40º aniversario de la ofrenda a la Basílica de Luján

Contenido

7 de marzo de 1984 – 7 de marzo de 2024

 

Medallón de San Luis María Grignion de Montfort tal como se encuentra en la actualidad
en la Basílica de Nuestra Señora de Luján
Buenos Aires – Argentina

En su último libro, El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, el P. Buela escribió: “En 1981, el 3 de mayo, fue la gracia fundacional (es decir, en el segundo año que empecé a estar en Villa Progreso). Estuve allí en 1981, 1982 y 1983 hasta marzo de 1984”[1]. Y continúa: “El 7 de marzo de 1984, cumplíamos un voto que habíamos hecho a la Virgen de Luján en agradecimiento por la posibilidad de poder comenzar con nuestra experiencia de vida religiosa[2].
 

Eso es lo que recordamos hoy con rendido agradecimiento, primeramente a nuestra Madre y Reina y, en segundo lugar, a nuestro Fundador. Pues un día como hoy, hace ya 40 años, el P. Buela y todos los que se habían unido a él para dar comienzo a la fundación del Instituto colocaban en cumplimiento de ese voto el medallón de San Luis María en la Basílica de Luján.

Y el mismo P. Buela nos da detalles de ello tanto en el libro María de Luján como en el libro que antes citamos en el cual se lee: “El artista Amado Armas, hizo un hermoso medallón de mármol negro de lunel y encima en cemento blanco con el perfil de san Luis María Grignion de Montfort con la leyenda ‘Totus tuus’. Estuvo muchos años en la primera capilla del primer deambulatorio de la derecha de la Basílica de Luján, pero después fue trasladada a la entrada izquierda de la Basílica, pasando la puerta a la derecha. El escultor era de la parroquia de Versalles, ciudad de Buenos Aires, y me hizo una réplica que está en la capilla de la Anunciación en el Seminario de la Finca, que la tenía yo con una reliquia grande, de género rojo, de san Luis María, pero la reliquia desapareció”[3].

Diecisiete días después del cumplimiento de ese voto daba comienzo en San Rafael “esta realidad misionera” que es el Instituto del Verbo Encarnado. Por eso este es un día que no puede pasar por alto entre nosotros. Ya que ciertamente cada una de nuestras vocaciones ha sido engendrada por la Purísima Virgen de Luján[4], pero más aun, nos ha llamado a consagrarnos en un Instituto que se distingue por ser esencialmente mariano[5],  cuya espiritualidad se identifica con el “Ave María”, con el  “Ángelus”[6] y en el que todos sus miembros están llamados a “ser Apóstoles de María entregándonos a Ella en la materna esclavitud de amor y haciendo ‘todo por María, con María, en María y para María’”[7]. “Ella es la Madre de Jesús que ha querido ser concretamente nuestra”[8], decía nuestro Fundador.

Lo significativo es que el P. Buela haya querido que nos consagremos a la Virgen no de cualquier manera sino, según él mismo dijo, “por gracia de Dios, por inspiración de la Virgen, nos consagramos a Ella con un cuarto voto según la letra y el espíritu de San Luis María Grignion de Montfort[9].

Ya en alguna otra ocasión se dijo que es el primer santo que se nombra en las Constituciones[10] y que el único libro de santo que el derecho propio recomienda que hay que leer es precisamente la Carta circular a los Amigos de la Cruz[11] escrita de puño y letra por nuestro querido San Luis María. Todavía más: el Directorio de Dirección Espiritual dice que esa “sabiduría de la cruz” acerca de la cual debemos ser especialistas[12] se trata de la sabiduría de la cruz según la entendió y enseñó San Luis María Grignion de Montfort (y San Juan de la Cruz). Mencionamos esto como para dimensionar la importancia de ambas cosas: el voto a la Virgen de Luján y la elección por parte del P. Buela, de que el medallón que se obsequiase a la Virgen sea precisamente del gran San Luis María.

Treinta veces aparece el nombre de San Luis María explícitamente en el corpus del último libro del Padre. Y otras tantas veces son citadas sus obras.

Consolidar la esperanza

 

Ahora es digno de destacar que el P. Buela dedica los tres últimos capítulos de su libro a tratar la segunda venida de Cristo pero desde la perspectiva de “los ojos y el corazón de la Santísima Virgen María”[13]. Y dice que elige hacerlo de ese modo por dos motivos: 1) para cortar de raíz las tendencias fatalistas y catastrofistas sin esperanza de algunos; 2) para consolidar la esperanza de muchos que saben enfrentarse con valentía a quienes de distinta forma son hijos del Anticristo.

Nuestro Directorio de Espiritualidad, 315 hace una descripción sucinta pero precisa de las señales anteriores a la segunda venida de Cristo diciendo: “Habrá, por tanto, un tiempo en que los hombres se apartarán de la verdad y se complacerán en la iniquidad[14], un tiempo en el que la mayoría no tendrá auténtica fe en Jesucristo. La seguridad de que un día ocurrirá esta apostasía universal debe llevarnos a no atarnos al carro triunfal de ningún movimiento o ideología que se constituya al margen de Cristo, aunque parezca que lo sigue el mundo entero. Nosotros debemos seguir a Cristo siempre. Y aunque los enemigos parezcan mayoría debe­mos decir: ‘estamos rodeados por todas partes, no los dejemos escapar’”.

