La importancia de la formación permanente

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La importancia de la Formación Permanente

 

Como todos ustedes saben la formación permanente para nosotros es fundamental[1] “y no conoce límites de edad y situación”[2]. Porque siempre debemos convertirnos[3] y porque la misma vida religiosa “es una gracia viva que pide ser recibida y vivida en condiciones de existencia a menudo inéditas”[4] como lo habrán experimentado Ustedes tantas veces. Esto requiere de nuestra parte “el verificar continuamente la propia fidelidad al Señor, la docilidad a su Espíritu, la atención inteligente a las circunstancias y a los signos de los tiempos, la voluntad de inserción en la Iglesia, la predisposición a la subordinación a la jerarquía, la audacia en las iniciativas, la constancia en la entrega, la humildad en sobrellevar los contratiempos, etc.”[5]. Por eso el P. Buela habla de la necesidad “de evangelizarse a sí mismo, porque cuando uno abandona eso, comienza la relajación, que puede llegar al escándalo”[6].

 Mas aun, el mismo hecho de querer ser fieles a nuestro carisma, a la intención evangélica de nuestro fundador no puede menos que impulsarnos “a recorrer –como dice el derecho propio– un exigente itinerario de formación permanente”[7]. Y en este sentido, “es sumamente importante la ‘profundización doctrinal’ del propio carisma”[8]. Por eso el Directorio de Formación Permanente de las Servidoras manda que, en las comunidades, se fomente la lectura frecuente y el estudio de las Constituciones, del Directorio de Espiritualidad y demás Directorios, así como también de los escritos del Padre Buela[9].

 De modo tal que la formación permanente no es ni debe ser sólo intelectual, sino que debe abarcar “todos los aspectos de la persona del religioso”[10] como tan acertadamente dicen nuestras Constituciones: la formación permanente incluye también la dimensión humana, la espiritual y la pastoral[11].

En el día de hoy, yo quisiera –si me permiten– dedicarme a un tema que tiene que ver quizás más con la formación espiritual, pero que definitivamente influye grandemente en la dimensión humana y pastoral también.  Por eso, en esta charlita me propongo exponerles algo que mencioné en la Carta Circular del mes de mayo cuando hablaba de “la impronta particular que el sistema preventivo ejerce sobre nuestro modo de vivir la vida religiosa, y que llega a ser tan incisiva (en nosotros y en todo lo que hacemos) que el mismo derecho propio le llama la ‘plasmación de nuestra espiritualidad’[12]”. La frase es muy fuerte y la verdad es que elegí este tema porque me parece puede ser de gran ayuda para vivir en toda su plenitud nuestra propia consagración en “fidelidad al espíritu y al fin pretendido por nuestro querido Fundador”[13] y a la “la misión específica que la Iglesia nos ha confiado”[14].

De más está decir, que este no intenta ser un examen exhaustivo de todos los aspectos de nuestra vida religiosa que revelan la impronta del sistema preventivo, pero sí ciertamente demostrar desde el derecho propio como el ‘espíritu oratoriano’ forma parte integral e ineludible del entramado de nuestro modo de vivir la vida religiosa y es, en definitiva –como decíamos antes– la ‘plasmación de nuestra espiritualidad’[15]. [Pueden encontrar la cita correspondiente en los números 199 y 201 del Directorio de Oratorios]

[Plasmación de nuestra espiritualidad] Decimos que el ‘espíritu oratoriano’ es parte de nuestra espiritualidad simplemente porque el sistema preventivo es la caridad evangélica que el mismo Verbo Encarnado nos vino a enseñar y que Él mismo practicó y nos mandó que practicáramos: Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes[16]. De aquí surge de alguna manera la relevancia del tema, ya que es nuestra obligación conforme a lo que declaramos en nuestro Directorio de Espiritualidad el “querer imitar lo más perfectamente posible a Jesucristo”[17].

Respeto a la persona  

Comencemos, entonces, por decir que el Verbo Encarnado asumió una naturaleza humana íntegra[18] “para demostrar al género humano la dignidad de la misma”[19] y la asumió de una manera real[20], precisamente para elevarla, dignificarla y perfeccionarla[21]; para que en esa naturaleza humana actúe la gracia, transformándola desde dentro.  Lo cual conlleva en sí mismo un grandísimo respeto a la persona, a sus talentos, a sus dones, a su libertad e incluso a su ‘cortedad’ y al límite de sus fuerzas … como signo de la veneración profunda a la acción de Dios en el alma de cada uno.

