El estudio en la vida religiosa
El estudio del religioso, principalmente el conocimiento de las verdades de la fe con la siguiente penetración de las mismas es necesario a la formación del religioso. Esto viene explícitamente mandado en la legislación de la iglesia (CIC 587-589). Donde se requiere la formación. Así lo enseñó el papa Pío XII en su constitución apostólica Sedes sapientiae dirigida a los religiosos de todo el mundo: “Los religiosos que tienen por obligación principal la contemplación de las cosas divinas, buscando únicamente a Dios y uniéndose íntimamente a Él y transmitiéndolas a los demás, deben recordar que no pueden en modo alguno desempeñar como conviene y fructuosamente esta santísima misión y elevarse a una alta unión con Cristo, si no poseen en abundancia este conocimiento profundo y siempre perfectible de Dios y de sus misterios, que se adquiere con los estudios sagrados.
“La primera preocupación de los superiores religiosos ha de ser la de velar por la formación sólida y
completa de la inteligencia, teniendo en cuenta el desenvolvimiento natural de los jóvenes y la distribución de los estudios. Y si bien es cierto que no a todos los religiosos ni a todas las ordenes se les debe exigir lo mismo sin embargo no se debe jamás olvidar, que una instrucción a fondo de la asignatura de Religión y de los principios de la Filosofía y de la Teología se impone absolutamente a todos.
El estudio en el religioso del IVE
Las palabras del Magisterio -se podrían citar más- tienen mayor fuerza si las consideramos en nuestro caso, es decir como religiosos del Verbo Encarnado cuyo carisma principal, que ilumina nuestra vida religiosa y que refleja nuestros anhelos es la Evangelización de la cultura.
En efecto se lee en uno de los directorios: [14] “Todo religioso del Verbo Encamado sabe que debe aplicarse al conocimiento de la verdad y a su transmisión más allá del lugar concreto donde desempeñe su apostolado. Sabe que para evangelizar la cultura tiene que emplearse a fondo en esta tarea”[1]. ¿Para qué estudiar? ¿Cuál es el fin principal de nuestro estudio? Son dos pero uno es solamente una consecuencia del primero. Estudiamos para mejor conocer y amar a Jesucristo, y para mejor hacer conocer y amar a Jesucristo. Ya que una cosa se ama en cuanto se conoce.
“La regla suprema de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo[2]. Y Cristo es la suma verdad: Yo soy la verdad (Jn 14,ó). Pero seguir a Cristo como Verdad significa aplicar la inteligencia para más conocerlo, lo cual tendrá que ser en el discípulo algo permanente, pues la riqueza que se encuentra en Cristo es inagotable. Este es el fundamento de la formación intelectual de los monjes”[3].
Se podrían citar muchísimos textos tanto de nuestras Constituciones como de los directorios, en los que
se afirma que quien más quien menos deben aplicarse al estudio al menos como parte de la formación básica y de la formación permanente. De esto en nuestra Congregacion, por así decir, no se absuelve a nadie: “Los hermanos deberán hacer el Estudiantado, en el cual cursarán algunos tratados de Filosofía y Teología, ‘atendiendo a las necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los hombres y de los tiempos, tal como lo exigen el fin y el carácter del Instituto’[4]. Los religiosos hermanos continuarán su formación hasta la profesión perpetua, en las casas donde sean destinados y bajo la autoridad directa del Superior local, y se atenderá a su formación permanente”[5].
El estudio en la vida contemplativa del IVE
Y este deber está implicado no solo a los activos, ni solo a los sacerdotes que por oficio tendrán que ejercer actividades intelectuales, sino también a los contemplativos evidentemente: “Las contemplativas del Instituto de las Servidoras deberán estar firmemente convencidas de la ‘necesidad de una formación inicial y permanente adecuada a la vocación y vida de búsqueda contemplativa de Dios en la soledad y el silencio, en la oración continua y en la intensa penitencia’ y de que una fe formada e ilustrada coopera más al fin del Instituto”[6].
En los directorios de vida monástica se recalca particularmente esta voluntad expresa y la importancia fundamental de la formación intelectual permanente para la vida monástica, la cual encuentra su vigor especial en relación a la espiritualidad propia de nuestra familia religiosa: “Con mayor razón por nuestra peculiar espiritualidad en relación a nuestro fin específico que ‘exige una fe esclarecida por la reflexión continua que se confronta con las fuentes del mensaje de la Iglesia y un discernimiento espiritual constante procurado en la oración’[7], es decir la especial necesidad del estudio y la contemplación para el apostolado de evangelizar la cultura”[8].
Ya que: “El estudio será útil para la misma vida contemplativa [según dice Santo Tomás]“directamente, coadyuvando a la contemplación, esto es, iluminando el entendimiento…,indirectamente, removiendo los peligros de la contemplación, esto es los errores, que frecuentemente ocurren en la contemplación de lo divino a los que desconocen las Escrituras…”[9].
