Buenas Noches para los Monjes del Monasterio “San Miguel Arcángel” – Brasil
Contemplativos de la Eucaristía[1]
[Exordio] Primero que nada, muchas gracias por la invitación y la cálida bienvenida. Es un placer estar aquí. ¡Cuánto ha crecido esto! ¡Felicitaciones!
Estas buenas noches yo las he titulado Contemplativos de la Eucaristía que es una frase del Directorio de Vida Contemplativa. Ya que si hay algo que debe caracterizar a nuestros monjes es precisamente esa adoración al Verbo Encarnado presente verdadera, real y sustancialmente en la Eucaristía[2] donde va adquiriendo familiaridad con Él[3] día tras día. Y si bien es cierto que esa impronta eucarística es común a todos los miembros del Instituto, los monjes son (o deben ser) en nuestro Instituto los adoradores por excelencia.
Ahora, quisiera hacer notar que ese ‘de’ en la frase, tiene una doble significación. Por un lado, se refiere a contemplar la Eucaristía, a estar abocados a ello como el acto más santo que podemos hacer[4]. Pero, por otro lado, la preposición puede interpretarse como pertenencia o posesión[5]. El contemplativo tanto se encariña con Cristo en la Eucaristía, tan recogido anda por el monasterio “para que la disipación no halle incentivo”[6] que haga lo que haga el alma se le ha quedado prendada de Cristo al punto que con gran razón se puede decir que ese contemplativo es de la Eucaristía: Diego es de la Eucaristía, José es de la Eucaristía… Y de ese modo da cumplimiento a aquello que dicen nuestras Constituciones en el número 209 (presten atención): “Jesucristo, Hijo de Dios y de la Santísima Virgen, debe ser el centro de toda vida espiritual: Nadie va al Padre sino por Mí[7]. En el templo, en el claustro, en la celda, en el comedor, en los recreos, han de andar gimiendo por Jesucristo. El canto y la risa de los miembros de nuestra Familia Religiosa ha de ser llorar por Jesucristo. Éste es su oficio. Cuanto más dulce melodía canten en el coro, mejor manifestarán el profundo e interior suspiro de sus almas gimiendo por Jesucristo. La memoria y el recuerdo de Él nunca deben apartarse de sus corazones. Con eso ha de venir el sueño y eso han de soñar durmiendo. El corazón siempre derretido en amor suyo y la memoria no ocupada en otra cosa que en Él”. Interesante, ¿no?
¿Cómo se logra eso? ¿Cómo se logra que la memoria y el recuerdo de Cristo nunca se aparten de nuestros corazones? Contemplando a Cristo en la Eucaristía. Uniéndose a Cristo Eucarístico. Allí es donde el alma se va empapando de los mismos sentimientos de Cristo, de donde va bebiendo de la Sabiduría divina que Dios susurra en el silencio del alma, donde encuentra al Amigo para abrazarlo y no soltarlo más.
Ese es nuestro noble oficio dice el derecho propio, pero especialmente, es el del monje del Verbo Encarnado. Ustedes han sido llamados para servicio del santísimo Sacramento, para servir a la adorable persona de Jesucristo en el Santísimo Sacramento.
Pero el monje del Verbo Encarnado no se debe contentar con solo eso, sino que llevado de un amor sin límites por Cristo y de celo por su gloria, debe esforzarse también en hacer que le amen, adoren y sirvan todos los hombres[8] y que en todas partes se le levante un trono y se le junten adoradores fieles[9]. Esto es así, porque si el monje “busca verdaderamente a Dios[10], deberá necesariamente participar del ardiente amor de Cristo por las almas”[11], no puede olvidarse del prójimo[12]. Y cuando decimos prójimo, no nos referimos solamente a las miles de personas que todavía no conocen a Cristo en el mundo, sino muy especialmente a los miembros del Instituto, “como lo exige el orden de la caridad según la cual se ha de amar –afectiva y efectivamente– más a los que son más cercanos”[13]. Y aquí, si Ustedes me dejan, yo les quiero hacer un triple encargo:
Amen la Congregación con un amor filial, defiéndanla siempre. Recen mucho por la Congregación cuando contemplan al Verbo Encarnado en la Eucaristía. Fíjense “que nunca se pagan a una Congregación como se merecen las gracias que da: siempre somos deudores para con nuestra madre. Los trabajos de cada día son poca cosa al lado de la deuda que es inmensa”[14]. Sin ir más lejos, piensen en el don inmenso que Dios nos ha hecho al traernos a esta Familia Religiosa para consagrarnos a Él, con todos los medios que nos da para nuestra santificación… En fin, por todo lo que nos da la Congregación, lo único que nos pide a cambio –por decirlo de alguna manera– es que seamos fieles a su regla, al carisma, al patrimonio que nos ha sido legado, a sus sanas tradiciones. San Pedro Julián Eymard les decía a los suyos: “Guardad, pues, vuestra regla para conservar la vida de vuestra madre la Congregación”[15]. Es el mismo mensaje que yo quiero repetirles. Así como en la Edad Media, cuando los monasterios eran el lugar en que se conservaba la riqueza cultural del pasado[16], así también Ustedes sean hoy los verdaderos guardianes del espíritu[17] de nuestro Instituto. Sean Ustedes la escolta fiel del Verbo Encarnado. Fíjense que nuestras Constituciones dicen que el espíritu de nuestra Familia Religiosa, de nuestro Instituto, se identifica con el Espíritu Santo[18]. Ahora bien, ese espíritu se manifiesta o vive en un cuerpo, es decir, a través de nosotros. Si nosotros nos separamos de ese espíritu, de algún modo nos estamos apartando de Dios (Espíritu Santo), de lo que Él quiere para nosotros. ¿Y qué le pasa a un cuerpo cuando se separa del espíritu (de su alma)? Muere. Por eso es muy importante, no solo que conozcamos bien este espíritu, sino que lo vivamos, que no nos apartemos del espíritu de nuestro Instituto ni en un punto y lo sepamos defender con argumentos claros, con el testimonio valiente, y hasta con la mirada.