El mismo espíritu oratoriano se hace eco de esto en todos sus elementos esenciales. Acaso ¿no les mandaba Don Bosco a que “no se manden nunca cosas perjudiciales a la salud, o que impidan el descanso necesario, o que impliquen colisión de obligaciones o mandatos de otro superior”[22]? ¿No les recomendaba vivamente a los superiores a que participasen de las inclinaciones de los súbditos para hallar la mejor manera de conquistarlos y conducirlos al bien[23]? Y la razón de esto la da el mismo Santo de Turín:  “Así hacia Jesús: tolerando en sus apóstoles ignorancia, rusticidad y hasta la poca fidelidad”[24].

Ustedes sabrán muy bien que “el sistema preventivo descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor”[25]. Por lo tanto, no usa “medios coercitivos, sino de persuasión y caridad (amorevolezza)”[26] con la intención de “disponer de tal modo el ánimo, que sin violencias se dobleguen a la voluntad de Dios”[27].

Por eso el sistema preventivo o el espíritu oratoriano que debe reinar en nuestras comunidades y relaciones interpersonales requiere de una solicitud en extremo respetuosa de la persona[28]. Sean estas personas súbditas, superioras, sacerdotes, o almas del apostolado. Sea que uno esté en una casa de formación o en tierras de misión. Sea que me toque el rol de formadora o no, porque todas aquí –como madres espirituales que son– deben estar sumamente interesadas en la educación de sus hijos espirituales, sean estas hermanas en religión o no. Y la actitud de respeto es fundamental. Pero además porque actuar de otro modo, seria contradecir nuestro ser religioso del Verbo Encarnado.

 San Juan Bosco les escribía a los suyos: “Recordad que la educación es empresa de corazones y que de los corazones el dueño es Dios”[29]. Lo habrán escuchado muchas veces: nosotros no somos “dueños de las almas”[30]. Nosotros estamos a su servicio, por eso debemos respetarlas y amarlas como a hijos de Dios, fomentando la sumisión voluntaria, para que cooperen de modo libre y responsable, por propia voluntad, en el amor de todo lo bueno[31], y esto que se manda a los superiores, se puede y lo debe aplicar toda Servidora en todas sus relaciones. Actuando siempre con “el mayor respeto a la libertad de cada uno”[32]. Porque lo nuestro, “es vivir y hacer vivir bajo la acción del Espíritu Santo, sin coacciones de ninguna especie, respetando escrupulosamente las conciencias, promoviendo el sano pluralismo, llevando a vivir plenamente la libertad de los hijos de Dios”[33] como dicen nuestras Constituciones.

Y esto tiene repercusión a lo largo y ancho de todo nuestro derecho propio y por tanto al modo en que nosotros vivimos nuestra vida de consagrados en esta preciosa Familia Religiosa. Por ejemplo: se anima “a que todos se sientan corresponsales”[34] y se fomenta “la participación de todas”[35] pero no se fuerza a nadie.  A todos se nos trata de persuadir a hacer el bien, se nos “muestran siempre los fundamentos y motivos de las diversas normas y decisiones, en cuanto encaminadas al bien común”[36], para que nos persuadamos “de lo necesario que ello es no sólo para lograr una verdadera vida de comunidad, sino también para desarrollar y fortalecer las aptitudes propias de cada uno”[37] y para actuar por convicción, espontánea y alegremente, no “por inercia o coacción, sino, porque hemos sido persuadidos íntima y caritativamente”[38], pero no se atropella a nadie. Muy por el contrario, a nosotros se nos enseña a “saber juzgar de todas las cosas, y como virtuosos movernos libremente al bien[39] y así es como encaramos la formación.

Actuar de otra manera es defraudar al espíritu que anima a nuestra querida Familia Religiosa. Lo cual, en boca de nuestro fundador toma una connotación aún más grave, pues dice él que sería “una falta de respeto a la dignidad del ser humano y una falta de respeto a la dignidad que debe tener todo religioso y toda religiosa”[40].

