Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá.
Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre.
¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra?
¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora?
¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?
Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?
Lc 11, 10-13
Padre nuestro, “Señor y Padre de todas las cosas, principio y fin de todas ellas”[1] que nos has llamado a “constituir una Familia Religiosa”[2] “donde se experimente tu paternidad, la hermandad del Hijo y la inhabitación del Espíritu Santo, amándonos de tal manera los unos a los otros por ser hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Hijo y templos del mismo Espíritu Santo, que formemos un solo corazón y una sola alma[3]”[4].
Que estas en los cielos, pero que eres un “Padre lleno de bondad que se ocupa de los pájaros y de las flores del campo[5], y no abandona a los que con tanta confianza se entregan a Ti”[6], alabado seas “eternamente en las moradas celestiales”[7].
Santificado sea tu Nombre, en cada uno de los miembros del Instituto por nuestro “profundo espíritu de piedad”[8], por nuestro “espíritu de sacrificio”[9] por el que nos ofrecemos victimalmente en expiación a Ti[10], “para que todos los hombres confiesen el adorable Nombre del Señor Jesús”[11].
Venga a nosotros tu reino, eterno y universal… Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz[12], “mediante la práctica constante de todas las virtudes y el dominio de las pasiones, de manera tal que siempre y en todo busquemos y elijamos sólo el bien mejor”[13]. Concede a tu pequeña Familia Religiosa la gracia de que todo el trabajo misionero y apostólico que realicemos se fundamente en la convicción de que es necesario que Tú reines[14]. ¡Reina Verbo Encarnado! Tú que eres la Verdad, “reina sobre las inteligencias”[15]. Tú que eres la Bondad, “reina sobre las voluntades”[16]. Tú que eres el Amor, “reina sobre los corazones”[17] y “reina también socialmente”[18] “mediante el anuncio que llama a la conversión”[19] y la difusión en el mundo de los valores evangélicos[20].
Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo, a la cual nos abandonamos enteramente[21] “por la caridad y por una fidelidad estable, firme y constante a la voluntad de Jesucristo”[22], aceptando la muerte a este mundo para unirnos plenamente a Él y formar parte de su Reino[23]. Concédenos, Señor, que cumplamos cada vez mejor tu Voluntad, es decir, de una manera: más universal en su objeto, más exacta en su ejecución, más sobrenatural en sus motivos, más perfecta en las disposiciones[24]; “con decisión formal de no pactar, no transigir, no capitular, no negociar, no conceder, ni hacer componendas con el espíritu del mundo”[25]. Y en lo que hace al estado y desarrollo de nuestro Instituto queremos y acatamos lo que la Iglesia jerárquica determine, “seguros de que esa es la voluntad de Jesucristo”[26].
Danos hoy nuestro pan de cada día, y que nuestras vidas sean “un culto incesante a la divina Providencia”[27], aceptando con alegría, por amor a Ti, las privaciones, aun en las cosas necesarias[28] a fin de que despojados “de todo lo que no es Dios”[29] podamos mejor y más radicalmente imitar al Verbo Encarnado[30] y hagamos de todas sus palabras y todas sus acciones alimento para nuestra espiritualidad[31]. Otórganos benigno la gracia de que identificados “con el mismo Cristo sacrificado”[32] “no nos olvidemos nunca de lo que es lo más importante en nuestras vidas, que es oficio del altar, que es la Eucaristía”[33]. Y así, sustentados con “el cuerpo de Cristo en la Cruz que recibimos como alimento en la comunión”[34] y en quien se contiene sustancialmente “todo el bien común espiritual de la Iglesia”[35], se renueven nuestras energías para amar y servir, y hacer amar y hacer servir a Jesucristo tanto en su Cuerpo físico presente en la Eucaristía, como a su Cuerpo místico que es la Iglesia[36].
Perdona nuestras ofensas, y “cuantas faltas y pecados hayamos cometido”[37]. Especialmente perdónanos por las veces que hemos faltado, queriendo o sin querer al precepto de la caridad[38]. Señor, rico en misericordia, perdónanos por las veces que hemos actuado con “espíritu de chanta”[39] en vez de con “espíritu de príncipe”[40] procediendo según la llamada ‘moral de situación’, es decir, no manejándonos por principios, sino cambiando los principios según las cambiantes situaciones; o cambiando los consejos frente a las circunstancias; o cambiando nuestras orientaciones según nuestra cambiante sensibilidad[41]. Perdónanos por las veces que hemos sido blandos o sentimentalistas, duros o distantes[42]; “obsecuentes con los Superiores, tratando de obtener ventajas”[43] y hasta “tributarios”[44]. Perdónanos, Señor, por “los errores cometidos en los anteriores intentos de evangelización”[45], “porque nuestra pastoral aún es poco incisiva”[46] y por las otras tantas veces que hemos sido “esquivos a la aventura misionera” “por miedo al sacrificio y a la entrega total”[47].
