“Los Cielos están destilando gozos de miel”
Uno de los misterios de la vida de nuestro Señor Jesucristo, más dulces, más devotos, y más llenos de maravillas y doctrinas es este de su glorioso nacimiento.
“En esta día, los cielos están destilando gotas de miel por todo el mundo”. ¡Miremos hermanos a Jesús!
No sólo con la corona con que lo engendró Dios Padre desde toda la eternidad, sino con la que lo coronó la Madre cuando lo dio a luz y lo vistió de nuestra humanidad. ¡Venid a ver a Dios!, no ya en el seno del Padre, sino en los brazos de la Madre; no entre los coros de los ángeles, sino entre viles animales; no sentado a la diestra de la Majestad, sino reclinado en su pobre pesebre; no tronando y relampagueando en el cielo, sino llorando y temblando de frío en un humilde portal.
¡Venid a ver al Cristo de Dios! Llegó aquella hora tan deseada por todas las gentes, tan esperada en todos los siglos, tan prometida en todos los tiempos, tan cantada y celebrada en todas las Escrituras divinas. ¡Venid a ver al Hijo consustancial con el Padre! Llegó aquello hora de la cual depende la salvación del mundo, la reparación del cielo, la victoria sobre el demonio, el triunfo sobre la muerte y el pecado, por la cual lloraron y suspiraron todos los santos.
Era la medianoche, mucho más clara que el mediodía, cuando todas las cosas estaban en silencio y gozaban del sosiego y reposo de la noche quieta. En esa hora dichosa sale de las entrañas virginales de la Santísima Virgen, el Unigénito Hijo de Dios. ¡Contemplémosle!
En esa tan dichosa hora, aquella Omnipotente palabrade Dios, el Verbo Eterno, el Hijo Divino, habiendo descendido del cielo, apareció vestido de nuestra carne, en todo semejante a nosotros menos en el pecado. ¡Miremos al Dulce Niño! Ya sabe de bien y de mal, sabe de llorar, sabe de penas, sabe de lágrimas, sabe de trabajos, de dolores y gemidos; y que pasa por todo eso por amor a nosotros. ¡Admirémonos del Santo Pesebre! Hasta tanto llegó la bondad, la misericordia, y el amor de Dios para con los hombres, que cambió su Santo Templo por el establo y el cielo por el Pesebre, por amor a nosotros: obras llenas de amor que aquellos mismos por quienes las hacía tuvieron por locuras: “la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios” (Cor.1,18).
¡Aprendamos viendo al Divino Infante! Aquí condena la codicia, raíz de todos los males. Desde la cuna del pesebre, desde esa cátedra celestial, es esa la firme lección que nos da. ¡Oh glorioso pesebre dónde la palabra de Dios, enmudecida tanto más claramente habla, cuanto más calladamente avisa! Mira, hermano, no te apartes de este establo donde la palabra de Dios, callando, llora; mas este llanto es más dulce que todas las palabras de los hombres y aún que toda la música de los ángeles del cielo.
¡Gocemos viendo al Niño Misericordioso! Dulce cosa es contemplarlo y no sólo dulce, sino poderosa y eficaz para curar nuestras llagas. Él estaba en la gloria y yo en la miseria. Él admirable y yo miserable, pero inclinó los cielos, descendió a la tierra y me sacó de lo vano y me lavó y vistió y reparó y confirmó. Me dio su mano cuando nació, me sacó cuando predicó, me lavó cuando murió, me vistió cuando resucitó, me reparó cuando subió al cielo, me confirmó cuando envió al Espíritu Santo. Pero ¿quién es este tan alto y tan bajo, tan grande ya tan pequeño? Pequeño en la carne… pesebre… establo, más grande en el cielo a quién las estrellas servían; grande en los aires donde los ángeles cantaban; grande en la tierra donde Herodes y Jerusalén temían. ¡Extásiate en humildad y grandeza de Jesús! Grande humildad es ser Dios concebido, más grande gloria es ser concebido del Espíritu Santo. Grande humildad es nacer de una mujer, pero grande gloria es nacer de una Virgen, y tal como es María. Grande humildad es nacer en un establo, pero grande gloria es ser anunciado por una estrella. Grande humildad es estar entre animales, pero grande gloria es ser cantado y alabado por los ángeles. Grande humildad es ser circuncidado, pero grande gloria es el nombre que allí le ponen de Salvador.
Todo esta para que supiésemos a lo que venía. Si miras quién Él era, a Él convenía toda gloria y toda honra, porque era Hijo de Dios; mas si miras a lo que venía, a Él convenía toda humildad y toda pobreza, porque venía a curar nuestra soberbia. Con lo uno confirma nuestra fe, con lo otro edifica nuestras costumbres.
¡Miremos a Jesús! Aprenderemos la humildad del corazón, el menospreciar las glorias del mundo, la desnudez y pobreza de espíritu tan celebrada en el Evangelio.
¡Mirémoslo! Es hermosísimo en el cielo y hermosísimo en el establo, hermosísimo en el trono de su Iglesia y hermosísimo en el pesebre de Belén, hermosísimo entre los coros de los ángeles y hermosísimo entre el burrito y el buey.