de la Virgen no sólo manifestamos nuestro amor a Ella y veneramos en Ella lo que tiene de Dios, sino que, además, la causa final de nuestra devoción es Dios que hizo en Ella maravillas[19].

Confiamos que portando a la Virgen cerca del corazón esto les permitirá a sus hijos el tener memoria continua del “fiat” de la Madre y encontrar en ello un entusiasmo siempre nuevo para reproducir en sus vidas los rasgos espirituales del Hijo primogénito, hasta que, vestidos con el traje de bodas, seamos introducidos en la patria celestial.

Que la primera Misionera después de su Hijo Jesucristo[20] proteja en la vida y especialmente en la hora de la muerte a todos sus hijos que hoy con gran fe se ponen bajo el estandarte de esta Reina y Madre que es la Virgen de Luján, y sea para ellos la Puerta del Paraíso.

O bien:

Se pueden repetir aquí las palabras de la Instrucción Catequética que se encuentra en la página 3.

Lectura de la Palabra de Dios 

1400.Luego, el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura, seleccionado principalmente entre los que en el Leccionario tratan de la Santísima Trinidad, de los Misterios del Señor o de Santa María Virgen. Puede escogerse algún texto que tenga relación con el espíritu del Instituto religioso al que está adherida la cofradía.

Lc 1, 26-38

 X

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

V. Palabra de Dios.

R. Gloria a Ti, Señor Jesús. 

O bien: 

Jn 19, 25-27

 X

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”.  Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

V. Palabra de Dios.

R. Gloria a Ti, Señor Jesús.

1402. El celebrante hace la homilía, en la cual explica a los presentes el significado de la celebración. 

Preces 

1403. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las peculiaridades de los fieles o las circunstancias del momento. 

Apoyados en la intercesión de la “Santísima Virgen María, que dio el sí para que de su carne y sangre el Verbo se hiciera carne”[21] por obra del Espíritu Santo, a fin de que nosotros pudiéramos participar de la gracia del que es nuestro Hermano primogénito y vivir la alabanza de Dios, invoquemos al Padre, diciendo:

R. Por intercesión de la Pura y Limpia Concepción de Luján, escúchanos Señor.

Tú que dispusiste que tu Hijo amado se vistiera de nuestra carne, para que, por medio de él, los hombres participaran en Cristo de tu vida,

—haz que nos llamemos y seamos siempre hijos tuyos. R

Tú que quisiste que el Verbo Encarnado fuera en todo como nosotros, menos en el pecado, para que, siguiéndolo, seamos imagen de tu Hijo,

—concédenos imitar de tal manera a Cristo que te agrademos en todo. R.

Tú que llamas a los hombres al banquete de la gracia, cubiertos con la vestidura nupcial de tu reino, con el fin de revelarles tu gloria,

—enséñanos a servirte con fidelidad. R.

Tú que por boca del Apóstol nos exhortas a ser en el mundo la fragancia de Cristo,

—haz que reconozcamos en los hermanos el signo de la presencia de Cristo. R.

Tú que nos embelleces con la vestidura de la santidad y la justicia, para que vivamos para ti en el Espíritu Santo, mostrando así la santidad de la Iglesia,

—haz que nuestra santidad vaya siempre en aumento, para que cooperemos generosamente en la salvación de nuestros hermanos. R.

Tú que te complaciste en el sí de la Santísima Virgen María,

—concédenos que a través de la santidad de una existencia transfigurada, testimoniemos el rostro transfigurado de Cristo. R.

Tú que asociaste a la Virgen María a tu sacrificio redentor,

—concédenos la fe, la esperanza y la caridad que animaron su corazón, la fuerza que sostuvo su adhesión a tu santísima voluntad y el vigor que la sostuvo durante su ‘compasión’ a los pies de la cruz. R.

Tú que en la persona de Cristo no dejas de bendecirnos con toda clase de bienes espirituales, hasta el momento en que, vestidos con el ropaje nupcial, salgamos a su encuentro,

—haz que, por la intercesión de la Virgen María, pasemos felizmente de la muerte a la vida. R.

