El tomismo es esencial para nuestra misión

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[Exordio] Hace 747 años, la mañana de un miércoles 7 de marzo de 1274, Santo Tomás de Aquino recibía la extremaunción aquí mismo, en el monasterio cisterciense de Fossanova.

Desde entonces el Santo de Aquino ha sido aclamado por pontífices, académicos, religiosos y no religiosos como el “Príncipe y Maestro de todos los doctores escolásticos”1, como el “modelo para los profesores, y modelo para los estudiantes”2. Ya que su doctrina le ha merecido los títulos de “Doctor Ecclesiae” y de “Doctor Angelicus” (ambos títulos otorgados por San Pío V); el título de “Patronus caelestis studiorum optimorum” (conferido por el Papa León XIII), y es a quien la Iglesia llama “Doctor communis” (Doctor común). San Juan Pablo II más recientemente le dio el título de “Doctor humanitatis” argumentando para ello que Santo Tomás “siempre estaba dispuesto a acoger los valores de todas las culturas”3.

Y particularmente hoy que estamos reunidos como Familia Religiosa para honrar a nuestro Santo Patrono quisiera referirme a la importancia de la doctrina tomista a la hora de la evangelización de la cultura.

1. Elemento no negociable

Muchas veces, a lo largo y ancho del derecho propio, se nos exhorta a darle a la doctrina de Santo Tomás un lugar preferencial4, a formarnos bajo su magisterio5 de una manera profunda6, “a pensar desde él, entrando en diálogo y en polémica con los problemas y pensadores contemporáneos”7. Y uno puede preguntarse ¿por qué?

Formarnos según la doctrina de Santo Tomás no es simple devoción, aunque sus virtudes, la sublimidad de su pensamiento y su santidad de vida nos muevan a devoción.

Tampoco es una opción de ‘discipulado’ entre tantas otras que pudiésemos haber elegido, aunque definitivamente es una elección concienzuda y muy firme, pues tenemos “la clara intención de seguir a Santo Tomás como manda la Iglesia”8.

Tampoco es un elemento accesorio, temporal o decorativo simplemente ‘porque pega bien con nosotros’. La formación que impartimos y que recibimos, nuestro modo de hacer apostolado, de vivir la vida comunitaria, y nuestra espiritualidad, están inherente y plenamente informadas por la doctrina tomista, que es −digámoslo una vez más− “la doctrina más conforme al Magisterio de la Iglesia”9 y sin la cual no puede haber una transformación de las personas y por tanto de las culturas; ni mucho menos puede haber un perfeccionamiento de ellas10 (tan ligado está Santo Tomás a nuestro carisma).

Es decir, no podemos cumplir el fin específico para el que Dios ha suscitado a nuestra pequeña Familia Religiosa en la Iglesia el cual es precisamente: “el inculturar el Evangelio en todo hombre, en todo el hombre y en todas las manifestaciones del hombre, de acuerdo con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia”11 sin estar impregnados de la filosofía del ser12. Pues, ¿acaso la cultura no es un modo específico del ‘existir’ y del ‘ser’ del hombre?

Dicho en pocas palabras no se puede ser miembro del Instituto del Verbo Encarnado y tener como carisma el “enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano”13 y toda “legítima manifestación de la vida del hombre”14 en la más estricta fidelidad al Magisterio de la Iglesia15 sin abrazar la “sabiduría áurea de Santo Tomás”16.

Precisamente por esa “apertura al conjunto de la realidad en todas sus partes y dimensiones, sin reducciones o particularismos (sin absolutizaciones de un aspecto determinado), tal como lo exige la inteligencia en nombre de la verdad objetiva e integral, concerniente a la realidad.

Apertura esta que es también una significativa nota distintiva de la fe cristiana, de la que es signo específico la catolicidad. Esta apertura tiene su fundamento y su fuente en el hecho de que la filosofía de Santo Tomás es filosofía del ser, esto es del ‘actus essendi’, cuyo valor trascendental es el camino más directo para elevarse al conocimiento del Ser subsistente y Acto puro que es Dios”17.

Por eso resulta lo más lógico que el seguimiento de la filosofía tomista sea para nosotros uno de los elementos no negociables adjuntos al carisma y que ésta sea para nosotros signo vivísimo de fidelidad a la verdad y de fidelidad a la voz de la Iglesia (y de fecundidad apostólica).

