Inauguración del Año Académico 2017-2018 en Fossanova

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Misa votiva de Santo Tomás de Aquino

 

[Exordio] Queridos todos: hoy tenemos la gracia inmensa –¡que nos trae aparejada tanta dicha!– de celebrar la Santa Misa en este lugar, en la Abadía de Fossanova, marcando así el inicio del año académico de nuestras casas de formación en Italia.

Fossanova es un lugar histórico, un lugar sagrado y, debemos admitirlo también, un lugar muy significativo para todos nosotros.

– ¡Es un lugar sagrado! Por este lugar es por donde pasaron los discípulos directos de San Benito, quien en el año 529 (recordemos que San Benito muere el 21 de marzo del año 547) fundaron el primer monasterio aquí sobre los restos de una antigua villa romana (algunas de cuyas ruinas se pueden todavía ver en la plaza, a la salida de la Iglesia).

– Por aquí también pasó San Bernardo, donde dejó a un grupo de monjes para fundar en este lugar el primer convento de la orden del Cister en Italia, eran cistercienses franceses que venían de la abadía de Hautecombe en Francia. Fue el papa Inocencio II quien en el año 1135 les concedió este lugar, estratégicamente ubicado en la vía que conducía de Roma a Nápoles desde donde partirían incontables monjes a ‘colonizar’–podríamos decir– toda la Italia central[1] (recordemos que San Bernardo fallece en el año 1153). Fueron estos mismos monjes quienes 28 años después comenzaron la construcción de esta hermosísima Iglesia que fue consagrada luego de 55 años de trabajo, en el año 1208.

– Es por eso, que esta iglesia, donde hoy nos ha reunido el Verbo Encarnado, tiene una historia muy rica, entre la que también cabe mencionar, el haber sido distinguida por la presencia de –al menos– dos sucesores de Pedro: una vez, por el Papa Inocencio III (Lotario dei Conti di Segni, nacido en Gavignano, en el territorio de nuestro querido Segni… el papa de la Cuarta Cruzada y de la Cruzada contra los herejes albigenses) quien vino a este lugar para consagrar este templo… el templo donde hoy nos encontramos! La otra presencia fue la del Papa Gregorio IV[2], pues él fue monje aquí en el siglo IX, antes de ser Papa.

– Y para agregar aún más al gran significado que este lugar tiene para nosotros, debemos decir que estos muros, magníficos en su arquitectura, albergaron un día a Santo Tomás de Aquino quien sintiéndose enfermo cuando ya se había puesto en camino para asistir al Concilio de Lyon residió en la casa de huéspedes de la Abadía, dónde el 7 de marzo de 1274, fue llamado por nuestro Señor a gozar de la unión definitiva con Él en premio por todos sus trabajos.

– Fue aquí, en esta mismísima abadía, cuando con sentida emoción quiso el Santo Doctor hacer su profesión, de rodillas ante la Eucaristía que sería su Viático a la vida eterna, diciendo: “Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente”. Fue aquí, en su lecho de muerto, donde hizo su obra póstuma, comentando para los monjes el Cantar de los Cantares[3].

– Y fue aquí también que la Providencia Divina determinó que descansaran sus restos a los pies de este altar mayor y se llevase a cabo en 1321 lo que se denominó el Segundo Proceso de canonización de Santo Tomás, dedicado exclusivamente a los milagros producidos por él tras su fallecimiento[4].

Hoy, 743 años después de la muerte de quien fuese “el Príncipe y Maestro de todos los doctores escolásticos”[5], por gracia y providencia divina, nuestro Instituto llega a este lugar… nosotros llegamos aquí! En un día que también de ahora en más será histórico para nuestra familia religiosa, en esta ocasión, para dar inicio a un nuevo año académico.

1. La importancia de la buena formación

Es siempre interesante reflexionar al comienzo de año, sobre la importancia que tiene nuestra formación; pues es una realidad… un hecho… que muchos aspectos de lo que harán nuestros formandos en el futuro, como religiosos y misioneros, en los distintos puestos donde Dios los llame a servirle –ya en el claustro, ya en tierras de misión–, estarán marcados de alguna manera por la seriedad, por la integridad, por la solidez y por la profundidad de la formación que hoy con la celebración de esta Santa Misa se reinicia.

