San José Gabriel del Rosario Brochero

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Queridos Padres, Hermanos y Seminaristas:

Este próximo 16 de octubre el Santo Padre elevará a la gloria de los altares al sacerdote argentino José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) insigne promotor y predicador de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, y a quien San Juan Pablo II llamó “el Cura de Ars de la Argentina”[1].

Su canonización, además de colmarnos de alegría, reviste de particular importancia para nosotros ya que como Instituto queremos “encarar la evangelización de la cultura a través de la santificación de las personas individuales. […] Preferentemente, por la predicación de Ejercicios Espirituales según el método y espíritu de San Ignacio de Loyola”[2].

Es por eso que me pareció oportuno recordar a todos los miembros de la Familia religiosa la importancia que tiene el apostolado de los Ejercicios Espirituales como medio eficaz para la predicación de la Palabra de Dios y su “valor insustituible para la renovación de la vida cristiana”[3].

1. El ejemplo del Padre Brochero

José Gabriel del Rosario Brochero[4] fue ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1866 a los 26 años de edad. En diciembre de 1869 y con sólo 29 años es nombrado párroco del extenso Curato de San Alberto, al oeste de la provincia de Córdoba (Argentina), con una superficie de 4.336 kilómetros cuadrados de sierras escarpadas y caminos inhóspitos, y con una población de un poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes, sin caminos y sin escuelas, incomunicados por las Sierras Grandes, de más de 2.000 metros de altura.

Allí, en medio de la indigencia moral y material de su parroquia, sufriendo las inmerecidas críticas e incomprensiones de otros sacerdotes y la indiferencia de las autoridades, el corazón misericordioso[5] de este heroico sacerdote lo empujaba a la predicación de Ejercicios Espirituales para su gente ruda y sencilla. Su fe y su convicción en los prodigiosos resultados de santidad[6] de los Ejercicios Espirituales –que él conocía desde seminarista– eran tan fuertes que no dudaba en lanzarse de lleno a esta empresa apostólica. Por eso solía decir: “El sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores es medio sacerdote. Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego”. Lejos de amedrentarse por las dificultades o de excusarse por la falta de apoyo, él escribía en una de sus cartas: “yo espero en Dios y en la Virgen Purísima . . .” y así, este hombre de fe daba testimonio de que ser párroco y ser misionero es una misma realidad.

Cuentan sus biógrafos que juntaba caravanas que muchas veces superaban las quinientas personas para emprender una travesía de más de 200 kilómetros de camino (lo cual requería tres días a lomo de mula) para retirarse por nueve días donde él les enseñaba a vencerse a sí mismos y a ordenar la propia vida según Dios. Al final de los Ejercicios los despedía diciéndoles: “Bueno, vayan nomás y guárdense de ofender a Dios volviendo a las andadas. Ya el cura ha hecho lo que estaba de su parte para que se salven si quieren. Pero si alguno se empeña en condenarse, que se lo lleven mil diablos”[7].

Años después, el mismo P. Brochero construyó junto a sus feligreses una Casa de Ejercicios propia, y Dios –que no se deja ganar en generosidad– se apresuró a recompensarlo con abundantes bendiciones. Cuentan que fue tal su alegría cuando se abrieron los cimientos de la Casa de Ejercicios, que quiso poner él mismo la primera piedra, y previendo la oposición del infierno contra el edificio del que esperaba tantos frutos, la arrojó con brío, como si con ella aplastase la cabeza de una serpiente, y exclamó: “¡Te fregaste, diablo!”

La casa fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas. Al año siguiente los ejercitantes aumentaron a 4.000. Sumando un total de más 40.000 personas las que hicieron Ejercicios en esa casa durante el ministerio parroquial del Padre Brochero. Es más, desde la apertura de la casa hasta el presente no menos de cien mil personas han ‘tomado’ Ejercicios en esa casa[8], regenerándose así espiritualmente (el P. Brochero llamaba a los Ejercicios Espirituales “baños del alma”).

Cabe mencionar que apenas terminada la construcción de la Casa de Ejercicios el P. Brochero llevó allí una comunidad religiosa –las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús– para que ellas atendieran la Casa de Ejercicios. 

Deseoso de cumplir un viejo sueño, también construyó un Colegio de Niñas (atendido por las mismas religiosas) y una Residencia para los Sacerdotes. En su inagotable celo misionero, y en un esfuerzo por sacar a sus queridos serranos de la pobreza en que se encontraban, construyó más de 200 kilómetros de caminos, varias iglesias, fundó pueblos y proyectó el ramal ferroviario que uniría el Valle de Traslasierra con Villa Dolores y Soto. “Abandonados de todos pero no por Dios”, solía repetir.