Oración de bendición 

1404. El celebrante, con las manos extendidas, añade: 

Oh, Dios, origen  primero y fin supremo de toda santidad, Tú que llamas a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad a los que han renacido del agua y del Espíritu Santo, mira con bondad a estos servidores tuyos, que reciben con devoción este Escapulario para alabanza de la Santísima Trinidad −principio activo de la Encarnación[22]− y gloria perpetua del altísimo misterio del Verbo hecho carne, y concédeles la gracia de configurarse con Cristo abandonándose en el sublime molde de su Virgen Madre, a fin de que, terminado felizmente su paso por esta vida, con la ayuda omnipotente de la Virgen de Luján, sean admitidos al gozo de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Imposición del Escapulario 

1405.Luego, el celebrante impone el escapulario a los candidatos, diciendo las siguientes palabras u otras semejantes del Ritual propio: 

Recibe esta medalla, signo de la alianza y comunión recíproca entre tú y María Santísima, la Pura y Limpia Concepción de Luján, y compórtate de tal manera que, con la ayuda maternal de la Madre de Dios, para gloria de la Santísima Trinidad y para bien de la Iglesia y de los hombres, te esfuerces cada día más en vestirte de Cristo y hacer que tu vida sea memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús, el Verbo hecho carne[23].

R. Amén.

1406.Según las circunstancias, el celebrante pronuncia en voz alta la fórmula de imposición una sola vez para todos. 

Todos a la vez responden: Amén, y se acercan al celebrante para recibir el escapulario.

1407.El celebrante los rocía a todos con agua bendita, sin decir nada. 

Conclusión del rito 

1408.El celebrante concluye el rito, diciendo: 

El Dios todopoderoso os bendiga con su misericordia y os llene de la sabiduría eterna.

R. Amén.

Él aumente en vosotros la fe y os dé la perseverancia en el bien obrar.

R. Amén.

Atraiga hacia sí vuestros pasos y os muestre el camino del amor y de la paz.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,

Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

U otra fórmula de bendición, relacionada con el título del escapulario. 

1409. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado. 

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LUJÁN

Después de la ceremonia de imposición del escapulario, los nuevos cófrades, de pie o de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora de Luján recitarán la siguiente oración:

 

¡Madre Amada!

Santísima Virgen María de Luján, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, ¡Corazón de la Trinidad!

Al comienzo de los tiempos, Dios juntó todas las aguas y las llamó: mar; al llegar la plenitud de los tiempos juntó todas las gracias y las llamó: María¹,

¡Llena de gracia!  De tal modo, que un suspiro tuyo por un alma tiene más poder que todas las oraciones de los demás santos juntos²,

¡Omnipotencia suplicante!  Allí mismo Dios creó una enemistad irreconciliable que durará siempre entre Ti, Virgen Inmaculada, y Satanás: «…pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia…» (Gn 3, 14-15).  ¡Eres terrible como ejército en orden de batalla!  ¡Siempre execras el mal!

Tú eres la Virgen por antonomasia, tú eres la Virgen señera que introdujiste la virginidad perfecta sin ejemplo anterior y que produjiste por la fuerza virginizante en los que te aman y sirven, pléyade de vírgenes varones y mujeres en veinte siglos, con una fuerza indoblegable como una placa tectónica, contra todo avance del pansexualismo, permaneciendo «en todo caso místicamente eficaz»³ aún en medio del erotismo devastador⁴.

¡Huerto cerrado!, ¡Fuente sellada!, ¡«Milagro de los milagros» ⁵!

Eres la Mujer de más verdadera fama de toda la humanidad: «¡Bendita tú entre las mujeres!» (Lc 1, 42), «Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49) ⁶.

En la plenitud de los tiempos no sólo uniste a ti al Hijo de Dios al darle carne y sangre como Cabeza del Cuerpo místico, sino, además a todos nosotros los miembros de esa Cabeza, ¡Madre de Dios!, ¡Madre de la Iglesia! ¡Cuello que une la Cabeza a los miembros y viceversa!

Durante tu vida en este mundo mucho te tocó sufrir, ¡Panoplia de 7 espadas!

Al pie de la cruz, estando tú de pie, públicamente se manifestó lo que había ocurrido en la Encarnación cuando el Hijo te encomendó a todos los hombres y mujeres del mundo, en la persona de San Juan: «Mujer, he ahí a tu hijo» (Jn 19, 26),
¡Genoma de toda la humanidad redimida!

