Nos encontramos en las orillas del mar de Galilea, Jesús a elegido a los doce, ha pasado la noche en oración, quería hablar a los suyos pero una multitud se hizo presente, entonces subió a una montaña y empezó a proclamar las bienaventuranzas, iniciando así el sermón o discurso de la montaña.
El espíritu cristiano en la interpretación de la ley
Jesucristo está a punto de purificar la ley y de dar el verdadero sentido a las promesas mesiánicas. Él va a plantear de ahora en más en armonía con las bienaventuranzas declaradas. Va a purificar la ley; va a declarar el espíritu cristiano en la interpretación de la ley: habéis oído que se os dijo … mas yo os digo[1]. Él no ha venido a abolirla sino a llevarla a su plenitud.
Pero antes de esto ¿qué es lo que escucharemos en los evangelios de mañana y pasado? Por el momento solo se detiene a remarcar dos cosas:
– primero la validez de la ley, que no es abolida sino purificada
– y segundo la delicadeza en el cumplimiento, en la observancia. Y esto segundo es curioso y es a lo que me quiero referir, porque Jesús resalta minuciosamente como debe ser la observancia de nuestro deber. Insistentemente habla el evangelio de la obligación de ser delicados en el cumplimiento de la ley de tal manera no desaparecerá ni una iod ni una coma de la Ley[2] e insiste El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos[3].
Remarcado esto comenzará a señalar el plan de máxima exigencia: Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores[4]; Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón[5]. Nuestro Señor es muy estricto en las afirmaciones.
Por eso es bueno que nos detengamos a considerar hoy en este aspecto del cumplimiento de nuestras obligaciones que es la minuciosidad ni una tilde, ni una iod, hasta lo más pequeño; lo que algunos autores espirituales hablan de las delicadezas de la observancia. Jesucristo lo aclaró antes de purificar a ley.
Hay muchas maneras de cumplir con lo que se nos pide, aun siendo cumplidores; así se puede hablar de infinitos grados y matices en la observancia. Junto a un ideal de observancia puntual, minuciosa, alegre y perseverante se pueden mezclar muchas observancias medias, laxas, flojas, llenas de grietas y goteras.
Todo religioso, que intenta vivir las exigencias del evangelio debe tomar la resolución inquebrantable de ser sumamente cuidadoso en el cuidado de los horarios y obligaciones que se le solicitan.
Características de la fidelidad al deber de estado
Tres son las principales características de la fidelidad al deber de estado, de la fidelidad exacta a nuestras obligaciones:
1. El modo perfecto y acabado. Generalmente no basta hacer materialmente lo que esta mandado, sino que todo lo que se nos pide debe ser realizado de manera perfecta y acabada. Hay que rendir culto a lo acabado.
¡Cuántos religiosos que hacen las cosas a la buena de Dios, como sea que salgan, como cuesten menos esfuerzo! Asisten a la oración corporalmente, pero con el alma ausente y distraída despachan de prisa el breviario, pronunciando a medias las palabras, desempeñan sus cargos con desgana y pausadamente. Y se olvidan lo del profeta Jeremías: maldito es quien cumple negligentemente la obra del Señor[6].
Del Cura de Ars nos dice su historiador: “No decia nada ni hacia nada que se pudiera decir o hacer mejor”.
2. El amor al detalle: “Lo que es pequeño es pequeño −decia San Agustín− pero ser fiel a lo pequeño es una cosa muy grande”.
En términos de fidelidad lo que se nos pide es llegar hasta el último detalle. En cierto sentido es necesario prestar más atención a lo pequeño que a lo grande, y esto por varias razones: lo grande se presenta raras veces, lo pequeño a cada momento; lo grande llama mucho la atención a todos, lo pequeño pasa casi inadvertido para nosotros mismos; la fidelidad a lo pequeño es la mejor garantía de la fidelidad a lo grande (Le 16, 10), el que desprecia las cosas pequeñas poco a poco caerá en las grandes (Ecli 19, 1).
A Santa Teresita por ejemplo −la doctora de la Iglesia− algunos autores la llamaban la santa del detalle. No hizo cosas raras ni extraordinarias, pero tuvo siempre, como ha dicho alguien “una terca y terrible obstinación en cumplir el deber en las cosas más pequeñas por amor al Amado”. A esa fidelidad! exquisita a lo pequeño se debe el que sea en frase de San Pío X “la santa más grande de los tiempos modernos”.
3. La puntualidad exacta. La tercer característica de la observancia perfecta es la exactitud. Hacerlo todo a la hora señalada, no antes ni después. No trastornar las diversas ocupaciones. Estar siempre en el lugar donde nos lo reclama la obediencia. Evitar cualquier retraso voluntario por pequeño que sea. Al toque de la campana obedecer en el acto.
Minucias pueden ser. Pero son esas minucias las que distinguen a los santos de los que no lo son. O como bien dice un autor: “la santidad no consiste en eso, pero se manifiesta en eso”.
El papa Juan XXII decía: “Dadme un religioso que haya sido siempre minuciosamente fiel a sus obligaciones y lo canonizo sin más examen”. Jesucristo antes de aclarar y explicitar el culmen espiritual que planteó en las bienaventuranzas se detuvo a hablar de la fidelidad hasta lo perfecto, lo acabado, hasta la iod, hasta la tilde, hasta cada uno de estos mandamientos más pequeños.
Pidámosle la gracia de tener este espíritu al cumplir a ley nueva ya que el que cumpla y enseñe a cumplir de esta manera será considerado grande en el reino de los cielos[7].
[1] Cf. Mt 5, 21, 27, 33, 38, 43.
[2] Mt 5, 18.
[3] Mt 5, 19.
[4] Mt 5, 43.
[5] Mt 5, 27-28.
[6] Jr 48, 10.
[7] Mt 5, 19.