La gracia del Tomismo
¿Por qué leemos y estudiamos a Cornelio Fabro?
San Juan Pablo II escribió: “La filosofía es como el espejo en el que se refleja la cultura de los pueblos”[1]. Por tanto, el estudio de la filosofía es para nosotros –dedicados específicamente a la evangelización de la cultura[2]– de singular y eminente relevancia. Pues, como bien señalan nuestras Constituciones, es la “filosofía, la que nos lleva a un conocimiento y a una interpretación más profunda de la persona, de su libertad, de sus relaciones con el mundo y con Dios”[3] “frente a una situación cultural del todo particular, que exalta el subjetivismo como criterio y medida de la verdad”[4]. De tal modo que a nosotros, religiosos y misioneros del Verbo Encarnado, nos incumbe necesariamente el tener una “certeza de la verdad”, la cual viene dada sólo por una sana filosofía y fundada en la realidad objetiva de las cosas[5].
Por eso, nuestra formación intelectual y filosófica es clara e intencionalmente tomista como lo manda la Iglesia[6] y lo requiere la dignísima tarea de “inculturar el Evangelio”[7]. Ya que es “desde la filosofía del ser que el hombre puede encontrar su verdadero fundamento que es el ser, puede encontrar su fin último que es el Ser por Esencia y puede encontrar también su fondo que es la libertad. Y de este modo, descubrir los verdaderos valores culturales”[8].
En este sentido, el Venerable Arzobispo Fulton Sheen escribió: “Es solamente accidental que Santo Tomás pertenezca al siglo XIII. Su pensamiento no está confinado a ese período de la historia humana como no están las tablas de multiplicar confinadas al pasado. La verdad es eterna, aunque su expresión verbal sea localizada en el tiempo y en el espacio. Si la necesidad crea una realidad, entonces Santo Tomás nunca fue más real de lo que es hoy. Si la realidad hace a la modernidad, entonces Santo Tomás es el príncipe de los filósofos modernos. Si un universo progresista es un ideal contemporáneo, entonces la filosofía de Santo Tomás es su más grande realización. El idealismo moderno necesita el complemento de su realismo; el empirismo necesita sus principios trascendentales; el biologismo filosófico su metafísica; la moralidad sociológica su ética; el sentimentalismo su teoría de la inteligencia; y el mundo necesita al Dios que él conoció, amó y adoró”[9].
Por tanto, a nosotros no nos cabe un tomismo vulgarizado, de manual, como sucede con aquellos que conocen ‘algo’, generalmente superficial y epidérmico, y casi siempre, impregnado de la escolástica formalista o esencialista, que trasmutó el esse por la existentia y de donde surgieron las ‘espiritualidades’ y las ‘pastorales’ formalistas o esencialistas, sin garra y sin morder la realidad[10]. Antes bien nos empeñamos en adquirir una inteligencia auténticamente metafísica, que capacite a nuestros religiosos para conocer la realidad, y sean capaces de hacer diagnósticos precisos y aplicar los remedios oportunos. Es decir, lo nuestro es adquirir una metafísica ‘con garra’, que muerda la realidad, que sea funcional para la evangelización y renovación del mundo. Esa metafísica sólo puede ser la del actus essendi (esse ut actus), la del ser, que a decir del Beato Pablo VI, es “la metafísica natural del entendimiento humano”[11].
Por eso, el derecho propio enfáticamente nos invita a “trascender el método manualístico por medio del recurso constante a la lectura de las grandes obras filosóficas de la antigüedad; con un Tomismo vivo, que implica: el contacto directo con el mismo Aquinate, en sus obras principales y secundarias llegando así al pensamiento auténtico de Santo Tomás hasta poder pensar desde él, entrando en diálogo y en polémica con los problemas y pensadores contemporáneos. Un tomismo vivo que se contrapone a tomismo formalista y fosilizado y que es lo que el P. Cornelio Fabro llama el ‘tomismo esencial’[12]”[13]. “A través de la lectura de los grandes comentaristas de Santo Tomás”[14], entre quienes el derecho propio explícitamente menciona al P. Cornelio Fabro argumentando que es más importante que todos los comentaristas del pasado “por cuanto es conocedor de todos ellos y poseedor de textos auténticos y estudios históricos más avanzados sobre el Aquinate, que lo ponen en contacto más puro con el pensamiento original del Angélico”[15]. Y por último, “por medio del estudio de la filosofía moderna: ya que es a los interrogantes y cuestionamientos de los autores modernos que debemos responder. En especial es fundamental conocer críticamente el pensamiento de Kant y Hegel”[16].