Ser tu devoto María es «Charta libertatis» ⁷.

¡Llama de fuego y viento! ¡Asunta: un cuerpo de mujer está en el Cielo! ¡Reina! Formadora de los santos de los últimos tiempos, ¡Tsunami de gracias! Será cuando serás más conocida que nunca⁸.

¡Amén de amenes! ⁹.

Sabes quiénes somos y que te necesitamos.  Somos tus esclavos en materna esclavitud de amor, que queremos hacer todo «por María, con María, en María y para María».

Tú que te quedaste junto al río de Luján, quédate hoy y siempre muy dentro de nuestro corazón¹⁰.

Amén.

HIMNO A LA VIRGEN DE LUJÁN

Estrellas que, tocadas de algún divino arcano,
lucís a torno suyo los brillos que se os dan;
si nuestra voz durmiese, del mundo en el arrullo,
rogadle nos despierte la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo del pecho nuestro y tuyo,
aquel que te ofrecimos por siempre ante al altar,
¡Vos, Dueña del Calvario, Reina del Instituto,
ábrelo con tu mano y no dejes de reinar! 

Apoyo de sus plantas, la luna más selecta,
a quienes le entregamos en mérito el afán,
a los que de su llanto coronas esperamos,
rogadle nos sostenga la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo…

Rayos del sol, fulgentes, y brazos de una cruz,
la luz de donde vienen y el cielo a donde van,
rogadle que en la noche, tan solos, tan inermes,
nos doble la esperanza la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo… 

Azul manto de cielo, que engalanada vistes,
a la que es Madre y Virgen, por el divino plan,
testigo eres del beso filial con que la honramos,
rogadle nos ampare la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo…

Terrón de tierra y agua de que es su pecho y vientre,
somos barro adoptado, entre espadas, como Juan,
y porque hemos nacido a la orla de su manto,
rogadle no nos deje la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo… 

Aceite de su lámpara, el alma de Manuel,
varón fiel y probado que siglos cantarán,
al corazón que heriste, de amores hechizado,
rogadle obtenga el premio la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo… 

Corona que distingues a quien pertenecemos
todas las vocaciones y aquellas que vendrán;
rogadle, como un día lo hiciera nuestro padre,
conceda santos hijos, la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo…

Rosa de oro ofrecida, de manos del Gran Papa,
que es de nuestra Familia, Patrono y Guardián;
rogadle, por las suyas, a su Hijo, acrisoladas,
presente nuestras obras la Virgen de Luján.

Estribillo
Y si se cierra el cielo…

 

II
RITO DE LA BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DEL ESCAPULARIO
DURANTE LA SANTA MISA

Luego de la Liturgia de la Palabra: 

1399. El celebrante dispone a los presentes para la celebración del rito, con estas palabras u otras semejantes:

El Verbo Encarnado que todo lo hizo bien[24] halló complacencia en la fe de aquellos que tocaban aunque sólo fuesen los flecos de su manto, y los dejaba curados. Alabamos a nuestro Señor porque en su Iglesia continúa usando de los medios más humildes para mostrarnos su infinita misericordia. Así pues, hoy también nosotros queremos servirnos de ellos para glorificar a Dios, y hacer manifiesta nuestra voluntad pronta y disponible de hacer según la maternal indicación de María lo que Él nos diga[25] conforme al compromiso de fidelidad contraído en nuestra consagración bautismal.

El Escapulario de la Virgen de Luján −síntesis eficaz de nuestra espiritualidad mariana que quiere “ser la del ‘Ave María’, la del ‘Ángelus’”[26]− nos compromete a “trabajar en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano”[27] en especial, al amplio mundo de la cultura[28], según el espíritu del Instituto del Verbo Encarnado.

De este modo, quienes llevan el escapulario de la Virgen de Luján −religiosos o laicos−, además de la indulgencia que la Iglesia concede a quienes usan este objeto de piedad, manifiestan su pertenencia irrevocable a la Santísima Virgen María bajo el título de la Pura y Limpia Concepción de Luján y el deseo de un compromiso siempre más absoluto y radical con la misión de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, que no es otra que “llevar a la plenitud las consecuencias de la Encarnación del Verbo”[29] y para lo cual es imprescindible la ayuda de la Madre de Dios[30].

