Para ser monjas de 10
2ª Parte
6. Actitud Maternal
Obrar que siempre tiene que ir acompañado por la unción maternal.
Esta actitud maternal en el trato con las almas, y que debe ser especialmente característico de Ustedes como superioras, es algo que Juan Pablo II –de una u otra manera– siempre les recordaba a las superioras.
Así por ejemplo en 1987 les decía que era responsabilidad primordial de las superioras el asumir la “diaria función maternal de animación espiritual de las almas consagradas. He aquí el papel primordial de su servicio –les recordaba–: nadie puede reemplazarlas en el cumplimiento de esta misión que las invita a ser acogedoras y llenas de afecto con las personas que les están confiadas”[1].
El Directorio de Vida Consagrada de Ustedes es bastante extenso en este tema (y debería ser tema de estudio constante de todas, pero especialmente de las que en el Instituto se desempeñan como superioras) porque es lo que “define la esencia y la función de la religiosa en la Iglesia”[2]. Allí encontramos expresiones tales como “consumir sus vidas sirviendo”[3], “jamás se olvidarían de ninguna [de sus hijas], porque su amor es sobremanera auténtico”[4] y la invitación constante a hallar en la Santísima Virgen María su modelo más acabado de madre espiritual[5].
Y “si verdaderamente es madre, dice el P. Buela, tiene que hacer todo lo que hace una madre”. Lo cual implica toooodo un ramillete de virtudes y una larga lista de oficios. ¡Esto Ustedes lo saben mejor que yo!
Les soy franco, yo no intento darles una lección de lo que una superiora-madre debe ser, pero sí quiero decirles con Juan Pablo II que esa maternidad debe ser según el ejemplo de la mejor de las madres: María Santísima; que nos dio el más acabado “ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres”[6] y que por tanto hace que estas madres sean “fuertes, gentiles, intrépidas, siempre sacrificadas porque son consagradas, a veces cansadas, y sin embargo siempre generosas”[7], decía el Papa.
Una vez, también hablando de la maternidad espiritual, Juan Pablo II citó un escrito de Santa Edith Stein donde detalla precisamente en qué consiste este amor de madre. Dice así: “Darse a Dios, olvidadas totalmente de sí, no tener en cuenta la propia vida individual para dejar espacio a la vida de Dios, he aquí el motivo profundo, el principio y el fin de la vida religiosa. Cuanto más perfectamente se realiza esto, tanto más rica resulta la vida divina que llena el alma. Pero esta vida divina es el amor; amor desbordante, que no tiene límites y que se dona libremente; amor que se inclina misericordioso hacia cada necesidad; amor que sana al enfermo y despierta a la vida espiritual lo que estaba muerto; amor que protege, defiende, nutre, enseña y forma; amor que se aflige con los afligidos y se goza con quien está alegre; que está presto al servicio de cada uno para cumplir el designio querido por el Padre; en una palabra: el amor del Corazón divino”[8]. Ese es el amor maternal que se espera de Ustedes.
Este amor no tiene nada que ver con el espíritu de “monja avinagrada”[9] como le llama el Padre Buela, o con la monja que en su trato es “airada, mal sufrida, enojada, áspera, que habla mucho y vanamente, que es embrollona e intrigante”[10], ni es la actitud de la superiora que sólo está pendiente de las monjas que le sonríen y asienten a cuanto ella dice. Su solicitud es por todas las hermanas que están bajo su cuidado y, a decir verdad, por todos los miembros de la Familia Religiosa. Por eso es de capital importancia el nutrir la caridad sobrenatural y el saber que esa maternidad espiritual debe ser ejercida como “un servicio apostólico”[11]. Todas las superioras, de la primera a la última, deberían ser ejemplo en el ejercicio de esta maternidad espiritual con las hermanas y con los miembros del IVE cualesquiera sean: seminaristas, capellán, profesor, novicio… no importa, somos todos miembros de la misma familia y Ustedes son las ‘madres’.
El Directorio de Vida Consagrada de Ustedes tiene un párrafo que el nuestro no tiene, pero que considero conveniente citar aquí que estamos hablando de la maternidad espiritual, que es en definitiva un ejercicio de caridad y exige cierta formación. Párrafo que conviene tener en cuenta a la hora de seleccionar a las futuras superioras.
El texto dice lo siguiente: “Una religiosa que no ordena su afectividad, que busca ser querida por los demás de un modo egoísta, que quiere ser el centro de atracción y más que servir busca su propia comodidad y ser servida, que se posesiona de los prójimos no sólo buscando afecto de un modo desordenado sino queriendo ejercer orgullosamente su dominio –peor aún si se trata de superiores–, que hace acepción de personas rodeándose de obsecuentes aunque evidentemente no sean los más aptos ni los mejores, sino solamente los que adulan y jamás contradicen, que no soporta el más leve desprecio o corrección –aun teniendo la razón–, etc.,”[12] no puede ser superiora. Sería un desastre, “aunque cumpla perfectamente –lo cual será bastante raro– con todas las observancias ‘materiales’ de la vida religiosa”[13]. Y el mismo Directorio dice: “sería una mentira viviente”.
