Modelo de toda misión

Contenido

[Exordio] “De manera especial, nos dedicaremos a la predicación de la Palabra de Dios en todas sus formas”, siendo una de ellas “la realización de misiones populares” dice el número 16 de nuestras Constituciones. La nuestra es una vocación particularmente destinada a las misiones.

“Dios quiso que el mundo se salvará por medio de los misioneros”, dice nuestro Directorio de Misiones Populares[1]. Y así, a lo largo de toda la historia de la Iglesia Dios en su infinita misericordia, asoció a incontables hombres y mujeres para que cultivaran su viña, “ya que ‘sólo por las misiones consiguen las almas su eterna salvación’”[2]. Tan grande es la importancia de la predicación y de las misiones, que la Iglesia señala que el sacerdote tiene entre sus principales deberes obviamente el anunciar el Evangelio, pero también, si son párrocos, el organizar en ciertas épocas misiones populares[3].

El fin de la misión popular se desprende del mandato misionero[4] y es, como Ustedes saben, la “renovación del cristianismo en los creyentes”[5] y “la conversión de los pecadores”[6]. Ahora, el paradigma de toda misión está en la primera misión de los discípulos narrada en San Lucas en el evangelio que acabamos de escuchar.

Dice el evangelista: … designó el Señor a otros setenta y dos.  Dios es el que designa y elige a sus misioneros. Como hizo antes con los setenta y dos discípulos, lo sigue haciendo ahora por medio de su Iglesia. Los obispos y Superiores religiosos eligen en su nombre y con su autoridad a los misioneros[7]. Y por si alguno piensa que esto es algo del pasado, déjenme decirles que, por gracia de Dios, el Instituto se halla hoy en día misionando en más de 103 jurisdicciones de 45 países. Y en la actualidad estamos misionando en 16 países europeos, en 13 países asiáticos, en solo 10 países en América, en 3 países de África y en otros 3 de Oceanía. Es más, al día de la fecha tenemos al menos unos 164 pedidos de fundación –tanto para monasterios como para parroquias– que esperan concreción. 

Yo os envío

Sigue el Evangelio diciendo: … y los envió. El Señor no solamente elige, sino que también envía. Envío que es a semejanza del envío del Hijo hecho por el Padre: Como el Padre me envió, también Yo os envío[8]. Envío que constituye formalmente la misión[9]. Pero no los envía de cualquier modo, sino que San Lucas cuidadosamente detalla que los envió de dos en dos… “Sus razones tendría nuestro Señor para obrar así y, de hecho, muchos siguen procediendo de la misma manera. Decía San Gregorio Magno: ‘Los mandó así, porque dos son los preceptos de la caridad: el amor de Dios y del prójimo; y menos que entre dos no puede haber caridad: esto nos indica que quien no tiene caridad con sus hermanos, no debe tomar el cargo de predicador’[10]. Y en este sentido se lee en nuestras Constituciones: ‘es también muy cierto que, si en matemáticas uno más uno son dos, un hombre más otro hombre son dos mil. Un hombre junto con otro en valor y en fuerza crece, el temor desaparece, y escapa de cualquier trampa’[11][12].

Por gracia de Dios en la actualidad son muy pocos los nuestros que están solos y aunque se pensó desde un primer momento que no estén solos, no ha sido fácil el envío de un compañero. Por ejemplo, hace mucho tiempo que el sacerdote que está en las Islas Salomón espera que llegue otro padre, pero ciertas dificultades con las visas al inicio y luego la pandemia, no han hecho posible que llegue el sacerdote destinado allí. Recién en este mes, van a abrir las fronteras y Dios mediante podrá ir el otro padre. Sin embargo, podemos decir que la inmensa mayoría de las fundaciones realizadas en estos últimos 6 años han sido siempre de a dos, salvo casos excepcionales en los que se vio necesario que uno tome la misión primero hasta que llegue el otro.  

San Lucas sigue diciendo que Cristo envió a los misioneros para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Es decir, los envía a la magnífica tarea de preparar el camino por donde Él mismo llegue a las almas. Ésta es la gran consolación del auténtico misionero, la certeza de ser enviado por Aquél y para Aquél que es el que debe llegar a los hombres. De allí la confianza inquebrantable en el poder inexhausto de la misión para la conversión de los hombres. Jesucristo mismo es el que quiere venir a ellos[13].