Por eso, todos los Padres Capitulares[17] conforme al pensamiento de nuestro Fundador y a lo mandado por el derecho propio, han remarcado siempre –como un elemento adjunto al carisma no negociable–nuestra clara intención de seguir a Santo Tomás y dentro de este marco al P. Cornelio Fabro, quien es a nuestro modo de ver, “el conocedor más profundo de Santo Tomás de todos los tiempos”[18]. Del mismo modo ha sido reconocido por muchos, entre ellos por el Card. George M. M. Cottier, O. P. quien escribió en el prefacio a la segunda edición ampliada de la “Introducción a Santo Tomas” publicada después de la muerte de Fabro: “Cornelio Fabro se revela como un seguro exégeta de la obra de Santo Tomás, a la cual coloca en su contexto histórico y doctrinal. Su información se extiende a la historia de la escolástica y de las corrientes tomistas. Entre otras cosas ha entendido, partiendo del estudio asiduo de las grandes obras, los riesgos más grandes del pensamiento moderno desde Descartes a Kant, y hasta Hegel y Heidegger”.
1. Breve reseña de Cornelio Fabro
¿Quién fue Cornelio Fabro? El Padre Cornelio Fabro (24 de agosto de 1911 – † 4 de mayo de 1995) fue un sacerdote italiano de la Congregación de los Sagrados Estigmas de nuestro Señor Jesucristo quien ya a la edad de 25 años tenía en su haber cuatro títulos académicos: en Filosofía (otorgado por la Universidad Pontificia Lateranense), licenciatura en Teología (otorgado por la Universidad de Santo Tomas de Aquino, Angelicum), de Ciencias Naturales (otorgado por la Universidad de Roma) y finalmente un doctorado en teología que obtuvo con una disertación teológica sobre “La noción metafísica de la participación según Santo Tomas de Aquino” en la Universidad Pontificia de Santo Tomas de Aquino. A esa misma edad comenzó su carrera como profesor, siendo el miembro académico más joven del Angelicum en aquel entonces.
Su sed de Verdad, de la que nació su vocación intelectual le llevo a una investigación profunda y científica de las obras de Santo Tomas, después de “haber contribuido a acelerar y en cierto modo a llevar a término el movimiento de renovación de la metafísica tomista”[19]. Recibió numerosos premios y reconocimientos tanto nacionales como internacionales, entre los que se destacan la “Aquinas Memorial Medal” (1974) otorgada por la Asociación de Filosofía Católica Americana (Washington, USA), la medalla de oro a él conferida por la “Societé Philosophique de Louvain” (1954) y el premio de la medalla de oro nacional de cultura católica (Roma, Italia) en 1989. Además, trabajó como miembro de la comisión preparatoria y perito del Concilio Vaticano II, colaboró en la preparación de varios documentos del Concilio Vaticano II, entre ellos el Decreto sobre la formación sacerdotal “Optatam totius”. Asimismo, fue colaborador de la Congregación para las Causas de los Santos (con estudios sobre Santa Edith Stein, San José María Escrivá de Balaguer, Santa Gema Galgani, etc.) y fue consultor de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe habiendo sido confirmado en ese cargo tres veces por Pablo VI y Juan Pablo II.
El Padre Fabro fue –en el decir de los expertos– un “regalo de Dios a la humanidad y a la Iglesia”[20], que con su estudio científico sobre Santo Tomás y todos los demás filósofos antiguos y modernos realizó grandes aportes al pensamiento filosófico, entre los cuales, los principales son:
- La primacía del actus essendi, con la captación del esse ut actus, del ser como acto de todos los actos. El esse ut actus es el aporte más singular que Santo Tomás ha hecho a la filosofía de todos los tiempos, y en el que supera a todos los pensadores de todos los tiempos, inclusive a Aristóteles y a Platón y a todos los modernos, inclusive Hegel y Heidegger. Fabro decía: “Una vez que se reconozca, como se debe, la derivación y la desviación teológica de la metafísica de la inmanencia con sus varias ramificaciones, la tarea del tomismo del futuro parece que debe ser el de penetrar en la exigencia de aquella proclamada inmanencia trayéndola dentro del problema esencial del pensamiento, que es la fundación del finito en el Infinito: clarificando así los propios principios de la “metafísica del acto”, no como una figura cultural aislada, sino como la sustancia perenne del filosofar humano en la cual se desvanecen las deficiencias y las desviaciones de los sistemas. Por tanto es al tomismo, más que a cualquier otra escuela de pensamiento cristiano, que corresponde esta misión de unificación de la conciencia humana, de los fragmentos de su devenir histórico, en su estructura teorética universal”[21]
2. Refutar sapientísimamente la concreción del principio de inmanencia, con su más funesta consecuencia lógica: el ateísmo. Fabro afirmó: “La situación de Dios (de parte de Dios) hacia el hombre no ha cambiado y no puede cambiar; en cambio la situación del hombre respecto a Dios ha cambiado radicalmente en el pensamiento moderno respecto a las épocas precedentes y respecto a la misma tendencia natural del hombre […] La crítica al ateísmo moderno no se refiere al problema de Dios sino al problema del ser, es decir, el “problema del inicio” (punto de partida) puesto por Descartes y re-propuesto vez a vez por Locke, Hume, Kant, Schelling, Hegel, Heidegger…, es decir, el problema de la relación conciencia-ser respecto al fundamento. Solo quien inicia desde el ente y se apoya en el ser puede llegar al Absoluto de ser que es Dios; quien parte desde el fundamento de la conciencia está determinado a dejarse absorber por la finitud intrínseca de su horizonte, es decir, a perderse en la nada de ser”[22] .