¡Ojo con eso!: la observancia externa, no necesariamente implica capacitación para el mando ni mucho menos tener el espíritu maternal que debe imperar en una superiora.
Definida por el derecho propio una superiora que tiene “espíritu de madre, tiene paciencia en el trato y en soportar los defectos, debe ser justa en reprender y castigar las faltas, tener confianza y también esperanza de su enmienda, y por encima de todo deberá tener la caridad exquisita que sólo busca el bien de los súbditos”[14].
“Ahora bien, para conseguir hermanas adornadas de estas cualidades, es de gran importancia tener al frente del Instituto superioras de buen criterio –dice San Juan Bosco–; superioras que posean a fondo, y practiquen ellas mismas, las virtudes que deben inculcar a las hermanas. Es necesario –sigue diciendo el santo– que las superioras amen a todas sin distinción…; pero a esta caridad paciente y benigna deben unir cierta firmeza de carácter que, cuando haya necesidad, sepa impedir los abusos y la inobservancia de las Constituciones sin la menor violencia, pero también sin respeto humano”[15].
Termino este punto con una pequeña cita de Don Orione hablando de la caridad que debe animar a todas las religiosas-madres: “La caridad no tiene nada de arbitrario, nada de duro; encuentra su felicidad al esparcir e irradiar a su alrededor la bondad, la dulzura, la gentileza, una cosa desea: inmolarse a sí misma para hacer la felicidad y la salvación de los demás, para gloria de Dios”[16].
Realmente, es mi deseo para todas las Servidoras, las presentes y las futuras, que en ese espíritu ejerzan su maternidad espiritual.
7. Ejercicio de la autoridad
Intrínsecamente asociado a este tema de la maternidad espiritual viene el ejercicio de la autoridad por parte de las superioras. El cual reviste una importancia de primer orden, dice Juan Pablo II. Y por eso continúa diciendo: “El ejercicio de la autoridad, con espíritu de servicio y de amor a todas las hermanas, es un tema vital, aun cuando es difícil y exige no poca valentía y entrega. La superiora tiene el deber de ayudar a la religiosa para que realice cada vez más perfectamente su vocación. La superiora no puede sustraerse a esta obligación ciertamente ardua, pero indispensable.
El cumplimiento de este deber exige oración constante, reflexión, consulta, pero también decisiones valientes, con conciencia de la propia responsabilidad ante Dios, ante la Iglesia y ante las mismas religiosas que esperan este servicio. La debilidad, como el autoritarismo, constituyen desviaciones igualmente perjudiciales para el bien de las almas y para el anuncio del Reino”[17].
Es por eso que el derecho propio define el oficio de gobernar como un oficio sagrado[18], como una Cruz[19], y en definitiva como un servicio[20].
Nuestro Fundador nos ha legado con el ejemplo y con la palabra un riquísimo patrimonio sobre el cual aprender el modo en que se ejerce la autoridad en nuestro Instituto y todas las superioras de las SSVM deben ser fluidas en el conocimiento de esta doctrina. “El régimen de gobierno que tiene que haber, dice el P. Buela, es un régimen evangélico, propio de una familia, donde el superior, la superiora no es déspota, no es dictador, no es un sargento. Eso es una burla al Evangelio y a Jesucristo. Sí, tenemos los votos religiosos, pero según el Evangelio. No tenemos que imitar tipos de obediencia formales, externos y que se realizan en otros ámbitos”[21]. “No existe en la Iglesia Católica un régimen de gobierno de tipo militar; eso no existe, no debe existir. Somos la ‘familia de Dios’, dice San Pablo”[22].
De aquí que el derecho propio afirme que el ejercicio de la autoridad en nuestro Instituto “debe ser ante todo fraterna y espiritual, y tiene que saber involucrar mediante el diálogo a las hermanas en el proceso de decisión; sin embargo, la última palabra corresponde a la autoridad, a quien compete también hacer observar las decisiones tomadas”[23].
Respecto al ejercicio de la autoridad como servicio, sigue diciendo el P. Buela: “Los que tienen en la comunidad responsabilidades [como las que son superioras] tienen que huir de la tentación de considerarse ‘grandes’ y de hacer sentir su autoridad. El primero debe hacerse el último; el grande, pequeño; el jefe, servidor”[24].