Ahora fíjense que dice a todas las ciudades y sitios… Por eso explícitamente el derecho propio nos dice: “No hay lugar donde haya un alma que le esté vedado al misionero. A las chozas más humildes, a las alturas más altas, a las quebradas más escabrosas, a donde hay menos gente, en donde se espera menos frutos, donde la gente es más díscola, a donde hay más dificultades… allí el misionero debe ir tomado de su bordón, en su automóvil, en avión, a pie o a caballo, en sulky o en barco… porque ésa es su vocación y a eso lo envía la obediencia”[14]. Uno de los pedidos de fundaciones que tenemos, por ejemplo, es para trabajar con los indios nativos en South Dakota en Estados Unidos; otro es para fundar en otras dos ciudades más de Uzbekistán…  Nosotros como miembros del Instituto no podemos rechazar a priori un lugar. Tenemos que estar dispuestos a ir a cualquier lado, a todas las ciudades y sitios a donde Él quiere ir. Somos sus embajadores, como decía San Pablo: Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros[15]. Y dondequiera que vayamos, nuestra misión es siempre llevar a Cristo: “No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios”[16]. A la gente no le interesa saber de política, de jugadores de fútbol, del chismerío de la farándula, lo que la gente quiere escuchar del misionero es precisamente de Cristo, sin recortes, sin aguar su doctrina, sino que se predique su verdad con toda autenticidad y vigor. Y para eso hay que prepararse, hay que estudiar, hay que formarse bien.

Hace poco leía unas estadísticas de la agencia Fide[17] que decían que el número de sacerdotes en el mundo es de 414.336, lo cual hace que haya 1 sacerdote por 14.853 personas en el mundo. Asimismo, el número de seminaristas mayores en el mundo ha disminuido y son en la actualidad 114.058 (68.609 diocesanos y religiosos 45.449), casi 2000 seminaristas menos que el año anterior. Por eso no sorprende que hoy también Cristo nos diga: La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. El trabajo apostólico es enorme, por eso hay que taparse los oídos cuando alguno, contradiciendo las palabras del Señor, diga que hay muchas vocaciones. Los obreros siempre serán pocos y la mies siempre será mucha. Sólo los ladrones y salteadores[18], sólo el pastor mercenario[19], puede ser tan criminal que desvíe, desaliente, no trabaje por, o se oponga a las vocaciones. Siempre hay que rezar pidiendo a Dios que envíe obreros a su mies. Pero además hay que trabajar en pro de las vocaciones misioneras y uno de esos medios que tenemos para promocionar las vocaciones es precisamente la misión popular[20]. ¡Cuántos de los nuestros han conocido al Instituto por las misiones populares!

Hasta aquí todo bien. Cristo nos envía, vamos de dos en dos, vamos a todas partes… pero eso no quiere decir que no vayan a haber dificultades. Cristo no nos engaña, es bien explícito cuando nos dice: ¡Vayan!, mirad que os envío como corderos en medio de lobos. Insiste nuestro Señor: ¡Vayan!, como diciendo no dejen de ir, aunque nos advierte de los peligros que tendremos. Somos profetas inermes (quiere decir indefensos), desarmados, sólo tenemos armas espirituales. Por eso el derecho propio citando al gran y experimentado apóstol Pablo nos hace la siguiente exhortación: Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos…[21].

La pastoral es cruz

Ustedes lo han escuchado muchas veces y lo habrán experimentado otras tantas también: “La pastoral es cruz, dificultades, peligros, sufrimientos: no es aprovecharse de la leche, de la carne, ni de la lana de las ovejas. Los que evacuan la cruz, evacuan la pastoral. De ahí tantos estridentes y clamorosos fracasos pastorales. Tengan presente que las ovejas no seguirán el extraño; antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños[22][23].