El principio moderno de inmanencia es intrínsecamente ateo porque coincide con la afirmación radical del Yo come sustrato u horizonte y principio de toda afirmación-posición de ser y de no ser en sentido estricto, es decir, el ser y el no ser se resuelven en la presencia o ausencia de conciencia”[23].
- Sus estudios sobre la emergencia de la voluntad, recuperando la más genuina reflexión metafísica sobre la libertad. Así se refería a la libertad: “El problema de la libertad es por lo tanto el problema de la subjetividad constitutiva trascendental, entendiendo ‘trascendental’ en el sentido moderno, precisamente como constitutivo del acto de sujeto mismo. Es decir, cualquier otra actividad humana que no sea referida a la libertad no es más humana; cualquier acto de libertad que no esté referido al perfeccionamiento del yo como principio originario no derivable constitutivo de sí mismo, no es libre. Este es el ‘trascendental’ que yo acepto como legítimo en el pensamiento moderno. Por tanto, en este sentido, la libertad es el único punto no derivado e no derivable, no fundado y no fundable, porque es la libertad la que se funda a sí misma. La libertad es ese cierto ‘quid’ que, para poder expresarlo, es necesario primero grabarlo en el propio yo, y está siempre en experimento, siempre en tensión, siempre en riesgo”[24]. Llegando aun a afirmar que “La libertad es el lenguaje universal del espíritu humano, es esa lengua que habla desde el fondo de su silencio en el requerimiento radical: la libertad es aquello que más tenemos en común, y el ejercicio de la libertad es aquello que más nos diferencia y nos distingue”[25].
Y como eje de estos tres grandes temas, profundizó como nadie en la noción de participación.
Sólo el volver a descubrir en plenitud el ser y los primeros principios del ser y del pensar, permite al hombre remontarse válidamente al mismo Ser Subsistente, su principio y fin, y el máximo garante de su inalienable libertad. Como dice Fabro: “La crisis actual de la teología, y reflejamente de la Iglesia postconciliar, es de naturaleza metafísica: es el oscurecimiento, si no el rechazo explícito, de la presencia del absoluto en el horizonte de la conciencia del hombre contemporáneo: una crisis que se ha transferido a los teólogos por una ‘colisión de simpatía’, como diría Kierkegaard. Sin la referencia al absoluto no puede existir ningún valor; privado de la referencia metafísica, el sujeto mismo no alcanza a constituirse en un centro operativo responsable, y es trastornado por el juego irracional de las pasiones y de las fuerzas de la historia. Sin un Dios trascendente, creador del mundo y del hombre, no existe ningún yo como núcleo inquebrantable de libertad. Sin el Hombre-Dios, redentor y santificador, inmanente en la historia como verdadero hombre y trascendente en la eternidad como verdadero Dios, según la fórmula calcedoniense, no existe ninguna esperanza de salvación. Sin metafísica no existe, pues, teología, no existe un sentido y consistencia de la teología, ya que sin el fundamento absoluto el trabajo teológico se deshace en la precariedad del modo de proceder de las llamadas ‘ciencias humanas’, en la insignificancia de la impresión, del sentimiento, del juego semántico, del énfasis vacío. Sin el absoluto de la metafísica falta al hombre el fundamento de la ‘pietas’, el ánimo se endurece en el orgullo de lo transeúnte y la voluntad se corrompe con la sugestión de los instintos: la revolución como contestación permanente o el suicidio”[26].
De lo dicho hasta aquí se puede argüir cuán urgente y necesario resulta entonces el llamado que nos hacen nuestras propias Constituciones a adquirir “un conocimiento profundo de la filosofía del ser”[27].
Ya que, como muy hermosamente dice el Directorio de Evangelización de la Cultura: “es la filosofía del ser la que permite la apertura plena y global a toda la realidad, superando cualquier límite y permitiendo llegar a Aquél que todo lo perfecciona. […] Pudiendo descubrir los verdaderos valores culturales. Porque en última instancia, todos los valores culturales –de la ciencia, del arte, de las leyes y costumbres, etc.– en cuanto expresiones objetivas de la belleza, la verdad y la bondad, se fundamentan en el acto de ser[28]”[29].
Nuestra “pastoral de la cultura podrá ofrecer una respuesta positiva y eficaz a los grandes desafíos o incluso dramas del hombre ‘post-moderno’, principalmente a partir de la instancia metafísica, mediante la filosofía del ser. Pues la postura nihilista, horizonte actual de muchas filosofías que se han alejado del sentido del ser, niega toda verdad objetiva y en consecuencia lo que fundamenta la dignidad y la libertad humanas[30]. De aquí la urgencia de recuperar la metafísica del ser, una filosofía dinámica que permite la apertura plena y global hacia la realidad entera, hasta llegar a Aquél que lo perfecciona todo[31]”[32].