Esto significa que se ha de “gobernar a los súbditos como a hijos de Dios; y las que son superioras han de proyectar sobre sus súbditas la misma caridad con que Dios las ama en cuanto hijas”[25]; significa “mostrar veneración a la persona humana, específicamente de sus súbditas, basada en la dignidad de toda persona”[26] (porque puede haber superioras que pretendan esta veneración sólo hacia ellas, entonces en vez de hijas tienen un séquito que las atiende). Además este oficio requiere saber “oír de buen grado” –sin apuros, poniéndose dentro del marco de pensamiento de la otra persona[27]– y fundamentalmente “decidir y mandar lo que deba hacerse”[28]. Pero muy principalmente implica también el “promover la obediencia voluntaria, impulsando la voluntariedad en la obediencia, la libertad sumisa”[29].
Por lo tanto, todas las superioras del Instituto de las Servidoras, tienen que ser maestras (presten atención en lo que les digo) “maestras en el sistema preventivo de Don Bosco” que tan bien explicado está en el Directorio de Oratorios. ¿Por qué? Porque el espíritu oratoriano es la plasmación de nuestra espiritualidad y por lo tanto se debe vivir en todas nuestras casas, no sólo en las de formación, no sólo en los hogarcitos, sino en cada comunidad de hermanas. Allí hay lineamientos concretos y excelentes de cómo se ejerce la autoridad en nuestra Familia Religiosa. ¿Cómo puede haber superioras que jamás lo hayan leído?
Miren, allí se enseña a las superioras a “mostrarse siempre como madres”, “a procurar hacerse amar más que temer”, “a fomentar la confianza entre súbditas y superioras”, “a mostrar gusto por lo que les gusta a los súbditos”, “a promover aquel espíritu de familia, por el cual ‘la familiaridad lleva al afecto y el afecto lleva a la confianza’” y así podríamos seguir con una larga lista que les haría la vida más fácil a todas.
Pocas cosas molestan tanto a las súbditas como la superiora que es distante, altiva, que jamás se abaja a ellas, que pareciera gobierna ‘sentada detrás de un escritorio’ y jamás se mezcla con los quehaceres de sus hijas. ¿Ustedes quieren que las hermanas hablen con Ustedes, que les abran el corazón, que les obedezcan prontamente? El secreto está en la familiaridad y en la confianza, que no se obtiene si no es en la cercanía con la otra persona, en la actitud de servicio de parte de Ustedes –de hecho y por obra– (genuino y no sólo de palabra). Entonces si una hermana les pide verse con Ustedes, inmediatamente tienen que hacer arreglos para que eso suceda dentro de los límites posibles del tiempo y del espacio, jamás limitarse a una cercanía por WhatsApp (no es que esté mal, sólo digo que no hay que limitarse a eso). Si las hermanas las perciben inaccesibles, si para hablar con Ustedes hay que pedir una cita con una semana de anticipación (o más), si les escriben un email y con suerte al mes les contestan, si el diálogo entre Ustedes y las hermanas se restringe ‘sólo y únicamente’ a la visita canónica, si Ustedes no saben hacer corresponsables a las demás participándoles lo que saben sobre el Instituto o sobre las misiones, si jamás les preguntan si necesitan algo o cómo les pueden ayudar, si hablan con Ustedes y al minuto o dos ya el resto de la comunidad sabe de qué hablaron, si ellas escuchan cómo Ustedes critican a otras religiosas (cosa que no debiera suceder)… todo eso, hermanas, arranca –yo diría que de raíz– la confianza y la familiaridad que debería darse entre Ustedes. Y siembra un descrédito tal respecto de la autoridad, que a duras penas algún día se podrá subsanar, con el gran perjuicio que eso conlleva en la vida religiosa.
Yo sé y me consta que no es fácil en nuestros días cumplir con esa misión de superioras. Acabamos de decir que es Cruz. Por eso haciendo mías las palabras de Juan Pablo II las aliento a no abdicar de su deber y del ejercicio de la autoridad; a ejercerla con profundo sentido de la responsabilidad que les incumbe ante Dios y ante las hermanas. Con toda comprensión y fraternidad, no renuncien a practicar, cuando fuere necesario, la paciente corrección; para que la vida de las hermanas cumpla con la finalidad de la consagración religiosa. Esas dificultades irrenunciables de su misión son parte de la propia entrega vocacional[30].
Sin darse cuenta Ustedes están formando a las superioras futuras, a las que un día han de gobernar el Instituto. No dejen de tenerlo presente.
8. Formación
En las Conclusiones del último Capítulo General de Ustedes constan los muchos avances que se han hecho respecto de la Formación de las hermanas, y por la extensión del tema, se hace patente la importancia que ello tiene en el Instituto. En esa dirección hay que seguir. En todos los ámbitos y etapas que abarca una formación cabal, de acuerdo a la identidad y misión del Instituto.
Ahora yo simplemente les quería mencionar sólo dos cositas que dice San Juan Pablo II al respecto:
- La formación de las formadoras.
