“Del seso y la energía de los no resignados dependerá el rumbo del futuro”

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Sermón predicado por el P. Carlos Miguel Buela el día 20 de junio de 1998 en la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, con motivo de la toma de hábito de las novicias del Instituto Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará

 

Celebramos la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Es una fiesta particularmente grata para nosotros porque nuestra congregación comenzó su vida pública el día en que el Papa y todos los obispos del mundo consagraron el mundo −es decir, a todos nosotros y todas las cosas− al Inmaculado Corazón de María. Eso fue el 25 de marzo del año 1984.

Recuerdo siempre que aquí en San Rafael el día que comenzábamos con el seminario diocesano, la consagración la hizo monseñor León Kruk frente a la parroquia San José cuyo párroco era el padre Ortego, el más joven de todos los sacerdotes de la diócesis con sus 80 juveniles años. En la vereda de su parroquia se celebró luego la misa y en la misa se hizo la consagración al Inmaculado Corazón de María.

Así como Ella conservaba las cosas de su Hijo en su corazón (cf. Lc 2,19), nosotros en este día al recordarla queremos conservarla siempre en nuestro corazón.

En esta semana pude terminar la lectura de un libro no actual, pero si muy interesante, sobre Santiago en España. Allí encontré una frase que me pareció muy hermosa como para el sermón de este día. Dice el autor: “Del seso y la energía de los no resignados dependerá el rumbo del mundo[1].

Me parece ocasión apropiada para desarrollar lo que esto significa. Comenzare con la parte final de esa frase.

“Dependerá el rumbo del futuro”

Los hombres de nuestro tiempo olvidamos −lamentablemente con frecuencia− algo que es muy importante: está en nuestras manos el poder orientar el rumbo del futuro.

Frente a esto, hay tres posiciones que difieren: según los hebreos, basta con las obras; según los protestantes, solo la fe; la posición de los católicos abarca ambos aspectos: fe y obras.

La primera posición es la que tiene el pueblo judío por razón de su cultura, de su historia y de su manera de ver las cosas. Están convencidos de que obrando, cambian. De hecho lo han demostrado: mil novecientos años después de haber perdido el territorio patrio, por tenacidad, por actuar, por obrar, lo recuperaron; otro ejemplo es lo que sucedió con el idioma: la lengua hebrea que estaba muerta desde hace mil novecientos años se convirtió −en lo que constituye un caso único en la historia del mundo hasta ahora− en una lengua viva, hablada; es una lengua que se escucha por la radio y la televisión; se lee en los periódicos y la habla la gente en las calles.

La otra posición es la del protestantismo. Para ellos, como decía Lutero, solo basta la fe. Con fe sin necesidad de obras es como se cambia el futuro.

La posición católica, que no es ni lo uno ni lo otro, se alza como un monte sobre dos valles. El catolicismo enseña: la fe es lo primero, pero las obras deben acompañar la fe.

Es decir, es por razón de la fe y por razón de las obras que se puede −y se debe− cambiar el rumbo del futuro. Tal como hizo la Santísima Virgen: tuvo fe, creyó en el Verbo que ya llevaba en su Corazón, dijo “Sí” (cf. Lc 1,38) y comenzó a llevar su Verbo no solo en su corazón sino también en su seno santísimo al aceptar en la fe y obrar en consecuencia. ¡Cambió el rumbo del futuro! Esa mujer que conservaba todas las cosas de su Hijo (cf. Lc 2,29) es la mujer más grande que ha existido entre todas las mujeres. Por eso la saluda su parienta Isabel: ¡Bendita tu eres entre todas las mujeres! (Lc 1,42). Y a medida que vayan pasando los tiempos, más exaltada va a ser la Santísima Virgen, como lo dice muy bien San Luis María Grignion de Montfort.