2. El Proyecto Cultural Cornelio Fabro
Por eso, y aunque todavía estamos en las fases iniciales, nuestro Instituto ha abrazado con gran celo y apreciación lo que se ha venido a llamar el “Proyecto Cultural Cornelio Fabro”. Pues entendemos y es innegable lo privilegiado e importante que dicho Proyecto representa como medio para alcanzar nuestro fin específico. Lo mismo fue reconocido por el mismo Capítulo General del 2016 cuando se “votó a favor de marcar este proyecto como prioritario”[33].
Cuando se inició este proyecto se describieron algunos de los motivos para tal obra que resaltaban el valor intrínseco de la obra de Cornelio Fabro. Pasados 15 años, habiendo publicado 25 libros (dos más están por salir antes de diciembre de este año), con los estudios y las tesis doctorales de varios de nuestros religiosos, seguramente hoy podemos añadir varios más.
3. Leer y estudiar a Cornelio Fabro
Por todo lo dicho anteriormente resulta eminentemente importante e imperativo el que nuestros religiosos, seminaristas, hermanas, laicos lean o al menos intenten leer a Cornelio Fabro, según los intereses y las capacidades o el momento formativo en el que se encuentren. No todo lo de Fabro es difícil… Además de sus grandes estudios, también hay escritos espirituales, formativos, introducciones a problemas, etc. Hay traducciones de obras más accesibles en varias de nuestras lenguas (italiano, inglés, español, y en vías de publicación también en ruso).
Por eso quisiera agregar algunos motivos por los cuales consideramos ineludible la tarea de leer y estudiar Fabro. Dos de ellos son ciertamente por su filosofía tomista y por su conocimiento del mundo moderno, como ya lo hemos venido diciendo. Pero quisiera anteponer uno de carácter más particular.
– Primeramente, es una cuestión de “familia”; “nobleza obliga”. Fabro no es ajeno a nuestra congregación. El P. Julio Meinvielle[34] –a quien nunca dejaremos de agradecerle el habernos hecho conocer al P. Fabro– era su amigo personal y en varias ocasiones le prestó ayuda directa. Cuando Europa vivía la pobreza de la Segunda Guerra Mundial, el P. Meinvielle le dio el dinero necesario para publicar la segunda edición de “Noción Metafísica de Participación”. En esos años, Argentina le envió el avión que trajo al P. Fabro y a otros importantes filósofos para el Congreso Internacional de Filosofía en el año 1949. Las obras de Fabro fueron inmediatamente conocidas en Argentina, tanto las filosóficas como las formativas. Por ese motivo, el P. Buela y muchos de los sacerdotes influyentes en la formación intelectual argentina fueron formados y formaron a muchos otros a la luz de sus obras. Tan ciertas y acabadamente científicas son las enseñanzas del P. Fabro que el mismo P. Buela las adoptó desde los comienzos cuando siendo profesor de Teodicea, recurría a su explicación, por ejemplo, para los estudios de la cuarta vía de la existencia de Dios.
A tal punto esto es así –y esto no se nos puede pasar por alto– que numerosas obras del P. Cornelio Fabro forman parte integral del derecho propio[35]. Resulta entonces definitivamente importante el empaparse del estudio de las mismas.
Aún más: esta amistad entre el P. Fabro y el P. Meinvielle y con Argentina, nos la confirmó el mismo P. Fabro. Cuando en 1991 el P. Buela, junto con un grupo de sacerdotes estudiantes en Roma, visitaron al P. Fabro, este tuvo palabras muy elogiosas acerca del P.’ Meinvielle: “comparto todas sus tesis”, dijo. En esa ocasión y por especial pedido del P. Buela, Fabro le autorizó al P. Buela el publicar todas sus obras. Yo mismo y varios de nosotros pudimos participar de su funeral. En esa ocasión sour Rosa Goglia nos conoció y al poco tiempo nos confió todo lo que hoy constituye el Proyecto Cultural Cornelio Fabro. Podemos entonces afirmar que Fabro es muy cercano a los orígenes de nuestra Familia. ¡Y…nobleza obliga!
– Por otro lado, y gracias al trabajo hecho en estos años y a nuestra dedicación al estudio de Fabro y la publicación de sus obras, en varias ocasiones nos han preguntado si Fabro pertenecía a nuestro Instituto. El P. Fabro, como todos ustedes saben, no perteneció al IVE. Sin embargo, su erudito estudio científico de Santo Tomas lo convierte para nosotros en el atajo seguro para alcanzar esa “certeza de verdad” de la que hablábamos al principio. Como ya lo hemos mencionado anteriormente en lo que concierne nuestra formación intelectual nosotros somos tomistas. Y como muy bien reconocían los Padres Capitulares en el último Capítulo General “hemos recibido la inmensa gracia del tomismo, de insertarnos en la corriente de la filosofía perenne. Y con ello una gran responsabilidad, la de formar escuela”[36]. Lo cual constituye un motivo más para dedicarnos al estudio y difusión de la magnífica obra del P. Fabro.
