“Incansablemente evangelizadores”

Contenido

El fin específico de nuestro Instituto que se lee en nuestras Constituciones, declara con toda vehemencia que “comprometemos todas nuestras fuerzas para inculturar el Evangelio, o sea, para prolongar la Encarnación en todo hombre, en todo el hombre y en todas las manifestaciones del hombre[1], de acuerdo con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia[2][3].

Más aun, el carisma propio del IVE consiste en “trabajar, en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente huma­no, aun en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas”[4]. Lo cual nos constituye en “esencialmente misio­neros y marianos”[5]. Y, por este motivo, “los emprendimientos pastorales nos son esenciales”[6].

Es decir, somos una Congregación misionera, una Congregación de evangelizadores. De tal modo, que la evangelización de la cultura es la razón de ser de nuestro Instituto. Una evangelización que, como queda ya dicho, se entiende siempre bajo la guía de la Iglesia (“de acuerdo con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia”); evangelización universal e integral (“en todo hombre, en todo el hombre y en todas las manifestaciones del hombre”); evangelización que tenga bien en cuenta las necesidades de hoy y les dé respuestas evangélicas (“trabajar, en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María”); evangelización que emplee los medios más adecuados (“a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente huma­no”); evangelización hecha testimonio con un estilo de vida verdaderamente religioso (“comprometemos todas nuestras fuerzas” en “trabajar… aun en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas”); evangelización precedida y acompañada por la plegaria (trabajando “en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María” a fin de obtener la “gracia de saber cómo obrar, en concreto, para prolongar a Cristo en las familias, en la educación, en los medios de co­municación, en los hombres de pensamiento y en toda otra legítima ma­nifestación de la vida del hombre”[7]); impulsada por el amor de Cristo y a los hombres (“hacer que cada hombre sea ‘como una nueva Encarnación del Verbo’”[8]); actuada bajo la impronta y protección de aquella que es la Estrella de la evangelización (María Santísima).

Los 40 años de existencia del Instituto han comprobado la nobleza, la hermosura y fecundidad de este carisma que nos ha sido legado. Hoy en día nos gloriamos de él y con santo afecto a nuestro Instituto y a nuestro Fundador consideramos que es nuestro deber vivir el carisma, conservarlo celosamente, profundizarlo y desarrollarlo a lo largo de la historia, en una continuidad homogénea, cualesquiera sean las circunstancias. Porque solo si conservamos viva la herencia que nos dejó el P. Buela, es decir, en generosa fidelidad al carisma originario y en santa familiaridad con el Verbo Encarnado[9] podremos hallar las verdaderas motivaciones de nuestro servicio eclesial y misionero y entonces habremos realizado la contribución que la Iglesia espera de nosotros en la construcción del Reino de Cristo.

Según lo antedicho, “es preciso profundizar la fidelidad al propio carisma mediante un conocimiento siempre mejor de la historia del Instituto, de su misión peculiar y del espíritu de su Fundador, acompañado de un esfuerzo correlativo por vivirlo personal y comunitariamente”[10]. En este sentido, es de capital importancia referirnos esta vez a la formación pastoral requerida por parte de todos los miembros del Instituto en consonancia con los apostolados propios y en sintonía con el espíritu del Fundador.

1. Apostolados propios

Las Constituciones del Instituto del Verbo Encarnado establecen que según nuestro carisma “el Instituto del Verbo Encarnado asumirá los apostolados más conducentes a la inculturación del Evangelio”[11].

“Con un sentido meramente enunciativo se manifiestan los cam­pos preferenciales de acción:

a) En su dimensión espiritual el Instituto habrá de encarar la evangelización de la cultura a través de la santificación de las personas individuales. Ello se hará, preferentemente, por la predicación de Ejerci­cios Espirituales según el método y espíritu de San Ignacio de Loyola, y, además, por la dirección espiritual.

b) En su dimensión intelectual el Instituto dará prioridad a la for­mación sacerdotal en los Seminarios, a la educación en todos sus niveles, a la formación de dirigentes laicos por medio de los Cursos de Cultura Católica, y a los medios de comunicación social.

c) En su dimensión de pastoral popular se dará preferencia a la ayuda a las parroquias mediante la predicación (de triduos, novenas, fies­tas patronales) y la administración del sacramento de la Reconciliación. Asimismo, tendrán prioridad las misiones populares en parroquias y zonas rurales, según el método y espíritu de San Alfonso María de Ligorio, y en todas sus formas, sea misión intensiva o permanente, sea juvenil, infantil, de los enfermos, fabril, abierta, etc. Atendiendo a los pedidos de obispos podrán aceptarse la dirección de parroquias, preferentemente en zonas misioneras o más necesitadas. En todo se estará muy atento a respetar, rescatar y elevar las tradiciones religiosas y folklóricas del lugar para que el Evangelio sea mejor recibido y eche raíces más profundas en los corazones.

d) Asimismo hay que privilegiar la atención de pobres, enfer­mos y necesitados de todo tipo: la caridad de Cristo nos urge (2 Co 5,14), practicando concretamente la caridad, como testimonio, en primer lugar, a todos los miembros de nuestros Institutos de que “la caridad, sólo la caridad salvará al mundo, ¡bienaventurados los que tengan la gracia de ser víctimas de la caridad!”[12], y de que la caridad es imprescindible para evangelizar la cultura, como fin del que obra y como fin de la obra. En caso contrario, no se alcanzará ‘la civilización del amor’”[13].

“Asimismo, será tarea apostólica preferencial la atención, según los requerimientos, de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, como también la ayuda ‘con especial diligencia’, a los institutos, asocia­ciones, movimientos, o hermandad de la tercera rama de fieles cristianos laicos, para que se informen por el genuino espíritu de nuestra familia”[14].

“Los miembros del Instituto dedicados al apostolado eminente­mente espiritual trabajarán convencidos del inmenso valor que tiene para la vida de la Iglesia la santificación de los seglares. Este apostolado abre­vará como en su fuente en las obras y el ejemplo de los grandes maestros de la pastoral católica”[15].

Lo cierto es que el P. Buela no solo fomentaba los apostolados propios sino aun los apostolados inéditos, siempre que sean según Dios. Y esto, ya desde la etapa de formación, como lo pueden atestiguar todos quienes han vivido con él, porque lo que él enseñaba él mismo lo practicaba. Por eso, parafraseando el mensaje que les daba a las Servidoras podemos decir a todos los miembros del IVE que: “Se necesita formar religiosos que tengan chispa, porque hay que hacer apostolados inéditos que quizá en otras épocas no se podían hacer y hoy día hay que hacerlos. Tienen que ser hombres muy bien preparados, experimentados, con mucha disciplina”[16]. 

2. ¿Cómo concebía el P. Buela la formación pastoral de los seminaristas del IVE?

 

El fin de la formación pastoral de nuestros candidatos, decía el P. Buela, es “Jesucristo, Pastor de pastores (1 P 5,4), en cuanto Él es el Sumo Modelo y en cuanto el rebaño es de Él: apacienta mis ovejas (Jn 21,16). Por eso toda la formación de los candidatos al sacerdocio está orientada a prepararlos de una manera específica para comunicar la caridad de Cristo, Buen Pastor’”[17]. Hacia esto dirigía nuestro Fundador sus mejores energías y en base a eso planeó toda la formación del IVE.

a. Lo primordial

El P. Buela hacía mucho hincapié en que la formación para el sacerdocio debía estar orientada a preparar a los seminaristas a “ser pastores de almas”[18] pues la salvación de las almas es el fin de la Encarnación[19] y el bien más grande del ejercicio del ministerio sacerdotal[20].

Por tanto, el campo de acción del sacerdote es en el campo de las almas, de sus relaciones con Dios y de su relación interior con sus semejantes. Ahí es donde el sacerdote tiene una función esencial que desempeñar. Ciertamente, siempre que las circunstancias lo exijan, no debería eximirse de prestar también una asistencia material, mediante las obras de caridad concretas. Pero, como queda dicho, ése es en definitiva un servicio secundario, que no debe jamás perder de vista el servicio principal del sacerdote que es el de asistir a las almas espiritualmente para que amen a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos.

Según esto el P. Buela −en un sermón que de alguna manera se podría considerar emblemático en este tema− nos inculcó que “Buen pastor es aquel que da la vida por las ovejas (Jn 10,11.15), no el que se aprovecha de la lana, de la leche y de la carne de las ovejas. Buen pastor es aquel que defiende a las ovejas. El que es mal pastor, el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas (Jn 10,12-13). Y en esto, como en otras cosas, el pueblo fiel tiene un olfato infalible dado por el instinto de la gracia, por el Maestro interior, el Espíritu Santo.

El buen pastor es seguido por sus ovejas: las ovejas le siguen, porque conocen su voz (Jn 10,4). Y esto ocurre en todas partes, incluso en los lugares más difíciles, hablando humanamente. Por eso, para el que es buen pastor, ningún destino es un castigo. […] El mal pastor, que se sirve de las ovejas, no suele ser seguido por el conjunto de las mismas, sólo tal vez por un pequeño grupo, y él es el principal culpable de sus fracasos pastorales, algunos incluso clamorosos”[21].

b. Características de un misionero del IVE 

Entonces, enseñaba nuestro Fundador que este oficio −a imitación del Buen Pastor− requiere de nuestra parte ciertas características[22]:

– “Desgastarse, es decir, tener la disposición de querer consumirse por el bien de los demás; y desgastarse es el querer perseverar en el consumirse poco a poco por los demás hasta el fin. Es gastar su tiempo, sus bienes, sus fuerzas, en una palabra, su vida.