Entonces Cristo nos hace la siguiente recomendación: No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. ¿Qué quiere decir esto? El derecho propio cuando explica esta consigna del Verbo Encarnado dice que “no quiere decir que nuestro Señor quiera que se prescinda de todo eso, sino que se enseña el espíritu de pobreza que debe tener el misionero. Es decir, no debemos estar apegados a lo innecesario. Hay que confiar ilimitadamente en la Providencia, poniendo los medios”[24]. 

Ahora es interesante que Cristo diga: Y no saludéis a nadie en el camino. ¿Acaso nos manda ser antipáticos o impacientes? ¡No! Lo que aquí nos indica nuestro Señor es que “la tarea es urgente, no hay que perder tiempo, ni tampoco ocasiones de hacer el bien: ‘la ocasión es como el fierro, hay que machacar caliente’[25][26], dice el Martin Fierro. Por tanto, hay que aprovechar al máximo todas las ocasiones que Dios nos da para hacer apostolado. Un día muchos de Ustedes muy probablemente estarán en alguna parroquia, y se van a dar cuenta cuán importante es que el sacerdote esté en la puerta al terminar la misa o al finalizar cualquier celebración, saludando a la gente, escuchando con atención, sin apuros, sin ansiedades a quien se le acerque. La inmensa mayoría de la gente solo va a misa los domingos, si ese día Ustedes no los atienden bien, no les prestan la atención debida, la gente va a ir a buscar ayuda en otro lado o van a dejar de ir y Ustedes se habrán perdido la hermosa oportunidad de hacer un gran acto de caridad. La caridad pastoral es imprescindible para realizar con efectividad el ministerio sacerdotal. Ténganlo siempre presente.

Pero “hoy en día, no alcanza con llamar a la gente para que vengan a la Iglesia. ¡Hay que salir al encuentro de las personas!”[27].  “Hay que ir a donde vive la gente, a sus ambientes, a sus lugares de trabajo”[28]. Jesús mismo visitó muchas casas y nos recuerda este apostolado en el Evangelio de hoy: En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa”. San Juan Pablo II daba gran importancia a este apostolado de las visitas. Por eso cuentan que una vez cuando visito una parroquia en Roma les dijo: “Vengo a vuestra parroquia para realizar en ella el principal ministerio apostólico: el ministerio de la visita”[29].

Notemos además que Cristo establece como el fin de la misión la paz, la paz en las almas, porque la misión lo que intenta es precisamente reconciliar a las almas con Dios. “Por eso es tan importante que en la visita personal se invite a todos a estar en gracia de Dios. De allí que hay que guiar la conversación con la gente, sin dejarse envolver por temas superficiales o menos importantes, sino apuntando a la conversión”[30].

Esa visita a las casas que tanto recomienda el derecho propio y el mismo Cristo, “no debe ser una ‘visita de médico’”, cortita; “ni tampoco con apuro, como haciendo un censo”[31]. A veces se da más importancia al número de casas que se visita en vez de a los frutos espirituales y no debiera ser así. Hay que tomarse todo el tiempo necesario como para poder detectar las necesidades espirituales de la familia, sus dificultades, poder evacuar sus consultas, responder sus dudas, desbaratar los sofismas contra la fe, etc.”[32]

El evangelio sigue diciendo que los setenta y dos regresaron alegres… “Siempre, inevitablemente, el misionero vuelve de la misión con una inmensa alegría. Tal vez no haya hombre más alegre que el auténtico misionero. Siempre se cumplirá lo prometido por el Señor: Bienaventurados los que trabajan por la paz…[33][34]. Cada semana cuando vemos el videíto de ¡Viva la misión! tenemos oportunidad de comprobar la alegría de nuestros misioneros, aunque estén en lugares muy adversos. Y es que “la característica de toda vida misionera auténtica es la alegría interior, que viene de la fe”[35].

Ahora ¿qué quiere decir cuando dice: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre y Cristo les responde: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”? Pues bien, allí se declara el efecto de una misión bien hecha: la caída del demonio al no poder atrapar a las almas en el pecado. Y ése es el motivo de la alegría misionera. Cristo sigue diciendo: Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño… Por eso ni aunque vengan todas las fuerzas del infierno juntas, tendrán poder sobre el misionero, ya que a éste los poderes le vienen de Cristo. Nada puede dañar al que es verdadero discípulo del Señor.

