Cruz en Lituania
“Y Yo, una vez levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mi”
(Jn 12, 32)
Luego de la Misa vamos en procesión al lugar donde está plantada la Cruz del IVE en la Colina de las Cruces con cantos.
Al llegar frente a la cruz, el celebrante dice:
[Nos hemos reunido aquí, en la Colina de las Cruces, lugar místico de la cristiandad en Lituania para proclamar al mundo que]
La Cruz de Nuestro Señor –medio escogido por la infinita sabiduría “para dar la vida a muchos y de ese modo transfigurar al mundo”[1]– es también para nosotros lo que fue para Cristo: “la prueba de amor más grande”[2]. Porque la Cruz “fue la cátedra donde [el Verbo Encarnado] enseñó, el altar sobre el que se inmoló, el templo de su oración, la arena donde combatió, y como la fragua de donde salieron tantas maravillas”[3]. Y por eso, desde los inicios de nuestro querido Instituto, la Cruz que el Verbo Encarnado se eligió para Sí, ha sido la noble insignia que nos identifica y la proclamación solemne de que para nuestros miembros la sumamente grande y sagrada tarea de la evangelización de la cultura es cruz; y que la cruz es nuestro programa y el camino real que hemos escogido para seguir al Verbo Encarnado “en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”[4] y que es en esta misma cruz donde hallamos cumplido todo gozo y toda esperanza en esta tierra.
Por eso esta Cruz que hoy hemos de plantar en este suelo es imagen del deseo perenne y fervoroso de que nuestra pequeña Familia Religiosa no esté “nunca replegada sobre sí misma, sino abierta como los brazos de Cristo en la Cruz, que tenía de tanto abrirlos de amores, los brazos descoyuntados”[5] a fin de que sus miembros presentes y futuros “tomando su cruz [con valentía] y participando de los sufrimientos de Cristo”[6] colaboren con “la obra más divina entre las divinas”[7] que es la salvación eterna de las almas y, de ese modo, nuestro mundo sea transfigurado.
Que esta Cruz que lleva en su centro el escudo de nuestro Instituto, sea signo de nuestro empeño en dar testimonio ante el mundo de que en la Cruz de Cristo se halla toda la Verdad y la Sabiduría misma que ha de ser predicada. Que a la sombra de esta Cruz que “es el arma poderosa de Cristo, el cayado del Buen Pastor, con que el divino David sale a combatir con el Goliat infernal y con la cual llama con autoridad a la puerta del cielo y se le abre”[8], halle nuestra Familia Religiosa toda su fortaleza en la debilidad, toda su riqueza en su más austera pobreza, y la más consoladora alegría en medio de arduas pruebas.
“¡Oh triunfante Cruz de Cristo,
inspíranos a continuar la tarea de evangelización!
¡Oh gloriosa Cruz de Cristo,
fortalécenos para proclamar
y vivir el Evangelio de salvación!
¡Oh victoriosa Cruz de Cristo,
nuestra única esperanza,
llévanos al gozo y la paz
de la Resurrección y la vida eterna!”[9]
Oración de bendición
Terminada la homilía, el celebrante, de pie ante la cruz, con las manos extendidas, dice la oración de bendición (que puede ser precedida por un canto):
Te bendecimos, Señor, Padre santo, que, en el exceso de tu amor, nos procuraste el remedio de la salvación y de la vida en el árbol, de donde el primer hombre había sacado ruina y muerte. Porque, cuando llegó la hora de su Pascua, Jesús, el Señor, sacerdote, maestro y rey, ascendió voluntariamente al árbol de la cruz y lo convirtió en trono de su gloria, en altar de su sacrificio, en cátedra de la verdad. Allí, elevado sobre la tierra, venció al antiguo enemigo y, vestido con la púrpura de su sangre, atrajo hacia sí, lleno de amor, a todos los hombres; allí, con los brazos extendidos, te hizo, Padre, la ofrenda de su vida e infundió una fuerza salvadora a los sacramentos de la Nueva Alianza; allí, enseñó con su muerte lo que antes había anunciado de palabra: que el grano de trigo, cuando muere, produce fruto abundante. Así, pues, te suplicamos, Señor, que tus fieles, al venerar este signo de salvación, reciban los frutos de redención que Cristo Jesús mereció con su Pasión; que en la cruz den muerte a sus pecados y que, por el poder de esta cruz, dominen la soberbia y fortalezcan su debilidad; que en ella encuentren consuelo en sus aflicciones y seguridad en sus peligros; y que, protegidos por su poder, recorran sin daño los caminos de este mundo, hasta que tú, Padre, los recibas en la Patria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Se rocía luego la cruz con agua bendita y se inciensa mientras se realiza un canto.
