La unidad de Cristo
Recordando el pensamiento de nuestro Fundador
Durante la Novena de la Anunciación
En el quinto día de la novena en el que pedimos específicamente por nuestra fe en la unión de ambas naturalezas evocamos el pensamiento del P. Buela al respecto tomado de su libro “El Arte del Padre”.
La unidad de Cristo
De tal manera, que de forma irrefutable, según la Sagrada Escritura, son ciertas […] las cuatro verdades siguientes:
- Cristo es un ser único, una sola Persona, verdadero Dios y verdadero hombre al mismo tiempo.
- El Verbo está unido a la carne con unión intrínseca, física y sustancial. No es portador de Dios, sino Dios verdaderamente.
- Las propiedades divinas y humanas de Cristo no se reparten entre dos personas, sino se refieren al «único Señor Jesucristo» (1 Co 8,6).
- La Virgen María es Madre de Dios.
«Sólo hemos sido redimidos, si Jesucristo comparte en su persona la plena vida divina». «Al decir que “creemos en un solo Dios”, que “Jesús es el Señor” (1 Co 12,3; Rm 10,9; Jn 20,28), rompemos con todo lo demás que pretenda erigirse en absoluto, y destruimos los ídolos, del dinero, del poder, del sexo, los que se esconden en las ideologías, “religiones laicas” con ambición totalitaria».
De esta verdad central de nuestra fe se derivan enormes consecuencias que hacen no solamente a la espiritualidad del hombre, sino que hacen a la misma civilización de la humanidad. Es curioso, por ejemplo, lo que puede verse en Taiwán. El Museo de Taipei, en Taiwán, tiene una sala muy grande donde aparece la historia de la humanidad en gráficos, en fotos y de otros varios modos, y en la cual se comparan la cultura china con la cultura occidental. Ahí se puede apreciar claramente que el arte chino no evolucionó respecto a la figura humana, en cambio el arte occidental y el oriental cristiano sí, de manera particular, luego de la Encarnación del Verbo.
En fin, Cristo es uno sin comparación, de ocho maneras, como dice muy bien Nicolás de Gorram: «Ha de advertirse que Cristo es uno sin comparación, de múltiples maneras:
– Naturaleza de Dios: En primer lugar, Dios es uno solo a causa de la naturaleza divina; de donde, ninguno es Dios sino solo Dios.
– Un solo Creador Todopoderoso: En segundo lugar, es un solo creador a causa de su infinita potestad: “Uno es el Altísimo, creador de todas las cosas” (Si 1,8).
– Santidad del Verbo Encarnado: En tercer lugar, es único como hombre a causa de la singular eminencia de la santidad. “No hay quien haga el bien…” (Sal 13,1); “conviene que uno muera por el pueblo” (Jn 11,50).
– Gobierno del mundo: En cuarto lugar, es un solo Señor a causa de la gobernación de preeminencia: “Un solo Señor, una sola fe…” (Ef 4,5). Y de este modo hay un solo Señor, Jesucristo.
– Un solo Maestro: En quinto lugar, un solo maestro a causa de la infusión del conocimiento: “No llaméis a nadie maestro, porque vuestro único Maestro es el Cristo” (Mt 23,10).
– Un solo Padre: En sexto lugar, un solo Padre a causa de la producción de todas las cosas: “Uno es vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 23,9)38.
– Un solo Pastor: En séptimo lugar, un solo Pastor a causa del común cuidado del pueblo fiel: “Que haya un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10,16).
– Una sola Víctima: En octavo lugar, una sola víctima a causa del singular precio de nuestra Redención: “Pues con una sola oblación consagró para siempre a los santificados” (Hb 10,14).
La unidad de Jesucristo es una barrera contra todas las falsas oposiciones y divisiones, por ejemplo, contra la separación de Verbo y Cristo, de Cristo y Reino, de Cristo de la fe y de la historia… En fin, «quiso Dios el unificar todas las cosas, tanto naturales como sobrenaturales, en Cristo Jesús, “para que Él tenga primacía en todas las cosas” (Col 1,18)».
Consecuencias de la unión hipostática
He aquí algunas consecuencias que se derivan de la unión hipostática en Cristo, desarrolladas esquemáticamente:
- La persona de Cristo es de una dignidad infinita, puesto que es persona divina, la segunda de la Trinidad.
- Todo lo que hace Jesucristo y todo lo que posee, ya como hombre ya como Dios, debe atribuirse a Dios Hijo, porque siempre es Dios Hijo quien lo hace y quien lo posee. Así, sus palabras, sus padecimientos, su sangre, su corazón, sus llagas, son las del Hijo de Dios: por consecuencia, todas estas cosas son divinas.
- Todas las acciones de Jesucristo son de una dignidad infinita, porque las acciones se atribuyen a la persona y por tanto son acciones divinas, de Dios, y son, por lo mismo, de un valor y de un mérito infinitos. Son de «una sobreabundante gracia para infinitos mundos, si existen».
- Todas las acciones de Jesucristo son infinitamente santas.
- Todo lo que pertenece a Cristo, humanidad, carne, sangre, corazón, es divino y como tal adorable. No hay lugar a ninguna «coadoración».
- Siendo el único Hijo de Dios es infinitamente agradable a Dios Padre.
- Está colmada su humanidad de todos los dones de Dios, es decir, de la plenitud de la gracia –la gracia personal y la gracia capital– y de la verdad –la ciencia beatífica, la ciencia infusa y la ciencia adquirida o experimental–, y de su plenitud todos recibimos. Por eso: «Todo lo que de verdad se ha dicho pertenece a nosotros los cristianos» (San Justino); «Todo buen cristiano entienda que cualquier verdad, doquier esté, pertenece a su Señor» (San Agustín); «Toda verdad, que sea dicha por cualquiera, procede del Espíritu Santo» (San Ambrosio). Y Santo Tomás: «nadie puede decir algo verdadero sino movido por el Espíritu Santo, que es Espíritu de Verdad»; «no hay conocimiento de la verdad sino en el Espíritu Santo, que obra en la inteligencia y la conserva»46; «todo lo bueno y todo lo verdadero es del Espíritu Santo». «Toda verdad, dicha por quien sea, viene del Espíritu Santo».
- A la única Persona se le atribuyen propiedades divinas y humanas. Es lo que se llama «comunicación de idiomas» (del griego ίδιος que significa propio, propiedad, lo que pertenece a uno).
- Jesucristo es Hijo natural de Dios Padre aún como hombre, sólo las meras creaturas somos hijos adoptivos.
[…]
Pidamos siempre la gracia de ser siempre grandes contempladores del misterio Encarnado, que sepamos presentarlo con valentía a nuestros hermanos y, de manera especial, que nosotros lo vivamos en plenitud, confesando al mismo y único Señor Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre. [A la Virgen, Madre del Verbo Encarnado, se lo pedimos con el canto.]