– El Señor le dijo tres veces a Pedro: Apacienta mis ovejas (Jn 21,15.17), esto es, apacienta con tu palabra, apacienta con tu ejemplo, apacienta con tu ayuda temporal. Y esto es precisamente lo que todo pastor debe suministrar a los fieles.

– […] El sacerdote debe tener clara conciencia de que es pontífice, hacedor de puentes, y puente de doble dirección: de Dios a los hombres, y de los hombres a Dios; y que sólo sirve para ser pisado por los hombres.

– No debe ahorrar esfuerzo alguno para llevar el Evangelio de Jesucristo a todos los hombres que pueda. No debe reclamar otra cosa. Por eso, sobre todo ahora en estos tiempos, tiene que estar dispuesto a una pastoral incisiva, entusiasta; no de espera, sino de propuesta. […]

– Este programa implica disponibilidad para, aún con muchos sacrificios, administrar los sacramentos. Pienso en especial en la Confesión, en la Unción de los enfermos… aún en medio de las persecuciones más crueles, de las desolaciones más profundas, de las noches oscuras más terribles y de las tentaciones más espantosas.

– ¡No arruga ante ninguna dificultad, ni se arredra ante ningún obstáculo! Y debe llegar a la noche rendido de su trabajo sacerdotal de todo el día, agotado por los empeños pastorales y ansioso por el necesario descanso reparador.

– El sacerdote no debe renunciar a priori a ninguna de las formas de predicar la Palabra. Una de las formas más importantes es escribir, porque el escrito perdura y llega a mayor número de personas; editar libros, propagar la prensa católica.

– Asimismo, hay que pensar los nuevos problemas y buscar con creatividad las soluciones eficaces, con gran confianza en el poder de Dios que sigue obrando en el mundo incansablemente. No hay que tener miedo a las pastorales inéditas, siempre que sean según Dios.

– Estoy convencido que la felicidad sacerdotal −y la felicidad del seminarista− está en ese gastarse y desgastarse. Esa es la mística del trabajo sacerdotal. Y, ¿cuál es la medida del gastarse y desgastarse? Estimo que es la regla que señala San Ignacio para la penitencia: ‘cuanto más y más, mayor y mejor, sólo que no se corrompa el subiecto, ni se siga enfermedad notable’[23]. Debemos prepararnos, incluso, para trabajar también en el Cielo, como dijo Santa Teresita: ‘Mi Cielo será seguir haciendo el bien en la tierra’[24][25].

– “Pastoralmente, no hay nada más eficaz que la muerte total al propio yo[26]. Y ya con el ejemplo, ya con su exhortación paternal eso fue lo que el P. Buela transmitió con toda garra a todos los miembros −en formación o no−. Al punto que, en esa clave de abnegación o muerte total al propio yo, fraguó el concepto de la acción pastoral para todo misionero del IVE: “Para nosotros el trabajo pastoral es cruz, no motivo de escapismo”[27]. “El sacerdote”, decía, “es un campeón del sacrificio en un mundo cómodo y hedonista”[28]. Por este motivo, “en el pastoreo, tienen que saber entregarse. […] No se puede exigir lo mismo a todos [los fieles], no se debe coaccionar absolutamente a nadie, por nada, por ninguna razón; no deben imponer sus propios juicios y pareceres, ni sus opiniones, ni sus gustos”[29]. Y en este sentido citaba a menudo el ejemplo de santos misioneros que fueron ‘fracasados’ según el mundo pero que dieron gran gloria a Dios y a la Iglesia precisamente por eso, porque supieron morir a sí mismos total y cabalmente: San Luis María Grignion de Montfort, San Isaac Jogues, los Mártires de China, los Mártires de Barbastro etc.

Ahora bien, toda esta generosidad, disponibilidad, creatividad o capacidad de inventiva, esa capacidad de sacrificarse al máximo, este celo por la salvación de las almas que el P. Buela se empeñaba en enseñar a los miembros iba indefectiblemente acompañado por su ejemplo de magnanimidad y la magnificencia a la hora de hacer apostolado. Era como el sello inconfundible de su pastoral. Por eso dejó escrito que “para tales obras [apostólicas] se necesita poseer bienes materiales, cuya magnitud y calidad se establece por la relación a la obra emprendida. Queremos religiosos que vivan al máximo la pobreza, pero también que sean magnánimos y magnificentes en emprender las obras apostólicas, según la voluntad de Dios, sin arredrarse por las dificultades y gastos que se deban realizar en los diversos com­promisos apostólicos, confiando para esto en la divina Providencia”[30]. Por consiguiente dejó indicado en el derecho propio que “un párroco ha de ser magnificente cuando se trata de obras de apostolado para el bien de los demás, pero ha de ser pobre cuando se trata de su propio estilo de vida: casa, vestido, automóvil, etc.”[31]. Y años más tarde explicaba: “Toda la actividad caritativa del párroco y de la comunidad cristiana debe destacar por rectitud, lealtad y magnanimidad, y manifestar así el amor gratuito de Dios al hombre, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (Mt 5,45)”[32]. Y el Directorio de Vida Consagrada insiste: “los religiosos de nuestro Instituto sabrán realizar los esfuerzos y gastos necesarios para cumplir adecuadamente los fines apostólicos que perseguimos, según nuestro propio carisma”[33].

Anécdotas respecto de esta nota distintiva en el modo de hacer apostolado que enseñaba el P. Buela, se podrían citar muchísimas. Aquí simplemente recordamos aquella vez cuando visitaron el Seminario mayor unos jóvenes venidos desde Salta y cómo, a pesar de que se sufría escasez, el padre sacó dinero “de donde no había” diciendo “tenemos que atenderlos bien” dándonos con ello ejemplo de la gran obra de caridad que es la hospitalidad. Y si esto hacía con los jóvenes que ocasionalmente visitaban el Seminario, más grande era aun su magnificencia a la hora de ayudar a un sacerdote; como aquella vez, que uno tenía que ir a Roma a estudiar y el P. Buela muy consciente del bien que eso significaba juntó el dinero que tenía y lo ayudó para el pasaje aunque esto significaba que él mismo se quedaba sin nada. Con todo, el P. Buela no derrochaba la plata.

Es el recuerdo de todos los que tuvimos la oportunidad de hacer la formación junto al P. Buela la gran magnificencia que nos inculcaba a la hora de atender a los pobres. Así, por ejemplo, los viernes de pizza a veces se hacían casi tantas pizzas para los pobres como para los seminaristas. También del mismo Fundador nació la idea de organizar la cena para los pobres una vez al año.

Ni qué decir de su magnanimidad y magnificencia al iniciar el bachillerato humanista en San Rafael sin nada, pero no se amedrentó y lo hizo. Lo mismo se diga de cuantas obras dio inicio en el Instituto.

A la luz de estos ejemplos se entiende aun mejor que haya dejado por escrito en el Directorio de Espiritualidad que es una tentación del misionero el ser “avaro”, es decir, “elegir los apostolados según el rendimiento económico, interesado más por los estipendios que por la salvación de las almas, [a este tal] los gastos de las misiones populares, Ejerci­cios Espirituales, etc., le parecen un imperdonable derroche, [por eso,] no invierte en pastoral sino en financieras, [y considera que] todos los pobres que golpean a sus puertas son aprovechadores, no entiende que hay que hacerse bolsas que no se gastan (Lc 12,33)”[34]

c. Exigencias de la formación pastoral en el IVE 

Consecuentemente nuestro Fundador insistía en que al seminarista:

– “Hay que exigirle al máximo en su formación doctrinal, de modo tal, que no tenga miedo a la confrontación con la cultura moderna. No contentarse con una cantidad de ideas agarradas con alfileres en la cabeza, sino verdades de a puño, por las que se vive y por las que se es capaz de dar la vida si fuese necesario;

– hay que exigirle una vida de auténtica disciplina, asumida personalmente como un valor propio, capaz de rehuir del capricho subjetivo, del adocenarse burgués, de la miserable y habitual pérdida de tiempo. De manera especial, llama la atención de los jóvenes el encontrarse con almas consagradas no secularizadas ni en su pensar, ni en su decir, ni en su proceder, ni en su vestir[35];

– hay que enseñarle que el auténtico apostolado es cruz, y no un picnic superficial. Y que allí donde más difícil es el apostolado, tal vez el Señor tenga dispuesto que salgan las más bellas flores y los frutos más espléndidos, y que si estos no llegan a salir, nunca será estéril el sacrificio hecho por Él, que florecerá y fructificará en otro lado. Aquí es donde hay que decir que hay que formar jóvenes ‘que no sean esquivos a la aventura misionera’[36]. Si un joven es esquivo a la misión, primero se instalará, luego perderá interés por ‘las ovejas’ que le están encomendadas, finalmente se despreocupará de ellas imponiéndoles ridículos obstáculos burocráticos, contentándose con plañir acerca de la maldad del mundo y lo difícil de los tiempos presentes”[37]. Por eso insistía en la centralidad de la cruz en el apostolado y repetía como un estribillo que “la pastoral es cruz, dificultades, peligros, sufrimientos […]. Los que vacían la cruz, vacían la pastoral. ¿Vacían la Cruz de Cristo? Entonces hacen otra pastoral que no tiene nada que ver con la pastoral católica. Puede ser un sacerdote o un obispo, pero si vacía la cruz de Cristo es un fracaso y de allí tantos estriden­tes y clamorosos fracasos pastorales”[38].