Llevando el Escapulario en honor de Santa María Virgen no sólo manifestamos nuestro amor a Ella y veneramos en Ella lo que tiene de Dios, sino que, además, la causa final de nuestra devoción es Dios que hizo en Ella maravillas[31].

Confiamos que portando a la Virgen Santísima cerca del corazón esto les permitirá a sus hijos el tener memoria continua del “fiat” de la Madre y encontrar en ello un entusiasmo siempre nuevo para reproducir en sus vidas los rasgos espirituales del Hijo primogénito, hasta que, vestidos con el traje de bodas, seamos introducidos en la patria celestial.

Que la primera Misionera después de su Hijo Jesucristo[32] proteja en la vida y especialmente en la hora de la muerte a todos sus hijos que hoy con gran fe se ponen bajo el estandarte de esta Reina y Madre que es la Virgen de Luján.

O bien:

Se pueden repetir aquí las palabras de la Instrucción Catequética que se encuentra en la página 3.

1402. El celebrante hace la homilía, en la cual explica a los presentes el significado de la celebración. 

Preces 

1403. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las peculiaridades de los fieles o las circunstancias del momento. 

Apoyados en la intercesión de la “Santísima Virgen María, que dio el sí para que de su carne y sangre el Verbo se hiciera carne”[33] por obra del Espíritu Santo, a fin de que nosotros pudiéramos participar de la gracia del que es nuestro Hermano primogénito y vivir la alabanza de Dios, invoquemos al Padre, diciendo:

R. Por intercesión de la Pura y Limpia Concepción de Luján, escúchanos Señor.

Tú que dispusiste que tu Hijo amado se vistiera de nuestra carne, para que, por medio de él, los hombres participaran en Cristo de tu vida,

—haz que nos llamemos y seamos siempre hijos tuyos. R

Tú que quisiste que el Verbo Encarnado fuera en todo como nosotros, menos en el pecado, para que, siguiéndolo, seamos imagen de tu Hijo,

—concédenos imitar de tal manera a Cristo que te agrademos en todo. R.

Tú que llamas a los hombres al banquete de la gracia, cubiertos con la vestidura nupcial de tu reino, con el fin de revelarles tu gloria,

—enséñanos a servirte con fidelidad. R.

Tú que por boca del Apóstol nos exhortas a ser en el mundo la fragancia de Cristo,

—haz que reconozcamos en los hermanos el signo de la presencia de Cristo. R.

Tú que nos embelleces con la vestidura de la santidad y la justicia, para que vivamos para ti en el Espíritu Santo, mostrando así la santidad de la Iglesia,

—haz que nuestra santidad vaya siempre en aumento, para que cooperemos generosamente en la salvación de nuestros hermanos. R.

Tú que te complaciste en el sí de la Santísima Virgen María,

—concédenos que a través de la santidad de una existencia transfigurada, testimoniemos el rostro transfigurado de Cristo. R.

Tú que asociaste a la Virgen María a tu sacrificio redentor,

—concédenos la fe, la esperanza y la caridad que animaron su corazón, la fuerza que sostuvo su adhesión a tu santísima voluntad y el vigor que la sostuvo durante su ‘compasión’ a los pies de la cruz. R.

Tú que en la persona de Cristo no dejas de bendecirnos con toda clase de bienes espirituales, hasta el momento en que, vestidos con el ropaje nupcial, salgamos a su encuentro,

—haz que, por la intercesión de la Virgen María, pasemos felizmente de la muerte a la vida. R.