Quisiera añadir que la colaboración del P. Fabro en la preparación del Concilio Vaticano II, trabajando en primera persona en la preparación de las razones por las cuales se fundamentaba que Santo Tomás de Aquino debía ser nombrado guía intelectual para los estudios de los sacerdotes y maestros de las escuelas católicas, su fidelidad en la interpretación del tomismo y sus trabajos para que Santo Tomás sea conocido y estudiado, todo ello se agrupa para conformar un motivo de gran fuerza que acrecienta aún más nuestra confianza en la solidez de su doctrina a la hora de la lectura y estudio de sus obras.
– Un tercer motivo es la seria preocupación que Fabro tuvo por conocer y evangelizar nuestro mundo, este mundo moderno: conocer la raíz del ateísmo que lamentablemente permea la mentalidad moderna, su raíz metafísica, que él llamó “principio de inmanencia”.
Según el P. Fabro, este principio corta con todo tipo de transcendencia: la realidad es inmanente al pensamiento y a la voluntad del hombre …; la ulterior negación de la Trascendencia Divina no es más que la conclusión necesaria de la primera negación. Por eso Fabro demuestra que el ateísmo está presente virtualmente en el principio de inmanencia, iniciado por Descarte y seguido por Kant, Hegel y muchos más. La filosofía y la cultura de la inmanencia es “anticristiana y antihumana”, había dicho el en la década del ’50. Ya casi al final de su vida invirtió la fórmula diciendo que es “primeramente antihumana y por eso anticristiana”. Pero Fabro no se contentó con la denuncia del ateísmo moderno filosófico y por derivación teológico (como la Teología de la muerte de Dios… o el viraje antropológico de Karl Rahner), sino que, durante muchos años se esforzó en mostrar la necesidad del recto uso de la libertad y el valor de la persona que debe “elegir” de frente a Dios, sujeto concreto llamado a correr el “riesgo” de elegir a Dios como fin existencial concreto, a “constituirse” en este fin y convertirlo en valor determinante de su vida.
Nosotros queremos evangelizar este mundo y por eso debemos conocerlo desde sus raíces. Es sintomático que ante una pregunta de Pablo VI en audiencia privada sobre los problemas de la Iglesia, Fabro se permitió sugerir al santo Padre que “según el espíritu querido por el Concilio Vaticano II de ir al encuentro del mundo moderno (le) parecía necesario que en la Iglesia se conociese directamente el pensamiento moderno y que por lo tanto los candidatos a obispos debían ser doctorados en filosofía moderna”[37].
Como Familia Religiosa, cuyo “fin específico y singular, es dedicarnos a la evangelización de la cultura”[38] no podemos desconocer el mundo en el que vivimos. Porque nosotros no queremos evangelizar la cultura “con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces”[39]. Entonces, debemos conocer la realidad de la misma manera, es decir, desde sus mismas raíces filosóficas y en este sentido la ayuda que Fabro nos puede brindar es de primera calidad.
A esto podemos también agregar la extraordinaria ayuda que significa para nuestra espiritualidad y para nuestro servicio pastoral en la Iglesia, la profunda reflexión de Fabro acerca de la libertad como expresión última de la persona y posesión radical del propio yo.
La providencia misericordiosa de nuestro Señor quiso depositar en nuestras manos este tesoro y esta misión. Sus obras: libros, artículos, cursos, grabaciones, son un verdadero tesoro que nos pertenece y que merece ser compartido con el mundo. Es decir, este tesoro se convierte a su vez en una ineludible misión: trabajar para que este material esté a disposición de todos los “hombres de pensamiento o intelectuales”[40]. Lo cual entra de lleno en lo que llamamos “nuestros apostolados propios”, ya que trabajar en ese importante punto de inflexión de la cultura que son los pensadores y estudiosos, “constituye actualmente el camino privilegiado para la creación y para la transmisión de la cultura”[41]. Misión ante la cual vislumbramos frutos inimaginables y que desde ya abandonamos confiados a la economía divina.
Tan querido es este proyecto para nuestro Instituto que los Padres Capitulares hablando del mismo afirmaban: “Es un proyecto de una grandísima envergadura, y cuyos frutos pueden ser perdurables y de una importancia que hoy no logramos calibrar del todo. Podemos vislumbrarlo apenas a partir del bien que conocer las obras de Fabro nos ha hecho a los miembros del Instituto. […] Sería importantísimo dedicarse más a la traducción de las obras de Fabro, especialmente al inglés, con lo cual ya se ha comenzado”[42]. En efecto el mismo Capitulo votó a favor de marcar este proyecto como prioritario[43].
* * * * *
Queridos Todos: Este es un tesoro que nos está enriqueciendo desde los inicios y del cual podemos estar orgullosos y profundamente agradecidos. Cuan beneficioso resulta –hoy y siempre– el cultivar la propia identidad: identidad a nivel religioso, a nivel pastoral, a nivel misionero y también – y no menos importante – a nivel de formación intelectual: somos tomistas, pero no de una corriente escolástica, y somos tomistas, pero no de cualquier modo sino herederos de un tomismo vivo y capaz de morder la realidad, fundado en la primacía del acto, del “acto de ser” que deriva de Dios Acto Puro y del “acto de bien elegir” a Dios como nuestro fin último.