Esta es la impronta misionera que debe despuntar en nuestros formandos porque como bien señalaba nuestro Fundador: “para mí, si alguien que se quiere consagrar a Dios no encuentra amor ni alegría en el estudio árido, en la disciplina austera, en la pobreza que aguijonea, en el arduo apostolado y en la difícil misión, no ama la Cruz de Cristo y probablemente no tenga vocación”[39]. De este modo seleccionaba las vocaciones por el amor a la cruz y el celo apostólico que demostraban. De hecho, hacía rigurosa selección de las vocaciones y en este sentido sostenía que “una casa de formación donde no haya selección, donde los superiores no verifiquen la idoneidad de los candidatos, queda desierta”[40]. “Puerta ancha para salir pero estrecha para entrar”, es lo que nos decía siempre. “Que sólo queden los que tienen vocación probada”[41].

A su vez, en todo tiempo el P. Buela exhortaba a “que los seminaristas tengan un ‘recto conocimiento de la mentalidad de la época actual’ a fin de estar ‘preparados a tiempo para dialogar con los hombres de su época[42]. Siendo el fenómeno cultural más impresionante de esta época el ateísmo en todas sus variantes”[43].

d. Errores que hay que evitar en la formación de los misioneros

Y también advertía de muchos modos y en incontables ocasiones acerca de los errores que hay que evitar en la formación pastoral de los nuestros, diciéndoles a los formadores y formandos:

– “algunos se rehúsan a todo apostolado por creer que es activismo (o que puede caer en él) y caen en el quietismo: contra esto, dedicar al apostolado TODO el tiempo señalado;

– otros, muy inquietos, llevados por el celo desordenado, caen en el activismo (o americanismo): contra esto dedicar al apostolado SOLO el tiempo señalado;

– hay quienes creen que el seminario no debe formar PASTORES.

– hay quienes creen que el apostolado del seminario es un mal necesario (y entonces, con astucia se borran del apostolado);

– hay quienes creen que el apostolado es una excusa para salir del seminario y pasear;

− hay quienes creen que es un apéndice (y, ¡no!, es esencial, aunque debe ser graduado);

– hay quienes creen que los seminaristas ‘no hacen nada’ (porque no celebran Misa, no confiesan…);

– hay quienes creen que el apostolado obstaculiza la contemplación (confunden la vida contemplativa con la vida vegetativa).

¡Tomemos el ejemplo de Cristo ‘Buen Pastor’! ¡Y de María Santísima ‘Estrella de la evangelización’!”[44].

Así entonces, según aquello que establece el derecho propio de que “formarse para el sacerdocio es aprender primordialmente de la caridad pastoral de Cristo”[45] insistía: “El oficio principal de todo buen pastor esofficium amoris’, es el oficio del amor. […] Por eso si falta el oficio del amor, no hay pastor que valga. Será un burócrata, un tinterillo, un rábula… , pero no un buen pastor. Podrá saber los distintos tipos de métodos pastorales pero si falta el amor, concreto y eficaz al prójimo, será como bronce que suena o címbalo que retiñe… no sería nada … de nada serviría (1 Cor 1,1-3). Es el amor el que impulsa a los misioneros a un apostolado sin límite de lugar: Id al mundo entero… (Mc 16,15)”[46]. Y en otra oportunidad agregó: “no es buen pastor, ni sabe pastoral, quien sólo usa la justicia o quien sólo usa la misericordia”[47].

Es conocido, pero aquí vale la pena recordar, aquel “anti-sermón” que predicó el P. Buela con la finalidad de mover a los que lo escuchaban a que NO HICIERAN NUNCA lo que ahí decía. Por eso lo mencionamos aquí como actitudes o comportamientos erróneos que hay que vigilar que no se instalen en nuestras filas. Refiriéndose entonces al tema de la formación pastoral en el seminario, nuestro Fundador decía con su usual picardía: “Enseñarles una pastoral que maltrate a la gente, al pueblo sencillo y fiel, que les hagan sentir la autoridad, que desconfíen de todos diciéndose: ‘a mí nadie me va a engañar’. Que no visiten a las familias de sus apostolados, ni jueguen con los niños y jóvenes. Hay que borrar de sus jóvenes corazones todo pensamiento misionero. Si no quieren a nuestro pueblo, ¿cómo van a querer a otros que, para colmo, hablan otras lenguas?

Enseñarles a tener mucha familiaridad con las chicas, así suelen formarse matrimonios católicos, de los que tenemos más necesidad que de vocaciones consagradas.

Enseñarles que los laicos deben ocupar el lugar de los sacerdotes y que lo hacen con más solvencia. De tal manera que se mezclen los papeles”[48]. De esa manera, iba inculcando en los miembros el verdadero temple de un misionero del IVE.

El P. Buela entendía muy bien que el estudio, formación espiritual y humana y pastoral de un misionero están íntimamente entrelazados y ordenados a corresponder a la noble misión del Insti­tuto[49]. De aquí que no se debe “olvidar jamás que no hay auténtica pastoral católica sin una profunda vida espiritual, sin una sólida formación doctrinal y sin una viril disciplina”[50].

Por este motivo machacaba en que no había que hacer dialéctica entre el estudio y la pastoral. Además, agregaba que “la falta de inteligencia auténticamente metafísica incapacita a los pastores de almas para conocer la realidad, hacer diagnósticos precisos y aplicar los remedios oportunos. Así, por ejemplo, después de, por lo menos, 7 años del Plan Pastoral ‘Matrimonio y Familia’ el Congreso de la Nación sancionó la ley de divorcio vincular en la Argentina. Así, por ejemplo, la proliferación de la búsqueda emocional de lo divino, formando novicios, seminaristas, agentes de pastoral, incapaces de trascender la esfera de lo sensible. Y como el justo vive de la fe (Rm 1,17)[51] y la fe es de lo que no se ve (‘de non visu’)[52], la fe es la prueba de las cosas que no se ven (Hb 11,1), por eso hay tantas defecciones y claudicaciones, y pareciera que no se hace nada en serio. Así, por ejemplo, pocos son los capaces de captar la belleza, y menos los capaces de hacer cosas bellas, hermosas, desde sermones a iglesias, desde escritos a intervenciones en los medios, desde los cantos litúrgicos a las acciones pastorales. De allí la tendencia a cambiar lo bueno por lo meramente placentero, lo bello por lo lindo, lo verdadero por lo difuso[53][54]. Para evitar esto, el P. Buela, al mismo tiempo que deploraba “las ‘pastorales’ formalistas o esencialistas, sin garra y sin morder la realidad”[55], exhortaba a nuestros formandos a adquirir “una metafísica con garra, que muerda la realidad y no ocupada en disquisiciones de estratósfera o en deliquios cerebrales, entreteni­dos en estimar cuántos ángeles pueden sentarse en la punta de un alfiler”[56].

Es decir, el P. Buela entendía que una formación intelectual sólida y seria es una exigencia fundamental de la evangelización. Por eso quiso para nuestro Instituto una formación tomista ya que allí se encontrará la base para la entrega personal total a Jesús y a su Iglesia y porque, dicho sea de paso, “es la más lúcida respuesta al problema del ateísmo”[57].

Ahora bien, si como lo hemos dicho antes, los emprendimientos pastorales nos son esenciales[58], consecuentemente lo nuestro es trabajar, y no solo trabajar sino hacerlo comprometiendo todas nuestras fuerzas por inculturar el Evangelio a fin de ser precisamente incansables evangelizadores[59] como pide de nosotros el derecho propio.

No obstante esto, con gran realismo nuestro Fundador nos advertía −y nosotros debiéramos hacer lo mismo con nuestros candidatos− que aun cuando es difícil mantener el espíritu católico cuando uno es atacado incesantemente en la fe, hay que tener en cuenta que “la tentación es replegarse sobre uno mismo y ni siquiera usar palabras que son nuestras, pero que los progresistas tanto manosean −v. g., los pobres−; pues sería un error muy grave encerrarse en un espíritu de capilla, solo preocupado por los intereses de campanario, que terminan finalmente siguiendo ‘magisterios paralelos, eclesialmente inaceptables y pastoralmente estériles’, aislándose del Pueblo de Dios y de sus legítimos Pastores. ¿O acaso san Vicente de Paúl, santa Isabel de Hungría, san José Benito Cottolengo, san Luis Orione y tantos otros −ninguno de ellos progresista− no se ocuparon de verdad y sin demagogia de los pobres viendo en ellos al mismo Cristo? Tenemos que defender nuestra fe católica y traducirla en obras: ‘Hoy, de la fe solo se conserva lo que se defiende’, decía Albino Lucinai [quien luego fue Juan Pablo I]. Debemos defender la fe católica que quiere volcarse sobre la realidad pública y social, imantando todo para Cristo Rey. No trabajar explícitamente para que Cristo reine sobre nuestros pueblos implica una cierta apostasía de la fe[60]. En esa misma línea, señala el Directorio de Espiritualidad: “Quien no quiera ser apóstol que salga de la Congregación: hoy, quien no es após­tol de Jesucristo y de la Iglesia, es apóstata[61].