Asimismo se lee en el Directorio de Vida Monástica que “históricamente fueron los monasterios quienes salvaron para la humanidad todo lo más importante de cuanto el espíritu humano había producido a través de los siglos; constituyéndose, además, en fuentes de cultura al enseñar dentro de sus muros las obras de los Padres, las de autores profanos griegos y latinos, la ciencia y las artes liberales como la pintura, música, etc. Así, pues, en los monasterios se desarrollarán actividades culturales que contribuyan al fin propio del mismo –la unión con Dios–, y el fin del Instituto –la evangelización de la cultura–[10]. Esto quedará reglamentado en cada monasterio”[11]. Esto exige como ya hemos mencionado “Una fe formada e ilustrada es necesaria al monje sacerdote y padre espiritual, del cual decía Santa Teresa: procure que sea letrado’[12]”[13].
Por tanto no hay que descuidar este aspecto fundamental de nuestra formación y tan característico de
nuestro instituto. La formación en la manera de nuestras posibilidades y capacidades.
La virtud de la estudiosidad
Estudiosidad. Es la virtud más específica del estudioso. El estudio implica sobre todo una fuerte aplicación del alma a una cosa y esta aplicación viene regulada por la virtud de la estudiosidad.
Esta virtud debe ser compaginada con otras tres virtudes:
- La primera y fundamental, la virtud que informa todas los actos de las demás virtudes
y que les da apunto una nueva forma, una nueva belleza, un nuevo orden. Y esto vale también para el estudio, es necesario que nuestro estudio sea ordenado por el amor a Dios y por el amor al prójimo.
- La Reconociendo nuestras limitaciones y posibilidades, es fundamental en los consejos de Santo Tomás. Además, porque sin humildad la investigación engendra soberbios y, peor aún, soberbios intelectuales[14]. El estudio exige esfuerzo y por tanto perseverancia en esa búsqueda incesante de la verdad, la cual debe ir unida a la humildad reconociendo que todos los dones vienen de Dios y deben volver a Él. Dicho estudio se realizará en profundidad, evitando un estudio meramente manualístico y formalista, de tal modo que ayude al progreso de la fe y al aumento de la caridad.
- La es decir, la tenacidad que hace que el estudioso no sea presa de la pereza, del desaliento, de la abulia. Es la cualidad que corona con el éxito las empresas comenzadas. Es la cualidad que da terminativa a las empresas comenzadas. La pereza, la sensualidad, el orgullo, la envidia y los demás vicios son enemigos de la ciencia. Es necesario practicar las virtudes contrarias.
Esta formación, que por otra parte debe ser permanente, tiene un aspecto penitencial que contraria la triple concupiscencia y ayuda, por tanto, al cumplimiento de los mismos consejos evangélicos “puesto que sirve para evitar la lascivia de la carne… para guitar el deseo de las riquez.as … (y) es útil además para documento de obediencia”. Además solo con el estudio perseverante se puede alcanzar la Sabiduría con la cual vienen todos los bienes. Yo gocé de todos esos bienes, porque la Sabiduría es la que los dirige, aunque ignoraba que ella era su madre[15].
Ciertamente que la buena práctica del estudio requerirá esfuerzo y lucha.
Vicios
Dos son los vicios que se oponen al recto uso de esta virtud. Como virtud moral se puede pecar tanto por defecto como por exceso.
- Por defecto, la negligencia[16]. Es decir descuidar justamente este aspecto de la formación. Es decir por negligencia no formarse, no estudiar, no aprovechar al máximo el tiempo de estudio. No cumplir con nuestro deber de formarnos. Puede haber muchas tentaciones y de múltiples aspectos: como la pereza, la perdida de interés, el excusarse en otros deberes, etc. etc.
Por exceso la vana curiosidad[17], que también es un defecto, no ya del que no estudia sino del que estudia mal. La curiosidad sobre todo consiste en el dedicarse al estudio de cosas puramente superficiales o bien de cosas important.es pero a despecho de los deberes fundamentales. Se oponen tanto los que se desentienden del estudio exigido por las obligaciones de estado y profesión, cuanto los que se dedican tan sólo al estudio que satisface sus deseos. Los curiosos malgastan sus facultades reales.
Ayudas prácticas para antes, durante y después del estudio
– Antes, rectificar la intención de hacerlo exclusivamente por y para la gloria de Dios. Cuatro son las
virtudes que han de influir en el trabajo intelectual para que quede completamente santificado:
. la estudiosidad, es la virtud más específica del estudioso;
. la religión, ofreciendo la ora de estudio como un acto de alabanza a Dios;
. la obediencia, estudiando por deber de estado;
. la caridad, convirtiendo el acto intelectual en un acto de amor a Dios.
– Durante el estudio, debe poseer las mismas cualidades de la oración como oración que es. Esto es:
digna, atenta y devotamente.