Por eso, creo que con todo rigor se puede decir que todo lo que intente apartar, menoscabar, diluir o que vuelva “oscilante y superficial” nuestra formación filosófica tomista no es otra cosa que un apartamiento del carisma, una traición a la verdad y en definitiva a la Iglesia y a la causa de Cristo.

Y esto es importante que cada miembro del Instituto lo tenga muy presente, sea cual fuere su misión, sea que esté en formación, que ocupe un cargo de gobierno, o sea contemplativo: Somos tomistas porque somos del Verbo Encarnado y nos dedicamos a la evangelización de la cultura y sin el realismo y objetividad de la filosofía tomista nuestros esfuerzos son en vano, ineficaces o mejor dicho, se paralizan.

2. Genus humanum arte et ratione vivit18

Al respecto, quisiera hacer notar lo siguiente: “Santo Tomás, comentando a Aristóteles, dice que ‘el género humano vive gracias a su arte y su razón”19 (estoy citando textualmente nuestro Directorio de Evangelización de la Cultura).

Apoyándose en estas palabras San Juan Pablo II afirmaba que la cultura es una ‘característica de la vida humana como tal’20; ‘es un modo específico del ‘existir’ y del ‘ser’ del hombre”, solamente el hombre –por trascender la materia en virtud de la vida de su espíritu– ‘es el único sujeto óntico de la cultura’ y es ‘también su único objeto y su término’. Es decir, la cultura es del hombre, por el hombre y para el hombre. Ésta abarca toda la actividad del hombre, su inteligencia y afectividad, su búsqueda de sentido, sus costumbres y sus recursos éticos. La cultura es de tal modo connatural al hombre, que la naturaleza de éste no alcanza su expresión plena sino mediante la cultura. Por lo tanto, ‘la cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, es ‘más’, accede más al ‘ser’”21.

De aquí la importancia insustituible de establecer los verdaderos fundamentos para poder, a partir de ellos, discernir las manifestaciones del hombre que son verdaderamente cultura y las manifestaciones que no lo son”22.

Esto sólo se logra desde una filosofía del ser que es la que le va a permitir al hombre encontrar su verdadero fundamento que es el ser, encontrar su fin último que es el Ser por Esencia y encontrar también su fondo que es la libertad. Así puede descubrir los verdaderos valores culturales. Porque en última instancia, todos los valores culturales –de la ciencia, del arte, de las leyes y costumbres, etc.– en cuanto expresiones objetivas de la belleza, la verdad y la bondad, se fundamentan en el acto de ser23.

Por eso, debemos darnos cuenta de que cada uno de nosotros y de los que vendrán después de nosotros sólo vamos a poder “ofrecer una respuesta positiva y eficaz a los grandes desafíos o incluso dramas del hombre ‘postmoderno’, principalmente a partir de la instancia metafísica, mediante la filosofía del ser24.

Bien saben ustedes que el gran desafío cultural de la actualidad se ubica en el ámbito de la apertura del hombre a la verdad y al bien, en última instancia a la trascendencia y al misterio de Dios. Por esto el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio de Dios25.

[Peroratio] Por eso que ninguno que se dedica a la evangelización de la cultura diga ‘Santo Tomás no es para mí”, ya que el tomismo es parte integral de nuestra vocación, es el baluarte para defendernos de los errores que pululan en nuestra sociedad, es la prueba de que mantenemos intacto el espíritu en el que fuimos concebidos y la mejor garantía de nuestra fidelidad a la Iglesia, Maestra de la Verdad.

Por vocación y por la misión que hemos recibido nos compete el tener una formación cultural fuerte, que se defina frente a la cultura moderna26, una “metafísica con garra”, que muerda la realidad.

Hoy, en uno de los aposentos de esta misma abadía hace ya más de siete siglos se apagó la existencia terrena de quien fue llamado “Lumbrera de la Iglesia y del mundo entero”27. Sin embargo es necesario, y yo diría urgente, “el proponer de nuevo el pensamiento del doctor Angélico para recuperar un uso de la filosofía conforme a las exigencias de la fe”28, el “desarrollar esa parte de la doctrina tomista que trata de la humanidad, ya que sus afirmaciones sobre la dignidad de la persona humana y sobre el uso de su razón, perfectamente acorde con la fe, hacen de Santo Tomás un maestro supremo para nuestro tiempo”29.

Levantemos en alto la antorcha de la luz del Sol de Aquino30 que iluminó la Iglesia de Dios más que ningún otro doctor31 e “iluminemos las tinieblas del mundo como soles”32.