- Una formación orientada a “morder la realidad”.
Respecto de lo primero, Juan Pablo Magno afirmó: Deseo que los institutos que acogen a numerosas candidatas (como es en el caso de Uds., por gracia de Dios), preparen a las formadoras que las acompañarán con competencia, paciencia y eficacia durante toda su formación inicial y permanente[31].
Acerca de esta eficacia me parece importante hacer notar que es imperativo que quienes se desempeñen como formadoras estén imbuidas a pleno del espíritu de la Congregación. Es en este sentido que el derecho propio dice: “La formación de las formadoras reviste un carácter prioritario[32]. [Es necesario que los] formadores sean capaces de ‘formar jóvenes de gran espíritu, que sepan transmitir a las nuevas generaciones de nuestra Familia Religiosa, el carisma que el Espíritu Santo concedió al fundador’[33]”[34]. Y por tanto, todas las formadoras deben estar unidas en un mismo espíritu y tender a un mismo fin[35]. Acuérdense que el futuro del Instituto, depende, fundamentalmente, de la formación que se les dé a los miembros en los tiempos de preparación[36]. Y en eso hay que saber invertir nuestras mejores energías y recursos.
A veces se cae en el error de elegir formadoras que sólo tienen buen trato, pero que tienen grandes fallas en lo que hace al conocimiento del espíritu del Instituto (quizás por muy nuevas, quizás porque no se curtieron en una misión apostólica, quizás porque eso fue lo que aprendieron…). Otras veces son versadas en el Magisterio de la Iglesia y en lo doctrinal, pero tampoco conocen a fondo el patrimonio del Instituto. Otras veces son tan ásperas y distantes que hacen insufrible cualquier aprendizaje o son tan aferradas ‘a lo propio’ [de ellas] que dificultan la asimilación en la candidata que es de otra cultura.
Digo, sé que no es fácil, pero hay que buscar un equilibrio entre las virtudes humanas que se requieren para tal oficio juntamente con la formación doctrinal y el conocimiento a fondo del patrimonio del Instituto.
Respecto a lo segundo, es decir, a la formación orientada a “morder la realidad”, es algo clave para nosotros. Y como bien saben ustedes pertenece a uno de los elementos no negociables adjuntos al carisma y por lo tanto se debe enfatizar en la formación que se imparte en nuestras casas. En este sentido lo primero es conformar nuestra vida a la del Verbo Encarnado. Eso está claro. Mas también esta formación apunta a formar mujeres capaces de afrontar la realidad con una visión sobrenatural, para transformarla según el espíritu del Verbo Encarnado y según el modo de la Encarnación, esto es: asumiendo las culturas que deben ser evangelizadas[37]. Y fieles al misterio del Verbo Encarnado encarar la evangelización sin diluir la fe en lo racional, sin convertir lo sacro en profano, sin caer en espiritualidades insustanciales, sin aceptar ninguna visión dualista y maniquea de la realidad ni tampoco aquella que considera que la realidad tiene un carácter unidimensional[38].
De allí la importancia que le damos a la formación tomista y lo importante que es que las hermanas aprendan a Santo Tomás no como un catecismo, sino que se les enseñe a pensar. Formación que no se debe restringir a los años de formación inicial, sino que se debe extender incluso a la formación permanente –como creo que ya se hace en varias provincias– y que las habilite a dar una respuesta positiva a la problemática actual desde el punto de vista del Evangelio.
Por eso nuestro Padre Espiritual señalaba la necesidad de una puesta al día seria y auténtica, por parte de la religiosa, en los distintos campos doctrinales, superando los peligros de la superficialidad y la emotividad. Es necesario, por tanto, vigilar atentamente los varios medios de renovación y orientación (libros, periódicos, revistas, cursos de estudio, etc.), a fin de no dejarse desconcertar por ideas falsas ni tampoco encaminar por senderos errados a las personas con quienes se trata. Cada familia [y cada persona] desea la verdad de parte de quien está consagrada a Dios; sed, pues, fieles y felices de poder anunciarla y testimoniarla[39].
9. Pastoral vocacional
No se puede “ser una monja de 10” y no trabajar por las vocaciones. Por eso otro de los pedidos de San Juan Pablo II a las superioras mayores hace referencia precisamente a la pastoral vocacional.
“El gobernar es cruz; el verdadero poder son las vocaciones”[40], dice el Directorio de Gobierno.
¿Cuánto se hace a nivel Gobierno General y en las Provincias por la pastoral vocacional? Y cuando digo vocaciones no digo solamente vocaciones a la vida consagrada, sino también vocaciones sacerdotales.