Dejando de lado la incomprensión de sus pares porque predicaba los Ejercicios a hombres y mujeres de las sierras, muy simples, recelosos, y a menudo analfabetos, él recomendaba a los sacerdotes que a veces le venían a ayudar: “Cuanto sean más pecadores o más rudos o más inciviles mis feligreses, los han de tratar con más dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito y aún en el trato familiar”.

Persuadido de que “la parroquia debe engendrar fieles capaces de hacer germinar la semilla del Evangelio en el ambiente donde viven”[9], “el Cura Brochero predicaba, confesaba, dirigía, asistía a los participantes dedicándose enteramente a ellos”[10]. A menudo decía: “Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio”.

Auténticamente ignaciano en su predicación, el santo sacerdote invitaba a todos a militar bajo la bandera de Cristo. A los ejercitantes les decía: “Jesús convida con un modo suavísimo, con palabras dulcísimas a seguirle y ponerse bajo su bandera. En la cruz está nuestra salud y nuestra vida, la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu y la esperanza del cielo”.

Finalmente, cuando fue diagnosticado con el terrible mal de la lepra, adquirida por atender y acompañar a un enfermo de ese mal, con el que hasta tomaba mate, pudo ver cómo muchos de aquellos en los que confiaba se apartaban de él asustados por la espantosa enfermedad, siendo su hermana Aurora su única compañía.

El 2 de febrero de 1908, a los 68 años de edad, casi ciego y sordo, renunció a su parroquia, imposibilitado de atenderla. Con admirable resignación abrazó la pesada cruz con que Dios quiso probar su trabajosa ancianidad y sus últimos años fueron cátedra elocuente de probada virtud. Tanto la lepra como la angustiosa soledad, descubrieron de manera impensada la fecundidad de su entrega como sacerdote.

Estando ya enfermo se le oyó decir: “Yo estoy muy conforme con lo que Dios ha hecho conmigo relativamente a la vista y le doy muchas gracias por ello. Cuando yo pude servir a la humanidad me conservó íntegros y robustos mis sentidos. Hoy, que ya no puedo, me ha inutilizado uno de los sentidos del cuerpo. Es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios nuestro Señor en desocuparme por completo de la vida activa y dejarme la ocupación de buscar mi fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo”.

Nuestro Fundador nos hace notar: “Su vida de fe se nutrió de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, la Misa diaria, aún en sus largos viajes, y en su habitación de enfermo, su Rosario, el Breviario que llevaba a la cintura, y que rezaba diariamente. ‘Vivía según la fe’, anota un testigo. De ahí su caridad pastoral y su muerte en cruz. En ella encontró sostén y fortaleza en su larga enfermedad y, gracias a ella, él pudo decir antes de morir: ‘Yo me fío de la Misericordia de Dios’”[11].

Murió a los 74 años, leproso y ciego, el 26 de enero de 1914.

2. Ejercicios Espirituales para evangelizar

“La predicación de los Ejercicios Espirituales ignacianos en nuestras parroquias es una característica propia del Instituto. Está comprobado el modo en que dichos Ejercicios potencian la vida parroquial por medio del fortalecimiento de la vida espiritual de los fieles”[12]. Por eso, “hay que volver con entusiasmo a esta práctica, que dio tantos frutos de santidad”[13] y que constituye uno de los apostolados preferenciales de nuestro Instituto[14].

En este sentido el Beato Pablo VI escribía: “Sabemos que la predicación más eficaz es precisamente la de los Ejercicios Espirituales […] Debemos difundir esta fuente de salvación y de energía espiritual, debemos hacerla accesible a todas las categorías”[15]. Y nuestro Padre espiritual, San Juan Pablo II nos exhortaba: “Espero que […] sacerdotes, religiosos y laicos continúen siendo fieles a esta experiencia [de los Ejercicios Espirituales] y le den incremento”[16].