Este respeto que decimos a la persona humana en su integridad se aplica en todo ámbito y sobre esto pueden leer también los Directorio de Misiones Ad Gentes, de Evangelización de la Cultura, etc. Pero aquí sólo voy a mencionar lo que dice el Directorio de Vida Fraterna: “Cultiven el respeto mutuo, con el que se acepta el ritmo lento de los más débiles y, al mismo tiempo, no se ahoga el nacimiento de personalidades más ricas, favoreciendo la creatividad”[41].

 Don Bosco mismo cuenta que Miguel Magone era un muchacho de “índole espontánea y vivaz” y cuando llegaba el recreo “parecía que salía como disparado por un cañón”[42]. El santo condescendiente con el modo de ser del chico y viendo en él a muchos otros, se las arregló para conseguirles una buena cantidad de fusiles y espadas de madera, de bochas, zancos, y todo cuanto pudiera contribuir a dar expansión gozosa y libre a su personalidad. “No se gana absolutamente nada teniendo clones”[43], dice el P. Buela.

Fíjense Ustedes que incluso a la hora de corregir Don Bosco nos invita a la respetuosidad para con quien ha de ser corregido confrontándonos con el ejemplo de nuestro Señor con San Pablo acerca de lo cual comenta el Santo: “me parece ver en ello nuestra norma a seguir cuando nos encontremos con corazones reacios a nuestra voluntad”[44].  Nuestro Señor no lo avergonzó en público, no lo derribó del caballo súbitamente sino después de un largo caminar y después de haberle dado ocasión para reflexionar. Entonces es, cuando fuerte pero mansamente le ilumina la razón –algo muy importante– para que conozca el error[45], precisamente por respeto a él, a su inteligencia, a su libertad, a su conciencia.

Respecto a esto podemos trazar una línea directa con la normativa del derecho propio que cita explícitamente al apóstol de la juventud. Dice así: “son hijos nuestros, y por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira… tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos”[46]. Y por eso se nos manda corregir “en privado y por pura caridad”, de modo tal que sea conducente a una serena enmienda[47]; evitando a toda costa “aquellas correcciones humillantes que desaniman y alejan”[48].

 “El espíritu humano está hecho de tal modo, que tratándolo con rigor, se rebela. Todo con dulzura, nada por la fuerza; la dureza lo hecha a perder todo, exaspera los corazones, engendra odio. La dulzura maneja a su albedrío el corazón del hombre, y hace de él lo que quiere”[49]. Y ustedes, como mujeres, como madres de almas, deben ser expertas en esto; a semejanza de María Santísima, “la más dulce de las mujeres, la más alejada de toda ira, descortesía y prepotencia”[50].

Unido a esto viene un tema clave en el sistema preventivo: la amorevolezza; del cual ya hemos hablado en la carta circular. Pero en esta ocasión sólo quiero mencionarla en relación con nuestro modo de vivir nuestra consagración en el Instituto y al espíritu de familia que debe reinar en nuestras comunidades y entre nuestros Institutos.

Espíritu de auténtica familia  

Lo nuestro, queridas hermanas, es vivir “en un espíritu de auténtica familia[51], de clima oratoriano[52], en serena y contagiosa alegría”[53]. Todos elementos claramente tomados del sistema preventivo.

Son muchísimas las veces en que el derecho propio hace referencia a este aspecto, lo cual nos habla de la gran importancia que esto tiene para nuestra vida religiosa. No somos islas independientes. No marchamos por caminos paralelos y ¡ah! da la casualidad de que tenemos el mismo fundador y el mismo carisma o que vestimos el mismo habito. ¡Somos una familia! Donde hay madres, padres, hijos, hermanos, hermanas… y, por tanto, hay (o debe haber) colaboración mutua, afecto fraternal, apoyo, confianza, “entrega generosa de cada uno al bien de los demás”[54] … más allá de las dificultades y de los roces, que pueda haber humanamente hablando. A nosotros nos une el Verbo Encarnado. Que sí, es cierto, nos llamó a cada uno individualmente, pero para formar una Familia. Y la familia es para siempre.