Entonces si por un lado el misionero se puede paralizar pastoralmente hablando ante las dificultades, por otro lado, también es posible caer en el activismo. Acerca de lo cual, el P. Buela nos prevenía con fuerza. Por este motivo, en uno de sus libros cita un escrito de San Alberto Hurtado titulado “Los pecados de un hombre de acción” el cual, de algún modo, refleja las actitudes erróneas en las que no hay que caer y por lo tanto, sobre las que hay que advertir a los formandos. Dice así:

Los pecados de un hombre de acción:

‘Creerse indispensable a Dios.
No orar bastante.
Perder el contacto con Dios.
Andar demasiado a prisa.
Querer ir más ligero que Dios.
Pactar, aunque sea ligeramente,
con el mal para tener éxito.
No darse entero.
Y preferirse a la Iglesia.
Estimarse en más
que la obra que hay que realizar,
o buscarse en la acción.
Trabajar para sí mismo.
Buscar su gloria.
Enorgullecerse.
Dejarse abatir por el fracaso.
Nublarse ante las dificultades.
Emprender demasiado.
Ceder a sus impulsos naturales,
a sus prisas inconsideradas u orgullosas.
Cesar de controlarse.
Apartarse de sus principios.
Trabajar por hacer apologética
y no por amor.
Hacer del apostolado un negocio,
aunque sea espiritual.
No esforzarse por tener una visión
lo más amplia posible.
No retroceder para ver el conjunto.
No tener cuenta del contexto del problema.
Trabajar sin miedo.
Improvisar por principio.

No prevenir.
No acabar.
Racionalizar con exceso.
Ser titubeante,
o ahogarse en los detalles.
Querer siempre tener razón.
Mandarlo todo.
No ser disciplinado.
Evadirse de las tareas pequeñas.
No respetar a los demás,
no dejarles iniciativas,
no darles responsabilidades.
Ser duro para sus asociados
y para sus jefes.
Despreciar a los pequeños,
a los humildes,
a los menos dotados.
No tener gratitud.
Ser sectario.
No ser acogedor.
No amar a sus enemigos.
Tomar a todo el que se me opone
como si fuese un enemigo.
No aceptar con gusto la contradicción.
Ser demoledor por una crítica injusta o vana.
Estar habitualmente triste o de mal humor.
Dejarse ahogar por las preocupaciones del dinero.
No dormir bastante.
No comer lo suficiente.
No guardar por imprudencia y sin razón valedera
la plenitud de sus fuerzas y gracias físicas’”[62].

Hasta aquí los errores que hay que evitar en la formación seminarística dentro del Instituto. 

e. Lo verdaderamente importante

El derecho propio es muy claro: “evangelizar consiste principalmente en llevar la gracia de Dios a todos los hombres, haciendo una humanidad nueva, es decir, de hombres nuevos creados según Dios en justicia y santidad verdadera (Ef 4,23-24)”[63].

Conforme a ello el P. Buela no se cansaba de insistir que “lo más importante es la gracia, la absoluta necesidad de la gracia. La gran enseñanza de la Doctora de la Iglesia, Teresita del Niño Jesús, es la absoluta necesidad de la gracia. La primacía, por tanto, de lo interior, de lo espiritual”[64]. Ya que “la auténtica evangelización debe conducir y culminar en la digna recepción de los sacramentos, pues por medio de ellos se comunica de modo ordinario la gracia del Espíritu Santo”[65].

“No existe, absolutamente, ninguna verdadera pastoral si no lo tiene a Jesucristo como principio, centro y fin […], San Juan Pablo II: ‘No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evan­gelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un progra­ma que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio’[66][67].

De allí que el P. Buela no concibiese actividad pastoral que no condujese a Cristo en la Eucaristía. “‘La Eucaristía −memorial sacramental de la Muerte y Resurrección de Cristo, representación real y eficaz del único Sacrificio redentor, fuente y culmen de la vida cristiana y de toda la evangelización−[68] es el medio y el fin del ministerio sacerdotal, ya que ‘todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado están íntimamente trabados con la Eucaristía y a ella se ordenan[69]. El presbítero, consagrado para perpetuar el Santo Sacrificio, manifiesta así, del modo más evidente, su identidad’”[70]. Y explicaba: “La nueva evangelización debe significar para los fieles [y también para nosotros] una claridad también nueva sobre la centralidad del sacramento de la Eucaristía, culmen de toda la vida cristiana[71]. De una parte, porque ‘no se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y quicio la celebración de la Sagrada Eucaristía’[72], pero también porque ‘los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras de apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan. Pues en la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia’[73][74].

En efecto, todos los apostolados que se han llevado a cabo desde los inicios del Instituto han tenido una marcada nota eucarística, ya porque comienzan o terminan con la celebración eucarística o son conducentes a ella. Para ilustrar, citamos el ejemplo de los campamentos. El P. Buela siempre quiso que se celebrara la misa en los campamentos y por lo tanto, siempre iba un sacerdote, a veces a costa de grandes sacrificios para que los chicos, jóvenes o quien fuera pudieran participar de la Santa Misa. Entonces decía nuestro Fundador: “La única manera cuerda de concebir el campamento para nuestros formandos es el deescuela de vida. El campamento debe ser formativo, debe ayudar a que el niño o el joven conozca más su patria y la ame, entienda en concreto qué es ser católico, o sea, que sepa vivir bien su religión, que aprenda a ser disciplinado, aseado, responsable, servicial, educado… En mi época me cansé de escuchar en todos los tonos y secuencias, que el cristianismo es vida. Pero eso siempre era mero intelectualismo, porque en concreto no enseñaban la vida que entraña el Evangelio. Esto ocurre, en concreto, cuando el niño o el joven participan de un campamento ‘escuela de vida’, o en las misiones populares, o en Ejercicios Espirituales en serio. Y llamamos al campamento ‘escuela de Vida’ por Aquél que dijo: Yo soy… la Vida (Jn 14,6) y vino para que tuviéramos: …vida y vida en abundancia (Jn 10,10)”[75]. Nótese el énfasis que hacía el P. Buela en darles a los participantes del campamento la posibilidad de tener contacto personal y cierto con Jesús Eucaristía. 

“En cambio”, decía, “el campamento que sea una especie de ‘viva la pepa’ no suele servir para mucho; sin gobierno, sin horarios, sin trabajo, sin orden, no suele haber formación en el bien con algo tan amorfo. Sobre todo, sin horario de levantarse, dejan de ser ‘escuela de vida’. De muy poco sirven. No es más que un poco de turismo”[76].

3. Algunos criterios pastorales y modos de hacer pastoral en el IVE

 

Nuestro Instituto no solo cuenta con apostolados propios sino que tiene un estilo particular de hacer apostolado[77]. Por tanto, con la misma energía que el P. Buela repudiaba el activismo apostólico en algunos miembros, repudiaba también a aquellos que dialécticamente bajo la excusa de “salvar” la vida religiosa y la formación correspondiente, descuidaban las obras de apostolado que debían llevarse a cabo. Para evitar una u otra cosa nuestro Fundador nos dejó este criterio: “Se trata de cumplir con el deber de estado[78] y dando a cada cosa su lugar según su jerarquía objetiva[79], y según el carisma del Instituto, en orden a cumplir perfectamente la voluntad de Dios”[80]. Más aun, nos hemos comprometido con votos solemnes a “no ser esquivos a la aventura misionera”[81] y eso, es mucho más que un slogan…

Consecuentemente, el derecho propio contempla como una de las dificultades generales por las que podemos atravesar los miembros del Instituto el hecho de que “no haya proyectos entusiastas para el futuro; cuando no haya empeños pre­sentes exultantes de ideales […] cuando merma en la comunidad la generosidad en la entrega y se va cayendo en el aburguesamiento del confort desordenado; […] cuando por el árbol de las dificultades se pierde de vista el bosque de las cosas que están bien…”[82].

En este sentido, no debemos olvidar que de nosotros se pide el ser “incansablemente evangelizadores”[83], es decir, tender continua y ordenadamente a la realización de proyectos apostólicos.

Por eso, desde los inicios, se hizo mucho hincapié en que los seminaristas aprendieran a hacer pastoral en la práctica según el estilo particular de hacer apostolado del Instituto. Lo cual estimamos no se debe perder, sino al contrario, se debe arraigar con fuerza en cada uno de los miembros −formandos o no− a fin de conservar la identidad misionera y carismática del Instituto.

En su obra El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, el P. Buela relata que él tenía una idea muy definida de cómo quería que fuese la formación pastoral de los miembros del IVE, basándose no solo en el Magisterio de la Iglesia sino también por su propia experiencia. Transcribimos aquí el relato ya que nos parece que puede ser bastante iluminador, tanto para aquellos que imparten o reciben la formación en el Instituto, como así también para aquellos que ya llevan algunos años de misión y experimentan las consabidas tribulaciones apostólicas que a nadie le faltan ni Dios quiere que falten. Dice así: “Yo me di cuenta entonces de que hablaban todo el día de los pobres, pero no hacían nada por los pobres. Hablaban de la pastoral, pero no sabían lo que era la pastoral vocacional, juvenil, los Ejercicios Ignacianos, las misiones populares, el catecismo, los oratorios, las Jornadas de Jóvenes y las de la familia, etc. Y es por eso que nosotros después sacamos tantos Directorios de pastoral. Enseñándole a los nuestros a hacer pastoral. Seguimos a pie de puntillas el magisterio de siempre, pero en lo pastoral estamos en la vanguardia”[84].