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, y en el amor a tu Hijo, el Verbo Encarnado, ayúdanos a perdonar desde ahora y para siempre “a todos los que, por sus pecados, de alguna manera, nos han causado daño, a los conocidos y a los desconocidos, vivos o muertos, en el pasado o en el futuro”[48]. De manera especial ayúdanos a perdonar “de todo corazón a todos aquellos y aquellas que, sabiéndolo o no sabiéndolo, queriéndolo o no queriéndolo, de distintas maneras, de palabra y de obra, por ignorancia o malicia, fueron obstáculo para nuestra vida religiosa”[49] y de entre ellos, especialísimamente ayúdanos a perdonar por amor a Dios, a “los que nos persiguen”[50] y a rezar siempre por ellos[51].
No nos dejes caer en la tentación de “no reconocer en la fe el don singular de la llamada”[52] y “de abandonar el camino emprendido”[53]. Ayúdanos a huir con prontitud y firmeza de la tentación “de la dilación”[54] y de los cálculos lentos −tan extraños a la gracia del Espíritu Santo[55]−, y extiéndenos tu mano misericordiosa para que no caigamos en “la tentación de recuperar lo que hemos dado buscando compensaciones o instalándonos”[56]. Ayúdanos por tu gran bondad a apartar de nosotros la “tentación de querer hacer razonable la obediencia”[57] y danos tu gracia para “saber resistir a la tentación de sacrificar la oración en aras de la acción”[58] y para evitar “particularmente la tentación de ‘ubicuidad”[59]’[60].
Preserva a tu Familia Religiosa de “cualquier apariencia de lujo, lucro inmoderado y acumulación de bienes”[61], de “toda falsa dualidad”[62] y de “toda [otra] falsedad, infidelidad, simulación e hipocresía”[63]. No permitas que caigamos en “el aburguesamiento del confort desordenado”[64], “en el estéril activismo”[65], en “visiones maniqueas de la realidad ni en reduccionismos jansenistas”[66], “en la dialéctica destructiva de oponer libertad a obediencia o libertad a autoridad y viceversa”[67], de caer “en particularismos, reduccionismos, parcialidades o unilateralismos que atenten contra la catolicidad”[68] o de caer en la tentación de creer “que la Iglesia comienza con nosotros”[69].
Y líbranos del mal. Líbranos de los “falsos hermanos[70], que se entrometen para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús[71], que parecen estar con nosotros, pero que no son de los nuestros[72]”[73]. Líbranos de los “religiosos de mala lengua…, porque impiden el silencio, la devoción, la concordia, la unión y la quietud de los demás”[74]. Líbranos de las vocaciones que “nieguen cualquier aspecto del infierno”[75]. Y no permitas que esta tu Familia Religiosa caiga en manos de un hombre egoísta, que queriendo ejercer orgullosamente su dominio, haga acepción de personas[76] rodeándose de obsecuentes[77], e infiel al carisma originario y con aires de “renovación”[78] deje de lado nuestro “estilo particular de santificación y de apostolado”[79], criticando injustamente o no aceptando el carisma inspirado al Fundador[80]. Líbranos de aquellos religiosos “que sacrifican la verdad y la propia conciencia pretendiendo mantener una paz falsa, no contrariar al amigo, evitarse algún problema o, en ocasiones, sacar ventaja con el silencio o con el aplauso”[81]. Líbranos de los religiosos que “se han dejado transformar por el mundo, pensando con criterios mundanos, con los criterios de la televisión”[82] o internet, que intenten menguar la “viril disciplina”[83] del Instituto introduciendo un estilo de vida ajeno al de Jesucristo o que pretenda diluir nuestra espiritualidad alejándonos del “misterio del Verbo hecho carne en el seno de la Santísima Virgen María”[84] sugiriendo sutilmente una “espiritualidad laical”[85] que disminuya nuestra “espiritualidad presbiteral”[86]. Líbranos de los religiosos egocéntricos, de los que operan normalmente “con espíritu de empleado público burocrático”[87], de los que siembran mezquinamente, de los religiosos inconstantes, aburridos, improvisadores, frívolos, crispados y distantes[88]. Líbranos de los religiosos mediocres, de aquellos que solo se preocupan por los intereses de campanario y viven enfrascados en su obrita[89]. Líbranos de los religiosos afectados, avaros, malhumorados, laicizados, miedosos, tímidos, trepadores y solitarios[90], no sea que turben el “espíritu de familia”[91] que debe vivirse en nuestras comunidades.
Amén. Estamos “convencidos con certeza teológica, de que se han cumplido y se cumplirán las promesas de Dios: de la venida del Reino[92], de las bienaventuranzas[93], de fundar su Iglesia sobre Pedro[94], de dar a todo el que lo siga cien veces más y la vida eterna[95], que a los suyos defenderá delante de Dios[96]”[97]; porque el Verbo Encarnado es “el Amén”[98] y es nuestro compromiso bajo voto perpetuo el “impregnar toda la vida con la Verdad, siendo “amén” del Amén[99]”[100].
