[Exordio] La inseguridad y la incertidumbre son hechos reales en la vida. La misma vida de Cristo comienza con el Niño corriendo peligro y a decir verdad, cada paso que dio la inseguridad lo acompañó. Si leemos el evangelio desde la primera hasta la última página no vamos a encontrar ni una vez que Cristo nos anime a alimentar sentimientos de seguridad. El mensaje de Cristo, como Ustedes bien saben, es que si uno trata de alcanzar el fin para el que ha sido creado es importante que se dé cuenta que la seguridad mundana es una ilusión. Por eso, cuando Dios nos da una sacudida, es importante tener nuestras prioridades en orden.
Habiendo decidido que en estos sermones quería predicar usando ejemplos de santos americanos me crucé con un libro que en varios capítulos describe varias de las pruebas que tuvo que pasar nuestro querido Fulton Sheen y que ciertamente lo hicieron tambalear y le causaron gran pesar pero no lo derrumbaron precisamente porque tenía bien definidas sus prioridades. Muchos de ustedes quizás ya las conozcan por eso voy a nombrar si se quiere las más notorias.
1. Pruebas que pasó Fulton Sheen siendo obispo
Las pruebas más grandes le sobrevinieron a Fulton Sheen −como sabrán− cuando ya era obispo auxiliar de New York. Ahí tuvo varias discusiones con el cardenal Spellman. Spellman era la cabeza de la diócesis más rica del mundo y estaba acostumbrado a salirse con la suya. Por eso algunos dicen que el choque entre el más poderoso y el más popular era algo inevitable.
Una de esas veces el cardenal Spellman insistía en que Sheen, como director de la oficina de Propagación de la Fe, le reembolsara una enorme suma de dinero por leche en polvo que Spellman había donado durante el conflicto con Corea y que Propaganda Fide había distribuido. Sheen se negó. Porque sabía que Spellman había recibido la leche donada y entonces él razonaba que si la arquidiócesis no había pagado nada, él no tenía que reembolsarle nada. Spellman se puso furioso y recurrió al Papa. ¡Se estaban peleando por leche en polvo. El cardenal trató incluso de persuadir al Papa de que reemplazara a Fulton Sheen como cabeza de la oficina de Propagación de la Fe, y es más, le ofreció a Fulton Sheen una parroquia adinerada cosa que éste rechazó rotundamente. Todavía más, Spellman inició tres investigaciones distintas esperando encontrar algo en lo que pudiese incriminar al obispo auxiliar pero no encontró nada.
Eventualmente los dos comparecieron frente al Papa Pío XII cada uno presentando su caso. Pero Fulton Sheen hizo una presentación documentada del suyo y, obviamente, Spellman no había pagado un centavo por la leche. Eso significaba que el cardenal le había mentido al Papa y a Fulton Sheen. El Papa obviamente se puso del lado de Fulton Sheen y él siguió siendo cabeza de Propaganda Fide. Pero el cardenal le aseguró a Sheen que se la iba a pagar: “tomará 6 meses o 10 años, pero todo el mundo va a saber quién sos”, le dijo Spellman a Fulton Sheen. Años más tarde Sheen se referirá a este incidente del dinero de la leche como a una de sus crucifixiones.
Dicen que cuando el cardenal visitó el Seminario en New York les dijo a los seminaristas que Sheen era “el sacerdote más desobediente del país” y que no quería que ninguno de ellos fuera como él. Y a lo largo de los años le siguió dando duro: tradicionalmente Fulton Sheen predicaba el Viernes Santo desde el púlpito más codiciado, el de la Catedral de San Patricio en Nueva York. Spellman decidió que no lo haría más y entonces Sheen se fue a predicar a New Jersey (otra diócesis). Después Sheen se retiró de la televisión y aunque públicamente dijo que lo hacía por “consideraciones espirituales” muchos sabían que fue el cardenal quien lo forzó a que saliera de la televisión aun cuando era el show número uno en rating. Hablando de sus luchas con el cardenal dijo una vez: “la envidia es el tributo con el que los mediocres pagan a los genios”. Fue durante ese tiempo que Sheen escribió la Vida de Cristo −que creo todos hemos leído− porque, como él mismo explicó, “durante esos días cuando mi vida estaba sujeta contra la cruz, es cuando aprendí a conocerla y a amarla más”. Muchos se alejaron de Fulton Sheen porque no querían arriesgarse a ser víctimas de la furia del cardenal por ser amigos del obispo auxiliar.
Poco tiempo después Spellman lo exilió de New York −algunos dicen para que dejara de hacerle sombra− y lo hizo obispo de Rochester. En su sermón de despedida en la catedral de San Patricio y delante del mismo Spellman y de cerca de 3000 fieles Fulton Sheen comenzó su sermón agradeciéndole al cardenal con su ironía usual “por aquellas intimidades sacerdotales que nos han unido para siempre”.
2. Una petición en su contra
Pasados apenas 15 meses de ser obispo ya tenía pensado dejar, pues de hecho, le estaba yendo bastante mal. 125 sacerdotes de su diócesis firmaron una petición en su contra. Y así fue como luego presentó su renuncia y dejó de ser obispo de Rochester después de solo 34 meses.