De hecho, todos los apostolados que son de alguna manera como una tradición en nuestro Instituto el P. Buela los tenía muy claros desde los inicios. Por eso, el salir de los predios del Seminario diocesano en San Rafael y el poder “tener nuestro propio Seminario, nos dio más independencia”, relataba el P. Buela, “facilitando así el poder formar a nuestros seminaristas como queríamos, por ejemplo, que se estudie griego, hebreo y las lenguas modernas; enfatizar la dimensión pastoral de la formación; dejar de lado el estudio manualístico de la filosofía; usar los textos mismos de Santo Tomás; incorporar como instrumentos de trabajo la computación; facilitar la organización de las Jornadas Tomistas; poder tener revista y ediciones propias; tener capacidad para seleccionar los profesores; etc.”[85]. Esto es importante tenerlo siempre presente ya que, insistimos, “los emprendimientos pastorales nos son esenciales”[86]. Esta última frase es notable, tiene mucha miga y el P. Buela quiso explícitamente que estuviera incluida precisamente en la sección dedicada a tratar la formación de los miembros; lo cual hace que requiera cierta profundización de nuestra parte.

A continuación, entonces, con la intención de que nuestros candidatos tengan la oportunidad de una verdadera familiaridad con la historia de su Instituto, su espíritu y su misión, para vivir fiel al carisma del Fundador, se listan los apostolados propios e inéditos que el P. Buela fomentó y promocionó en el seminario mientras él vivía en la Finca. Pues, en verdad, incentivaba a los seminaristas a que hicieran apostolados inéditos, y él mismo tenía mucha creatividad e inventiva para esto.

Aquí simplemente hemos de hacer mención de algunos criterios enunciados por él en sus libros, y que todo formando debiera aprender y asimilar. No es un listado exhaustivo, sino lineamientos generales que de alguna manera definen la singularidad de nuestro modo de hacer apostolado, ya que los Directorios especifican en detalle todo lo que se espera de un misionero del IVE y, por tanto, todo lo que requiere su formación, como así también, todo lo que respecta a los objetivos y a la modalidad propia específica de realización según sea el apostolado. Ciertamente, en lo que respecta a la formación esto es lo que vimos, vivimos y experimentamos quienes vivimos con él en esos tiempos.

  • Misión permanente 

El primer apostolado que surgió fue el de la ‘misión permanente’ que se realizaba visitando casa por casa los sábados y algunos los domingos. “Con la misión popular permanente, también, buscábamos formar a los seminaristas que palpaban así la realidad de la sociedad en que vivían. Se hacía así porque había que formar pastores, no teóricos. Y los pastores se forman haciéndolos pastorear. Prácticamente no se va a encontrar ninguna congregación en donde los miembros sepan dar catecismo, sepan hacer misiones populares, predicar Ejercicios Espirituales, sepan dar pastoral, tengan oratorios, etc. Porque no les hacen practicar la pastoral”[87].

  • Misiones populares

Siendo la nuestra una Congregacion esencialmente misionera, las misiones populares según el método de San Alfonso María de Ligorio surgieron connaturales al inicio mismo del Instituto.

Decía el P. Buela que las “misiones populares… deben buscar la conversión de los pecadores”[88]. Para aprender bien cómo se hacen las misiones populares “tenemos un Directorio sobre las Misiones Populares, bastante completo. Hicimos misiones en Paso Grande (San Luis), 2 o 3 en el Cristo de la Quebrada , 4 misiones populares en Villa Progreso, 2 misiones juveniles en el colegio secundario de Villa Progreso, en

Malacatos (Ecuador), en San Rafael misión permanente con visita casa por casa por más de 30 años, etc.”[89].

“Antiguamente las misiones giraban en torno a dos elementos principalísimos: los sermones y las confesiones. En la actualidad se agrega otro: la visita a las familias”[90]. Por tanto, es de capital importancia que ya desde el noviciado los candidatos aprendan a hacer visitas de casas.

Usando la expresión del arzobispo Malcolm Ranjith, nuestro Fundador escribió que “la misión no es una actividad más para la parroquia, es su esencia misma”[91]. Y ese es un criterio que se debe inculcar a quienes luego se vayan a dedicar a la cura de almas.

  • Catecismo 

“Catequizar significa explicar el misterio de Cristo en todas sus dimensiones, de tal manera que la Palabra de Dios dé frutos de vida nueva. Por esto, además de la transmisión intelectual de la fe, que no debe faltar, es necesario que la catequesis transmita la alegría y las exigencias del camino de Cristo”[92]. Ejemplo de ello lo fue no solo su pastoral lúcida y catequética con toda clase de personas y en todo tiempo, sino también el Catecismo de los jóvenes que escribió de puño y letra y que −luego de fundada la Congregación− hizo que algunos seminaristas colaboraran en su actualización para una nueva edición. Hoy en día, ese Catecismo se halla traducido en varias lenguas, también, gracias a la colaboración de varios miembros que en ese entonces estaban en formación.

“Nosotros recomendamos vivamente como método activo de enseñanza del catecismo los libros del canónigo Carlos Quinet, editados por José Vilamala, Barcelona, para niños de 6 a 9 años: Para mis pequeñuelos[93]; para los más chicos El catecismo por el dibujo[94]; la gran obra en 3 volúmenes: Carnet de preparación de un catequista[95]. Y otras obras catequéticas como láminas, cuadernos, ejercicios prácticos, etc., del genial autor. Ninguna de las cuales obras se propone sustituir los catecismos diocesanos, nacionales o universales, antes los supone y sólo aspiran a completarlos”[96].

  • Pastoral intelectual

El P. Buela siempre estimulaba a los miembros a leer, a estudiar, a escribir, a investigar, a hacer sanas disputatio y todas las actividades que conlleva el apostolado intelectual. “La redención que debe llegar a toda la realidad auténticamente humana, debe lle­gar específicamente al mundo del pensamiento del hombre, por eso la pastoral de la inteligencia debe ser la primera pastoral, recordando siempre que:

– ‘nada de lo humano me es ajeno’ (Terencio)[97];

– ‘no es redimido lo que no es asumido[98], y no podemos ayudar a la redención del hombre si no conocemos lo que constituye y distingue al hombre que es su pensar. De allí la suma importancia de conocer de ver­dad el pensamiento moderno, para saber ‘vacunar’[99] al hombre moderno contra la cultura moderna, atea, inmanente, laicista, consumista, de la muerte, líquida, etc.”[100].

Ejemplo de esto fueron las Jornadas Tomistas que con tanto fervor impulsó en el Instituto. Era común ver al P. Buela los sábados preparar algún trabajo tomista −generalmente sobre Deo Uno− para presentar en las Jornadas.

Otro ejemplo que podemos citar fueron los exámenes de Universa philosophia y Universa theologia, que él quiso expresamente que fueran públicos[101]. Durante los exámenes el padre se acercaba y a veces hacía las preguntas más difíciles. Realmente con gran generosidad estaba presente en todos los aspectos que atañían a la formación de los seminaristas.

A su vez, fue el P. Buela quien nos introdujo al tomismo esencial de la mano del P. Cornelio Fabro, e incansablemente contraponía al tomismo formalista y fosilizado, el tomismo vivo. Así, en medio de sus múltiples ocupaciones, con gran entrega de su parte, nos dio ejemplo siendo profesor en el Seminario con todo lo que conlleva esa tarea.

  • Prédica de Ejercicios Espirituales auténticamente ignacianos

Es decir, “sin olvidar nunca que la esencia de los mismos está, sobre todo, en la conversión y la recta elección”[102].

 

“‘Uno de los elementos esenciales de los Ejercicios ignacianos es la adaptación’[103], rectamente entendida”[104]. Entonces, explica el P. Buela que “es esencial a un auténtico y profundo sentido de fidelidad al texto ignaciano, el adaptar los Ejercicios, ya que intervienen distintas variables: el ejercitante, el enemigo, la gracia y el director. La adaptación supone dejar intactos el fin principal, los medios y los modos”[105].

La prédica de los Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio es, sin duda alguna, uno de los apostolados de mayor injerencia en la evangelización de la cultura. Y siempre animó a que en todas las jurisdicciones del IVE se predicaran Ejercicios Espirituales y que para ello se prepararan bien los sacerdotes y se emplearan los mejores medios.

Quién no recordará el hecho de que siempre llevaba seminaristas y diáconos para que lo ayudasen en la prédica de los Ejercicios, y al mismo tiempo los iba formando así y ayudando de manera personalizada a cada uno para ser óptimos predicadores según las capacidades.

Cómo olvidar en este punto aquella vez que anunció la celebración de sus cien Ejercicios Espirituales predicados con un gran asado el domingo, para gran alegría de los seminaristas acostumbrados como estaban a comer pasta. De ese modo, transmitía la gran importancia de ese apostolado y la relevancia que tiene para la inculturación del Evangelio.

El mismo P. Buela dejó tras sí un magnífico ejemplo de ello: “según mi cuaderno de Ejercicios predicados, sólo de 5, 8, 15 o 30 días, desde 1974 hasta 2011 inclusive, prediqué 134 Ejercicios Espirituales a 3830 ejercitantes”[106].

Otra anécdota fue el hecho de que quiso viajar a Estados Unidos cuando el Instituto adquirió una propiedad en el estado de New York destinado a ser casa de Ejercicios Espirituales. Era como el sueño dorado tener una casa propia para ese fin. Él quiso que se llamara “San Patricio”, e incentivó a que se hiciera gran fiesta por esa nueva adquisición destinada a un fin tan noble.