Y mirando a esa mujer, buscando de imitar a esa mujer que supo cambiar el rumbo del futuro, hemos tenido en este siglo un grupo de no resignados, que son los mártires, los confesores de la fe, como fueron por ejemplo el cardenal Midzensty, Stépinac −está a punto de ser canonizado[2]−; como el cardenal chino Ignacio Kung Pin Mei; como fue y es Juan Pablo II. No se resignaron. No creyeron en ese lema político nefasto −que se levantó incluso en las filas de la Iglesia− que decia: “más vale rojo que muerto”. ¡Y cambiaron el rumbo de la historia! Hablaban los teóricos del rumbo de la historia marcado inexorablemente por la ideología. Parecía algo inevitable. Y, sin embargo, ese grupo de no resignados cambio el futuro.

Se puede cambiar el rumbo de la historia…

Sabemos que se puede cambiar el rumbo de la historia en primer lugar porque tenemos fe, y porque sabemos que Dios es el único capaz de mover las voluntades de los hombres, y las mueve. Para poder cambiar el futuro debemos tener presente cuándo y dónde se cambia: ese futuro se cambia en el presente, se cambia en el aquí y ahora; es en el presente donde se cambia el futuro. Me gusta recordar siempre el triunfo del general Wellington sobre Napoleón. Luego de años de esa victoria clamorosa, regresa al lugar donde había estudiado y delante de todos los cadetes que lo admiraban como héroe, dijo estas sabias palabras: “Waterloo se ganó aquí”. En las aulas, en donde él estudió y se preparó.

Del mismo modo podrán decir el día de mañana estas jóvenes, que al igual que la Virgen, hoy dicen su “Sí”, porque es un sí que brota de la fe, y que si va acompañado de las obras propias de la fe ayudará ciertamente para cambiar el rumbo del futuro. 

“Del seso y la energía”

El autor nombra dos elementos: el seso (o inteligencia), y la energía.

El seso, es decir, la inteligencia, aquello que nos distingue a los hombres y mujeres de los irracionales. Somos capaces de pensar, los animales no piensan. Pero no basta solamente pensar, sino que hay que pensar y actuar. Hay que tener energía de voluntad, energía de carácter, para vivir de acuerdo con la verdad que conoce la inteligencia. El futuro se cambia justamente con el uso correcto de las dos facultades principales del alma: inteligencia y voluntad. Es semejante a lo que proponía Solsyenitzin, uno de los grandes hombres de este siglo. Él hablaba de “lucidez y coraje”.

Para cambiar el rumbo de la historia es necesario tener lucidez, es decir, tener una inteligencia lucida capaz de detectar los problemas y de encontrar las soluciones adecuadas; y hay que tener energía de voluntad para no doblegarse frente a quienes quisiesen otras cosas. Es necesario luchar, y luchar es una gracia.

“De los no resignados”

 

¿Quiénes son los no resignados?

  • Son aquellos hombres y mujeres que no se entregan a sí mismos poniéndose, indebidamente, en manos de otro.
  • Son aquellos que no condescienden con la opinión pública cuando ésta está contra el Evangelio, porque la verdad no depende de la mayoría. Cuando Pilato pregunta a la mayoría: ¿Qué queréis que haga con el que vosotros llamáis rey de los judíos? (Mc 15,12), la mayoría grito: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! (Mc 15,13).
  • Son aquellos que no se someten la espíritu del mundo, porque es contrario al Espíritu Santo, al Espíritu de Verdad, porque el espíritu del mundo se mueve por otros carriles, toma caminos contarios a los del Espíritu Santo.

Quiero dar algunos ejemplos de lo que son los caminos del mundo y sus opiniones y cuáles son los caminos del Espíritu Santo, que es el camino de los no resignados:

  • Hoy día la mayoría caen en lo que se ha dado en llamar la teleadicción; se vive esclavo de la televisión −llamada en España la teletonta. Si uno no es resignado, se pregunta, “¿Por qué voy a ser esclavo? Tengo que ser libre”. Por gracia de Dios, todavía hasta ahora, nosotros no somo esclavos de la televisión, nosotros no vemos habitualmente TV.
  • Hoy día muchas mujeres viven esclavas del último grito de la moda; a estas Hermanas nuestras la moda nada les importa; hoy comienzan a usar un hábito que probablemente en años no se va a cambiar. Eso es ser no resignado.
  • Hoy día se vive en una cultura pansexualista; estas Hermanas van a hacer voto de castidad.
  • Hoy día la gente vive pendiente del dinero, viven esclavos del consumismo; estas Hermanas hacen voto de pobreza.
  • Hoy día en la gente se exalta la libertad hasta el libertinaje; estas Hermanas harán voto de obediencia, que no es resignación, es no-resignación, porque no significa ponerse en manos de otra persona humana, sino que es la entrega de uno mismo poniéndose totalmente en manos de Dios, porque es querer hacer la voluntad de Dios. Es exactamente lo contrario.