Eso ténganlo siempre presente. A nosotros Dios nos pensó como Familia Religiosa. Lasdesafío a que lo comprueben Ustedes mismas leyendo el derecho propio. Por tanto, toda actitud, todo proyecto, o lo que sea, que contradiga, que obstaculice, que ridiculice, que pretenda distanciarnos de este espíritu de familia que debe reinar en nuestras comunidades y entre nuestros Institutos, no es de Dios, no es lo que Dios quiere para nosotros. Eso causa división, descontento, deseos de preponderancia del uno sobre el otro y eso a nosotros no nos va.  A nosotros el Verbo Encarnado nos convocó para ser “una familia unida en su nombre”[55] y nuestra fuerza apostólica –en gran parte– viene y se potencia desde allí. Lo cual ejerce un poderoso atractivo sobre los jóvenes y se vuelve para nosotros en fuente de vocaciones. Sin ir más lejos, cuántos seminaristas, cuántos padres han sido encaminados al Instituto por una de Ustedes, y cuántas de Ustedes han encontrado al Instituto de las Servidoras por el IVE. Piensen también en cuántas actividades –en las que actualmente trabajamos conjuntamente– y que hoy en día resultarían inimaginables sin la ayuda de Uds. o de nosotros.

Este espíritu de familia que debe reinar en nuestras comunidades y entre nuestros Institutos “debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad humana que nos permite comprender las necesidades y acoger los ruegos, intuir las preguntas no expresadas, compartir las esperanzas y expectativas, las alegrías y los trabajos de la vida ordinaria; ser capaz de encontrar a todos y dialogar con todos”[56], adelantarse a las necesidades de los demás, y ofrecerse de buena gana a hacer lo que haya que hacer por el bien de la Familia. Persuádanse de que nuestra Familia Religiosa ¡es un tesoro! Y tenemos que cuidarla, que vivir encariñados con ella, que tenemos que estar felices de llevarla cada vez más a todos lados, que tenemos que defenderla y ser conscientes de ¡cuánto le debemos!

Hay una línea de las Notas del Capítulo General ultimo pasado de las Servidoras que yo hallo particularmente atinado. Dice así: “el trabajo pastoral con el IVE plenifica el carisma y por lo tanto produce grandes frutos de fecundidad[57].  Tal cual. Cuanto más complementariamente trabajemos juntos –me parece a mí– más fecunda será nuestra labor, más incisiva, más efectiva y más duradera. Y nosotros estaremos más contentos, más en paz, más fuertes, más unidos, porque estaremos haciendo lo que Dios quiere que hagamos y como Dios quiere que lo hagamos. Y esto le da a nuestra pequeña Familia Religiosa un potencial incalculable.

Confianza

Ahora, sobre este espíritu de familia solo quisiera agregar un elemento más que me parece vale la pena siempre revisitar, y es el de la confianza, al que San Juan Bosco le da gran importancia y que el derecho propio toma como un elemento ineludible, si hemos de vivir en un espíritu de auténtica familia.  Porque, la “confianza es una de las cosas que más favorecen la buena marcha de una congregación religiosa y la paz y felicidad de sus miembros”[58].

Noten ustedes que podemos vivir con 10, 20 o 100 hermanas, y seguir el mismo horario, y rezar juntas en la capilla, pero si no hay confianza, entonces no hay familiaridad y por tanto el espíritu de familia, se desangra porque está herido en su centro, porque no hay confianza. Sirvan para ilustrar estos párrafos que cito a continuación tomados del derecho propio:

  • “Esta familiaridad o espíritu de familia es lo que permitirá formar eficazmente a las religiosas, pues ‘la familiaridad engendra afecto, y el afecto confianza’, y sólo teniendo esta confianza con sus Superiores ‘los jóvenes lo manifiestan todo’, es decir, se tornan dóciles en el Espíritu Santo a su trabajo formativo”[59].
  • “Don Bosco enseña en la misma carta ‘que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama’. Pues ‘el que es amado ama, y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes’”[60]. Esto esta tomado también del de Estudiantados, así que perfectamente se puede reemplazar la palabra joven por religiosa.
  • “La Superiora además tiene obligación de ganar la confianza de sus religiosas para poder desarrollar su función de guía”[61] ya que “si no los conoce porque no se le descubren, es imposible que pueda dirigirlos y ayudarlos con sus consejos y sugerencias”[62]. Es importantísimo en este sentido que la superiora guarde estricto secreto de sobre lo que la hna. le dice en confidencia, ya que “una pequeña indiscreción en este punto puede bastar para disminuir y acaso destruir totalmente la confianza que habían depositado en ella”[63].
  • Ahora, ¿quieren un ejemplo claro de esta familiaridad? Lo dice San Juan Bosco y lo cita explícitamente el derecho propio: “Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el maestro de la familiaridad!”[64]

