Los santos nos impulsan a buscar la ciudad futura

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Noviciado Pier Giorgio Frassati (Italia)

[Exordio] Querido P. Jesús, queridos novicios: en primer lugar, les agradezco mucho la invitación a celebrar esta Santa Misa con Ustedes el día en que conmemoramos el 30 aniversario de la beatificación de Pier Giorgio Frassatti, Patrono de este noviciado.

Si todos los santos “nos impulsan a buscar la ciudad futura… la perfecta unión con Cristo, o sea, la santidad”[1], ciertamente que el ejemplo del santo patrono del Noviciado “fascinado por la belleza del Evangelio de las Bienaventuranzas”[2] se vuelve particularmente relevante para todos los novicios de esta casa ya que como miembros del Instituto son llamados a dar “testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas”[3], como nos piden las Constituciones.

La vida del Beato Pier Giorgio Frassatti “se vio envuelta totalmente por la gracia y por el amor de Dios, y se consumió, con serenidad y alegría, en el servicio apasionado a Cristo y a los hermanos. Joven como Ustedes, vivió con gran empeño su formación cristiana y dio un testimonio de fe, sencillo y eficaz”[4]. Es decir, Pier Giorgio fue coherente entre lo que creía y el modo en que se comportaba. Con su ejemplo, nos enseña que “es ‘dichosa’ la vida llevada en el Espíritu de Cristo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que sólo el que se hace ‘hombre de las Bienaventuranzas’ consigue comunicar a los demás el amor y la paz. Él afirma que vale la pena sacrificarlo todo por servir al Señor”[5].

Por eso en el día de hoy, yo quiero regalarles tres pensamientos del Beato con la esperanza de que sirvan para enardecer en Ustedes el gran ímpetu de santidad que debe imperar en todo miembro del Instituto ya desde el noviciado.

1er Pensamiento

 – Decía Pier Giorgio: “Hay que agarrarse con fuerza a la fe; ¿qué sería sin ella toda nuestra vida? Nada, pasaría inútilmente. La fe que me dio el Bautismo me dice con voz segura: solo no harás nada, pero si tienes a Dios por centro de todos tus actos, llegarás hasta el final[6]. “Esta es la principal ocupación del novicio, buscar a Dios, al Dios revelado por la fe”[7]. “Debemos vivir de la fe”[8], nos dice el derecho propio, por eso hemos de pedir y esforzarnos por “tener una fe viva, firme, intrépida, eminente y heroica”[9].

La santidad no está en “adquirir los modos y comportamientos de los demás; ni en la realización a la perfección de las obras exteriores”[10]. ¡Ojo! “estas cosas no están mal; lo que está mal es descuidar la búsqueda de Dios con fe en la oración y conformarse con simplemente ‘hacer bien’ las cosas”[11]. “El hacer bien las cosas −si bien es importante y está muy bien− está en un segundo lugar y será la consecuencia del amor a Dios”[12] que nos mueve interiormente. Por eso san Juan Pablo II, el día de la beatificación de Pier Giorgio, destacaba precisamente eso: Pier Giorgio fue un “hombre ‘interior’”[13], un hombre de fe que manifestó con sus obras la fe que lo animaba interiormente. Así por ejemplo hacía vigilias nocturnas delante del Santísimo, socorría a los pobres… pero como destacaba nuestro Padre Espiritual: fueron la fe en Dios y el amor a Dios las “verdaderas fuerzas motrices de su vida, [que] lo hicieron un activo trabajador”[14].

Entonces la fe, la vida interior, nuestro amor a Dios, es lo primero. Si no, puede suceder que según lo exterior “uno se vaya vistiendo de religioso, pero que en lo interior quede aún inmaduro”[15]. De aquí que uno de los primeros puntos de nuestras Constituciones remarca “la primacía de lo espiritual en todo nuestro pensar, sentir y proceder”[16] y de cómo “no debemos anteponer nada a su amor”[17]. En otras palabras, si me aceptan un consejo al comenzar la vida religiosa, es: denle siempre la prioridad a todo lo que se refiera la vida interior.

2do Pensamiento

– Tomado de una carta de Pier Giorgio: “El fin para el cual hemos sido creados nos señala el camino, sembrado, si se quiere, de muchas espinas, pero de ningún modo triste. Es alegre, incluso a través del dolor[18].  Por eso dice el Directorio de Noviciados: “Todos los de corazón simple y recto que buscan a Dios y viven en su gracia, deben estar siempre llenos de alegría, y con la alegría poseer la paz divina que supera todo entendimiento”[19]. “Es en la eutrapelia donde se ve la generosidad y se constata el buen espíritu; no en la diversión en sí misma, que puede ser fruto de entusiasmo humano, sino en cuanto alegría sobrenatural, que puede darse aun en compañía de pruebas o sequedades interiores”[20]. En este sentido, cuanta más caridad se ponga en la participación de las actividades comunitarias y de la eutrapelia, más bienes de Dios se recibirá: y es constatable que aquellos que más generosos son en las alegrías son los que rinden más en sus otras actividades[21], señala el derecho propio particularmente para los novicios.