  • Pastoral con los hombres

“Dábamos importancia a varios temas de la formacion pastoral concreta [entre ellos] a la pastoral con los hombres dando ‘Formando la familia de Dios’ (una experiencia de Chicago para traer a la fe a grupos de mexicanos y puertorriqueños)”[107]. Él dio comienzo y promovió en el Seminario mayor el apostolado de los grupos de hombres en la Finca. Y el mismo P. Buela enseñaba a los seminaristas el método de cómo llevar adelante esos grupos.

  • Pastoral juvenil

“Una pastoral juvenil no entusiasta, nunca será semillero de vocaciones”[108].

Las Jornadas de los Jóvenes en el IVE nacieron como iniciativa del P. Buela, ya que en el año jubilar del 2000 algunos no podían viajar a Roma para participar presencialmente de esas jornadas. Entonces se le ocurrió al P. Buela que nosotros deberíamos hacer unas Jornadas de la Juventud en San Rafael, cosa que de hecho se hizo, con gran sacrificio pero con gran fruto año tras año. Fue un gran evento a nivel Familia Religiosa, de hecho, desde los postulantes (de ambas ramas) hasta los sacerdotes y los monjes estaban involucrados en lo que fue en su momento una oportunidad de apostolado a gran escala para nuestra pequeña Familia Religiosa.

En esas primeras Jornadas de los Jóvenes no faltaron los fogones, la procesión con su diálogo eucarístico (que los jóvenes seguían leyendo de unos libritos preparados para la ocasión en la imprenta del Seminario), las confesiones, las misas solemnes y un coro que se lució, el tiempo de deporte y fundamentalmente, con estupendas conferencias de formación para los jóvenes. No se cuestionaba el gasto. El mismo P. Buela dio una conferencia[109] plenaria a los jóvenes en aquella primera Jornada de la Juventud en San Rafael, quienes tomaban nota en las hojas que se habían impreso y acomodado en una carpetita muy sencilla pero muy bonita preparada para la ocasión. Había una expo congre con fotos de las misiones, un stand para comprar los libros que publicaban los nuestros por ese entonces, etc. Algunos seminaristas con la ayuda de algún sacerdote compusieron el himno de las Jornadas. Hubo gran participación de sacerdotes del IVE quienes fueron convocados para asistir con las confesiones que tenían lugar durante la adoración, antes de la misa y, a decir verdad, a toda hora que lo solicitasen los jóvenes.

En verdad, todas estas cosas han dejado una impresión imborrable en el alma de quienes en ese entonces estaban en las casas de formación −formandos y formadores− porque era la primera vez. Y de esta manera iba marcando la impronta misionera ya del seminarista, ya del sacerdote del IVE. Es más, eso que comenzó en aquella primera Jornada de los Jóvenes es lo que se replica hoy en día en la inmensa mayoría de los eventos de ese tipo que tenemos hoy en las distintas jurisdicciones. Sin ir mas lejos, el IVEMeeting fue algo similar a gran escala.

  • Campamentos 

“Desde el principio de nuestro seminario, el campamento, la convivencia, formó parte de la formación del seminarista. Fue Mons. León Kruk quien lo quiso con el argumento que tres meses de vacaciones eran demasiado para los seminaristas. Tuvimos campamentos 4 años en El Nihuil (Mendoza) y luego, muchos más en Bariloche tanto en Colonia Suiza […], como a orillas del Lago Mascardi, del Lago Guillelmo, etc. Donde además de lo que se requiere para un campamento católico, se tenía la hora de Adoración y la bendición con el Santísimo Sacramento, y una conferencia de formación de media hora. Eran campamentos ‘escuela de vida’ para alcanzar el Monte, que es Cristo”[110].

Todos esos campamentos imprimieron recuerdos imborrables de la época del seminario. “La montaña es muy formativa”, solía decir. Y se gozaba de que los seminaristas pudieran alcanzar algún pico y tener la maravillosa experiencia de una misa celebrada en la montaña. Cuando él tenía 17 años la experiencia de la misa en el cerro López (en Bariloche) lo marcó mucho, de hecho, para un convivium tuvo la originalidad de presentar un escrito que recordaba esa experiencia 30 años después.

De nuevo, en los campamentos el P. Buela hacía gala de su magnificencia, con todos los gastos que implicaba llevar un número tan abultado de seminaristas a Bariloche, llevarlos a escalar el cerro Tronador, conseguir botes, cañas de pescar, etc. Todo eso era un lujo en esa época y más aun, para la cantidad de personas que tal evento involucraba.

  • Jornadas de las Familias

“Todos los años se realizan las Jornadas de la Familia en varias partes del mundo que se valoran por los muchos frutos que deja. Se tratan temas propios de la familia y el matrimonio y, al finalizar las exposiciones, se da la palabra a los que quieran para que hagan sus preguntas, o sus aportes, o sus críticas”[111].

  • La fiesta de los hermanos 

“La cena del domingo [de la Jornada de la Familia] por la noche fue la ‘Fiesta de los hermanos’, es decir, de aquellos religiosos que tienen hermanos de sangre en la congregación. Esto se hizo por primera vez en 1999 por iniciativa del P. Buela, nuestro Fundador, en la cena del domingo de la III Jornada de las Familias. Y es que verdaderamente hay motivos para festejar: son más de 236 hermanos [de sangre] entre los miembros de nuestra familia religiosa, distribuidos en más de 96 familias de dos, tres y hasta seis hermanos en la vida religiosa. Durante el fogón de esta noche, varios grupos de hermanos subieron al escenario por turnos para hacer algún número musical o cómico”[112].

  • Jornadas de Sensus Ecclesiae

Surgieron un poco en respuesta a las acusaciones que se hacían contra el Instituto en ese momento. Al terminar las jornadas de las que participaron seminaristas, sacerdotes y hermanas Servidoras, uno de los sacerdotes del IVE le preguntó al comisario de ese momento “qué opinión tenía de cómo habían estado esas jornadas. Y le respondió que habíamos alcanzado un 98% de sensus ecclesiae. Le preguntó qué es lo que faltaba para completar el 2% que quedaba, y dijo que faltaba el ‘Magisterio Latinoamericano’. Entonces al mes siguiente, se hizo una serie de conferencias sobre Medellín, Puebla y Santo Domingo. El comisario dijo que ahora teníamos el 100% del sensus Ecclesiae[113]. Y lo dijo un comisario pontificio, varios se olvidan de esto ahora…

  • Pastoral vocacional

“La nueva evangelización requiere poder contar con un número adecuado de sacerdotes: una experiencia plurisecular enseña que gran parte de las respuestas afirmativas a la vocación surgen a través de la dirección espiritual; además, requiere el ejemplo de vida de sacerdotes fieles a la propia identidad interior y exteriormente”[114].

En verdad, para el P. Buela la pastoral vocacional era como un fuego desbordante que se esforzaba para que ardiera en todos los miembros. Por eso decía: “Si bien este trabajo vocacional corresponde principalmente a los pastores de la Iglesia, toda la comunidad tiene que sentir este apostolado como una responsabilidad y un ‘problemapropio. […]

Puede ser útil recordar algunos principios fundamentales respecto a la naturaleza de la vocación a la vida consagrada, tanto para ‘refutar’ algunos malos entendidos sobre este tema tan importante, como para señalar posibles líneas de acción para una eficaz pastoral vocacional.

– El modo ordinario como Dios suscita las vocaciones es interior, por las divinas insinuaciones del Espíritu Santo al alma. Es característico del llamado divino, impulsar a los hombres a cosas más altas. Por eso nunca el deseo de vida religiosa, al ser tan excelso y elevado, puede provenir del demonio o de la carne. […]

– Hay que recordar que es falso creer que no hay vocaciones; muy por el contrario, hay muchas […]

– Después, tener siempre presente que ‘la vida engendra vida’. Por eso, allí habrá vocaciones, adonde haya comunidades vivas, sea familias auténticamente cristianas, como comunidades religiosas y parroquiales que se esfuercen por vivir según la propia identidad que Dios les ha donado.

– No tiene que haber miedo de proponer la vocación a los jóvenes.

– Finalmente, hay que saber también que sin buena formación Dios no bendice con abundancia de vocaciones. Hay ‘que hacer intensos esfuerzos por fomentar las vocaciones y procurar la mejor formación sacerdotal posible en los seminarios’”[115].

“En la pastoral vocacional, es fundamental presentar la cruz, es la condición de todo discípulo de Jesús: Si alguno quiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, tome la cruz cada día, y sígame (Lc 9,23)”[116]. Y agregaba: “a los jóvenes que quieren entrar en alguna de nuestras Congregaciones −en formación− sólo les ofrezco y prometo: ‘pobreza y persecución’, que es lo que siempre pedí a Dios para nosotros. Y no piense mundanamente nadie que pedir estas cosas es algo negativo, es lo más positivo, y tal vez lo más hermoso que se puede pedir −aunque rechinen los dientes los que se consideran nuestros enemigos−, porque es pedir poder vivir la octava bienaventuranza que es la confirmación de las siete anteriores y es pedir aquello más eficaz para convertir nuestro mundo, porque es dar testimonio de que ‘el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas’[117][118].