Cuando se iba para tomar el avión para dejar su diócesis le dijo a su vicario: “Antes era una gloria ser obispo. Pero hoy en día yo no se lo desearía ni a mi mejor amigo”.
Dos semanas después apareció en un programa de televisión y sin referirse al Cardenal Spellman dijo “yo hubiese llegado lejos en la Iglesia… pero no quise pagar el precio”. El periodista le preguntó cuál era ese precio y Fulton Sheen simplemente evadió la pregunta diciendo: “Bueno, sentí que hubiese sido una falta de lealtad a mis propios principios y creo que a la práctica cristiana”. Hombre cabal con sus prioridades bien claras.
Cuando se mudó a New York le dijo a su sobrina: “nunca pensé que terminaría lavando platos y tendiendo mi propia cama. No es una aventura infeliz”. Repartió su cuantiosa biblioteca entre diversas personas e instituciones y se mudó a un departamento que le consiguió su familia.
Así fue como este hombre pasó de ser multitudinariamente seguido, respetado, admirado… que se codeaba con las celebridades del mundo y los grandes personajes de la Iglesia, con todas las seguridades mundanes que eso conlleva, a ser un pobre cura que vivía solo en un departamento de 3 habitaciones. Pero vivió y murió con la frente en alto porque no fue tributario.
Todo se desmoronaba a su alrededor, quienes antes lo seguían y querían su compañía ahora lo evitaban. Su mismo cardenal andaba por todos lados basureándolo. Imagínense cuán lacerante habrá sido la pena de que más de cien sacerdotes de su diócesis pidieran que se vaya… La sensación de fracaso y de frustración tiene que haber sido inmensa.
3. Tenemos un propósito en la vida
Y, sin embargo, este es el mismo hombre que escribió: “Muy a menudo la tentación será muy fuerte y las ventajas temporales nos parecerán grandiosas” −por ejemplo, si uno se concentra más en lo que tiene más inmediato: la parroquia, el estudio, la prédica de ejercicios espirituales, dar una charlita aquí o allá… incluso su propia provincia, simplemente porque es más gratificante, se ven resultados inmediatos, palpables si se quiere−. “Tenemos un propósito en la vida, pero si nunca nos detenemos a pensar por qué estamos aquí, o hacia donde vamos, o cual es el propósito de nuestra vida, terminaremos cambiando nuestra orientación pero no vamos a progresar. Y lo que es peor, nos vamos a quedar atrapados en esos destinos pequeñísimos, sucesivos e incompletos para terminar luego completamente perdidos. Si un hombre que está perdido en el bosque tuviese un punto distante fuera del bosque que le sirviera de referencia podría libremente salir del bosque o permanecer ahí. Lo mismo sucede en la vida: si tenemos un objetivo fijo, podemos hacer un progreso real hacia ese objetivo, pero sería una completa estupidez decir que estamos progresando (o haciendo las cosas bien) si constantemente cambiamos ese objetivo. Nuestro Señor en la Cruz nos dio ejemplo de ello: lo dejó todo aun su propia vida para poder correr hacia la meta. […] Por eso NUNCA debemos bajarnos del supremo fin y propósito de nuestra vida”. Hasta aquí Fulton Sheen.
Este gran hombre pasó todo lo que pasó, pero no pudieron con él porque tenía sus prioridades en orden y así, hizo historia.
[Peroratio] Mutatis mutandi, nosotros como religiosos del Instituto, y por el oficio que la Providencia nos ha asignado, tenemos un objetivo, que en nuestro caso, es el de defender y custodiar el patrimonio del Instituto, no permitir que vengan a robarnos delante de nuestros propios ojos a nuestros candidatos, asegurar la unidad entre los nuestros, velar por que nuestras filas aumenten y no disminuyan… Esa es la noble responsabilidad y la prioridad en estos momentos. De nosotros depende.
Si Fulton Sheen se hubiese achicado y no se hubiese plantado contra el líder de la diócesis más rica del mundo, le hubiera terminado pagando a Spellman lo que no debía. Si no hubiese tenido sus prioridades bien claras hubiese dejado Propaganda Fide por una parroquia cómoda y adinerada, o hubiese negociado el quedarse callado por seguir con su show en televisión. Si se la hubiese creído, se hubiese atado a su cargo de obispo les guste a los curas o no… sin embargo no fue así. Fue un hombre de un solo propósito: servir a Dios, venga lo que viniere.
En uno de sus libros escribió −y con esto ya termino−: “Debemos hacer todo lo que este dentro de nuestro poder para cumplir la voluntad de Dios… pero todo lo que este fuera de nuestro poder, lo debemos dejar de lado y someterlo a su Santa Voluntad. Noten la diferencia, sigue diciendo Sheen, entre dentro de nuestro poder y fuera de nuestro poder. No debemos ser fatalistas. Algunas cosas están bajo nuestro control. Lo que está mal con el fatalismo es que falla en reconocer que, dentro de ciertos límites, nuestra voluntad puede afectar eventos de la vida. Sería un grave error entonces no hacer todo lo que mejor podamos por el bien de nuestros hermanos y la gloria de Dios. Es la voluntad de Dios que los hombres usemos nuestro libre albedrío subordinado a su Voluntad para ser felices”.
A la Virgen Madre le pedimos luz para tener bien en claro nuestras prioridades en estos momentos.