Sé que en muchas partes se hacen los open-house o los come and see como se conoce en algunos lados la modalidad por la que se invita a las jóvenes a pasar uno o varios días en el convento y conocer un poco más del Instituto. ¡Y eso está muy bien! Hay que seguir haciéndolo y cada vez mejor y de más calidad. Pero ese no es el único medio. El derecho propio habla de “reactivar una intensa acción pastoral… de una pastoral juvenil entusiasta, [que le] dé a la Iglesia los servidores que necesita”[41]. Si el P. Buela dice que toda parroquia debería tener un buen oratorio, análogamente en cada convento deberían por lo menos tener un grupo de niños, de jóvenes, etc. –siempre que sea posible claro está; si trabajan en un asilo de ancianos, la cosa va a estar más difícil– pero siempre se puede y se debe hacer algo por las vocaciones.
Creo que alguna vez lo conté en una carta circular, pero se los vuelvo a decir ahora. No sé si conocen la historia del Beato Jordán de Sajonia, dominico. Él a solo tres años de haber entrado a la vida religiosa reemplazó a su Fundador y llegó a ser Superior General de toda la Comunidad. Y en este cargo duró 15 años, hasta su muerte en 1237. Durante su mandato se fundaron 249 casas de la Congregación y se hicieron seis nuevas provincias de religiosos. Ahora, piensen ustedes, que hay que tener gente para mandar a todas esas casas. Y es que dicen que Jordán de Sajonia tenía gran influencia entre los universitarios. Uno de los antiguos biógrafos, compañero suyo, dice: “Las casas religiosas donde habitaba el Padre Jordán parecían colmenas, por los muchos jóvenes que entraban a hacerse religiosos, y por los muchos que de allí salían para ser superiores de otras casas religiosas. Por eso él al llegar a un convento mandaba hacer muchos hábitos religiosos, teniendo confianza en que Dios le enviaría muy numerosas vocaciones, y así le sucedía en todas partes”.
El Padre Jordán no sólo se iba a las universidades a conseguir jóvenes muy bien instruidos, para que se hicieran religiosos, sino que también se iba a los campos y a los barrios obreros a invitar muchachos sanos, aunque fueran ignorantes, a que entraran en la comunidad. Y esto le valió la acusación de que él recibía a gentes que no le iban a dar gloria a su Congregación.
Se los cuento primero por la importancia del apostolado universitario como fuente de vocaciones, pero también para hacer notar eso que dicen las Conclusiones del Capítulo de Ustedes en el 2016, a saber: “estar muy atentas a no poner obstáculos a las vocaciones siendo por el contrario muy pacientes en dar los tiempos necesarios, teniendo presente que la selección de la candidata, si bien debe ser seria, sin embargo, debe ser progresiva, no siendo demasiado exigentes al comienzo, como siempre se nos ha aconsejado, buscando el punto medio, ‘la selección tiene que ser seria pero se tiene que tener también misericordia’ (cfr. anexo Conclusiones Capítulo 2010)”[42].
Ciertamente que no van a faltar los que digan que porque tienen muchas vocaciones ‘ahí falta discernimiento’ o que ‘no es normal’ poniéndole límite a la Providencia Divina y autoconstituyéndose en consejeros de Dios que es quien las llama. Que eso no las desanime para seguir haciendo todo lo que puedan por las vocaciones. Cada una debe sentirse responsable de la pastoral vocacional y eso deben trasmitírselo a las hermanas cuando vuelvan a sus países, proponiendo iniciativas en concreto, entre las cuales no puede faltar la promoción de los Ejercicios Espirituales.
Pero también recordar siempre que el “centro de toda pastoral vocacional” es la oración. ¿En cuántas Provincias todavía no se promueve como se debiera el apostolado de las 40 Horas? Con esto no quiero decir que Ustedes no rezan por las vocaciones, sino que siempre se trata de hacer más y mejor por la causa de Cristo, usando todos los medios que están al alcance. Vuélvanse promotoras del apostolado de las 40 Horas. Y Ustedes mismas siempre que puedan ofrezcan al menos una de esas 40 Horas por las vocaciones en su Provincia.
Juan Pablo II les decía a las superioras: “Orad sin intermisión por las vocaciones religiosas: [para que] el ideal de la vida consagrada, don inmenso y gratuito de Dios, ejerza un atractivo cada vez mayor en numerosas jóvenes orientadas hacia las realizaciones más altas y nobles”[43].
Finalmente, el Padre Buela también dice: el gran secreto del florecer vocacional es la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, el único que tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68). La cual no debe faltar en nuestro anuncio.
10. Modelo: María Santísima
Por último, y como no podría ser de otro modo, una y otra vez el Santo Pontífice exhortaba a las religiosas a encontrar en la Madre del Verbo Encarnado el Modelo Ideal de lo que una consagrada debe ser. Y por eso ya en el ’87 les decía: “En la realización de vuestra misión apostólica, tenéis el modelo de la figura de María, … Que puedan descubrir en Ella, cada vez con mayor profundidad, el modelo de su consagración a Dios y, al mismo tiempo, el de su compromiso apostólico al servicio de sus hermanos”[44].