Así como los nombres de Pedro y Pablo, de Santo Tomás de Aquino, de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Avila, de San Ignacio Loyola y de San Juan Bosco, y el nombre de todos nuestros santos patronos nos dan una identidad clara e indiscutible –en su orden y jerarquía– también el nombre de Cornelio Fabro ayuda a perfilar nuestra identidad. Y en algunas ocasiones, el nombre de tomismo fabriano se presenta, porque es más concreto y cercano, como más claro: lo saben quiénes no comparten esta línea de formación y es justo que lo sepamos nosotros… y que lo valoricemos, y lo hagamos fructificar… y entre nosotros en primer lugar.
Por todo esto resulta muy propio el que nuestros religiosos y religiosas, los miembros de la tercera orden y amigos conozcan y se aprovechen del pensamiento de Cornelio Fabro.
Seamos siempre fieles a esta misión y sabiduría que nos ha sido legada y que constituye una nota que embellece y honra a nuestra querida Familia Religiosa. El mismo P. Fabro aseguró: “El próximo milenio será el milenio de Santo Tomás”[44]. Quiere decir que debemos poner todas nuestras fuerzas para conocer muy bien a Santo Tomás y hacerlo conocer bien, y como corresponde. Pues su estudio tiene una trascendencia colosal. Porque Dios ha querido que por la fuerza y la verdad de la doctrina del Doctor Angélico “…todas las herejías y los errores que se siguieran, confundidos y convictos se disiparan…”[45].
Quisiera concluir con un maravilloso párrafo del Directorio de Evangelización de la Cultura: “A los desafíos que provienen de las sombras y desequilibrios de la cultura actual, de rechazo de toda posibilidad de fundamento y de verdad, de desorientación ética y de pérdida de sentido, de afirmación de lo efímero y de una conciencia totalmente autónoma, etc.; se ha de responder positivamente con una pastoral de la cultura incisiva y a largo plazo. A partir de una visión auténticamente metafísica se ha de hacer el esfuerzo de realizar el paso del fenómeno al fundamento, fundando y dando testimonio de la certeza de la verdad acerca del hombre y de su libertad, y del sentido global y trascendente de la existencia humana. […] Al pensamiento que se encierra en los límites de su propia inmanencia y que abandona la búsqueda de lo trascendente y absoluto, con todas las consecuencias trágicas que conlleva para la vida del hombre, se ha de responder que el auténtico respeto de la dignidad personal, que comporta la defensa y promoción de los derechos humanos, “exige el reconocimiento de la dimensión religiosa del hombre”, pues “la relación con Dios es elemento constitutivo del mismo ‘ser’ y ‘existir’ del hombre: es en Dios donde nosotros vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17,28)”[46]. La gloria de Dios es la vida del hombre[47]. Se ha de ofrecer con generosidad y en abundancia la riqueza del Evangelio a todo hombre de buena voluntad, para que libremente pueda acoger la verdad que salva y hace al hombre verdaderamente libre.
Se ha de llevar adelante una renovada pastoral de la cultura pues la cultura constituye el lugar de encuentro privilegiado con el mensaje de Cristo.
Esta no es una tarea únicamente de especialistas sino de todos”[48].
[1] Cf. Fides et Ratio, 103.
[2] Constituciones, 26.
[3] Cf. 220; op. cit. Pastores dabo vobis, 52.
[4] Ibidem.
[5] Cf. Constituciones, 220.
[6] Cf. Notas del V Capítulo General, 5. El estudio de Santo Tomás es norma de la Iglesia para la formación teológica de los sacerdotes: cf CIC, c. 252,3. En esto el CIC se inspira en el Concilio Vaticano II, que es el primer concilio en la historia de la Iglesia en adoptar un teólogo nominatim: Santo Tomás de Aquino: cf. Optatam totius, 16; Gravissimum educationis, 10. Y lo mismo vale para la formación metafísica y para la expresión “patrimonio filosófico perennemente válido” usada por el Magisterio para indicar la metafísica de Santo Tomás; cf. D. Pombo Oncins, “Il riferimento a San Tommaso nei canoni 251 e 252,3 del CIC alla luce del magistero della Chiesa”, en Periodica de Re Canonica 102 (2013) 1-31.
[7] Constituciones, 5.
[8] Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 11.
[9] God and Intelligence, Prólogo (traducido del inglés).
[10] P. Carlos Buela, El Arte del Padre, III Parte, cap. 4.