Esta confianza y familiaridad si bien es siempre importante, se vuelve imperiosa, digamos así, cuando pasamos por momentos críticos, cualesquiera sean los factores que influyan en eso: ya sean exteriores como el “cambio de lugar o de oficio, una dificultad en el trabajo o un fracaso apostólico, la incomprensión, cierto sentimiento de marginación… o bien por motivos más estrictamente personales, como la enfermedad física o psíquica, la aridez espiritual, lutos, problemas de relaciones interpersonales, fuertes tentaciones, crisis de fe, cierta sensación de insignificancia, u otros factores semejantes”[65]. En cualquiera de estos casos, miren lo que recomienda nuestro querido Juan Pablo II:  “Cuando la fidelidad resulta más difícil, es preciso ofrecer a la persona el auxilio de una mayor confianza y un amor más grande, tanto a nivel personal como comunitario. Se hace necesaria, sobre todo en estos momentos, la cercanía afectuosa del Superior; mucho consuelo y aliento viene también de la ayuda cualificada de un hermano o hermana, cuya disponibilidad y premura facilitarán un redescubrimiento del sentido de la alianza que Dios ha sido el primero en establecer y que no dejará de cumplir”[66]. Me parece que se ve clara la resonancia del sistema preventivo en esto, ¿no?

Hasta aquí, acerca de la confianza. Hay mucho más que podrán Ustedes seguir leyendo y profundizando. Son realmente incontables las riquezas que Dios ha derramado en el derecho propio de nuestros Institutos, así que las invito a saber aprovecharse de todo lo que hay allí.

Alegría

Por último, y ya para ir terminando quería señalar también como parte característica de nuestro modo de vivir la vida consagrada la alegría a la que Don Bosco y el derecho propio le dan un lugar tan preponderante.

La alegría es una característica esencial del ambiente familiar. ¿No nos dicen acaso las Constituciones: “nadie sea disturbado o entristecido en la casa de Dios”[67]? Precisamente porque la alegría es expresión del amor y consecuencia lógica de ese espíritu oratoriano basado en la razón y en la religiosidad que tiene su origen en la paz con Dios y en la vida de la gracia.

 A nosotros se nos ha llamado a vivir “con alegría imperturbable, en la luz y en la cruz”[68]. Alegría que como Ustedes saben debe “ser espiritual y sobrenatural”[69] pero que también viene ayudada de elementos exteriores que la alimentan y la transmiten, porque obviamente somos unión de cuerpo y alma. Por eso señala el derecho propio: “Es muy importante cultivar esta alegría en la comunidad religiosa”[70].

 Tienen que “saber alegrarse juntas, concederse momentos personales y comunitarios de distensión, tomar distancia de vez en cuando del propio trabajo, gozar con las alegrías de la otra, prestar atención solícita a sus necesidades, entregarse generosamente al trabajo apostólico, afrontar con misericordia las situaciones, salir al encuentro del futuro con la esperanza de hallar siempre y en todas partes al Señor: todo esto alimenta la serenidad, la paz y la alegría, y se convierte en fuerza para la acción apostólica”[71].

Y nosotros tenemos un montón de cosas tomadas del magnífico ejemplo de Don Bosco que contribuyen a potenciar, a alimentar esta alegría y se vuelven la expresión más palpable e intensa de esta alegría. Pienso por ejemplo en las convivencias, en las peregrinaciones, en la eutrapelia de cada viernes o del domingo, en las fiestas litúrgicas que tanto nos ayudan en el fervor, pienso en las celebraciones de los santos patronos, en los fogones, en los divagues, en la música, los deportes, los juegos florales, los covivium, y así tantas cosas… que nosotros damos por obvias, pero que no todas las congregaciones tienen y que se vuelven para nosotros en un tesoro, y en un medio hermosísimo para dar gloria a Dios y para nosotros en el camino que hace más llevadero nuestras cruces.