Después de la Santa Comunión 

Oración de bendición 

1404. El celebrante, con las manos extendidas, añade: 

Oh, Dios, origen  primero y fin supremo de toda santidad, Tú que llamas a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad a los que han renacido del agua y del Espíritu Santo, mira con bondad a estos servidores tuyos, que reciben con devoción este escapulario para alabanza de la Santísima Trinidad −principio activo de la Encarnación[34]− y gloria perpetua del altísimo misterio del Verbo hecho carne, y concédeles la gracia de configurarse con Cristo abandonándose en el sublime molde de su Virgen Madre, a fin de que, terminado felizmente su paso por esta vida, con la ayuda omnipotente de la Virgen de Luján, sean admitidos al gozo de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Imposición del Escapulario 

1405.Luego, el celebrante impone el escapulario a los candidatos, diciendo las siguientes palabras u otras semejantes del Ritual propio: 

Recibe esta medalla, signo de la alianza y comunión recíproca entre tú y María Santísima, la Pura y Limpia Concepción de Luján, y compórtate de tal manera que, con la ayuda maternal de la Madre de Dios, para gloria de la Santísima Trinidad y para bien de la Iglesia y de los hombres, te esfuerces cada día más en vestirte de Cristo y hacer que tu vida sea memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús, el Verbo hecho carne[35].

R. Amén.

1406.Según las circunstancias, el celebrante pronuncia en voz alta la fórmula de imposición una sola vez para todos. 

Todos a la vez responden: Amén, y se acercan al celebrante para recibir el escapulario.

1407.El celebrante los rocía a todos con agua bendita, sin decir nada. 

Antes de la bendición final 

Antes de acabada la Misa los nuevos cofrades recitarán la oración a la Virgen de Luján de pie o de rodillas delante de su imagen (págs. 16-18).

Canto final de la Santa Misa 

De ser posible se aconseja cantar el himno a la Virgen de Luján (págs. 19-20) u otro canto tradicional mariano.

APÉNDICE

Efectos

Los escapularios, bendecidos por el sacerdote y llevados con auténtica devoción, al igual que todo sacramental, producen en el alma muy benéficos efectos:

1º Nos obtienen muchas gracias actuales. Al respecto enseña el Concilio Vaticano II que por los sacramentales «los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida»[36];

2º Perdonan los pecados veniales, en cuanto existan en el hombre sentimientos de contrición y actos de caridad;

3º Perdonan toda o parte de la pena temporal debida por los pecados pasados ya perdonados, en virtud de las indulgencias (cf. más abajo);

4º Nos obtienen muchas gracias temporales si son convenientes para nuestra alma, por ejemplo, la salud corporal, protección contra los ardides del demonio, etc.

X

Indulgencias

Todo pecado encierra una doble deuda: la deuda de la culpa u ofensa a Dios y la deuda de la pena o castigo merecido. La pena del pecado mortal es eterna; la del venial es temporal. La deuda de la culpa de los pecados mortales sólo se perdona por el sacramento de la Confesión o el por el acto de contrición perfecta que implica el deseo de confesarse cuanto antes. La pena eterna la perdona Dios al perdonar la culpa, pero no siempre perdona toda la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados; con frecuencia queda alguna pena que pagar en esta vida o en el purgatorio.

¿Cómo podemos, en esta vida, pagar las penas temporales? Se perdonan por todo género de obras buenas hechas en gracia de Dios.

La Iglesia, usando del poder que le dio Jesucristo: cuánto desatares en la tierra, en el cielo será desatado (Mt 16, 19) y con el fin de incitar a sus hijos a realizar obras buenas «indulgencia» alguna de ellas.

Indulgencia es el perdón de la pena temporal de los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa. Puede ser indulgencia plenaria, si es total, o indulgencia parcial, si sólo libra parte de la pena temporal.

Pues bien, la Iglesia concede indulgencia parcial, que se gana cada día, por el uso piadoso del escapulario bendecido por un sacerdote. Si este es bendecido por un Papa u Obispo, los que piadosamente lo usen, ganan también indulgencia plenaria en la fiesta de San Pedro y San Pablo, rezando además el Credo. Estas indulgencias pueden siempre aplicarse a los difuntos a manera de sufragios.

Quienes lleven dignamente la medalla-escapulario en honor de la Virgen Santísima «ganan todas las gracias de todos los escapularios, incluso el privilegio sabatino»[37]. Es decir, que se obtiene el privilegio de la buena muerte por el que la Virgen protegerá especialmente a los que devotamente lleven su escapulario consiguiendo de su Hijo las gracias eficaces necesarias para una buena muerte. Nada tienen que ver con esto los que abusan de la misericordia de Dios, permaneciendo en pecado, fiándose de la promesa y no arrepintiéndose de sus pecados haciendo obras dignas de penitencia (aunque la Virgen tiene sus «caminos»). Se obtiene, además, el privilegio sabatino por el que creemos que la Virgen, ayudará especialmente a las almas que mueran en gracia de Dios, sobre todo, el día sábado dedicado en su honor por la Iglesia. Algunos hablan de que la Virgen Santa hará salir del purgatorio el primer sábado siguiente a su muerte, a todos aquellos que estuvieren en él, habiendo muerto en gracia y llevando el santo escapulario.

