Rosa de Oro a la Virgen de Luján
“Saldrá un renuevo de la raíz de Jesé y de su raíz brotará una flor”. (Is 11, 1)
La Santísima Virgen de Luján es la Madre, Reina y principal Intercesora de nuestra Familia Religiosa del Verbo Encarnado. Pues como siempre se nos ha enseñado, Ella es la tierra fecunda donde el rocío divino ha engendrado cada una de las vocaciones de nuestra Familia Religiosa.
Y como “la vocación es amor que sólo puede ser devuelto con amor”[1], hoy, queremos presentar ante las plantas de nuestra Madre la Virgen de Luján, en testimonio perpetuo de nuestro amor y agradecimiento por las vocaciones que Ella envía a nuestra Familia Religiosa, esta Rosa de Oro que es a la vez, nuestro voto de confianza (o como el pago por adelantado) de las muchas que por su intercesión esperamos concebir y que desde ya le agradecemos.
La Rosa tiene 45 cm de alto, es de plata y esta laminada –por dentro y por fuera–en oro de 24 quilates. Toda ella ha sido cincelada a mano, detalle que nos deja entrever la llamada personalísima de Dios a las almas. Es una rosa con espinas, simbolizando que el seguimiento de Cristo implica una asociación íntima a la Cruz. Y más notoriamente, es una rosa con un pimpollo. Y la hemos querido así, porque representa doblemente: el misterio sacrosanto de la Encarnación, que nos identifica; y, por otro lado, la Mística Rosa donde el rocío divino engendró el pimpollo de cada una de las vocaciones de nuestra Familia Religiosa. Tiene 7 hojas, luego de las cuales se levanta esbelta la preciosa flor, donde queda plasmada la sincera búsqueda de santidad que se pide de cada uno de nosotros y de las vocaciones que confiamos la Virgen nos ha de enviar. Pues San Buenaventura decía que “el que desea conseguir la septiforme gracia del Espíritu Santo, busque la flor en la vara. Por la vara, a la flor, y por la flor llegue a Dios”[2]. Es decir, que busque a Jesús en María, como dice el código fundamental de nuestra espiritualidad[3], ya que por la vara llegaremos a la flor y por la flor encontraremos a Dios. Con lo cual queda también de manifiesto nuestro cuarto voto mariano, ya que como formidablemente afirman nuestras Constituciones: “María es ‘el fin próximo, el centro misterioso y el medio fácil para ir a Cristo’”[4]. En los pétalos de la rosa van también nuestras oraciones pidiendo por la perseverancia, la fidelidad y la santidad de nuestras vocaciones. Y, finalmente, esta rosa ha sido realizada con material de Argentina y por un orfebre argentino, pues es la nación donde Ella quiso quedarse y desde donde ha enviado misioneros a tantas partes[5].
Oración
[Al momento de poner la rosa a los pies de la Virgen:]
Recibe Oh Dignísima Reina y Madre nuestra esta Rosa de Oro que hoy te presentamos tus hijos de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, en obsequio de gratitud perpetua por las vocaciones con que bendices a nuestros Institutos y como prenda confiada de las muchas más que por tu intercesión esperamos concebir. Oh Purísima y Limpia Concepción de Luján, que el rocío purísimo de tu gracia fecunde en innumerables almas el deseo ardiente de consagrarse a tu Hijo, en esta Familia del Verbo Encarnado, que yendo hasta los confines del mundo destilen la fragancia de tu perfume, que no es sino paz, alegría y esperanza.
[1] P. Carlos Buela, IVE, Juan Pablo Magno, Cap. 31.
[2] San Alfonso María de Ligorio, Las Glorias de Maria, cap. 5, I. 5.
[3] Directorio de Espiritualidad, 325.
[4] Constituciones, 88; op. cit. San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción, 265.
[5] Cf. P. Carlos Buela, IVE, María de Luján – El misterio de la Mujer que espera, cap. 12.