Por eso quisiera brevemente resaltar en esta ocasión la gran importancia que tiene para nuestros tiempos, por los frutos celestiales que produce, el estudio de la doctrina de Santo Tomás, la cual es en boca del Papa Urbano V es “verídica y católica”[6] y que “tiene sobre las demás, –agregaba Inocencio VI– propiedad en las palabras, orden en las materias, verdad en las sentencias, de tal suerte, que nunca a aquellos que la siguieren se les verá apartarse del camino de la verdad, y siempre será sospechoso de error el que la impugnare”[7]. Doctrina que se vuelve clave a la hora de evangelizar el mundo moderno, y que –como acabamos de decir en la lectio brevis– se presenta más necesaria y actual que nunca para los tiempos que nos tocan vivir.

2. El mundo que nos toca evangelizar

El mundo en el que vivimos… El Venerable Siervo de Dios, el arzobispo Fulton Sheen, en el prólogo de su libro “Religión sin Dios” describe de manera clarividente el panorama religioso con el cual hoy nos enfrentamos… el panorama religioso del mundo contemporáneo.  Dice allí, por ejemplo, que en el mundo actual “la palabra ‘Dios’ todavía es empleada por ciertos pensadores, pero se la vacía de todo su contenido y queda desleída y difusa de manera que pueda acomodarse a significar cualquier idea por volátil que sea, o cualquier clase de fantasía sin consistencia”. Caracteriza él, el pensamiento moderno como un pensamiento donde “se ha destronado a Dios, donde los cielos han sido abandonados y donde el hombre ha sido colocado en lugar de Dios[…].”

Formulaba así, el Venerable Arzobispo, lo mismo que nuestro Cornelio Fabro denunciaría sistemáticamente después de una manera brillante en sus estudios, en sus cursos y en sus libros: es decir, la primacía de la inmanencia y su funesta consecuencia, el ateísmo, un mundo sin Dios.

Sigue Mons. Fulton Sheen en su “descripción” de nuestro mundo, diciendo que: “Los problemas que antes se concentraban en Dios se resuelven ahora teniendo en cuenta al hombre, y los que antes se referían al hombre, ahora son amalgamados con el universo entero. […] Dios queda humanizado, y el hombre naturalizado. La ciencia física […] viene a decirnos lo que es Dios y lo que es el hombre.” Y continúa diciendo: “El hombre ahora no solamente se figura ser Dios, sino que realmente cree empezar a serlo. Y así, el hombre elevado a este estado que llaman ‘sobrenatural’, no necesita redentor; así como tampoco en el estado natural necesita de Dios. Como resultado de esta filosofía de autosuficiencia se da el estrambótico fenómeno propio de nuestros tiempos, de una religión sin Dios y un cristianismo sin Jesucristo”. El principio general implícito en todo esto es en definitiva la negación de lo trascendente y la afirmación de lo inmanente[8].

De lo cual, se siguen los errores nefastos con los que nos toca convivir. Y así, –sigo citando al venerable Arzobispo – se da preeminencia “en vez de Dios, al hombre… en vez del amor a Dios, el  amor al prójimo… en vez de un mensaje de salvación, [se habla de] un mensaje social… en vez de la Cruz, de la apertura al mundo… en vez de la verdad absoluta, de la verdad del tiempo”[9], “se diluye la fe en lo racional, lo sacro se convierte en profano”[10], y así se trata de acomodar a la Iglesia con el mundo moderno, de agrupar al catolicismo con el protestantismo, se confunde finalmente teología y filosofía con sociología y psicología[11], y ya no se habla de la esclavitud del pecado, de la realidad del infierno, etc. todo lo cual es consecuente con la inmanencia, ya que así, bajo estos presupuestos, como decía el P. Cornelio Fabro, “sin infierno la existencia se convierte en una gira campestre”[12].