Otro criterio importante para tener en cuenta para la pastoral vocacional: “Mientras se dé idoneidad, pueden entrar”[119]. Por eso, reprobaba con firmeza y con gran realismo la extendida costumbre entre algunos “de dilatar la entrada, justamente, porque no se cree o se duda de que es Dios el que llama. […] Cuando se pretende que las vocaciones maduren en el mundo, el mundo, generalmente, se traga las vocaciones. Incluso hay algunos que directamente dicen que un candidato no tiene vocación y no por que hayan comprobado que no hay idoneidad, sino por otras razones subjetivas de ellos. Porque les parece, por pálpito, por corazonada, por no simpatizar con el candidato, o porque creen que tienen el don de la cardiognosis. Si son jóvenes porque son jóvenes; si mayorcitos porque tienen mucha edad”[120].

Tal es la importancia que le daba al tema de las vocaciones para el cumplimiento de nuestro fin específico como Instituto que al momento de escribir el Directorio de Vocaciones quiso que quedaran explícitas las objeciones que se leen desde los números 25 a 63 de dicho Directorio.

  • Bachillerato Humanista

En líneas generales nuestro Fundador anhelaba un colegio que fuera:

Gratuito: “Vamos a hacer un colegio. Primer problema: ‘¿va a ser pago o gratuito?’. Ya tenía experiencia de este tema. Tiene que ser gratuito […]. Nosotros no queríamos hacer comercio, no queríamos ganar plata […]. Claro, pero ¿quién paga a los profesores? Bueno, el Estado paga parte: la luz no la paga, celadores no paga, mantenimiento no paga … En el fondo hay que tener un mínimo, por eso las escuelas privadas lo que hacen es ahorrarle gastos al Estado”[121].

Católico: “Tener un colegio, sí, pero tener un colegio que sea católico, donde se enseñe la fe. Donde el joven que entre sepa que allí se enseña la fe católica, y que la pueda conocer porque hay muchos colegios que se dicen católicos pero sus alumnos no llegan a conocer la fe católica, ni viven la fe católica, y de allí salen ateos […]. Entonces, la idea clara, la idea fundamental: hacer un colegio católico donde los chicos conozcan a Cristo y busquen de imitar a Cristo”[122].

Humanista: “La formación humanista consiste substancialmente en formar al hombre completo de manera particular enseñándole a pensar; y para que el hombre aprenda a pensar es necesario el estudio de las lenguas clásicas -sobre todo el latín y el griego […]. El Bachillerato Humanista se dedica específicamente a la formación humana, no es como una escuela técnica que enseña a usar una máquina o enseña una técnica, sino que enseña al hombre a ser hombre”[123].

– “Nos planteamos: ¿mixto o no? Por mi experiencia anterior, si bien en la primaria puede ser positivo, no lo suele ser en la secundaria”[124].

– Sin viaje de estudios al final de la secundaria: “Desde el comienzo dijimos que no habría en nuestros

colegios el llamado viaje de estudios, que suele ser ‘viaje de pecados’. Sí haríamos un gran acto de amor y agradecimiento a Jesucristo por la formación recibida misionando en lugares humildes como el monte santiagueño”[125].

Digno de mención es que nuestro Fundador se lanzó a hacer el Bachillerato Humanista prácticamente sin nada. Algunos seminaristas de ese entonces iban a dar clase, otros eran preceptores, etc. En fin, se iba haciendo lo que se podía. Por eso destaca el P. Buela que quizás la nuestra sea “la primera escuela construida por los mismos profesores, porque con lo que les pagaban a los seminaristas se fueron pagando las paredes del el Bachillerato”[126].

Pero esa fue una gran experiencia ya que el “Bachillerato Humanista también resultó como una palestra para los seminaristas, para que enseñasen, y entonces se cumplió aquello que dice Aristóteles que ‘sólo sabe aquel que es capaz de enseñar’. El Bachillerato Humanista fue también una gracia de Dios muy grande también para el Seminario Mayor”[127]. Esa sigue siendo una experiencia muy deseable para todos los seminaristas actuales y futuros del Instituto.

  • Imprenta y publicaciones 

Desde los inicios el P. Buela quería que los seminaristas fuesen proficientes en todo lo que hace al tema de la imprenta y de la difusión de la buena prensa. Incansablemente repetía que en el ámbito del apostolado intelectual había que dar prioridad a “las publicaciones, ya que lo escrito permanece y se propaga más”[128]. Así surgieron la Revista Diálogo, el Boletín Vox Verbi, la Revista Ave María, etc.

La Revista Diálogo que se publica desde 1992 nació y se desarrolló como un apostolado del Seminario mayor bajo la directa supervisión y dirección del P. Buela. Él mismo se ocupó de darle nombre a la revista, y tuvo una idea muy clara de los objetivos de la misma que trasmitía naturalmente a los seminaristas que trabajaban en la imprenta, pero en realidad a todos, ya que quienes no trabajaban en la imprenta de repente se hallaron difusores de la revista.

La atención al detalle del P. Buela en todo lo concerniente a la revista denotaba la importancia que le daba a tal apostolado. Es anecdótico el caso cuando un seminarista le mostró un borrador del diseño de la tapa que incluía unos guiones o firuletes a ambos lados del título de la revista. Inmediatamente el P. Buela dijo que se sacaran esos firuletes. Además, él escribía sin pereza algunos artículos para la revista[129].

Una vez más, este apostolado implicaba significativas expensas para el Seminario. Y, sin embargo, se dedicaban los mejores medios y el mejor capital humano para dicho emprendimiento. Al punto que el cardenal Quarracino, luego de recibir un ejemplar de la revista escribió una misiva al Fundador donde, entre otras cosas le dice: “Parece que Usted ha superado con su revista dos dificultades: la pereza para escribir, propia de los latinoamericanos y, por supuesto, de los argentinos; y la dificultad económica, porque me imagino el desembolso que significa cada número de ‘Diálogo’. Vaya una modesta contribución mía”[130].

Pero este apostolado, no debía quedar circunscripto a las casas de formación, sino que “incluso como parte de la buena prensa”, decía el P. Buela, “si las circunstancias lo permiten, se puede intentar hacer una imprenta parroquial. Don Bosco solía repetir: ‘Primero una imprenta, después una gran imprenta y luego muchas imprentas…’”[131].

  • Oratorio

El derecho propio establece que “todo Superior procure que se organice un Oratorio festivo en su parroquia, colegio, casa y otras obras de su jurisdicción, considerando que esta obra es una de las más importantes de todas las que se le han confiado”[132]. Por eso agregaba el P. Buela: “En nuestro Directorio de Oratorio está bien tratado de lo que se trata. Hay que leerlo, explicarlo e implementarlo[133].

“El ‘espíritu oratoriano’ es el Oratorio en sentido lato, es el espíritu que se tiene que tener en nuestras familias, en nuestras comunidades, en los seminarios mayores y menores, las escuelas, convivencias, campamentos, viajes de estudio o peregrinación, paseos, jornadas, congresos, juegos florales, etc. Todas nuestras actividades y trabajos pastorales deben estar imbuidos de este espíritu oratoriano[134].

Si hay algo que caracterizaba al P. Buela era su espíritu de fiesta o como lo calificó su propio hermano: “era un homo festivus”.

  • Preparación de los sermones

Ciertamente que los seminaristas que se preparan para la cura de almas deben saber que han de engendrar hijos espirituales a través de la palabra[135]. Por tanto, es imperativo, y el P. Buela le daba gran importancia al tema, preparar bien los sermones.

“A los feligreses”, decía, “les encanta que el párroco prepare los sermones, los escuchan con gusto y con gran provecho espiritual. Y se aburren, soberanamente, cuando el sacerdote, habitualmente, no prepara los sermones”[136].

Por este motivo, a los sacerdotes del Instituto les pedía “que no sean aburridos. Estamos cansados de clérigos de Misa y olla que aburren con su cantinela de funcionarios fracasados, de meros administradores, de burócratas eclesiales”[137]. En cambio, los exhortaba “a que sepan ser poetas, es decir, que sepan sacar a luz la dimensión no trivial de la existencia. […] Que sean, por tanto, creativos, es decir, que no sean meros repetidores de cosas sabidas, de cosas, incluso mal dichas, de cosas que no tienen fuerza porque se repiten cansinamente. […] Que sean originales, no para repetir novedades tontas, que finalmente no

son más que herejías antiguas, sino que sepan conducir a los auténticos orígenes [es decir, a Dios]”[138].

“La preparación, digamos próxima, debería comenzar el domingo a la tarde, leyendo las lecturas del domingo siguiente y teniendo en cuenta el tema particular elegido. (Puede haber ocurrido, o aún puede ocurrir, que suceda un acontecimiento notable que haga preferible elegir otro tema). En los días que faltan se va escribiendo el sermón”[139].

Al respecto el P. Buela decía que era “importante leer de San Alfonso el inicio de su obra Sermones abreviados para todas las Dominicas del año, arregladas para que sirvan en misiones y ejercicios espirituales”[140], aunque a su modo de ver “la obra magna en este tema es de Fray Luis de Granada, Retórica Eclesiástica[141].

Fue un gran promotor de los Cursos de retórica entre los nuestros, hizo digitalizar el libro de Fray Luis de Granada y mandó que se hiciera una publicación propia del mismo. A su vez, él mismo comenzó con las clases de oratoria y los ejercicios de esta.

Para evaluar si se entendió o no el sermón, él tenía como criterio irrefutable el siguiente: “Si uno se entera que los feligreses hablaban del sermón en el almuerzo es señal que lo entendieron”[142].