 No olvidemos que lo nuestro es “vivir con alegría festiva”; lo dicen nuestras Constituciones en el punto 41. Y es en este sentido que se nos anima a “saber hacer fiesta”[72] y se nos pide no escatimar los medios para “crear el ambiente para que se viva la fiesta y la alegría”[73]. Todavía más: explícitamente se nos indica el “no temer hacer gastos de comida, dulces, premios que contribuyan al festejo”[74]. Lo cual se aplica no solo al fin del año académico, sino que hay que saber “invertir” en cultivar esa alegría festiva en la comunidad.

Porque “una fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. [Y] muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa”[75].

Conclusión

En fin, queridas hermanas, ahora sí para concluir yo quisiera dejarles ‘un recuerdo’ como le llama Don Bosco y el mismo que él les dejó a las Hijas de Ma. Auxiliadora el 23 de agosto de 1885, cuando ‘después de reiteradas insistencias’ les fue a dar una charlita.

Hago mías sus palabras: “Os dejo pues un recuerdo; nunca os arrepentiréis de haberlo llevado a la práctica:  Haced el bien, haced buenas obras.  Fatigaos, trabajad todas mucho y siempre por el Señor con buena voluntad. Sí.  No perdáis el tiempo. Haced todo el bien que podáis. Nunca os arrepentiréis de ello.

¿Queréis otro? ¡La práctica de la santa Regla!  Cumplid vuestra Regla, y yo os repito que nunca os pesará. Fijaos: nuestras Reglas, queridas hijas, son infalibles y nos proporcionan muchas ventajas; pero la más importante de todas ellas es asegurarnos la salvación del alma. No os sorprenda la palabra infalible, porque, habiendo sido aprobadas por [la iglesia*], que es infalible, cada uno de sus artículos es también infalible.  Leedlas, meditadlas, procurad entenderlas bien y practicarlas.

[…]  Queridas hijas, manteneos alegres, sanas y santas y estad siempre en paz entre vosotras”[76].

Les agradezco nuevamente la invitación y la atención. Que Dios las bendiga. Se los deseo de todo corazón.

Me encomiendo y les encomiendo a todos los miembros del IVE a sus oraciones. Gracias de nuevo.

P. Gustavo Nieto, IVE

4 de junio de 2018

 

[1] Constituciones, 264.

[2] Constituciones, 263.

[3] Cf. Constituciones, 262.

[4] SSVM Directorio de Formación Permanente, 16.

[5] Ibidem; op. cit. civcsva, Mutuae Relationes, 11b.12b.23f; cf. nota 8 introducción.

[6] Cf. Servidoras II, II Parte, Cap. 1, 4.

[7] SSVM Directorio de Formación Permanente, 57.

[8] SSVM Directorio de Formación Permanente, 65; op. cit. Cf. Constituciones, 223; Orientaciones para la formación en los institutos religiosos, 61.

[9] Cf. SSVM Directorio de Formación Permanente, 65.

[10] SSVM Directorio de Formación Permanente, 29.

[11] Cf. Constituciones, 263.

[12] Directorio de Oratorio, 2. B.  

[13] Cf. SSVM Directorio de Formación Permanente, 48; op. cit. San Juan Pablo II, Vita Consecrata, 71.

[14] Cf. SSVM Directorio de Formación Permanente, 79; op. cit. San Juan Pablo II, A los religiosos del Brasil, 11/07/1986, 6; cf. nota 5 introducción. 43; Orientaciones para la formación en los institutos religiosos, 66.

[15] Directorio de Oratorio, 2. B. 

[16] Jn 13, 15.

[17] Cf. Directorio de Espiritualidad, 44.

[18] Cf. Directorio de Espiritualidad, 49.

[19] Cf. Directorio de Espiritualidad, 45.

[20] Cf. Directorio de Espiritualidad, 50.

[21] Cf. Ibidem.

[22] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, Recuerdos confidenciales a los directores, p. 556.

[23] Braido, Pietro, Prevenir, no reprimir, Cap. 5, 2.

