Homilía para los Religiosos Hermanos del Instituto del Verbo Encarnado
[Exordio] Una de las grandes riquezas de nuestro querido Instituto es ciertamente el contar entre nuestros miembros a los Religiosos Hermanos; es decir, de que Ustedes sean parte de nuestra Familia Religiosa, verdaderos religiosos, tanto como cualquiera de nosotros. Por eso estoy muy contento de poder celebrar esta Misa con Ustedes. Sepan que para mí este encuentro tiene una importancia especial de significado y de afecto.
Por eso quisiera aprovechar este sermón para desarrollar brevemente dos puntos que los Padres Capitulares mencionaron en el último Capítulo respecto de los Religiosos Hermanos: 1) el tomar conciencia del don y la especificidad de la vocación de hermano; 2) los aportes que están llamados a dar a la misión del Instituto en la Iglesia[1].
1. Vocación de hermano en el Instituto
San Marcelino Champagnat decía acerca de la vocación de los Hermanos coadjutores en su orden (y lo mismo podemos decir nosotros): “la vocación religiosa es siempre una gracia extraordinaria. Después del bautismo, es la más excelente que Dios puede conceder a un alma. Es una señal de predestinación, una segunda preferencia y elección para la gloria del cielo”[2].
Ustedes han sido llamados a caminar hacia la perfección por la vía de los consejos evangélicos, que un día profesaron con generosa totalidad de compromiso, y por eso son llamados y efectivamente lo son religiosos en toda la plenitud de la palabra. Porque han sido elegidos y consagrados por Dios para el excelente oficio de “amar y servir, y hacer amar y hacer servir a Jesucristo”[3] como definen las Constituciones nuestra vocación de ser religiosos. Y no para ser cualquier religioso, sino religiosos de este magnífico Instituto del Verbo Encarnado, que en su multiforme caridad ha visto en la vocación de los Hermanos una pieza clave[4] para el bien del Instituto (la santidad de sus miembros) y para la evangelización. Ustedes, de hecho, están llamados a la perfección de la unión con Dios -la perfección de la caridad-: ¡esa es su vocación! Al igual que la de los miembros sacerdotes del Instituto.
Pero además, de hecho, a ustedes y no a nosotros –los sacerdotes– se les llama piezas claves del empeño apostólico del Instituto. Y eso es porque el mismo Verbo Encarnado –siempre fascinado con los pequeños y humildes– ha visto en la vocación de hermano una “mayor participación e imitación en el radicalismo de su anonadamiento, aquel por el cual movido por amor a los hombres, se hizo siervo obediente hasta la muerte de cruz para dar la vida por muchos[5] a fin de transfigurar el mundo[6].
Así es que hace ya, 33 años[7] nuestro precioso carisma de evangelizar las culturas los cuenta entre sus más poderosos aliados. Al punto de que tanto Ustedes como nosotros los sacerdotes estamos asociados indispensablemente en una única vocación evangelizadora, es decir, aquella “de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano, aún en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas”[8]; claro está, cada uno a su manera.
Fíjense que resulta impensable ahora el poder llevar adelante semejantes obras apostólicas como son los hogarcitos, por ejemplo, sin la ayuda de Ustedes. Y cuanto se dificultaría o quizás se truncarían un montón de apostolados del Instituto en las parroquias, en los monasterios y en las distintas misiones sin la ayuda de Ustedes: sé que hay alguno que enseña cursos de Biblia[9], otros que ayudan con distintos trabajos de servicio y hospitalidad en las misiones y así podríamos mencionar varios ejemplos más… Por eso afirma el derecho propio: “Los Religiosos Hermanos participan a su modo de la solicitud pastoral del [Instituto]”[10]. Y este modo, me parece a mí, que es el de la complementariedad dentro de la misma vida religiosa y bajo el mismo carisma fundacional.
Entonces, por un lado está la ayuda con las actividades apostólicas del Instituto, que ya de por sí es una gran cosa. Pero además, estimo de capital importancia y de gran valía, la contribución de los Hermanos en la vida comunitaria compuesta mayoritariamente por sacerdotes y el gran testimonio evangelizador que con eso brindan a los demás. Ya que dice el derecho propio que a través de “la vida fraterna de los misioneros, eso sólo ya es misionar. Porque no hay mejor testimonio que el de la caridad cristiana”[11]. Y en otro lado dice que “toda la fecundidad de la vida religiosa depende de la calidad de la vida fraterna en común”[12]. Por tanto, el rol de Ustedes dentro de la vida comunitaria es un factor muy importante para la misión y requiere de no poco trabajo en la virtud.
Juan Pablo Magno decía: “Quiero recordar a todos los religiosos –hermanos y sacerdotes– su complementariedad. Al religioso sacerdote, comprometido en muchas actividades pastorales, el hermano le recuerda que la vida religiosa tiene una dimensión comunitaria que no debe olvidar. Al hermano, comprometido en humildes trabajos domésticos o en tareas de servicio, el sacerdote le recuerda la dimensión apostólica de lo que realiza”[13]. Algo que debemos tener siempre presente.
También me parece importante reconocer el papel específico y la gran influencia que los Religiosos Hermanos de mayor experiencia pueden ejercer sobre los Hermanos más jóvenes. Todo lo cual redunda, ciertamente, en beneficio de todo el Instituto.
