Son el honor de la Iglesia y el torrente de gracias celestiales
Directorio de Vida Contemplativa, 172; op. cit. Perfectae Caritatis, 7
[Exordio] He venido muy gustosamente a este querido monasterio para manifestarles no solo la estima y el afecto, sino nuestro profundo agradecimiento por las oraciones de todos Ustedes. Eso en primer lugar.
En segundo lugar y dada la expansión que ha tenido la rama contemplativa en estos últimos años –piensen que, en el 2016, el Instituto tenía solo 6 monasterios; a mediados del 2019 tenía 11 monasterios y en la actualidad son 16– me parece importante destacar (aunque esto Ustedes ya lo sepan) la importancia de la vida contemplativa en tierras de misión. Por gracia de Dios, hoy en día podemos decir que nuestros contemplativos están en los 5 continentes, después que se fundó el monasterio en Papúa. Sin embargo, todavía hay 6 provincias como la del Perú, Rusia, Ecuador, Europa del norte, Tanzania, y la delegación en Tayikistán que todavía no tienen contemplativos. Y además siguen llegando pedidos de fundación para monasterios: por ejemplo, hay un pedido para fundar el primer monasterio contemplativo masculino en una diócesis de Lituania… Ahora claro, todo esto depende de lo que pase con nosotros, pero igual se los quería contar para que nos ayuden a rezar.
En estos tiempos los hombres –y las mujeres– en las distintas partes del mundo y en los diversos contextos culturales en los que se desenvuelven sus vidas, buscan con angustia a Dios, buscándolo muchas veces, como diría San Pablo, “a tientas, por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros”[1]. Y por eso, a mí me parece, que hay que ver esta expansión de la rama contemplativa del Instituto en medio de pueblos tan diferentes en raza, en mentalidad, en culturas, como una prueba de la validez del carisma del Instituto y de la universalidad del mensaje que llevamos. No deja de ser un hecho providencial el que Dios lleve a los nuestros a rezar y a hacer penitencia a lugares a los que si no fuéramos nosotros muy probablemente no irían otros. Piensen que estamos en Turquía, en Papúa, que queremos abrir un monasterio en Irak, otro en Taiwán… créanme que no son muchos los que quieren ir a esos lugares. Pero es imperativo para la misión ir. Y ciertamente que le daríamos un gran consuelo al Corazón de Cristo.
El derecho propio lo dice y hoy yo se los quiero repetir: los contemplativos “son el honor de la Iglesia y el torrente de gracias celestiales”[2]. El Concilio Vaticano II, por su parte, en dos de sus documentos –Lumen Gentium[3] y Perfectae Caritatis[4]– también alaba la vida de soledad con la que Ustedes han querido seguir más de cerca a Cristo orante en la montaña. Y el derecho canónico también confirma esto cuando dice que los contemplativos “tienen siempre una parte relevante en el Cuerpo Místico de Cristo”[5].
Honor de la Iglesia
¿Por qué dice que son el honor de la Iglesia? Porque el mismo Cristo nos ha dado ejemplo de que todo el honor del amor está en amar, en entregarse, en sacrificarse, y eso es precisamente lo que hacen los monjes del IVE. “Vivir la vida de la Eucaristía –dice Santa Edith Stein– es salir fuera completamente del pequeño circulo de la propia vida y crecer en la infinidad de la vida de Cristo”[6]. Vivir la vida de la Eucaristía, es precisamente la vida de los contemplativos del Verbo Encarnado. Son además el honor de la Iglesia porque Ustedes han elegido la mejor parte y no les será quitada[7]. Son el honor de la Iglesia porque Dios los ha elegido para consagrarlos a honrar exclusivamente su Persona adorable y su presencia real y viva entre nosotros. Son el honor de la Iglesia porque se dedican a honrar el estado sacramental del Salvador, copiando en su vida las virtudes que Jesús practica en la Eucaristía[8].
