Un todo único, un bloque compacto

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Un todo único, un bloque compacto

 

[Exordio] En 1982 el padre espiritual de nuestra Familia Religiosa visitó España y allí delante de más de mil religiosos de distintas congregaciones les dijo así: El religioso no está llamado a trabajar como una persona aislada o por su cuenta. Hoy más que nunca es necesario vivir y trabajar unidos, primero dentro de cada familia religiosa y luego colaborando con otros consagrados y miembros de la Iglesia”1.

Como hoy tengo la dicha de celebrar esta misa junto a todos los miembros de la Familia Religiosa en este querido país me parece importante –sobre todo por las circunstancias especiales que atravesamos– que esas palabras de San Juan Pablo II hallen eco en lo profundo de nuestras almas: Hoy más que nunca es necesario vivir y trabajar unidos, primero –dice el Santo Padre– dentro de cada Familia Religiosa.

Trabajar unidos

 

Esto que, si bien es una consigna común para todos los religiosos, es algo fundamental para nosotros. Porque hemos sido concebidos en la Iglesia y para la Iglesia como Familia Religiosa. ¿Y cómo se manifiesta que formamos una Familia Religiosa? Lo dicen muy claro las Constituciones: en que “emitimos votos públicos y vivimos vida fraterna en común”2, eso a nivel de cada Instituto. Pero a su vez, tanto el Instituto de las Servidoras como el Instituto del Verbo Encarnado forma una sola y la misma Familia Religiosa dentro de la Iglesia3. Y, por tanto, aunque nuestros Institutos sean jurídicamente independientes, tienen el mismo espíritu, el mismo carisma, las mismas Constituciones, el mismo fundador, la misma misión en la Iglesia. Por eso están “indisolublemente unidos”4 como muy bien lo expresan las mismas Constituciones. Es más, esto incluye a los laicos de la Tercera Orden, que vivan según el espíritu genuino de nuestra Familia Religiosa.

De aquí que cualquiera que pretenda sembrar división –sea de afuera o de adentro– y del modo que sea, atenta contra una de las notas fundamentales de nuestros Institutos y, consecuentemente, dinamita todo el potencial, o al menos obstaculiza gravemente todo el caudal evangelizador que se podría tener trabajando unidos. Porque nosotros fuimos concebidos para funcionar como Familia. Dios nos sacó de nuestras familias, pero nos plantó en otra Familia y esa Familia está compuesta por los sacerdotes del Verbo Encarnado y las Hermanas Servidoras. Es lo que decía el Papa: ninguno ha sido llamado a trabajar como una persona aislada o por su cuenta. Y esto que se dice de un religioso individualmente hablando se aplica análogamente a nuestros Institutos.

Por eso, si la división es un gran obstáculo para la evangelización, el trabajo en unidad le da una fuerza, una vitalidad, una efectividad a nuestra misión que de otro modo no tendría. Fíjense que las visitas a las distintas misiones he comprobado que, aunque falten los medios adecuados, aunque los adelantos sean a pasos muy chiquitos, aunque todo el trabajo sea muy sacrificado, aunque el lugar donde a uno le toque misionar sea muy adverso… si uno trabaja en unidad, según el espíritu del Instituto, eso ya es de un fruto incalculable y se puede decir con toda certeza de que se está haciendo una gran obra de evangelización aunque quizás no se noten tan palpablemente los frutos como quisiéramos. Pero ciertamente se predica a los demás –y con gran elocuencia– el Evangelio de Cristo, aun sin predicar. Y es lo que yo he podido ver aquí.

Cuando nosotros aceptamos el llamado de nuestro Señor y decidimos consagrarnos en nuestros Institutos no sólo tomamos como propio el carisma y la espiritualidad, sino que aceptamos a nuestra Familia Religiosa como el marco en el que se va a desarrollar nuestra vida ofrecida a Dios y nuestra misión. Es parte del trato que hicimos, cuando hicimos nuestros votos, por decirlo de alguna manera.

Somos hijos de esta querida Familia Religiosa del Verbo Encarnado y fundados en Él formamos “un todo único, un bloque compacto5, como muy bien lo expresa el derecho propio. Y es necesario mantener esa unidad, fomentarla, defenderla y saber aprovecharla.

Nosotros vamos a cumplir nuestra misión mucho mejor si estamos impregnados de este espíritu filial respecto del Instituto y fraternal entre nosotros.

Caridad fraterna distintivo de nuestra identidad

 

En el mundo en el que vivimos, afligido por la indiferencia, por las divisiones, por los enfrentamientos en las familias, la unidad entre hermanos, enraizada y fundada en la caridad, es un ejemplo elocuente para todos, que predica en silencio la caridad de Cristo. A mucha gente, lo que lo atrae a nuestra Familia Religiosa es eso: el espíritu de familia.

“Vivir la caridad fraterna es un imperativo del Verbo Encarnado, Él fue quien elevó el amor fraterno a un grado sublime cuando nos dejó el mandamiento del amor como testamento, os doy un mandamiento nuevo que os améis los unos a los otros como yo los he amado6; el precepto mío es que os améis unos a otros, como yo os he amado a vosotros78. Si uno hace el esfuerzo de aceptarse los unos a al otro y se empeña por superar las dificultades típicas de las comunidades heterogéneas, ya con eso se está demostrando la trascendencia del motivo que nos ha reunido, o sea, Dios. “En la comunidad –en la misión– estamos juntos no porque nos hemos elegido los unos a los otros, sino porque hemos sido elegidos por Cristo”9.