Pasemos entonces al segundo y último punto de este sermón:
2. Aportes de los Hermanos a la misión del Instituto
En un mundo acostumbrado a usar palabras como “lo más grande”; “super”; “the top of the top” donde pareciera que se da valor sólo a lo esplendoroso, a lo grande, a lo más vistoso, los trabajos de servicio son sin duda de un valor incalculable a la hora de la misión y transparentan un testimonio muy elocuente a las personas que los ven y sobre todo a los que son beneficiados con sus atenciones: pues, les lleva el mensaje de Cristo que dijo he venido a servir no a ser servido quien es el mismo que prometió que un vaso de agua no quedara sin recompensa.
El espléndido carisma de nuestro Instituto nos ha impulsado desde los comienzos a no ser esquivos a la aventura misionera. Pero eso no es algo del pasado o no es algo que les compete sólo a los más jóvenes. Yo sé que hay aquí entre Ustedes quienes hace tiempo atrás partieron del propio país para ir a ponerse al servicio de pueblos donde la misión recién comenzaba (Guyana, Kazajstán, Perú…) o que incluso quedándose en sus países de origen ayudaron en los comienzos fatigosos de varias misiones.
Hoy también nuestro Instituto necesita de Ustedes y mucho. Porque siguen siendo “co-responsables de la actividad misionera”[14] que se nos ha encomendado. Por eso los Padres Capitulares hablando específicamente de Ustedes decían que “hay múltiples apostolados, también intelectuales y de docencia, a los cuales pueden dedicarse con mucho fruto, luego de la debida preparación. También hay oficios que pueden aprender y asumir, y que serán en cualquier misión un regalo de la Providencia”[15].
Entonces en esta ocasión quiero también alentarlos vivamente a dar un impulso cada vez más vigoroso al compromiso misionero de cada uno al servicio del Instituto y de la Iglesia. El anuncio del Evangelio es hoy más necesario que nunca. Y se necesitan muchos Hermanos que olvidados de sí mismos quieran gastarse por el bien de los demás, por acercar las almas a Dios y Dios a las almas.
Aprovecho asimismo para exhortarlos a colaborar con la pastoral vocacional, no sólo a la vida sacerdotal, sino también y muy especialmente a la vida de Religioso Hermano dentro del Instituto. Por eso no duden en proponer ese estilo de vida de Religioso Hermano del Verbo Encarnado que los hace tan felices. Mediante el entusiasmo de Ustedes, háganle descubrir a los demás la alegría de entregarse totalmente a Cristo en una comunidad religiosa para compartir mejor los dones de Dios y anunciar con más fuerza el mensaje del Verbo que se hizo carne.
[Peroratio] En fin, lo que quisiera decirles es que: reaviven en Ustedes la conciencia y la alegría de su estado como personas consagradas, como Religiosos Hermanos dentro de este nuestro Instituto, con toda la riqueza y la amplitud del servicio que pueden prestar. En verdad se espera mucho de Ustedes… todos los Hermanos del Instituto pueden y deben jugar un papel importantísimo en la obra misionera del Instituto, por eso se les llama “piezas claves”. Dense cuenta de la misión especial que Dios les ha encomendado en la vida de la Iglesia.
Sepan ingeniárselas con todos los recursos de su perspicacia para saber captar las exigencias de los hombres, ya sean sacerdotes o personas comunes del apostolado, a fin de tratar luego de corresponder con toda la riqueza de su corazón. De esto se deriva también la necesidad de formarse para que el servicio que prestan sea cada vez más digno de ese Jesús a quien sirven en cada una de las personas. Vivan siempre contentos en el ejercicio cotidiano de sus tareas, porque está escrito que Dios ama al que da con alegría[16].
A la Virgen Santísima, especialmente bajo el título de Nuestra Señora de Luján, pidamos que obtenga de su Hijo, numerosas y generosas vocaciones de Hermanos para nuestro Instituto. Y a Ella también los encomendamos a cada uno de Ustedes, para que Ella sea para cada uno de Ustedes “la Virgen del sí” como decía San Juan Pablo II, “la Virgen de la fidelidad y de la donación total a la misión; y que sea Ella también la Virgen de la esperanza, la cual deben anunciar a todos los hombres haciéndola primero realidad en sus corazones”[17].
Todo esto se lo pedimos mientras seguimos rezando en la Santa Misa.
[1] Cf. Notas del VII Capítulo General, 46.
[2] Consejos, lecciones, máximas y enseñanzas, Cap. 2.
[3] Constituciones, 7.
[4] Constituciones, 194.
[5] Cf. Mt 20, 28
[6] Cf. Directorio de Evangelización de la Cultura, 164.
[7] El 18 de abril de 1985 entró el primer hermano: Jorge Pedernera (el Payo).
[8] Constituciones, 30.
[9] El hno. Pablo Torre.
[10] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 247.
[11] Cf. Directorio de Misiones Ad Gentes, 119.
[12] Directorio de Vida Fraterna, 96.
[13] Cf. A la Asamblea plenaria de la Congregación para los Religiosos e Institutos seculares, (24/01/1986).
[14] Directorio de Misiones Ad Gentes, 154.
[15] Notas del VII Capitulo General, 48.
[16] 2 Cor 9, 7.
[17] A las personas consagradas y agentes de pastoral en Buenos Aires, (10/04/1987).