X
Oración después de bendecida la Cruz:
Padre Eterno, Señor de la historia,
que en tus designios de misericordia infinita
mandaste que tu Hijo se hiciese hombre para redimir al hombre
por la muerte en Cruz.
Verbo Encarnado, “muerto y resucitado,
que sufriste malentendidos, persecución y condena por parte de los poderosos;
que, después de haber pasado entre nosotros haciendo el bien a todos con palabras y acciones,
sanando a los enfermos y alimentando a los hambrientos,
te dejaste clavar en la Cruz”[10].
Espíritu Santo que fortaleces en toda virtud[11] a los seguidores del Crucificado según la fuerza de su gloria en toda paciencia y longanimidad con alegría[12].
Oh, Trinidad Santísima, recibe esta Cruz que hoy se eleva implorante hasta tu trono la gracia de “la locura de la cruz que hace más sabia que la sabiduría de todos los hombres”[13] para todos los miembros de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado presentes y futuros.
Verbo Encarnado, a quien Dios Padre le concedió el Nombre sobre todo nombre, y bajo cuyo Nombre nos congregamos, concédenos la perseverancia hasta el fin en el honroso oficio de servirte “aún en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas”[14].
Cristo Crucificado, que dijiste cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia Mí[15], danos la gracia de que a través del testimonio y la predicación de tu Triunfo en la Cruz “hombres y mujeres, y particularmente los jóvenes, sean sobrenaturalmente atraídos a seguir tu estilo de vida solamente por la gloria de la Cruz, sabiduría y fuerza de Dios”[16].
Dulce Cristo Crucificado, concede a tus misioneros el combatir confiados en el poder de tu cruz y el enarbolar en todo el mundo el estandarte precioso de tu Cruz.
Que la luz de tu cruz, oh Señor,
ilumine y dé sentido a todas nuestras cruces.
Te lo imploramos tus hijos de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado a través de la intercesión piadosa de tu Madre y nuestra Madre, la Testigo firme al pie de tu Cruz.
Que hoy y siempre Señor: el Triunfo de la Cruz sea nuestro triunfo.
Amén.
Bendición final de la Celebración
[1] Directorio de Evangelización de la Cultura, 164; op. cit. Cf. Mt 20, 28.
[2] Evangelica Testificatio, 29, citado en Directorio de Vida Consagrada, 194.
[3] Directorio de Espiritualidad, 137; op. cit. San Roberto Bellarmino, Libro de las siete palabras, Preámbulo.
[4] Lumen Gentium, 42.
[5] Cf. Directorio de Espiritualidad, 263.
[6] Directorio de Espiritualidad, 100.
[7] Pseudo-Dionisio, citado por San Alfonso, Selva de materias predicables, IX, 1.
[8] Santa Edith Stein, La Ciencia de la Cruz, Parte I, 3.
[9] San Juan Pablo II, Discurso en la Catedral Santos Simón y Judas en Phoenix, Arizona USA (14/09/1987).
[10] San Juan Pablo II, Oración ante las tumbas de los mártires de la Independencia en Vilna, Lituania (05/09/1993).
[11] Cf. Col 1, 11.
[12] Ibidem.
[13] Directorio de Espiritualidad, 180.
[14] Constituciones, 31.
[15] Jn 12, 32.
[16] Directorio de Vida Consagrada, 283.