Las Constituciones y el Verbo Encarnado
Recordando el pensamiento de nuestro Fundador
Durante la Novena de la Anunciación
En el primer día de la novena en el que pedimos específicamente por nuestra fe en la preexistencia del Verbo desde toda la eternidad en el seno de la Santísima Trinidad evocamos el pensamiento del P. Buela al respecto tomado de su libro “El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía”.
Las Constituciones y el Verbo Encarnado
La primera parte “Nuestro Camino”, fue redactada entre el 3 de mayo y agosto de 1981 seguramente, porque en agosto tuvimos la primera reunión para informar lo que queríamos hacer.
Ahí (en “Nuestro Camino”) hay un primer gran desarrollo sobre lo que es el Misterio del Verbo Encarnado. Desarrollo que de alguna manera llega a su cumbre en el “Arte del Padre”.
Me inspiré en primerísimo lugar en todas las partes de la sagrada Escritura en donde se habla del Verbo Encarnado, (por ej. en el Himno de la Kénosis, en el prólogo de San Juan…).
Y en el Magisterio de la Iglesia, ahí hay una fórmula que es fantástica. Hay muchas citas del Concilio, pero hay una que es la que más me gusta: “Concilio de Éfeso”, D 111, San León Magno, Dz 143, 144. Y acá viene, para mí, el texto más importante: Dz 148, Concilio de Calcedonia: “… que unos solo y el mismo Jesucristo, sin división, en una sola hipóstasis, uno solo y el mismo Hijo Único…”. Éfeso año 431. San León Magno 449. Calcedonia 451.
“De allí que el Magisterio de la Iglesia siempre ha defendido la verdad católica sobre el Verbo Encarnado: «El dogma dice que en Cristo hay una sola persona, a saber: la persona divina del Logos, y dos naturalezas, subsistentes las dos en una misma persona divina. La naturaleza humana ha sido asumida en la unidad y dominio de la persona divina, de suerte que es la persona divina la que obra en la naturaleza humana y por medio de la naturaleza humana como por un órgano suyo.
El III Concilio universal de Éfeso (431) confirmó los doce anatematismos de San Cirilo de Alejandría, pero sin definirlos formalmente. Más tarde fueron reconocidos por los papas y los concilios como expresión de la genuina doctrina de la Iglesia. He aquí, condensados, sus puntos principales:
a) Cristo con su propia carne es un ser único, es decir, una sola persona. Él es Dios y hombre al mismo tiempo ( 2 y 6).
b) El Logos-Dios está unido a la carne con una unión intrínseca, física o sustancial (An. 2 y 3). Cristo no es portador de Dios, sino Dios verdaderamente (An. 5).
c) Las propiedades humanas y divinas de que nos hablan la Sagrada Escritura y los santos padres no deben repartirse entre dos personas o hipóstasis (el Hombre-Cristo y el Logos-Dios), sino que deben referirse al único Cristo, el Logos encarnado (An. 4). El Logos divino fue quien padeció en la carne y fue crucificado, muerto y resucitó (An. 12).
d) La Santísima Virgen María es Madre de Dios, porque parió según la carne al Logos-Dios encarnado (An. 1).
El Concilio de Calcedonia (451) definió que las dos naturalezas de Cristo se unen “en una sola persona y una sola hipóstasis” (DZ 148)».
Y saltando los siglos llegamos a S.S. Pablo VI, en su Solemne Profesión de Fe, el 30 de junio de 1968, quien una vez más confiesa la fe ya dos veces milenaria de la Iglesia Católica en la divinidad de Jesucristo: «Creemos en nuestro Señor Jesucristo, que es el Hijo de Dios. Él es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, homooúsios to Patri, y por quien todo ha sido hecho. Se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad e inferior al Padre según la humanidad y uno en sí mismo, no por una imposible confusión de las naturalezas, sino por la unidad de la persona»
Con la aprobación del mismo Pontífice, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el 21 de febrero de 1972, publicó una muy importante «Declaración para salvaguardar la fe de algunos errores recientes sobre los misterios de la Encarnación y de la Trinidad». Entre los errores cristológicos señala la Declaración tres principales:
1) La negación de la preexistencia de la persona del Hijo subsistiendo como distinta del Padre y del Espíritu Santo desde toda la eternidad;
2) El abandono de la noción de la única persona de Cristo; y
3) La negación de la asunción de la naturaleza humana de Cristo por parte de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, afirmándose que aquella existiría en sí misma como persona humana. Concluye el párrafo con esta frase lapidaria: «Los que piensan de este modo se hallan alejados de la verdadera fe en Cristo, incluso cuando afirman que la presencia singular de Dios en Jesús hace que Éste se convierta en la cumbre suprema y definitiva de la divina revelación; ni recuperan la verdadera fe en la divinidad de Cristo cuando añaden que Jesús puede ser llamado Dios, ya que Dios se encuentra sumamente presente en lo que llaman su naturaleza humana».
[Con el canto a la Virgen a Ella le pedimos nos alcance la gracia que estamos pidiendo en este día de la novena y nos guarde de las doctrinas erróneas acerca del misterio de la Encarnación]