Por eso, queridos todos en el Verbo Encarnado, yo quiero por medio de esta circular exhortarlos a renovar el fervor por la predicación de los Ejercicios Espirituales, que cada uno debe sentir como responsabilidad propia, colaborando cada uno en lo que le corresponda[17]. Y los exhorto no sólo a predicar los santos Ejercicios, sino también a hacer de todo por organizarlos, aun a cuestas de muchos sacrificios, sirviéndonos de la ayuda de nuestros laicos de la Tercera Orden secular, y de las Hermanas Servidoras, las cuales pueden ayudar muchísimo. ¡Dios no dejará de bendecir los esfuerzos que se hagan para que Él reine en las almas! También nosotros, como el Santo P. Brochero, nos hemos ofrecido totalmente a “nuestro Señor, Rey Eterno”, cuya “voluntad es de conquistar todo el mundo”[18],  por lo tanto, no deberíamos escatimar sacrificios en la realización de este magnífico apostolado.  Esto “nos debe llevar a conocer en profundidad los mismos, a prepararse para predicarlos con fruto[19] y a tener la disponibilidad necesaria para no dejar pasar ninguna posibilidad de predicarlos, según la ocasión”[20].

Resulta de capital importancia saber adaptar los Ejercicios a toda clase de ejercitantes y a promoverlos “para que en todas partes del mundo se valgan de los beneficios”[21] de los mismos, aprovechando “los nuevos métodos para la evangelización, como puede ser el uso del internet, también para la predicación de Ejercicios Espirituales”[22] según la lengua del lugar, y también buscando –en la medida en que sea posible– tener un lugar propio y adecuado dedicado para la predicación de los Ejercicios,  aunque muchas veces esto implique grandes sacrificios y, en definitiva, sea una cruz. 

Es de esa misma cruz de donde nacen innumerables bendiciones para nuestras almas, para nuestro Instituto y para la Iglesia universal, como nos demuestra la magnífica obra del santo Cura Brochero. Entre los frutos más destacados y valiosos de los Ejercicios Espirituales podemos contar: la influencia eficaz que tiene en la santidad de las personas, las numerosas conversiones, la gran cantidad de vocaciones de perfección que se deciden durante los Ejercicios, la gracia de la perseverancia, etc. Todos frutos que promueven una auténtica y profunda renovación de la vida cristiana[23], colaborando de este modo, en la instauración del Reino de Cristo.

Entonces, sea siempre nuestro el deseo de saber aprovecharnos de este precioso instrumento para llevar adelante la nueva evangelización, la cual es “una ‘fascinante aventura’, ‘ardua y exaltante’, que nos convoca a todos”[24].

En este contexto no puedo dejar de mencionar otra inmensa gracia para la Nación Argentina y para la Iglesia universal, acaecida recientemente. Me refiero a la Beatificación de María Antonia de la Paz y Figueroa, Mama Antula, esa heroica mujer que fue un gran apóstol de los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio, sobre todo después de la expulsión de los Jesuitas de las tierras americanas[25]. Ella también fundó la Santa Casa de Ejercicios en Buenos Aires (todavía en funciones), luchando contra innumerables incomprensiones y dificultades propias de su condición de mujer, de su época y de ciertos ambientes eclesiales. La fortaleza y empuje apostólico de esta aparentemente frágil figura femenina de santidad debería movernos a poner los medios y a saber incomodarnos para que el mayor número de almas pueda beneficiarse de ese baño espiritual que son los Ejercicios[26].

Por eso, elevo mi oración con todo fervor a nuestro Señor para que con ocasión de la canonización del Santo Cura Brochero se renueve el ardor y se intensifiquen los esfuerzos y las iniciativas orientadas a promover, apoyar, mejorar e incrementar las oportunidades para la predicación de los Ejercicios Espirituales ignacianos como medio aptísimo para la evangelización de la cultura, es decir, como medio para transformar al mundo desde dentro por el influjo de la gracia. Porque como tan bien decía el santo, los Ejercicios ayudan a “promover el hombre aquí en la tierra, pero con la vista fija en el cielo”. Recomiendo encarecidamente de manera especial a los Superiores Provinciales que pongan los medios para que los sacerdotes del Instituto profundicen en el conocimiento de los Ejercicios de San Ignacio y se incremente la predicación de los mismos a toda clase de ejercitantes. Descuidar este aspecto de nuestro apostolado o no fomentarlo debidamente sería una falta respecto a nuestro fin específico y a nuestra misión en la Iglesia, la cual espera de nosotros el ejercicio de nuestros apostolados propios.

Que el nuevo santo José Gabriel del Rosario Brochero interceda por nuestro querido Instituto y nos conceda también a nosotros una entrega total, permanente y alegre en el ejercicio de nuestro sacerdocio, y la inmensa gracia de predicar por doquier Ejercicios auténticamente ignacianos, para gloria de Dios solo y bien de muchas almas.