Hay que formar hombres y mujeres no resignados  

Debemos buscar de formar hombres y mujeres no resignados.

Escuchamos hasta el cansancio decir: “no hay vocaciones”; “los jóvenes de hoy están ocupados en otras cosas”; “antes las familias eran numerosas y por eso había muchos hijos que se querían consagrar, ahora no”; “no se necesitan sacerdotes”; “el lugar del sacerdote lo ocupan los laicos…”. Pero si uno no es resignado, uno sabe que Dios suscita vocaciones, que Dios no se deja ganar en generosidad por nadie, y que Dios manda vocaciones. ¡Y aquí lo comprobamos!

“Nunca salieron de nuestro país muchos misioneros…”. ¿Y por qué no habrían de salir ahora? ¡No hay que resignarse! Por gracia de Dios hemos mandado misioneros a los cinco continentes, y por gracia de Dios puede repetir una frase que ya usé en otra oportunidad: “Nos desangramos en misioneros”.

También se dice:

  • “No hay que pedirles mucho sacrificio a los jóvenes”; nosotros les proponemos el sacrificio.
  • “No, los jóvenes se van a ahuyentar con la cruz de Cristo…”. ¡Y es la cruz de Cristo la que llama a los jóvenes! ¡Es exactamente al revés!
  • “Las metas altas ahuyentan a los jóvenes…”; y son las metas altas las que llaman a los jóvenes: tenemos jóvenes que están estudiando lenguas dificilísimas: chino, árabe, ruso, quechua; las lenguas de tribus: los chipibos, los kachipos…
  • “Los jóvenes no saben divertirse…”. Nosotros nos divertimos.
  • “Se ha perdido el sentido de la fiesta…”. Reconquistemos el sentido de la fiesta. La frase más famosa de las Constituciones es una de San Atanasio: “De fiesta en fiesta vamos hacia la gran Fiesta”[3] (¡Es la que más les gusta a los seminaristas…!). Está bien; es “de fiesta en fiesta” es nuestro peregrinar hasta la “gran Fiesta” del Cielo.

Esta posición no es gratuita, y tiene un profundo fundamento: ¡somos rebeldes frente al mundo por seguirlo a Jesucristo, y por eso somos signo de contradicción!

¡No queremos jóvenes estrellados, sino jóvenes con estrella, que sepan adónde ir, que sigan la estrella!

¡No jóvenes con montura, sino jóvenes con espuelas, que sean capaces de tener lucidez y coraje!

¡Pretendemos formar hombres y mujeres libres con la libertad de los hijos de Dios!

Es posible cambiar el rumbo de la historia

Es posible cambiar el rumbo de la historia, pero solo con hombres y mujeres no resignados, que sigan libremente el camino del Espíritu Santo, que es el que los conducirá a testimoniar a Dios a quienes no lo conocen.

Si estas Hermanas acompañan su “sí” de hoy con las obras, ciertamente contribuirán a cambiar el rumbo de la historia, y de la historia de muchas almas.

¡De cuántas de estas Hermanas dependerán tantas almas en tantos lugares!

¡Cuánto es el bien que están llamadas a hacer, que importante es el valiente testimonio de considerarlo a Dios como un Absoluto en sus vidas!

¡Cuántos hombres y mujeres se han de sentir edificados por el testimonio de estas Hermanas!

¡Queremos hombres y mujeres capaces de cambiar el rumbo de la historia!

[1] Américo Castro, Santiago de España, Emecé Editores, Buenos Aires 1958, p. 137.

[2] El 3 de octubre de 1998, el Papa Juan Pablo II lo proclamó beato.

[3] Cf. San Atanasio, Cartas pascuales, 5, 1-2: “ab uno ad aliud festum pervenire”, cit. en Constituciones, 211.

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