Varias veces en la homilía de beatificación Juan Pablo II destacó la alegría de Pier Giorgio por ejemplo: “en la serena aceptación de las dificultades de la vida, incluida la familiar y en el sacrificio de la castidad vivida como disciplina alegre”[22]. Un gran ejemplo para todos los miembros del Instituto, porque cruces no van a faltar ni Dios quiere que falten, pero la alegría es una de las características del cristiano (es su secreto gigantesco como decía Chesterton) y más aún, uno de los elementos no negociables adjuntos a nuestro carisma.  

Por eso es importante cultivar, es decir, esforzarse por adquirir, la alegría interior, que no depende del temperamento ni tampoco necesariamente de los sucesos externos, sino de saberse amado, elegido y buscado por Dios. La alegría que proviene de una vida bien vivida. Cuanto más compenetrados estemos de este pensamiento, más alegres y más en paz hemos de estar. Hay, incluso, que encontrar lo que se llama la alegría de la Cruz, que viene con la ciencia de la Cruz de Cristo.

3er Pensamiento

– “Recuerda siempre lo que ha dicho el Señor: El bien que haces a los pobres es el que me haces a mí. Alrededor del enfermo, del miserable, alrededor del desgraciado, yo veo una luz especial que nosotros no tenemos” le decía Pier Giorgio a un amigo. Así lo enseñan nuestras Constituciones: “hay que privilegiar la atención de pobres, enfermos y necesitados de todo tipo: la caridad de Cristo nos urge[23], practicando concretamente la caridad, como testimonio, en primer lugar, a todos los miembros de nuestros Institutos de que ‘la caridad, sólo la caridad salvará al mundo. ¡Bienaventurados los que tengan la gracia de ser víctimas de la caridad!’[24]. Tiene que ser muy claro para todos los novicios y para todos los miembros del Instituto de que “la caridad es imprescindible para evangelizar[25] y el principal negocio de nuestra vida.

En la vida de Pier Giorgio “la fe se fundió con la caridad: fue firme en la fe y activo en la caridad, porque la fe sin obras está muerta[26]. No se pide menos de nosotros. Pier Giorgio fue un campeón de la caridad y como tal, es un modelo precioso a imitar. Que Dios nos conceda la gracia de tener un corazón grande como el de Pier Giorgio… un corazón conforme al corazón de Cristo.

[Peroratio] En fin, Verso l’alto solía decir vuestro santo Patrono: la meta debe ser puesta muy alta, el ideal bien noble; a no ser mezquinos en cuanto a los propósitos de santidad[27] y a no desanimarse, porque si la santidad es posible, es porque es sobre todo obra de Dios.

Que María Santísima, a quien el Pier Giorgio Frassati tanto amó, los guíe y los proteja para que avancen siempre perseverantes en la lucha por alcanzar la santidad. Se lo pedimos en esta Santa Misa.

[1] Directorio de Espiritualidad, 256; op. cit. Lumen Gentium, 50.

[2] Benedicto XVI, Discurso para el encuentro con los jóvenes en Turín, 2 de mayo de 2010.

[3] Constituciones, 1.

[4] Benedicto XVI, Discurso para el encuentro con los jóvenes en Turín, 2 de mayo de 2010.

[5] Cf. San Juan Pablo II, Homilía en la solemne misa de beatificación del Siervo de Dios Pier Giorgio Frassatti, 20 de mayo de 1990.

[6] Carta del 15 de enero de 1925.

[7] Directorio de Noviciados, 17.

[8] Directorio de Espiritualidad, 76.

[9] Ibidem.

[10] Cf. Directorio de Noviciados, 9.

[11] Ibidem.

[12] Cf. Directorio de Noviciados, 10.

[13] San Juan Pablo II, Homilía en la solemne misa de beatificación del Siervo de Dios Pier Giorgio Frassatti, 20 de mayo de 1990.

[14] Cf. Ibidem.

[15] Cf. Directorio de Noviciados, 9.

[16] Constituciones, 9.

[17] Constituciones, 37.

[18] Carta del 14 de septiembre de 1925.

[19] Directorio de Noviciados, 136.

[20] Directorio de Noviciados, 195.

[21] Cf. Directorio de Noviciados, 199.

[22] San Juan Pablo II, Homilía en la solemne misa de beatificación del Siervo de Dios Pier Giorgio Frassatti, 20 de mayo de 1990.

[23] 2 Cor 5, 14.

[24] San Luis Orione, Saludo natalicio de 1934, citado en En Camino con Don Orione, Ed. Pcia. Nuestra Señora de la Guardia 1974, T. I, 96.

[25] Constituciones, 174.

[26] Cf. San Juan Pablo II, Homilía en la solemne misa de beatificación del Siervo de Dios Pier Giorgio Frassatti, 20 de mayo de 1990; op. cit. Cf. St 2, 20.

[27] Cf. Directorio de Noviciados, 66.

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