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Epílogo 

El escapulario en honor de la Virgen es una gracia más de la Madre de Dios pues es un signo exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen de Luján, Reina y Madre del Instituto, y los devotos que se confían a ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración[38]. Sepámoslo usar con toda devoción para que la Reina de cielos y tierra nos acerque cada vez más a su Hijo, el Verbo Encarnado.

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Acto de filiación para la renovación anual
 de pertenencia a la Santísima Virgen de Luján

Señor mío Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo Único de Dios y de la Santísima Virgen María, yo os reconozco y adoro como primer principio y único fin. Os suplico que renovéis, a favor mío, aquel misterioso y amable testamento que hicisteis en la cruz cuando al apóstol predilecto, San Juan, le disteis la condición y título de hijo de vuestra Madre María. Decidle también a favor mío: −Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hacedme la gracia de pertenecerle como hijo y de tenerla como Madre todo el tiempo de mi vida mortal.

Excelsa Virgen de Luján, mi principal abogada y mediadora, yo N.N., desde el abismo de mi pequeñez y miseria, humildemente postrado ante vos, confiando en vuestra bondad y misericordia y animado por el vivo deseo de imitar vuestras hermosas virtudes, os elijo hoy nuevamente por Madre mía, suplicándoos me recibáis en el número de vuestros afortunados y amantes hijos. Os hago donación entera e irrevocable de todo mi ser. Recibid amorosamente mi petición; mirad con complacencia la confianza con que me abandono en vuestros brazos. Dispensadme vuestra maternal protección a lo largo de mi vida, particularmente a la hora de mi muerte, de tal manera que pueda pasar de este valle de lágrimas a gozar con Vos la eterna gloria del cielo. Amén.

“Que la Santísima Virgen
nos ayude a todos a alcanzar
al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo”
Const., 380

[1] Para instruir brevemente a quienes deseen recibir el Escapulario de la Virgen de Luján antes de la ceremonia de imposición. Se puede obviar.

[2] Carta del Papa Juan Pablo II a los Carmelitas con motivo del 750 aniversario del Escapulario, (25/03/2001).

[3] Ibidem.

[4] Directorio de Espiritualidad, 78.

[5] Constituciones, 30.

[6] Constituciones, 32.

[7] Ibidem.

[8] Cf. Constituciones, 17.

[9] Constituciones, 1; op. cit. Lumen Gentium, 31.

[10] Constituciones, 84; op. cit. Cf. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 47.

[11] Bendicional, Capítulo XLV.

[12] Mc 7, 37.

[13] Cf. Jn 2, 5.

[14] Directorio de Espiritualidad, 78.

[15] Constituciones, 30.

[16] Constituciones, 32.

[17] Ibidem.

[18] Cf. Constituciones, 17.

[19] Lc 1, 49.

[20] Directorio de Misiones Ad Gentes, 175.

[21] Constituciones, 12; op. cit. Cf. Jn 1, 14.

[22] Constituciones, 9.

[23] Constituciones, 254; cf. Jn 1, 14.

[24] Mc 7, 37.

[25] Cf. Jn 2, 5.

[26] Directorio de Espiritualidad, 78.

[27] Constituciones, 30.

[28] Constituciones, 32.

[29] Ibidem.

[30] Cf. Constituciones, 17.

[31] Lc 1, 49.

[32] Directorio de Misiones Ad Gentes, 175.

[33] Constituciones, 12; op. cit. Cf. Jn 1, 14.

[34] Constituciones, 9.

[35] Constituciones, 254; cf. Jn 1, 14.

[36] Sacrosanctum Concilium, 60.

[37] Antonio Arregui – Marcelino Zalba, Compendio de Teología Moral, 795.

[38] Cf. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 205.

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