Que las palabras que fueron escritas hace mucho tiempo sobre los muros de esta “celda” nos recuerden nuestra “misión” en este lugar

Occidit hic Thomas lux ut foret amplior Orbi et candelabru sic nova fossa foret

Aquí ha muerto Tomás para convertirse [desde este lugar]

en la luz más espléndida del mundo
de tal manera que Fossanova fuese el candelabro que sostiene esa luz

Editus ardeti locus et non fossa lucerna, hac igitur fossam quis neget esse novam?

Se ha ensalzado este lugar para que esta luz brille y no sea escondida,
de tal manera que
¿quién podrá negar que esta fosa es verdaderamente nueva?

Hace casi cincuenta años se cumplía el séptimo centenario de la muerte de Santo Tomás de Aquino y el Papa San Pablo VI decidió visitar los lugares tomistas, quería hacer una peregrinación personal pero no pudo, porque mucha gente de la zona venía a encontrarlo a los distintos lugares.

Salió en helicóptero muy temprano, desde la residencia estiva de Castel Gandolfo el 14 de setiembre de 1974 y al primer lugar en el que se detuvo fue aquí en Fossanova (debería haber por aquí una placa que recuerda donde descendió el santo padre). Aquí llegó por la mañana, celebró la Santa Misa (por la tarde iría en vehículo a Aquino donde también celebraría la Misa) y pronunció una breve pero sentida homilía. Allí entre muchas cosas muy hermosas dijo estas palabras:

[En un lugar como éste no podemos evitar] preguntarnos a nosotros mismos: ¿por qué estamos aquí?… Ciertamente no es para cumplir solo un gesto de religiosa veneración, como si ante la aparición del Santo, en la pantalla de nuestra conciencia, no nos inclinásemos temblorosos y felices delante de su grande e hierática figura.

Sino que su figura, representada viva por la comunión de los Santos, provoca inmediatamente en nosotros una interpelación audaz: Maestro Tomás, ¿qué lección nos puedes dar [hoy]?

A nosotros, en este momento breve e intenso como es el presente; a nosotros, que estamos alejados siete siglos de tu escuela; a nosotros; que estamos galvanizados por la cultura moderna, a nosotros, que nos creemos orgullosos de nuestro saber científico; a nosotros, distraídos por el ‘la fascinación de la frivolidad’, la fascinatio nugacitatis, de la que habla el libro de la Sabiduría (Sab 4, 12). Fascinación que experimentamos hoy, dando la prevalencia al conocimiento sensible por sobre el intelectual y espiritual; fascinación vertiginosa o vertiginoso hechizo; a nosotros, sometidos a la anestesia del laicismo antirreligioso; a nosotros, Santo Tomás, ante quienes tu figura se engrandece, como filósofo y como teólogo, en el horizonte del pensamiento ávido de la seguridad, de la claridad, de la profundidad, de la realidad; a nosotros [Tomás], aunque sea con una sola palabra, ¿qué nos puede decir?”.

Y sigue el Santo Papa: “Santo Tomás no nos responde ahora con palabras, aunque son muchas las que no obstante acuden a nuestros oídos en estos momentos por medio de sus obras. Nos responde [no obstante] con el reflejo de su figura y de su enseñanza, desde donde nos parece escuchar una lección que nos exhorta [… que clama]: fe… confianza… confianza, en la verdad del pensamiento religioso católico, como fue defendido expuesto y abierto a la capacidad cognoscitiva de la mente humana por él [mismo, por Santo Tomás de Aquino]”33.

A estas palabras sigue y esta dedicada todo el resto de la homilía, a la confianza que debemos tener en el tomismo, allí dice palabras muy hermosas de las que sólo menciono algunas: fe y confianza en Santo Tomás:

  • Porque “su obra se atestigua en la historia del pensamiento, tanto filosófico como teológico, como una síntesis de lo que, otros maestros, eximios, antes que él, han estudiado y dejado en herencia a la cultura universal;

  • Porque “él ha asimilado el tesoro del saber más significativo de su tiempo (tiempo incomparable por la amplitud y por la agudeza de estudio especulativo); [porque no sólo lo ha asimilado sino que] lo ha cualificado con el más riguroso intelectualismo, el aristotélico… para ponerlo en sintonía con nuestra rigurosa mentalidad científica moderna”;

  • Porque, a este pensamiento, su pensamiento, “lo ha sometido sin prejuicios a la discusión dialéctica de una honesta y rigurosa racionalidad”; y “por eso lo ha abierto a toda posible adquisición progresiva, si alguna vez fuese reclamada por el descubrimiento de una ulterior verdad.