Torrente de gracias celestiales
Pero son también torrente de gracias celestiales, o como dice el Directorio de Espiritualidad: “imanes de la gracia de Dios”[9]. Cuántas gracias obtienen los contemplativos para la misión, para nuestros mismos misioneros, en favor de la conversión de las almas; cuánto ayudan los monjes a que se arraigue la fe en los distintos pueblos; cuánto sostiene la oración y el sacrificio del contemplativo al sacerdote en su campo de misión y ¡cuánta falta hace que todo eso se propague, se multiplique! La Iglesia toda necesita mucho de la colaboración de los monjes.
Por eso el aspecto más característico del apostolado de los monjes sigue siendo el holocausto de Ustedes mismos escondido en la penitencia, en la observancia de la disciplina monástica de acuerdo al espíritu genuino del Instituto y, sobre todo, en el ofrecimiento de oraciones y sacrificios, y tanto en el oficio divino como en la Santa Misa[10].
Así entonces, la vida interior del monje, en virtud de su profesión monástica, no solo es un ejercicio privado de espiritualidad, ya de hecho altamente encomiable, sino que es misión y servicio eclesial para provecho de todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y en realidad, de toda la humanidad.
San Juan Pablo II, usando una metáfora de San Bernardo decía que, “así como el aparato digestivo trabaja en favor de todo el cuerpo, así los monjes, por medio de la lectio divina y de la contemplación, asimilan el alimento espiritual de la Palabra de Dios y de la gracia sacramental y lo transforman en jugos vitales para el beneficio de todos los miembros de la comunidad”[11]. Y por eso, hoy que en el mundo tanta gente es zarandeada por corrientes intelectuales confusas, perturbados y puestos en crisis espirituales por tantas espiritualidades falsas que se promueven por todas partes, principalmente por los medios de comunicación, hace mucha falta no solo la oración de los contemplativos sino el ejemplo de la importancia de lo trascendente[12].
La reciente canonización de San Charles de Foucauld, el martirio de los monjes de Tibhirine en Argelia[13], el martirio de más de 70 contemplativos de distintas órdenes religiosas en España durante la guerra civil española[14], hablan de cuán importante sigue siendo hoy en día la entrega radical del contemplativo a la hora de la evangelización.
[Peroratio] Ya ven, hace un momento mencionábamos la cantidad de monasterios que hoy tiene el Instituto. ¡Quien iba a pensar que un puñado de monjes desde aquí, desde San Rafael, iban a llevar la vida contemplativa a todo el mundo! Dios ha confiado a las oraciones y a la santidad de vida de Ustedes todo el ancho mundo. Tomemos como personalmente dirigido a nosotros este anhelo del Corazón del Verbo Encarnado expresado en el Directorio de Espiritualidad, cuando hablando de los monasterios dice: ¡Ojalá pudiésemos multiplicarlos por todo el mundo! [15].
Pidamos en esta Santa Misa que tanto Ustedes como todos los contemplativos del Instituto en el mundo contribuyan con la fuerza de la oración a mantener y a alegrar la Iglesia con los frutos de una fe ardorosa y que todos nuestros monasterios sean realmente “semilleros de edificación del pueblo cristiano”[16].
Que la Virgen los bendiga y los proteja siempre.
[1] Hch 17,27.
[2] Directorio de Vida Contemplativa, 172; op. cit. Perfectae Caritatis, 7.
[3] 46.
[4] 7.
[5] CIC, can. 674.
[6] Autobiografía, traducción de Sr. Immakulata Adamaska, citado por San Juan Pablo II, A las religiosas de clausura en Varsovia, (8/6/1987).
[7] Cf. Lc 10,42.
[8] Cf. San Pedro Julián Eymard, Obras Eucarísticas, 3ª serie, Directorio de los afiliados a la Congregación del santísimo Sacramento, II Parte, cap. 1, p. 551.
[9] 93.
[10] Cf. San Juan Pablo II, A las ordenes cisterciense y trapense en Castelgandolfo, (14/9/1990).
[11] Ibidem.
[12] Directorio de Vida Contemplativa, 3.
[13] https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2021-03/monjes-de-tibhirine-25-aniversario-de-su-secuestro-argelia.html
[14] 44 benedictinos, 19 cistercienses, 6 cartujos, 1 jerónimo de Madrid y 2 ermitaños de la Luz en Murcia.
[15] 93.
[16] Perfectae Caritatis, 9. Citado en el Directorio de Vida Contemplativa, pie de página 192.