Noten Ustedes que Juan Pablo II señala a María como modelo 1) de consagración religiosa y 2) de servicio.
Respecto a María como modelo de consagración religiosa el Directorio de Vida Consagrada tiene una sección dedicada a tratar el tema. Allí se menciona cómo la Virgen es modelo perfecto de consagración al que todos nosotros –y muy especialmente Ustedes, madres– deben contemplar e imitar. Porque la Madre de Dios es “la Virgen obediente”, “la mujer contemplativa”, “la misionera”, “la única sensible a las necesidades de Caná; la testigo firme al pie de la Cruz; el centro de unidad que mantuvo unida a la Iglesia recién nacida en su expectación del Espíritu Santo”[45].
Mas también se nos señala a María Santísima como Modelo (con mayúsculas) de amor esponsal y de amor maternal, tan imperiosamente necesarios para una religiosa. Ya que ser religiosa, implica ser esposa de Cristo, y si ha de ser esposa de Cristo ha de abrazar la misma vida de pobreza y virginidad de Cristo, que significa asumir también el tipo de vida de María[46].
Nuestra Madre del Cielo es en verdad la estrella que brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de elegidos[47] Y de esas virtudes de la Madre, dice el Santo Papa Pablo VI, “se adornarán los hijos, que con tenaz propósito contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida”[48].
¿Cuáles son entonces, esas virtudes que con especial resplandor deben sobresalir en las religiosas? Las menciona también Pablo VI en su exhortación apostólica Marialis Cultus: “la fe y la dócil aceptación de la palabra de Dios; la obediencia generosa; la humildad sencilla; la caridad solícita; la sabiduría reflexiva; la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos; agradecida por los bienes recibidos, que ofrecen en el templo, que ora en la comunidad apostólica; la fortaleza en el destierro, en el dolor; la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor; el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la Cruz; la delicadeza previsora; la pureza virginal; el fuerte y casto amor esponsal[49].
Nada más incoherente con este Modelo que la religiosa (o la superiora si quieren) que no es obediente, o mejor dicho que obedece “según quién manda o qué manda”[50], o “que obedece en medio de la murmuración y la queja, y del ‘espíritu de oposición’, o simplemente como muestra del servilismo y de la obediencia farisaica que la anima[51]. Nada más lejos del Modelo de consagración que es María Santísima la religiosa/la superiora que no es ni humilde ni sencilla y que muchas veces se conduce con altanería, o todo lo hace para ser vista, para que tengna ‘un buen concepto’ de ella (criollamente diríamos: ‘lo hace para asegurarse el puesto’). Contradicen también este Modelo magnífico de consagración quienes no son agradecidas, sino que todo lo exigen (o piensan que “todo les es debido”), quienes lejos de poseer esa sabiduría reflexiva que menciona el Papa, son impulsivas, gobiernan y toman decisiones de acuerdo al estado de ánimo que tienen ese día.
¿Han notado Ustedes, que la Virgen Santísima es Modelo también de ese cuidado vigilante que hay que tener con todos los hijos? No solo con esta o con aquella ‘porque después necesito que me ayude con algo’, sino con todos, incluso los sacerdotes. Y esto al punto tal, que en imitación a María Santísima, las religiosas y sobre todo si son superioras, deben ejercer esa virtud que el Papa menciona casi al final y que es la delicada previsión (en inglés es her delicate forethought). Quiere decir que se adelanta, prevé con anticipación cuáles serán las necesidades que tendrá el hijo/a, lo cual implica ponerse en su lugar y con gran olvido de sí saber disponer los medios, anticiparse con la palabra oportuna y así… hacer esas genialidades que hacen las madres que hace que uno diga: “justo yo estaba pensando en cómo iba a hacer y …” “o era justo eso lo que necesitaba …”, etc. Porque el amor maternal de la Virgen es “un amor concreto, que no se limita a palabras de comprensión, sino que se compromete personalmente en una asistencia auténtica”[52].
Por eso la Virgen también es Modelo de servicio “hasta la ignominia de la Cruz”. La imagen de la Virgen Santísima al pie de la Cruz –como explica el P. Buela– “debe recordarles no sólo el por qué, sino el lugar, la función y la misión de las Servidoras”[53].
“Que la Virgen María las ayude a amar, a costa de cualquier sacrificio, incluso hasta el heroísmo, como lo han sabido hacer tantas hermanas vuestras. Que su presencia sea para cada una de vosotras guía y ayuda”.
Nunca olviden que nuestra espiritualidad quiere estar especialmente signada, con especial relieve[54], por nuestra devoción a la Madre de Dios. Recurran siempre a Ella. Distínganse por su devoción a la Virgen. Y animen y sostengan las vocaciones a Ustedes encomendadas, a ejemplo de María, por la generosidad de su fiat.