  • Porque su pensamiento “nos ayuda a resolver el conflicto, tan proclamado y radicalizado en nuestro tiempo, entre las dos formas de conocimiento de que dispone la mente del hombre creyente, la fe y la razón (fides et ratio)”;

  • Porque todo lo ha resuelto “tomando como punto de partida la palabra de Dios revelada y sostenida por razonables motivos de credibilidad, comprometiendo a la mente humana, a estudiarla con principios y métodos propios y originales, de tal manera que la teología resultante pueda, sin presunción y sin superstición, alcanzar un verdadero y maravilloso nivel de vera scientia Dei.”

  • Fe porque Santo Tomás es para nosotros “de los más autorizados y convincentes testimonios de la providencial existencia de aquel magisterio, confiado por Cristo a su Iglesia, que no excluye los caminos del saber, sino que los abre, los rectifica y los defiende” [y que no secuestra a los iniciados a las fatigas, a las ascensiones, a las acrobacias del pensamiento, la luz de la Verdad vivificante, sino que la ofrece con humilde y sublime catequesis a cuantos en la Iglesia misma se reconocen discípulos, y reserva la revelación de los misterios más altos y más saludables de la fe a los pequeños, a los simples, a los pobres, al Pueblo ignorante de las especulaciones difíciles, pero dócil y disponible al diálogo inefable de la Palabra de Dios]”34.

Es esta fe y esta confianza en Santo Tomás la que pedimos en esta Santa Misa a nuestro Señor (a quien Santo Tomás tanto amó) por la intercesión de la Santísima Virgen (a quién también mucho amó), Madre del Verbo Encarnado y por intercesión del mismo Angélico Doctor.

1 Cf. Aeterni Patris.

2<span»> Cf. San Juan Pablo II, Discurso a los profesores y alumnos del Instituto Católico de Paris (1/6/1980).

3 Inter Munera Academiarum, 4.

4 Cf. Constituciones, 227.

5 Ibidem.

6 Cf. Directorio de Seminarios Mayores, 301.

7 Directorio de Formación Intelectual, 56; cf. Directorio de Seminarios Mayores, 302.

8 Notas del V Capítulo General, 4.

9 Leonis XIII, Acta, vol. I, pág. 280; citado por San Juan Pablo II, Discurso al Pontificio Ateneo Internacional «Angelicum” con motivo del 1º centenario de la Aeterni Patris (17/11/1979).

10 Directorio de Evangelización de la Cultura, 10.

11 Cf. Constituciones, 5.

12 Cf. Constituciones, 221; Directorio de Evangelización de la Cultura, 11; Directorio de Seminarios Mayores, 301

13 Constituciones, 30.

14 Constituciones, 31.

15 Constituciones, 222.

16 Aeterni Patris.

17 San Juan Pablo II, Discurso al Pontificio Ateneo Internacional «Angelicum” con motivo del 1º centenario de la Aeterni Patris (17/11/1979).

18 Cf. Santo Tomás de Aquino, comentando a Aristóteles, en Analytica Posteriora., núm. 1

19 Directorio de Evangelización de la Cultura, 6.

20 San Juan Pablo II, Discurso a la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura (2/6/1980).

21 Directorio de Evangelización de la Cultura,6.

22 Directorio de Evangelización de la Cultura, 10.

23 Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 11.

24 Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 12; op. cit. cf. Fides et Ratio, 97.

25 Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 39; op. cit. cf. Evangelium Vitae, 96.

26 Cf. P. Julio Meinvielle, Desintegración de la Argentina y una falsa integración (1/12/1972) p. 4.

27 Lumen Ecclesiae, 1.

28 Inter Munera Academiarum, 4.

29 Ibidem.

30 Cf. León XIII, Aeterni Patris.

31 Juan XXII, hablando a los Cardenales en Consistorio, citado por Pío XI, Studiorum ducem, 3.

32 Directorio de Espiritualidad, 197; op. cit. San Luis María Grignion de Montfort, Súplica ardiente para pedir misioneros (Oración abrasada).

33 Cf. San Pablo VI, Homilía en la Abadía de Fossanova (14/9/1974).

34 Ibidem.

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