– Después del estudio debe entregarse a la oración Que la oración prepare al estudio y el estudio
oración. Meditando ante el sagrario lo que ha sido objeto de nuestro estudio. El consejo de Santo Tomas «no ceses de dedicarte a la oración. La verdadera vocación intelectual se sustenta en el espíritu de oración que debe no sólo preceder y concluir el trabajo intelectual, sino acompañarlo, permearlo y de algún modo, constituirlo: el mismo trabajo, especialmente, cuando se avoca a la inquisición teológica, es oración. Puesto que el objeto de la teología es la verdad, el Dios vivo y su designio de salvación revelado en Jesucristo, el teólogo está llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la oración.
“Para los santos, el estudio era oración y contemplación”[18]. Entonces, ¿por qué algunos que aparentemente estudiaban mucho se equivocaron? Dice San Agustín: porque “no conocieron el camino, tu Verbo, por quien hiciste las cosas que numeran, a los mismos que las numeran, el sentido con que advierten las cosas que numeran y la mente en virtud de la cual las numeran; […] no conocieron este camino, por el que, descendiendo de sí, bajasen a Él y por Él subiesen al mismo; no conocieron, digo, este camino y se creyeron más elevados y resplandecientes que estrellas, y así vinieron a rodar por tierra, obscureciéndose su necio corazón. No buscan con espíritu de piedad al Artífice del universo, y por eso no lo encuentran … porque es vanidad hacer profesi6n de estas cosas mundanales, pero es piedad el confesarte a Ti”[19].
Características
Santo Tomas decía genéricamente “el ejercicio de las virtudes morales por las cuales son dominadas las pasiones, importa sobremanera para la adquisición de la ciencia”[20].
Alguno podría decir: ‘no yo no tengo cualidades, yo no sirvo’. Es interesante recordar la carta de Santo
Tomás a su discípulo Juan, quien le pide consejos para estudiar mejor. Sus consejos no versan sobre todo sobre condiciones intelectuales sino sobre condiciones humanas.
“Querido: ya que me has pedido en que modo tú te debas dedicar al estudio para adquirir el tesoro de la ciencia, he aquí mis consejos:
No quieras entrar rápidamente en el mar, sino procura llegar a través de los ríos, porque es de las cosas
más fáciles que es necesario alcanzar las más difíciles.
Este es por tanto mi consejo que te servirá de regla:
– Quiero que evites los discursos inútiles.
-Ten pureza de conciencia.
– No descuides la oración.
– Ama el recogimiento
– Sé amable con todos.
– No seas curiosos en los hechos ajenos.
– No tengas excesiva familiaridad con ninguno, porque esta genera desprecio y da ocasión de descuidar el estudio:
– Evita divagar en todas las cosas.
– Busca de imitar los ejemplos de las personas rectas; no mires a quien es el que habla, sino retiene todo lo que de bueno él dice.
– Procura comprender lo que leyes y escuchas.
– Aclara las dudas y fija en tu memoria todo lo bueno que oigas sin atender a quien lo dice.
-No busques las cosas superiores a tu capacidad.
Siguiendo estas normas, harás grandes ramas y producirás útiles frutos donde el Señor te haya destinado a vivir. Poniendo en práctica estos consejos podrás llegar a la meta a la que tu aspiras”.
Recordemos aquí también el ejemplo de Santa Catalina de Siena que siendo analfabeta llegó a ser doctora de la Iglesia y de San Carlos de Sezze que también siendo analfabeto compuso obras de un tenor espiritual elevadísimo.
Que la Virgen María nos enseñe a practicar esta virtud importantísima para la vida religiosa, y fundamental para nuestra espiritualidad. A fin de que, de acuerdo con nuestras posibilidades, nos dediquemos al estudio para poseer un profundo conocimiento del Verbo Encarnado para la mayor de sus glorias.
[1] Directorio de Formación Intelectual.
[2] Cf. Perfectae Caritatis, 2.
[3] Directorio de Vida Contemplativa, ó7.
[4] CIC, can. ó59 §§ 1-2.
[5] Constituciones, 2ó1.
[6] Regla Monástica SSVM, 154.
[7] Directorio de Espiritualidad, 51.
[8] Regla Monástica SSVM, 139.
[9] Regla Monástica SSVM, 152.
[10] Cf. Pastores Dabo Vobis, 53. “Apostolado específico”.
[11] 78.
[12] Moradas, I, ó, 8. 9; cf. Vida, 2ó, 3.
[13] Directorio de Vida Contemplativa, 73.
[14] Cf. Directorio de Formación Intelectual, 17.
[15] Sab 7,12.
[16] Cf. Directorio de Formación Intelectual, 22.
[17] Ibidem.
[18] Constituciones, 142; op. cit. San Juan Pablo II, Discurso en Italia a los participantes en el simposio internacional celebrado con ocasión del 350º aniversario de la publicación de los “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo” de Galileo Galilei (9/5/1983), 8; OR (7/8/1983), 2.
[19] Confesiones, Libro V, capítulo 5.
[20] Cf. S. Th., I-II, q. 57, a. 3.