Deseándoles una hermosa fiesta por la canonización del Beato José Gabriel del Rosario Brochero, los saludo en Cristo, Verbo Encarnado y su Santísima Madre,

P. Gustavo Nieto, IVE
Superior General

1 de octubre de 2016
Carta Circular 3/2016

 

[1] Al momento de la clausura del proceso diocesano sobre un presunto milagro atribuido al entonces Venerable “Cura Brochero”, el Arzobispo de Córdoba recordó las palabras de San Juan Pablo II cuando se le explicó quién era el P. Brochero: “Entonces el Cura Brochero sería el Cura de Ars de la Argentina”. También en la homilía del día de su beatificación el P. Brochero es comparado al santo sacerdote francés.

[2] Constituciones, 171.

[3] Cf. Directorio de Espiritualidad, 105.

[4] La información acerca del P. Brochero ha sido tomada extensamente de P. Carlos Buela, IVE, Ejercicios Espirituales y Nueva Evangelización (Washington 2015), a menos que se indique de otro modo. 

[5] El P. Buela lo pone como ejemplo de misericordia heroica en su libro Sacerdotes para siempre, cf. Capítulo 2, Las Bienaventuranzas sacerdotales.

[6] Cf. P. Carlos Buela, IVE, Mi Parroquia – Cristo Vecino, III Parte, IX, B, p. 464.

[7] https://curabrochero.wordpress.com/el-admirable-cura-brochero-modelo-de-apostol/

[8] https://curabrochero.wordpress.com/el-admirable-cura-brochero-modelo-de-apostol/

[9] Cf. Directorio de Parroquias, 89.

[10] Card. Angelo Amato, Homilía de Beatificación del Beato José Gabriel del Rosario Brochero, 14 de septiembre de 2013.

[11] Cf. P. Carlos Buela, IVE, Ejercicios Espirituales y nueva evangelización, p. 90.

[12] Directorio de Parroquias, 86.

[13] P. Carlos Buela, IVE, Ejercicios Espirituales y nueva evangelización, cap. 2, p. 16.

[14] Cf. Constituciones, 171.

[15] P. Carlos Buela, IVE, Mi Parroquia – Cristo Vecino, III Parte, IX, B, pg. 468.

[16] San Juan Pablo II, Angelus, 16 de diciembre de 1979.

[17] Cf. Directorio de Parroquias, 86.

[18] San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, [95].

[19] Directorio de Ejercicios Espirituales, 11: “Dada la importancia de la predicación de los Ejercicios Espirituales es necesario que los sacerdotes miembros de nuestro Instituto se preparen diligentemente para tal ministerio. Esto comienza en la etapa de formación en el seminario con el estudio teórico de los Ejercicios Espirituales en las asignaturas que correspondan. Es asimismo recomendable la introducción práctica que los seminaristas pueden realizar como asistentes o colaboradores en las tandas”.

[20] Directorio de Espiritualidad, 105.

[21] S.S. Paulo III, Pastoralis Officii, 31 de julio de 1548, citado en P. Carlos Buela, IVE, Mi Parroquia – Cristo Vecino, III Parte, IX, B, p.466.

[22] Cf. Directorio de Ejercicios Espirituales,  81.

[23] Cf. San Juan Pablo II, Mensaje a los Jesuitas en Roma, 27 de febrero de 1982.

[24] P. Carlos Buela, IVE, Ejercicios Espirituales y nueva evangelización, cap. 5, art. 5, p. 45.

[25] Fue beatificada por el Card. Angelo Amato en Santiago del Estero (Argentina) el 27 de agosto de 2016. Junto con otros insignes apóstoles de los Ejercicios espirituales, su figura está representada en la “ante-cueva”, es decir, el corredor de la Basílica que lleva a la Santa Cueva de Manresa (España), donde S. Ignacio escribió los Ejercicios Espirituales bajo dictado de la Virgen Santísima, según es tradición.

[26] Se calcula que solo en Buenos Aires durante la vida de la Beata Antula hicieron Ejercicios más de 70.000 personas. De hecho, el obispo de Buenos Aires, Sebastián Malvar y Pinto, escribía al Papa diciéndole que sólo en los primeros 4 años de presencia de la Beata en Buenos Aires, unas 15.000 personas habían hecho Ejercicios, sin que se les haya pedido “ni un dinero por diez días de su estadía y abundante manutención”.

 

 

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