“Que la Santísima Virgen nos ayude a todos a alcanzar al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. Dios solo[101]”[102].
[1] Constituciones, 1.
[2] Constituciones, 20.
[3][3] Hch 4,32.
[4] Cf. Ibidem.
[5] Cf. Mt 6,25-34.
[6] Constituciones, 63.
[7] Constituciones, 138.
[8] Directorio de Espiritualidad, 89.
[9] Directorio de Espiritualidad, 178.
[10] Cf. Directorio de Espiritualidad, 72.
[11] Directorio de Espiritualidad, 59.
[12] Cf. Directorio de Espiritualidad, 224; op. cit. Misal Romano, Prefacio de Cristo Rey.
[13] Cf. Constituciones, 200.
[14] Cf. Directorio de Espiritualidad, 225.
[15] Directorio de Espiritualidad, 223.
[16] Ibidem.
[17] Ibidem.
[18] Ibidem.
[19] Directorio de Misiones Ad Gentes, 37.
[20] Cf. Ibidem.
[21] Cf. Constituciones, 9; 38. Directorio de Espiritualidad, 8.
[22] Directorio de Espiritualidad, 53.
[23] Cf. Constituciones, 50.
[24] Directorio de Espiritualidad, 88.
[25] Directorio de Espiritualidad, 118.
[26] Directorio de Espiritualidad, 312.
[27] Constituciones, 63.
[28] Cf. Constituciones, 67.
[29] Constituciones, 68; op. cit. Subida del Monte Carmelo, II, 5, 7.
[30] Cf. Constituciones, 70.
[31] Constituciones, 41.
[32] Constituciones, 204.
[33] Pan de vida eterna y Cáliz de eterna salvación, cap. 8, p. 492.
[34] Nuestra Misa, Parte II, cap. 3, p. 268.
[35] Directorio de Espiritualidad, 294; op. cit. Santo Tomás de Aquino, S. Th., III, 65, 3 ad 1.
[36] Cf. Constituciones, 7.
[37] Constituciones, 108.
[38] Cf. El Arte del Padre, Parte III, cap. 38, p. 626.
[39] Sacerdotes para siempre, Parte I, cap. 5, p. 338.
[40] Constituciones, 65.
[41] Cf. Sacerdotes para siempre, Parte I, cap. 5, p. 339.
[42] Cf. Constituciones, 198.
[43] Constituciones, 198.
[44] Constituciones, 214.
[45] El Arte del Padre, Parte III, cap. 29, p. 481.
[46] Directorio de Espiritualidad, 216.
[47] Directorio de Espiritualidad, 16.
[48] Servidoras, t. IV, Epílogo, p. 318.
[49] Ibidem.
[50] Directorio de Obras de Misericordia, 158.
[51] Cf. Ibidem.
[52] Constituciones, 123.
[53] Directorio de Vida Consagrada, 45.
[54] Directorio de Espiritualidad, 16.
[55] Cf. Ibidem.
[56] Ibidem.
[57] Directorio de Vida Consagrada, 186.
[58] Directorio de Vida Consagrada, 258.
[59] Cf. Directorio de Espiritualidad, 108.
[60] Directorio de Gobierno, 209.
[61] Constituciones, 372.
[62] Constituciones, 13.
[63] Ibidem.
[64] Constituciones, 123.
[65] Constituciones, 156.
[66] Directorio de Espiritualidad, 63.
[67] Directorio de Espiritualidad, 155.
[68] Directorio de Espiritualidad, 260.
[69] Directorio de Espiritualidad, 230.
[70] Cf. 2 Co 11,26.
[71] Ga 2,4.
[72] Cf. 1 Jn 2,19.
[73] Constituciones, 96.
[74] Directorio de Vida Fraterna, 74.
[75] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte III, cap. 23, p. 321.
[76] Cf. Constituciones, 298.
[77] Cf. Constituciones, 198.
[78] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 326-328.
[79] Directorio de Vida Consagrada, 2.
[80] Directorio de Vida Consagrada, 329.
[81] Directorio de Espiritualidad, 253.
[82] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía. Parte III, cap. 37, p. 612.
[83] Constituciones, 228.
[84] Constituciones, 36.
[85] Directorio de Espiritualidad, 133.
[86] Ibidem.
[87] Directorio de Espiritualidad, 108.
[88] Cf. Ibidem.
[89] Ibidem.
[90] Ibidem.
[91] Directorio de Oratorio, 114; 116.
[92] Cf. Mt 4,23.
[93] Cf. Mt 5,3-12.
[94] Cf. Mt 16,16 y ss.
[95] Cf. Mt 19,29.
[96] Cf. Mt 10,32.
[97] Cf. Sacerdotes para siempre, Parte I, cap. 5, p. 339.
[98] Directorio de Espiritualidad, 55; op. cit. Ap 3,14.
[99] Ap 3,14.
[100] Directorio de Espiritualidad, 62.
[101] Dt 32,39.
[102] Constituciones, 380.