Oración a la Virgen de Luján

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¡Madre Amada!

Oración en honor a la Reina y Patrona de nuestro Instituto, la Virgen de Luján

 

Santísima Virgen María de Luján, Hija de Dios Padre, Madre

de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo,

¡Corazón de la Trinidad!

Al comienzo de los tiempos, Dios juntó todas las aguas y las

llamó: mar; al llegar la plenitud de los tiempos juntó todas las

gracias y las llamó: María¹, ¡Llena de gracia! De tal modo, que un

suspiro tuyo por un alma tiene más poder que todas las oraciones

de los demás santos juntos², ¡Omnipotencia suplicante! Allí

mismo Dios creó una enemistad irreconciliable que durará

siempre entre Ti, Virgen Inmaculada, y Satanás: «… pongo

hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su

descendencia…» (Gn 3, 14-15).

¡Eres terrible como ejército en orden de batalla!

¡Siempre execras el mal!

Tú eres la Virgen por antonomasia, tú eres la Virgen señera

que introdujiste la virginidad perfecta sin ejemplo anterior y que

produjiste por la fuerza virginizante en los que te aman y sirven,

pléyade de vírgenes varones y mujeres en veinte siglos, con una

fuerza indoblegable como una placa tectónica, contra todo avance

del pansexualismo, permaneciendo «en todo caso místicamente

eficaz»³ aún en medio del erotismo devastador⁴. ¡Huerto cerrado!,

¡Fuente sellada!, ¡«Milagro de los milagros»⁵!

Eres la Mujer de más verdadera fama de toda la humanidad:

«¡Bendita tú entre las mujeres!» (Lc 1, 42), «Desde ahora me felicitarán

todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en

mí» (Lc 1, 48-49)⁶.

En la plenitud de los tiempos no sólo uniste a ti al Hijo de

Dios al darle carne y sangre como Cabeza del Cuerpo místico,

sino, además a todos nosotros los miembros de esa Cabeza,

¡Madre de Dios!, ¡Madre de la Iglesia! ¡Cuello que une la Cabeza

a los miembros y viceversa!

Durante tu vida en este mundo mucho te tocó sufrir,

¡Panoplia de 7 espadas!

Al pie de la cruz, estando tú de pie, públicamente se manifestó

lo que había ocurrido en la Encarnación cuando el Hijo te

encomendó a todos los hombres y mujeres del mundo, en la

persona de San Juan: «Mujer, he ahí a tu hijo» (Jn 19, 26), ¡Genoma

de toda la humanidad redimida!

Ser tu devoto María es «Charta libertatis»⁷.

¡Llama de fuego y viento! ¡Asunta: un cuerpo de mujer está en

el Cielo! ¡Reina! Formadora de los santos de los últimos tiempos,

¡Tsunami de gracias! Será cuando serás más conocida que nunca⁸.

¡Amén de amenes!⁹.

Sabes quiénes somos y que te necesitamos. Somos tus esclavos

en materna esclavitud de amor, que queremos hacer todo «por

María, con María, en María y para María».

Tú que te quedaste junto al río de Luján, quédate hoy y

siempre muy dentro de nuestro corazón¹⁰.

Amén.

 

NOTAS
¹ Cfr. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción, 23.
² Cfr. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción, 52.54.
³ San Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelica Testificatio (29/06/2971), 14.
⁴ San Pablo VI, Discurso al Movimiento «Equipes Notre Dame» (04/05/1970), 4. Actualmente (2019) hay más de 600.000 religiosas, de las cuales 35.000 son contemplativas y hay 470.000 célibes (420.000 sacerdotes y 50.000 religiosos no sacerdotes).
⁵ San Juan Damasceno llama a María «Miraculum miraculorum», Orat. De Nativ. B.M.V. (PG
96, 675).
⁶ Se puede hablar de la geografía mariana del mundo: hay megápolis que llevan su nombre
como Buenos Aires, capitales como Asunción, ciudades, pueblos, grandes Santuarios (en Italia
unos 1.800), iglesias, capillas, ermitas, hospitales, plazas, parques, calles… (En España se la conoce con más de 30.000 títulos).
⁷ San Efrén, Orat. de laudibus Virginis; cit. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción, 40, nota 44.
⁸ Cfr. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción, 55.
⁹ San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 55: «Hay una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor».
¹⁰ Cfr. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción, 258-265.

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