[24] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, Carta circular sobre los castigos, p. 602.

[25] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, El sistema preventivo en la educación de la juventud, p. 562.

[26] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, Carta circular sobre los castigos a infligir en las casas religiosas, p. 598.

[27] Cf. Ibidem, citado en SSVM Directorio de Oratorio, pie de pág. 76.

[28] San Juan Pablo II, A las Hijas de María Auxiliadora, 12 de diciembre de 1982.

[29] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, Carta circular sobre los castigos, p. 607.

[30] SSVM Directorio de Vida Consagrada, 440.

[31] Ibidem.

[32] Novo Millennio Ineunte, n. 56; citado por P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, pie de pág. 339.

[33] 34.

[34] SSVM Directorio de Vida Consagrada, 455.

[35] SSVM Directorio de Estudiantados, 119.

[36] Cf. SSVM Directorio de Estudiantados, 116.

[37] Directorio de Seminarios Mayores, 158; op. cit.  Ratio Fundamentalis, 26, 126.

[38] Cf. Directorio de Seminarios Mayores, 157.

[39] Cf. SSVM Directorio de Estudiantados, 118.

[40] Cf. P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, Cap. 6, V.

[41] Cf. SSVM Directorio de Vida Fraterna, 68.

[42] Braido, Pietro, Prevenir, no reprimir, Cap. 16.

[43] P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, Cap. 6, V.

[44] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, Carta circular sobre los castigos, p. 601.

[45] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte II, Carta circular sobre los castigos, p. 602.

[46] SSVM Directorio de Vida Fraterna, 444.

[47] Cf. SSVM Directorio de Oratorio, 171.

[48] Ibidem.

[49] Directorio de Seminarios Menores, 149; San Juan Bosco, Reglamento para las Casas, 88, Pedro Ricaldone, op. cit., Tomo I, 125.

[50] P. Carlos Buela, IVE, Servidoras III, III Parte, cap. 2, 2.

[51] Cf. San Juan Bosco, Carta sobre el espíritu de familia, 10/05/1884.

[52] Cf. SSVM Directorio de Oratorio, 197ss.

[53] Cf. SSVM Directorio de Vida Fraterna en Común, 40-42; Directorio de Oratorio, 195.

[54] SSVM Directorio de Estudiantados, 15.

[55] Cf. SSVM Directorio de Estudiantados, 12; op. cit. civcsva, Dimensión contemplativa de la Vida Religiosa, 15.

[56] SSVM Directorio de Formación Permanente, 41; op. cit. San Juan Pablo II, Pastores Dabo Vobis, 72.

[57] 71.

[58] SSVM El coloquio con la Superiora, Requisitos Fundamentales, 1.

[59] SSVM Directorio de Estudiantados, 16; op. cit. Cf. San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Carta al Oratorio sobre el espíritu de familia, 613.

[60] SSVM Directorio de Estudiantados, 17.

[61] SSVM El coloquio con la Superiora, Requisitos Fundamentales, 3.

[62] SSVM El coloquio con la Superiora, pie de pág. 3; op. cit. San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Reglas o Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales.

[63] SSVM El coloquio con la Superiora, Requisitos Fundamentales, 4.

[64] SSVM Directorio de Oratorios, 92; op. cit. Carta sobre el espíritu de familia, 615-616.

[65] Cf. Vita Consecrata, 70.

[66] Ibidem.

[67] Constituciones, 95; op. cit.  San Benito, Santa Regla, XXXI, 19.

[68] SSVM Directorio de Formación Permanente, 72; op. cit. P. Carlos Buela, IVE, Las Servidoras I, Anillo de bodas, Roma 2007², 187.

[69] SSVM Directorio de Vida Consagrada, 460.

[70] SSVM Directorio de Vida Fraterna, 41.

[71] Cf. SSVM Directorio de Vida Fraterna, 42.

[72] Cf. Constituciones, 43.

[73] SSVM Directorio del Aspirantado, 109.

[74] Cf. Ibidem.

[75] SSVM Directorio de Vida Fraterna, 40.

[76] San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Parte III, Documentos personales de Don Bosco referentes a las HMA, Platica del 23 de agosto de 1855 en Nizza-Monferrato. *Textualmente dice: Romano Pontífice.

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