[11] Alocución al Congreso Tomista Internacional del 10/9/1965: «La obra de Santo Tomás no ha pasado ni ha envejecido, sino que conserva aún hoy todo su valor y toda su pujanza. Su filosofía posee una aptitud permanente para guiar al espíritu humano en la búsqueda de la verdad, de la verdad del ser real que es su propio y primer objeto, y de los primeros principios, hasta llegar al descubrimiento de su causa trascendente que es Dios. Ella contiene, sublimada, la metafísica natural de la inteligencia humana, porque refleja las esencias de las cosas reales en su verdad cierta e inmutable. Por eso no está confinada en el tiempo ni en el espacio, no es italiana o europea, ni del siglo xiii o del medioevo, sino de todos los tiempos y de todas las latitudes y tan actual hoy como cuando vivía el Santo Doctor, llamado con razón el hombre de todas las horas, homo omnium horarum».
[12] Directorio de Formacion Intelectual, 56; op. cit. “Por un tomismo esencial”, en AA.VV, Las razones del Tomismo, Pamplona 1980. “Un tomismo “esencial” comporta pues un juicio activo sobre el pensamiento humano y cristiano en general y sobre el mismo tomismo en relación con el pensamiento moderno”; C. Fabro, “Santo Tomás frente al desafío del pensamiento moderno”, en AA.VV., Las razones del tomismo, Pamplona 1980, p. 43. “Un ‘tomismo essenziale’ e un tomismo che ‘non ha carattere semplicemente storico ma e, anzitutto ed eminentemente, un tomismo speculativo che deve sapersi approfondire e radicalizzare tenendo conto anche delle esigenze legittime del pensiero moderno”. Cf. A. Dalledone, “Il tomismo essenziale nell’esegesi ‘intensiva’ di Cornelio Fabro”, in Renovatio, XVI, 1981, p. 118.
[13] Directorio de Formacion Intelectual, 56.
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16] Ibidem.
[17] Ver Notas del V Capítulo General, 5 y Notas del VII Capítulo General, 21 y 104.
[18] P. Carlos Buela, El Arte del Padre, III Parte, cap. 4.
[19] Luis De Raeymaeker, cf. en P. Cornelio Fabro, Partecipazione e Causalità, Opere Complete vol.19, EDIVI, Segni 2010, p. 6.
[20] Ibidem.
[21] “Una volta che si riconosca, come si deve, la derivazione e deviazione teologica della metafisica dell’immanenza con le sue varie propaggini, il compito del tomismo del futuro sembra debba essere quello di penetrare l’esigenza di quella proclamata immanenza traendola dentro il problema essenziale del pensiero, che è la fondazione del finito nell’Infinito: chiarendo così i propri princìpi della «metafisica dell’atto», non come una figura culturale isolata, ma come la sostanza perenne dell’umano filosofare in cui si dileguano le manchevolezze e le deviazioni dei sistemi. Ed è al tomismo pertanto, più che a qualsiasi altra scuola di pensiero cristiano, che si addice tale missione di unificazione dell’umana coscienza, dei frammenti del suo divenire storico, nella sua struttura teoretica universale”; Cornelio Fabro, Dall’essere all’esistente, Morcelliana, Brescia 1965, p. 419.
[22] “La situazione di Dio (da parte di Dio…) verso l’uomo non è cambiata e non può cambiare, la situazione invece dell’uomo verso Dio è nel pensiero moderno radicalmente cambiata, rispetto alle epoche precedenti e rispetto alla stessa tendenza naturale dell’uomo. […] La critica all’ateismo moderno non riguarda il problema di Dio ma il problema dell’essere ossia il “problema del cominciamento” posto da Cartesio e riproposto di volta in volta da Locke, Hume, Kant, Schelling, Hegel, Heidegger…, ossia il problema del rapporto coscienza essere rispetto al fondamento. Solo chi inizia con l’ente e fa leva sull’essere può arrivare all’Assoluto di essere ch’è Dio; chi parte dal fondamento della coscienza, deve finire per lasciarsi risucchiare dalla finitezza intrinseca del suo orizzonte ossia per perdersi nel nulla di essere”; Cornelio Fabro, Introduzione all’ateismo moderno, Opere Complete vol. 21, EDIVI, Segni 2013, pp. 35-36.
[23] “Il principio moderno d’immanenza è intrinsecamente ateo poiché coincide con l’affermazione radicale dell’Io come sostrato od orizzonte e principio di ogni affermazione-posizione di essere e di non essere in senso stretto, cioè che l’essere e il non essere si risolvono nella presenza ed assenza di coscienza”; Cornelio Fabro, Appunti di un itinerario, EDIVI, Segni 2011, p. 78.
[24] “Il problema della libertà è quindi il problema della soggettività costitutiva trascendentale, intendendo «trascendentale» nel senso moderno, appunto come costitutivo dell’atto del soggetto stesso. Cioè qualsiasi altra attività umana che non sia riferita alla libertà non è più umana; qualsiasi atto di libertà che non sia riferito al perfezionamento dell’io come principio originario inderivabile costitutivo di sé stesso, non è libero. Questo è il «trascendentale» ch’io accetto come legittimo dal pensiero moderno. Quindi in questo senso, la libertà è l’unico punto inderivato e inderivabile, non fondato e non fondabile, perché è la libertà che fonda se stessa. La libertà è quel certo «quid» che, per esprimerlo, bisogna prima imprimerlo al proprio io, ed è sempre in esperimento, sempre in tensione, sempre in rischio”; Cornelio Fabro, Essere e libertà, Corso di Filosofia Teoretica (Pro manuscripto), A. A. 1967-1968, Università di Perugia, p. 78.