San Francisco Javier en una de sus cartas habla de los peligros de la misión, pero destaca que en la misión existen peligros más grandes que el veneno y que la muerte violenta, y que son la pérdida de la esperanza y de la confianza en Dios, cuando uno se ve amenazado, cuando el apostolado pareciera que no da fruto. Entonces dice el santo: “si es importante para su más grande servicio, Dios nos guardará de todos los peligros de esta vida, y sin su permiso y su autorización, los demonios y sus ministros ningún mal nos pueden hacer. Por eso nuestra seguridad reside en la palabra del Señor: El que ame su vida, según este mundo, la perderá, y el que la pierda por Dios, la encontrará[36]. Y en esta otra semejante: El que mete la mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Dios”[37]. 

El evangelio remata diciendo: pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos. “El motivo más grande de la alegría del misionero es haber sido elegido por el Señor para predicar su Evangelio; elección y misión que no quedarán sin recompensa: sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá la multitud de sus pecados[38][39].

[Peroratio] Termino haciendo mías las palabras del Beato Paolo Manna: “Tenemos necesidad de un auténtico ejército de hombres superiores, llenos del Espíritu de Dios, capaces de fundar y organizar nuevas cristiandades e Iglesias, capaces además, de sufrir mucho: no simples soldados, sino dirigentes; no asalariados ni aficionados, sino verdaderos Pastores de almas en el sentido más sublime de la palabra, que sepan formar a Jesucristo en las almas del desbordamiento de su tesoro de gracia y virtud”[40].  

A la Virgen Santísima, Reina de los Apóstoles, pidamos en esta Santa Misa la gracia de no reducir nunca, por nada, nuestra identidad misionera, ni olvidar la finalidad exacta del ministerio y del servicio apostólico al que hemos sido llamados: seamos hoy y siempre: esencialmente misioneros[41].

[1] Directorio de Misiones Populares, 45.

[2] Ibidem.

[3] Cf. Directorio de Misiones Populares, 46; op. cit. CIC, can. 770.

[4] Directorio de Misiones Populares, 3.

[5] San Luis María Grignion de Montfort, Reglas a los sacerdotes misioneros, 56.

[6] San Alfonso María de Ligorio, Obras ascéticas, Carta a un obispo nuevo, p. 380.

[7] Directorio de Misiones Populares, 15.

[8] Jn 20,21.

[9] Directorio de Misiones Populares, 16.

[10] San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, XVII.

[11] Constituciones, 90.

[12] Cf. Directorio de Misiones Populares, 17.

[13] Cf. Directorio de Misiones Populares, 18.

[14] Directorio de Misiones Populares, 19.

[15] 2 Co 5,20.

[16] Evangelii Nuntiandi, 22.

[17] http://www.fides.org/en/news/71000-VATICAN_CATHOLIC_CHURCH_STATISTICS_2021

[18] Jn 10,8.

[19] Jn 10,13.

[20] Cf. Directorio de Misiones Populares, 21.

[21] Ef 6,11-18.

[22] Jn 10,5.

[23] Directorio de Misiones Populares, 22.

[24] Cf. Directorio de Misiones Populares, 23.

[25] José Hernández, Martín Fierro, XXXII.

[26] Directorio de Misiones Populares, 24.

[27] Directorio de Misiones Populares, 25.

[28] Ibidem.

[29] San Juan Pablo II, Visita a la parroquia Santa Francisca Romana, (29/11/1981).

[30] Directorio de Misiones Populares, 26.

[31] Directorio de Misiones Populares, 29.

[32] Cf. Directorio de Misiones Populares, 27.

[33] Mt 5,9.

[34] Directorio de Misiones Populares, 35.

[35] Directorio de Misiones Ad Gentes, 169.

[36] Jn 12,25.

[37] https://www.deiverbum.org/lc-09_57-62/#San_Francisco_Javier

[38] St 5,19-20.

[39] Directorio de Misiones Populares, 38.

[40] Virtudes apostólicas, Carta circular nº 9, Milán 8 de abril de 1929.

[41] Constituciones, 31.

Otras
publicaciones

Otras
publicaciones