El P. Buela entonces parece sugerirnos −con fuerza− que para seguir a Cristo siempre, lo que hay que hacer es estar bien unidos a la Santísima Virgen María. Y da razón de ello utilizando varios textos del insigne santo francés acerca de los cuales entresacamos algunos:

– Porque “María es totalmente relativa a Dios, y yo la llamaría muy bien la relación con Dios, la que sólo existe en relación con Dios”[15].

– “Porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de justicia, Jesucristo”[16].

– “Porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez, y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente”[17].

– “Porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarle perfectamente”[18].

– “Porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, […] los impíos endurecidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan; en gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor[19].

Y citando las palabras del Verbo Encarnado: Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel[20]; comenta el P. Buela: “Si la Parusía termina en un gran banquete debemos actuar de tal manera que estemos en él, en vez de ser catastrofistas sin esperanza. ¡Todo lo de Dios es siempre positivo, y muy positivo! ¡El cielo es un ‘exuberante derroche’!, exclama Cornelio Fabro!”[21].

María, Esperanza nuestra

 

En el Salve Regina que tantas veces rezamos llamamos a la Madre de Dios, ‘Esperanza nuestra’ y San Luis María aplica a la Virgen el símbolo del ancla diciendo que Ella es el ancla firme, que sostiene e impide que los que se confían a Ella naufraguen en el mar tempestuoso de este mundo, en donde tantos perecen por no aferrarse a Ella[22]. Entendamos bien, esto que tantas veces le hemos escuchado decir al P. Buela,  “en el futuro, Ella es toda nuestra esperanza porque es la Madre del que es ‘nuestra esperanza’”[23]. Y como dice San Luis María también nosotros “atemos nuestras almas a su esperanza como a un ancla firme”[24].

“Los santos que se han salvado estuvieron firmemente adheridos a Ella, y a Ella ataron a otros para que perseveraran en la virtud. ¡Dichosos, pues, una y mil veces, los cristianos que ahora se aferran fiel y enteramente a María como a un ancla firme! Los embates tempestuosos de este mundo no los podrán sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales. ¡Dichosos quienes entran en María como en el arca de Noé! Las aguas del diluvio de los pecados que anegan a tantas personas no les harán daño. ¡Dichosos los que se aferran a la Madre y Virgen fiel, la cual permanece siempre fiel y responde siempre con amor a quienes la aman!”[25].

*****

En este día, entonces, una vez más, nos confiamos a la Virgen, le pedimos a Ella por todos y cada uno de nosotros, por todos los miembros de nuestra Congregación, incluso por aquellos que fueron, y de manera especial por aquellos que serán… que nosotros no los conocemos, pero en el Cielo Ella los conoce. Y pidamos por los misioneros y misioneras, de manera especial por aquellos que están trabajando en lugares de mucha dificultad. Y que crezca en nosotros siempre el amor, la devoción tierna a nuestra buena Madre.

Que San Luis María Grignion de Montfort, quien de manera particular, mostró su grandeza de alma en las tribulaciones y dificultades, que fueron muchas y grandes, interceda por cada uno de nosotros y por nuestro Instituto y nos mantenga firmes en la esperanza que no defrauda.

Como verdaderos devotos de María, tesorera y dispensadora de todas las gracias, recitemos juntos el Magnificat para agradecer a Dios las gracias que nos ha concedido a lo largo de estos 40 años. ¡A celebrar!

Medallón de San Luis María Grignion de Montfort tal como se encuentra en la actualidad
en la Capilla de la Anunciación del Seminario María, Madre del Verbo Encarnado
San Rafael – Mendoza – Argentina

[1] Parte III, cap. 20, p. 264.

[2] Carlos Buela, IVE, El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte III, cap. 20, p. 264.

[3] Ibidem.

[4] “… Piadosamente, estoy convencido y atribuyo a la intercesión de la Virgen de Luján las vocaciones que Dios nos regala”. Sacerdotes para siempre, Parte I, cap. 3, p. 246.

[5] Cf. Constituciones, 31.

[6] Cf. Directorio de Espiritualidad, 78.

[7] Directorio de Espiritualidad, 307.

[8] Carlos Buela, IVE, Sacerdotes para siempre, Parte I, cap. 3, p. 246.

[9]  Carlos Buela, IVE, Homilía “Todo lo hace Ella”, en el 25º aniversario de ordenación sacerdotal, Basílica de Santa María Mayor (Roma) (7/10/1996).

[10] Aunque se menciona explícitamente a San Juan Pablo II, al momento de escribir las Constituciones Juan Pablo II vivía aún.

[11] Directorio de Espiritualidad, 137.

[12] Cf. Constituciones, 42.

[13] Carlos Buela, IVE, El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte IV cap. 49, p. 783.

[14] Cf. 2 Ts 2,12.

[15] San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, 225.

[16] San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, 50.

[17] Ibidem.

[18] Ibidem.

[19] Ibidem.

[20] Lc 22,28-30.

[21] Carlos Buela, IVE, El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte IV cap. 48, p. 868.

[22] Cf. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, 175.

[23] Sacerdotes para siempre, Parte I, cap. 3, p. 247.

[24] Cf. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, 175.

[25] Ibidem.

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