Ayuden a que nuestra Congregación se expanda. ¿Cómo? Y, la mejor manera de hacerlo –que es a su vez el mejor tributo de honor que pueden darle a Cristo en la Eucaristía– es la práctica amorosa de la regla. El cumplimiento fiel de lo que nos esta mandado no solo consuela a Cristo grandemente, sino que contribuye a la prosperidad de nuestra Congregación y le atrae nuevos miembros. Y no solo hay que hacer lo que se nos manda, sino que hay que perfeccionarse en lo que nos toca hacer. Por nosotros juzgarán a la Congregación. Si nosotros somos relajados, si no tenemos celo apostólico, si somos demasiado burocráticos o, al contrario, somos totalmente desorganizados, si no estudiamos con seriedad, si nos vamos detrás de cualquier novedad que sale por ahí, la gente va a pensar que así es la Congregación. Ustedes condúzcanse de tal manera que quienes los vean puedan decir: “he ahí un verdadero religioso del Verbo Encarnado”.
Por último, sean siempre generosos y disponibles[19] para lograr el fin del Instituto, es decir la inculturación del Evangelio. Que el ser contemplativos de la Eucaristía, los lleve a no ser esquivos de la aventura misionera, es decir, a no renunciar a priori a tal o cual misión, a ser capaz de ofrecerse personalmente para colaborar en lo que haga falta para bien del Instituto y la causa de Cristo.
[Peroratio] San Pedro Julián Eymard preguntaba a unos religiosos mientras les predicaba Ejercicios Espirituales “¿Que los hará santos? La regla, vuestra regla religiosa, la regla a la congregación a la que pertenecéis. A practicarla se reduce para vosotros la santidad, porque la regla es la voluntad de Dios. […]Lo que en vosotros [Dios] quiere ver es religiosos perfectos de este Instituto y ser viva encarnación suya. En el cielo seréis coronados, no como varones santos, sino como religiosos santos”[20]. Y nosotros podríamos agregar: como religiosos santos del Instituto del Verbo Encarnado.
Nosotros no podremos ser santos sino solo según lo que Dios ha inspirado a nuestro Fundador y que está plasmado en las Constituciones y en los Directorios, eso lo saben ustedes muy bien. Si alguno de Ustedes dice que ama mucho a Cristo, pero no ama la Congregación: miente. Porque como dice el derecho propio: un verdadero religioso guarda fidelidad y muestra un gran amor no sólo cuando aprecia el don de la vida religiosa sino también cuando ama y defiende a su propio Instituto, que incluye de modo particular al fundador y las Constituciones. Léanlo ustedes mismos en el Directorio de Vida Consagrada[21].
Por eso tenemos que estar prevenidos, ya que no van a faltar quienes se creen llamados a reformar al Fundador y a hacer mejor que él, pero sólo al que ha escogido para fundar bendice Dios, y nunca a sus contrarios[22]. Tenemos que estar preparados para las más duras pruebas y para eso tenemos que estar bien plantados en la Roca que es Cristo[23] y que vive entre nosotros en la Eucaristía desde donde cada día nos dice: Yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo[24].
Con el canto a la Virgen le pedimos a Ella que interceda por todos nosotros, por el Instituto y yo personalmente, le pido que los bendiga siempre y los haga muy santos.
[1] Directorio de Vida Contemplativa, 59.
[2] Ibidem.
[3] Constituciones, 231.
[4] Cf. Constituciones, 139.
[5] https://dle.rae.es/de 1. prep. Denota posesión o pertenencia. 3. prep. Denota de dónde es, viene o sale alguien o algo.
[6] Directorio de Vida Contemplativa, 64.
[7] Jn 14, 6.
[8] Cf. Constituciones, 7: Queremos amar y servir, y hacer amar y hacer servir a Jesucristo: a su Cuerpo y a su Espíritu. Tanto al Cuerpo físico de Cristo en la Eucaristía, cuanto al Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.
[9] Cf. San Pedro Julián Eymard, Obras Eucarísticas, p. 802.
[10] San Benito, Santa Regla, LVIII, 7.
[11] Directorio de Vida Contemplativa, 170.
[12] Cf. Ibidem, 169.
[13] Directorio de Vida Consagrada, 303.
[14] San Pedro Julián Eymard, Obras Eucarísticas, p. 951.
[15] Ibidem.
[16] Vita Consecrata, 98.
[17] Directorio de Vida Contemplativa, 8.
[18] Constituciones, 18.
[19] Cf. Directorio de Vida Contemplativa, 42.
[20] Obras Eucarísticas, Ejercicios Espirituales dados a los religiosos de la congregación de los Hermanos de San Vicente de Paúl, p. 912.
[21] Cf. 318.
[22] San Pedro Julián Eymard, Obras Eucarísticas, p. 952.
[23] Cf. 1 Co 10, 4.
[24] Mt 28, 20.