Textos propios para la Misa de la Bienaventurada Virgen María de Loreto

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Misa de la Bienaventurada Virgen María de Loreto

 

La Santa Casa —que según la crónica escrita en el año 1456 fue descubierta en la noche del 9 al 10 de diciembre de 1294 en la misma colina en que se encuentra actualmente— es el origen de la devoción mariana que tiene lugar en el santuario de Loreto, memoria del misterio de la Encarnación y de los ejemplos evangélicos de la Sagrada Familia de Nazaret. Muchos Sumos Pontífices han tenido un cuidado apostólico hacia el santuario de la Virgen de Loreto. Ésta fue proclamada por Benedicto XV patrona de la aeronáutica. Las letanías lauretanas se han difundido por toda la Iglesia.

Antífona de entrada                                                                                                       Cf. Is 45, 8

Cielos, destilad desde lo alto, nubes derramad al Justo; que se abra la tierra y brote al Salvador.

O bien:                                                                                                                                Lc 1, 30-32

El ángel dijo a María: «Has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, y le llamarás Hijo del Altísimo».

Oración colecta
Oh, Dios, que, cumpliendo lo prometido a nuestros padres,
elegiste a la bienaventurada Virgen María
para ser la Madre del Salvador,
concédenos seguir el ejemplo
de quien te agradó con su humildad
y nos benefició con su obediencia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, estos dones
y transfórmalos con tu poder en sacramento de salvación,
en el que, al cesar los sacrificios simbólicos que hacían nuestros padres,
se ofreció el verdadero Cordero,
nacido maravillosamente de la Virgen intacta,
Jesucristo, tu Hijo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Antífona de comunión
Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel.

Oración después de la comunión
Señor, Dios nuestro,
que el sacramento recibido
manifieste siempre en nosotros tu misericordia,
para que alcancemos la salvación,
por la Encarnación de tu Hijo,
los que hemos celebrado fielmente
la memoria de su Madre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Liturgia de la Palabra

PRIMERA LECTURA                                                                                  Is 7, 10-14; 8, 10b

Lectura del profeta Isaías

En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.

Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

                                                                                                                Lc 1, 46b-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)

R. Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.

O bien:

R. Dichosa tú, Virgen María, porque llevaste en tu seno al Hijo del eterno Padre.

Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. R.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre.
Y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen. R.

Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero.
Destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada. R.

Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como la había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia, para siempre. R.

ALELUYA
                                                                                                                            Cf. Lc 1, 28. 42

Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo,
bendita tú entre las mujeres.

Lectura del santo Evangelio según San

Juan En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor.

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