3. Nuestra preparación para evangelizar el mundo en que vivimos

Nuestro Derecho Propio dice que es a este mundo al que Dios nos envía como corderos en medio de lobos a fin de transformar – “a los lobos mismos en corderos”[13]; a buscar y a saber identificar las “semillas del Verbo” por medio de las cuales el Espíritu Santo continúa actuando en el corazón del hombre[14]. A ser sal y luz del mundo[15].

Esta magnífica empresa requiere de nosotros –esencialmente misioneros– una preparación filosófica competente, que ante todo nos dé “un conocimiento sólido y coherente del hombre, del mundo y de Dios”[16] pues ella representa “una ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen”[17]. Es en este sentido que nuestras Constituciones resaltan la urgencia de su estudio[18], ya que es la sana filosofía, la metafísica del ser, la que nos da una “certeza de la verdad”, y “sin ella no hay base para una entrega personal total a Jesús y a la Iglesia, ya que ‘si no se está seguro de la verdad, ¿cómo podremos poner en juego la propia vida y tener fuerzas para interpelar seriamente la vida de los demás?’”[19]

Esforcémonos entonces por adquirir lo que el derecho propio –haciendo uso de una expresión del P. Cornelio Fabro– denomina el “tomismo esencial”. De tal modo, que bien imbuidos de la doctrina del Doctor Angélico, seamos capaces de pensar desde él; y, “desde él, entremos en diálogo y en polémica con los problemas y pensadores contemporáneos” –como nos lo pide nuestro fin específico y nos lo manda nuestro derecho propio–. Solo así, podremos discernir qué corresponde al Evangelio para aceptarlo y qué no, para rechazarlo. Lo cual comporta, obviamente, un juicio activo sobre el pensamiento humano y sobre el mismo tomismo en relación con el pensamiento moderno[20].

Es por eso que hoy se nos pide que, teniendo en cuenta las investigaciones filosóficas de los tiempos modernos, sobre todo las que influyen más en la vida de las naciones y en el progreso de las ciencias, lleguemos a conocer bien la índole de la época en que nos toca vivir, para estar preparados para el diálogo con nuestros contemporáneos[21]. Y de este modo buscar la solución de los problemas humanos bajo la luz de la Revelación; y saber aplicar las verdades eternas a la variable condición de las cosas humanas, y por supuesto, a comunicarlas en modo apropiado a las almas a nosotros encomendadas[22].

Por eso hoy, que damos comienzo a este nuevo año académico, en este lugar que fue testigo del paso a la vida eterna de aquel que hizo “pleno obsequio de la mente y del corazón a la revelación divina”[23] (como dice nuestro San Juan Pablo II) quisiera citar aquí, ya para concluir el sabio consejo indicado en nuestro Directorio de Formación Intelectual: “Sin la disciplina y el hábito del estudio, el futuro presbítero no podrá ser el hombre sabio según el Evangelio que, oportuna e inoportunamente, exhorta con la palabra de Dios, convence con la verdad y libera del error. El presbítero está llamado a ser maestro de la fe cristiana y, por tanto, debe ser capaz de dar razón de la fe que predica y enseña. La dedicación al estudio debe hacerse con esta perspectiva pastoral[24] y lo mismo puede aplicarse a las religiosas.

Por eso les decía al principio que muchos aspectos de todo lo que hagamos en el futuro depende -con la ayuda de la gracia de Dios- de la seriedad, solidez, y profundidad de nuestra formación.

La filosofía de Santo Tomás es la filosofía del ser, esto es del ‘actus essendi’, cuyo valor trascendental es el camino más directo para elevarse al conocimiento del Ser subsistente y Acto puro que es Dios. Y sólo el volver a descubrir en plenitud el ser y los primeros principios del ser y del pensar, permite al hombre remontarse válidamente al mismo Ser Subsistente, su principio y fin, y el máximo garante de su inalienable libertad.[25] Recordemos que cada uno de nosotros es discípulo de Aquel que un día se presentó a los discípulos diciendo Yo soy[26]. Así nosotros también debemos ser sacerdotes, religiosos, y misioneros del ‘ser’.