Sepan que la Virgen no sólo es su modelo sino también su Madre. Y, por lo tanto, recurso seguro en la necesidad, fuente de fortaleza en los momentos de dificultad y de peligro y lo más grande que tenemos en este valle de lágrimas.
* * *
En fin, como les decía al principio, yo creo que estos 10 puntos, si son mantenidos, si son hechos vida en cada una de ustedes y de las jurisdicciones que tienen a cargo, van a ser determinantes en la vida del Instituto. Es mucho lo que está en juego y es muy importante que Ustedes se mantengan cabal y genuinamente firmes a los principios que desde los orígenes han guiado el Instituto. La palabra clave aquí es fidelidad: fidelidad a Dios, fidelidad al carisma y al patrimonio del Instituto, fidelidad a la Iglesia que lo ha aprobado; todo lo cual es, en definitiva, fidelidad a uno mismo también.
Estos son tiempos de prueba y ¡bendito sea Dios que así sea! “Porque conviene que no nos falte Cruz como a nuestro Amado”[55]. Y porque la Cruz es absoluta y definitivamente parte del programa.
¿Acaso no se los decía el Fundador en uno de los primeros sermones predicados a las Servidoras? “La Cruz donde están el Señor y la Virgen de Matará constituye un hermosísimo programa de vida que deberán esforzarse por alcanzar las que se enorgullezcan de llevar ese nombre, con la gracia de Dios, que nunca falta si uno hace lo que hay que hacer. Proyectar a las nuevas generaciones los altos ideales expresados en esta Cruz deberá ser un renovado empeño de todos y cada uno de los miembros de nuestra Familia Religiosa a través de los tiempos para que resuene el Evangelio de Jesucristo en todo rincón de la tierra: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio (Mc 16,15)”[56].
Una última anécdota: San Juan Bosco un día después de una toma de hábito en la que había repartido muchos crucifijos les dio una charla a las Hijas de María Auxiliadora donde había muchas superioras y directoras. En esa ocasión les dio algunos consejos que yo creo vienen muy bien también para Ustedes.
San Juan Bosco les decía: “todos busquemos cargar, no con la cruz que nosotros queramos, sino con la que nos destine la santa voluntad de Dios [como puede llegar a ser el cargo que ustedes ocupan y en las circunstancias presentes por las que atraviesa la Familia Religiosa]. Llevémosla cada uno alegremente, pensando que como los años pasan, también la cruz. […] Sí hijas, llevemos con amor cada uno nuestra propia cruz y no la apoyemos sobre los demás. Cada cual se diga a sí misma: ‘Ciertamente yo soy cruz para los demás, como también los demás lo son con frecuencia para mí; pero mi cruz la quiero llevar yo solo, y yo no he de ser cruz para otros’. […] Esto vale especialmente para vosotras, maestras y directoras, que andáis directamente ocupadas en la salvación del prójimo. […] Quizás trabajéis mucho y, a pesar de todo, no consigáis que los demás estén contentos. Trabajad siempre por la gloria de Dios, y llevad, siempre, bien vuestra cruz, porque así agrada al Señor. Cierto, habrá espinas, pero espinas que con el tiempo se trocarán en flores que durarán toda una eternidad […] Haced el bien, haced buenas obras. Fatigaos, trabajad todas mucho y siempre por el Señor con buena voluntad. Sí. No perdáis el tiempo. Haced todo el bien que podáis. Nunca os arrepentiréis de ello”[57].
“Cumpla, por tanto, cada uno el oficio que se le ha confiado; pero cúmplalo con celo, con humildad y confianza en Dios, y no se acobarde si ha de hacer algún sacrificio penoso para él. Sírvale de consuelo el pensar que sus fatigas redundarán en utilidad de aquella congregación a la cual nos hemos consagrado”[58].
Al contemplar así de un vistazo estos 10 puntos que señalaba Juan Pablo II y examinándose uno personalmente y también cómo está llevando adelante el oficio sagrado que se le ha encomendado, no pocas veces uno cae en la cuenta de que somos siervos inútiles; pero jamás debemos desalentarnos, ni retroceder, ni descender ni un punto respecto de los ideales y de los santos intereses del Instituto.