Este mandamiento de la caridad que Cristo no dejó, si bien es común a todos los cristianos, es muy importante para nosotros como religiosos del Verbo Encarnado, e incluso para los laicos, “es en este punto donde se juega de modo particularísimo la identidad como miembro de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado, porque sólo con la práctica efectiva de la caridad se podrán llamar discípulos de Aquél que dijo: en esto conocerán que sois mis discípulos: si os tenéis amor unos a otros1011.

“Sin la caridad nada somos, podremos construir edificios, escuelas, colegios, orfanatos, podremos incluso formar grandes grupos y movimientos, más si en estas obras falta el genuino espíritu de la caridad cristiana, todas éstas serían vanas y con el tiempo terminarían derrumbándose como un castillo de naipes, y no valdrían de nada”12 porque la caridad es vida del alma, y por tanto estamos muertos si no somos conducidos por el amor de Dios que se identifica con el amor a los hermanos. Y por eso, donde hay caridad, aunque uno esté perdido en un pueblito insignificante, aunque nuestras buenas obras aparentemente no las note nadie, aunque escasamente uno consiga apoyo, aunque todo sea un remar a contracorriente y con el tiempo ya se vaya haciendo sentir el cansancio, todo es de mucho fruto, de muchísimo fruto. “Ya que un mejor testimonio que el de la caridad cristiana no existe. De hecho, una vida fraterna vivida como se debe atrae necesariamente a las personas bien dispuestas y es muy probable que Dios bendiga ese testimonio con frutos incluso inesperados”13. Y eso se nota. Se nota en el buen trato que la gente tiene con Ustedes, se nota en el hecho de que la gente apoye en la medida de sus posibilidades las iniciativas del Instituto, se nota en que recurran a los religiosos para contarles sus penurias, se nota también en que el apostolado va creciendo, y hay más alegría en los religiosos y hay más fervor en todos… y hay ansias de hacer más y mejor. Y todo eso es muy bueno, y los felicito. Ustedes quizás aquí no se dan cuenta, lo dan por sentado, pero esto no se da en todos lados y es hermoso comprobar cómo a lo largo de estos años la misión de la Familia Religiosa se ha ido solidificando aquí en Chile, porque se va creciendo en caridad, en fidelidad al carisma del Instituto y así van surgiendo las vocaciones, y se van acercando las familias, los jóvenes… una gracia de Dios realmente.

Fíjense que las Constituciones y el Directorio de Espiritualidad nombran unas 5 cosas imprescindibles que son imprescindibles para nosotros: la ayuda de la Virgen para la evangelización, unirse a la adorable Persona de Cristo, que para que la persecución sea bienaventurada tiene que ser por causa de Cristo y a su vez ser falso lo que se diga de nosotros; pero también dos de esas 5 cosas se refieren a la caridad: así cuando habla de la alegría se lee en las Constituciones: “es totalmente imprescindible vivir la caridad fraterna”14 y al hablar del apostolado dice: “la caridad es imprescindible para evangelizar la cultura”15.

Esta caridad, se entiende, no es solamente la que practican los padres que trabajan en el hogar, o no se limita solamente a cuando se distribuye comida, sino que como dice el derecho propio en uno de sus documentos: “La caridad verdadera [es la] que busca el bien del otro aún a costa del mal propio, que procura que los demás estén bien antes del bien propio, que intenta hacer feliz a los demás más que a sí mismo, que tiene los ojos puestos más en el prójimo en quien contempla la presencia de Dios, que en las comodidades personales”16. Y eso es algo que todos podemos practicar, todos los días.

[Peroratio] Por eso los animo a seguir trabajando siempre unidos, cuidando especialmente la caridad entre Ustedes, que es un tesoro. Que sus comunidades sean siempre un oasis de paz y de acogida, sin marginaciones, aceptando generosamente las renuncias cotidianas, ayudándose a llevar las cargas. Lo cual significa, como decía San Juan Pablo II, “asumir con benevolencia los defectos verdaderos o aparentes de los demás, incluso cuando molestan, y aceptar con gusto todos los sacrificios que impone la convivencia con aquellos cuya mentalidad y temperamento no concuerdan plenamente con nuestro propio modo de ver o juzgar”17. Toda esa caridad, practicada en silencio, firmemente fundada en la caridad a Cristo frente a la cual no hay que anteponer nada, se traduce luego en gran fuerza para el apostolado, en defensa para la vocación misma de cada uno de Ustedes y en un gran consuelo para el Corazón de Cristo.

Pidamos en esta Santa Misa al Verbo Encarnado que le conceda estas tres gracias a la Familia Religiosa:

  • La de vivir y trabajar siempre unidos;

  • La de conducirnos con espíritu de cuerpo, es decir como “un todo único, un bloque compacto”;

  • El aumento en nosotros de la caridad que nos haga cada día entregarnos más en el apostolado.

Se lo pedimos por intercesión de la Santísima Virgen del Carmen, patrona del pueblo chileno.

1 Encuentro con los religiosos y los miembros de los institutos seculares masculinos, (2/11/1982).

2 Constituciones, 25.

3 Cf. Constituciones, 273.

4 Constituciones, 273.

5 Directorio de Espiritualidad, 80; 176.

6 Jn 13,34.

7 Jn 15,12.

8 Cf. Directorio de la Tercera Orden, 101.

9 Directorio de Vida Fraterna, 69.

10 Jn 13,35.

11 Cf. Directorio de la Tercera Orden, 102.

12 Directorio de la Tercera Orden, 103.

13 Directorio de Misiones Ad Gentes, 119.

14 95.

15 174.

16 Directorio de la Tercera Orden, 104.

17 San Juan Pablo II, Catequesis sobre la vida de comunidad a la luz del Evangelio, (14/12/1994).

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