[25] “La libertà è la lingua universale dello spirito umano, è quella lingua che parla dal fondo del suo silenzio nella richiesta radicale: la libertà è ciò che più ci accomuna, e l’esercizio della libertà è ciò che più ci differenzia e ci distingue…”; Cornelio Fabro, Aforismi dalle lezioni universitarie, n. 540.
[26] Cornelio Fabro, La aventura de la teología progresista, Eunsa 1976, “El retorno al fundamento”, p. 319-320.
[27] Constituciones, 227.
[28] Cf. Santo Tomás de Aquino, Quaestio disputata De Veritate, 1,1.
[29] 11.
[30] Cf. Fides et Ratio, 90.
[31] Cf. Fides et Ratio, 97.
[32] Directorio de Evangelizacion de la Cultura, 12.
[33] Notas del VII Capítulo General, 104.
[34] El P. Julio Menvielle (1905 – †1973) fue un sacerdote argentino, Doctor en teología y filosofía. Fue el ‘padre espiritual’ o mentor de nuestro Fundador el P. Carlos Buela. El mismo se refiere a la intensa vida intelectual del P. Meinvielle diciendo: “Leía y releía Santo Tomás de Aquino, su maestro, a quien conocía perfectamente, considerándolo ‘la más grandiosa realización del pensamiento cristiano’. […] El P. Meinvielle estaba dotado de una inteligencia cristalina –apasionadamente enamorado de la verdad huía de todo academicismo, de toda abstrusidad en el lenguaje, de toda inútil complejidad en la exposición de su pensamiento–; discernidora –era enemigo del error y enemigo de las medias tintas–; y tenía una inteligencia arquitectónica –era una mente ordenadora, que consideraba las parcialidades pero como ordenadas a un fin, unidas jerárquicamente dentro de un todo, lo que siempre le daba una visión del conjunto, totalizadora. […] Fue autor de más de 21 libros y colaborador de numerosas revistas y otras publicaciones”. Cf. P. Carlos Buela, P. Julio Menvielle-Perfil Sacerdotal, Artículo publicado en la revista Mikael, nº 9, tercer cuatrimestre de 1975.
[35] Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 11, 147, 148 (y en varias notas al pie de página); Directorio de Formación Intelectual, 56; Directorio de Seminarios Mayores, 302. En el Directorio de Ejercicios Espirituales, 165 se recomienda la lectura de su libro “Gemma Galgani. Testigo del sobrenatural”.
[36] Notas del VII Capítulo General, 26.
[37] Paolo VI “aveva una lunga lista di domande da farmi in particolare sulla situazione della filosofia e della teologia nella Chiesa. Disse ch’era molto preoccupato più per la teologia che per la filosofia. Vedendolo in atteggiamento di particolare benevolenza (mi aveva detto che aveva suggerito il nome al Card. Garrone per l’elaborazione della nuova Costituzione sulle Università, ch’è stata, però, pubblicata dopo la sua morte da Giovanni Paolo II, quest’anno) osservai che nello spirito voluto dal Concilio di andare incontro al mondo moderno mi sembrava opportuno che nella Chiesa si conoscesse direttamente il pensiero moderno, che ne è l’anima e perciò i candidati all’episcopato dovevano essere laureati in filosofia moderna: sapevo che la proposta era utopistica, ma ne ero e ne sono tuttora convinto, poiché gli sbandamenti nella dottrina e nella morale cattolica, seguiti al Concilio, forse fra i più aberranti e gravi nella storia delle eresie, che hanno coinvolto anche larghi strati della gerarchia, che non ha seguito spesso le direttive del Vicario di Cristo, dipendevano e dipendono da questo. Ogni eresia o errore nella fede ha alla sua origine un errato principio filosofico o sul mondo o sull’anima o su Dio”; Profilo biografico, p.132.
[38] Constituciones, 26.
[39] Directorio de Evangelización de la Cultura, 63.
[40] Constituciones, 29.
[41] Directorio de Evangelizacion de la Cultura, 174; op. cit. Cf. Christifideles Laici, 44.
[42] Notas del VII Capítulo General, 104.
[43] Ibidem.
[44] Citado por P. Carlos Buela, El Arte del Padre, III Parte, cap. 4.
[45] San Pio V, Bula Mirabilis Deus, 2/4/1527; Cfr. Leon XIII, Aeternis Patris, 4 de agosto de 1879.
[46] Christifideles Laici, 39.
[47] “Si Dios faltara completamente al hombre, el hombre dejaría de existir. La gloria de Dios es que el hombre viva, pero la verdad del hombre es ver a Dios”; S. Ireneo de Lyon, Adversus haereses, IV, 20, 7.
[48] Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 240-242.