“Tened confianza en Jesús aun en vuestros desalientos, aun cuando vuestro cuerpo o vuestro espíritu estén reducidos a impotencia y se nieguen a ayudaros. Decid entonces: No me apoyo en mí misma, Dios mío, sino en vos, y en vos todo lo puedo si me ayudáis. No tengo nada, ni puedo casi nada, pero, así y todo, voy a comenzar. Vos acabaréis. –Y, dicho esto, poned manos a la obra; haced lo poco que podáis, que Dios se encargará de lo demás. Dios se complace en multiplicar las dificultades, detiene y clava en la impotencia. Bien se quisiera, pero no se puede. Se desemboca en una agonía […]. Pero cuando se da un paso orando e invocando, viene Dios, da alas de amor y ya os asombraréis de ver cómo voláis con libertad y gracia. ¡Ea! nuestro Señor es vuestro; id a Él con confianza. Ejercitaos en la confianza. Confiad siempre en Él y desconfiad de vosotras: gracia que os deseo para hoy y para siempre”[59].
En fin, solo me queda darles mucho ánimo y desearles como siempre todo lo mejor. Que la Virgen las proteja siempre y las bendiga mucho.
AMDG
[1] A la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (14/05/1987).
[2] Directorio de Vida Consagrada, 297.
[3] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 295; op. cit. Pío XII, Sacra Virginitas, 32.
[4] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 296; op. cit. Liturgia de las Horas, Del testamento espiritual de Santa Angela de Merici, virgen (2.° lectura, 27 de enero); Conferencia Episcopal Argentina, Barcelona 200017, t. III, 1347.
[5] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 299.
[6] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 479; op. cit. Evangelica Testificatio, 56. Citado por San Juan Pablo II en su Discurso a la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (16/05/1991).
[7] A la Unión de Superioras Mayores de Italia, en Roma (09/04/1988).
[8] Ibidem.
[9] P. Carlos Buela, IVE, Servidoras I, Parte I, cap. 3, 7, 5.
[10] Cf. P. Carlos Buela, IVE, Servidoras I, Parte I, cap. 3, 4, 2.
[11] A la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (16/05/1991).
[12] Directorio de Vida Consagrada, 273.
[13] Ibidem.
[14] Directorio de Vida Consagrada, 443.
[15] Cf. Obras fundamentales, Documentos personales de Don Bosco referentes a las Hijas de María Auxiliadora, carta convocatoria del Capítulo General de 1886.
[16] Cartas de Don Orione, Volumen II, carta 59, 1934.
[17] A la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (14/11/1979).
[18] Directorio de Gobierno, 1.
[19] Directorio de Gobierno, 107.
[20] Cf. Constituciones, 301.
[21] Servidoras II, Parte III, cap. 2, 3.
[22] Ibidem.
[23] Directorio de Vida Consagrada, 454.
[24] Servidoras I, Parte II, cap. 2, 1.
[25] Cf. Constituciones, 302.
[26] Ibidem.
[27] Cf. Fulton Sheen, The Power of Love, p. 23. [Traducido del inglés]
[28] Ibidem.
[29] Ibidem.
[30] A los superiores y superioras mayores en Loyola (06/11/1982).
[31] A la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (16/05/1991).
[32] Cf. Constituciones, 268.
[33] Directorio de Espiritualidad, 119.
[34] Directorio de Estudiantados, 39.
[35] Cf. Directorio de Estudiantados, 52.
[36] Cf. Directorio de Espiritualidad, 90.
[37] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 339.
[38] Cf. Constituciones, 40; cf. Directorio de Espiritualidad, 21, 61-65 y cf. P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, cap. 8, 13 y 14.
[39] A la Unión de Superioras Mayores de Italia (11/10/1980).
[40] 107.
[41] Cf. Directorio de Vocaciones, 85.
[42] 28.
[43] A la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (14/11/1979).
[44] A la Unión Internacional de Superioras Generales en Roma (14/05/1987).
[45] Congregación para los Religiosos e Institutos seculares, Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa dirigidos a los Institutos dedicados a obras apostólicas, 53. Citado en Directorio de Vida Consagrada, 477.
[46] Cf. P. Carlos Buela, IVE, Servidoras IV, Parte III, cap. 1, 1. 2; cf. Vita Consecrata, 28.
[47] Cf. Lumen Gentium, 65.
[48] Marialis Cultus, 57.
[49] Ibidem.
[50] Direcotrio de Vida Consagrada, 187.
[51] Cf. Constituciones, 79.
[52] San Juan Pablo II, Homilía en su peregrinación apostólica en Lourdes (15/08/2004).
[53] Cf. Servidoras I, Parte I, cap. 1.
[54] Directorio de Espiritualidad, 19.
[55] San Juan de la Cruz, Epistolario, Carta 11, A doña Juana de Pedraza, en Granada, Segovia, 28 de enero de 1589.
[56] Servidoras I, Parte I, cap. 1. 2.
[57] Obras fundamentales, Documentos personales de Don Bosco referentes a las Hijas de María Auxiliadora, Plática del 23 de agosto de 1885 en Nizza Monferrato.
[58] Obras fundamentales, Parte III, Reglas o Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales, [15], 4.
[59] San Pedro Julián Eymard, Ejercicios espirituales dados a las Siervas del Santísimo Sacramento.