Esto implica: “ser pioneros, dispuestos a dar los primeros pasos por Cristo, a comprometerse totalmente con Dios, confiando en su Palabra, en su poder y en su misericordia. Implica también el ser hombres de trascendencia, no confinados ni atrapados en lo temporal del principio de inmanencia, sino más bien saber remontarse a través de lo creado, para llegar también al más allá de los limitados horizontes de este mundo”[27]. Implica el lanzarse –con un espíritu genuinamente católico– a ayudar en las necesidades de toda la Iglesia con ánimo dispuesto a encender la luz del Evangelio en todas partes.[28]

[Peroratio] Podemos entonces, en este día, suplicar a la Madre del Verbo Encarnado, por intercesión de ese gigante que fue Santo Tomas de Aquino, la mismas gracias que Mons. Fulton Sheen pidió en las vísperas de su ordenación sacerdotal y que eran dos: “yo suplicaba que se me concedieran estas dos gracias -escribe en en su autobiografía-, la primera, la de conocer muy bien cual es el pensamiento del mundo moderno; y la segunda, la desaber refutar los errores del pensamiento del moderno desde la luz de la filosofía de Santo Tomás de Aquino”[29]

Que la Madre de Dios, quien es Maestra por la santidad de su ejemplo, nos eduque con sabiduría maternal para configurar nuestras vidas a la del Verbo Encarnado. Amén.

 

[1] José Pijoan, Historia del Arte: el arte a través de la historia, Vol. 2, p. 372.

[2] http://www.provincialatina.com/Priverno-ABBAZIA-DI-FOSSANOVA.asp

[3] Obra perdida.

[4] Cf. José Egidio Serrano, Una biografía de Santo Tomas de Aquino a la luz de su tiempo, p. 512.

[5] Cf. León XIII, Aeterni Patris.

[6] Const. 5ª dat die 3 Aug. 1368 ad Cancell. Univ. Tolos. Citado por León XIII, Aeterni Patris.

[7] Serm. de S. Tom. Citado por León XIII, Aeterni Patris.

[8] Cf. Ven. Arz. Fulton Sheen, Religión sin Dios, II Parte, Cap. 3.

[9] P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, Cap. 13; op. cit. Alfredo Saenz, SJ, Inversión de los valores, p. 12-22.

[10] P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, Cap. 13. IV.

[11] Ibidem.

[12] P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, Cap. 14. IV; op. cit. C. Fabro, La aventura de la teología progresista, p. 230.

[13] Directorio de Predicación de la Palabra, 110.

[14] Directorio de Espiritualidad, 264.

[15] Mt 5, 13ss.

[16] Optatam totius, 15.

[17] Directorio de Formación Intelectual, 52; op. cit. Fides et ratio, 5.

[18] Constituciones, 220.

[19] Constituciones, 220; op. cit. Cf. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 5.

[20] P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, III Parte, Cap. 6. IV; op cit. C. Fabro, Santo Tomas frente al desafio del pensamiento moderno, p. 43.

[21] Optatam totius, 15.

[22] Cf. Optatam totius, 16.

[23] San Juan Pablo II, Discurso al Pontificio Ateneo Internacional “Angelicum” con motivo del 1er Centenario de la Aeterni Patris, 17 de noviembre de 1979.

[24] Cf. San Juan Pablo II, Celebración de Laudes en el Seminario Mayor de Madrid. OR (25/06/93), p. 10, nº 6.

[25] P. Carlos Buela, IVE, El Arte del Padre, Parte III, Cap. 4.

[26] Mt 14, 27.

[27] P. Carlos Buela, IVE, Sacerdotes para siempre, I Parte, Cap. 6.5.

[28] Cf. Redemptoris Missio, 67.

[29] Fulton J. Sheen, Treasure in Clay, New York 1980, 429 (cita traducida del original inglés).

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