  • Jornada Ecuménica

“El celo y caridad pastoral se debe extender también a los miembros de las Iglesias y comunidades cristianas no católicas. Para este fin, se hace necesaria una formación ecuménica…”[143]. El mismo P. Buela con la ayuda de otros sacerdotes del IVE organizó en el Seminario mayor “María, Madre del Verbo Encarnado” la 1.er Jornada ecuménica en San Rafael.

  • Atención a los pobres 

Diríamos que la atención a los pobres surgió casi simultáneamente al comienzo del Instituto. Fue una obra muy querida por parte de nuestro Fundador y destacaba la “importancia de la caridad concreta al hablar del tema de los pobres”[144] y de los hogarcitos en la formación pastoral de los seminaristas. En efecto, se comenzó a dar comida a los pobres diariamente apenas comenzó a funcionar el seminario en La Finca.

Usando el texto de Mt 25,34-45 en donde se lee ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Él [Cristo] les replicará: ‘En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo’; el P. Buela enseñó que por eso “en nuestros Hogares al pie de la cruz se coloca un cartel que dice: ‘Así se ama’ y también: ‘¡Mirad, que soy YO!’, pues es Jesucristo quien habla refiriéndose a nuestros huéspedes. Eso es lo que pretendemos hacer con los Hogarcitos de personas con necesidades especiales o con cualquier necesidad, huérfanos, ancianos sin ayuda, padres de sacerdotes o de religiosas, etc.”[145].

“Si pobres de Cristo fueron los Príncipes de los Apóstoles, Pedro y Pablo, ¿cómo sería posible que nos negásemos a ayudar al que se acerca a nosotros por alguna necesidad? Y ayudarlos, en la medida de lo posible, como si fuesen el mismo Cristo[146]. Ese es el modo en que un miembro del IVE atiende a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a los huérfanos, etc.: como si fuesen Cristo. Y lo decía con “el convencimiento de que sólo la caridad, como decía San Luis Orione, salvará al mundo”[147].

El P. Buela remarcaba mucho que la caridad debe ser concreta. Porque “la santidad consiste en amor vivido concretamente. Y el prójimo necesita de pan, de casa, de vestido, de una palabra, de nuestro tiempo para confiarnos sus problemas y sus tormentos. […] También el amor al prójimo necesita del don del corazón. ¿Acaso es necesario amar a Dios con todo el corazón y al prójimo sólo con la cabeza?” [148].

En este sentido, sugería “que en cada parroquia debería haber un Hogarcito, porque la pastoral con los pobres nos obliga a la caridad concreta contra la cual no hay con qué darle, y es una forma de caridad irrebatible. Siempre es una pastoral amada por el pueblo”[149]. E insistía, “por experiencia sé que cuando atendemos a los pobres de Dios, Él nos ayuda siempre con grandeza. […] Teniendo a los pobres con nosotros ninguna Parroquia estaría agonizando. En algunos casos, como en los países de mayoría islámica es casi el único apostolado visible y posible”[150].

Como ya lo mencionamos antes, fue el P. Buela quien impulsó la cena festiva para los pobres que venían habitualmente a nuestras casas y otros que se quisieran sumar para la ocasión. Se preparaba como una fiesta, con comida un poco mejor de la que se servía habitualmente. Los mismos seminaristas cocinaban y atendían las mesas, algunos estaban asignados a sentarse entre ellos a fin de hacer apostolado, otros preparaban un fogón, etc. Y así, en concreto, los seminaristas aprendían a hacer caridad con los pobres: sirviendo.

  • Apostolado de presencia 

De manera concreta, para no ser esquivos a la aventura misionera, nuestro Fundador destacaba que “es necesario que haya jóvenes sacerdotes dispuestos −por ejemplo− a ser custodios de los lugares santos. Es necesario que haya jóvenes sacerdotes que tengan esa disposición, que es una disposición martirial[151]. Pues, no van a conocer iglesias llenas de feligreses y, muy probablemente, no puedan “conocer las misiones populares con todos sus frutos”[152] si están misionando en un lugar donde la población cristiana es minoritaria y en una época de persecución debido a que los cristianos son considerados como de segunda clase; más aún, en una situación altamente conflictiva por razón del fundamentalismo musulmán[153]. Asimismo, anunciaba a los sacerdotes y seminaristas todos, como si se tratase de un evento grandioso, si alguna vez recibía algún pedido de fundación en algún lugar emblemático: el Chad, Sudán, China, Papúa Nueva Guinea, Tayikistán, etc. Y así iba alimentando la sed de almas, el ímpetu misionero que debe sobresalir en todo miembro del IVE y los iba preparando para una entrega magnánima en lugares, de hecho, muy difíciles. A los seminaristas les enseñaba a estar listos a ir a cualquier lado, y así fue como varios se ofrecieron a China, a Guinea Ecuatorial, a Australia, a Rwanda, a la República Checa, a Rusia, etc.

Cuentan que al llegar la carta del obispo que pedía fundación para ir al Chad y después de anunciarlo el P. Buela a todo el cuerpo del Seminario, puso la carta del obispo en manos de la Virgen de los Dolores que está en la Iglesia del Seminario. Al otro día, cuando los seminaristas entraban para la Misa, se encontraban con la Virgen sosteniendo la misiva.

Sin embargo, en algunos casos −por lo desafiante o peligroso de la situación−, el P. Buela aconsejaba “el apostolado que se ha denominado ‘de la presencia’. [Porque] la presencia auténticamente cristiana significa el testimonio de la caridad, que es un modo eficacísimo de predicación del Evangelio”[154]. De esto tienen que estar convencidos quienes se preparan para la misión en nuestras casas de formación.

  • Impronta marcadamente mariana 

Desde que nuestros candidatos ponen un pie en el noviciado −como lo atestiguan las sanas tradiciones de nuestro Instituto que se replican en las casas del IVE cualquiera sea el idioma, la cultura, el país, los años de vida religiosa, etc.− todos aprenden a amar a la Virgen con devoción filial y confiadamente: ya con el beso al manto de la Virgen, con el canto a la Virgen al final de la eutrapelia, con la renovación de la consagración a María Santísima antes de la bendición final en la misa, con el rezo diario del rosario, etc.

Y este mismo amor filial y de verdadera devoción a la Madre de Dios se manifiesta cualquiera sea la forma de apostolado al que están abocados los miembros: con el rezo del rosario de la aurora en las misiones populares, en las procesiones marianas con su correspondiente ornamentación del anda que porta la imagen, la invocación de María en la peroratio de un sermón, el enseñarles a los niños a rezar el Avemaría y a llevarles flores a la Virgen en el Oratorio, la promoción de la consagración a María según el método de San Luis María Grignion de Montfort, las celebraciones de las fiestas marianas con toda solemnidad, el peregrinar a los santuarios de la Virgen, y tantas otras prácticas de apostolado heredadas de nuestro Fundador que hoy en día son connaturales a nuestro estilo pastoral y que no debieran perderse; antes bien, deberían practicarse siempre con nuevo fervor. Es testimonio de quienes eran seminaristas y formadores en la época en que vivía el Fundador en la Finca que “si hay algo que era omnipresente en el Seminario, era el cuidado maternal de la Virgen y el P. Buela con su gran amor por Ella. Eso se percibía constantemente y así lo fuimos aprendiendo, connaturalmente”.

A propósito de esto el P. Buela nos recordaba “que en las Constituciones se dice que ‘para la conveniente formación de los seminaristas [y religiosas] es preciso que se les enseñe a valorar y a amar [ … ] la Santísima Virgen y los santos como intercesores y modelos de vida [ … ]’. Tengamos en cuenta que el progresismo aún hoy continúa vilipendiando, de uno u otro modo, el culto de los santos. Entre nosotros eso nunca debe suceder. Nosotros debemos amar y honrar a los santos, e invocar su protección, especialmente la de aquellos que tenemos como protectores o patronos. Son nuestros hermanos en la fe, que ya llegaron a la meta, y que, por tanto, pueden ayudarnos; por eso debemos relacionarnos con ellos”[155]. Y si eso se dice de los santos, cuánto más de la Reina de todos los santos.

  • Apostolado con las religiosas y los laicos

Es ciertamente una gracia y una ventaja enorme el poder contar con el apoyo de las religiosas y de los laicos −hombres y mujeres− para la realización de nuestros apostolados. Ya que la mujer consagrada entra en los lugares donde nosotros [los sacerdotes] no podemos entrar. […] La presencia femenina hace grandes cosas en la pastoral de la Iglesia, y de hecho se puede dar una complementación pastoral muy grande”[156]. Lo mismo señala el derecho propio acerca de los laicos ya que ellos pueden “llevar y portar a Cristo a los lugares más lejanos, más escondidos, allí donde los sacerdotes no pueden llegar o entrar, evangelizar las culturas desde lo más profundo, desde lo más íntimo, enseñoreando la realidad para el Señor, inculturando el Evangelio en los lugares más recónditos de la vida humana”[157]. Por tanto, es importante entonces que los seminaristas aprendan a trabajar con ellos.

Hay que enseñarles a los seminaristas a “tener gran prudencia en el trato con las mujeres”[158]. “‘Pero, padre, −me dirán−, las mujeres no somos malas…’. Ciertamente. Y ciertamente que nosotros −así nos han enseñado−, tenemos que ver a la mujer como vemos a nuestra madre, como vemos a nuestra hermana, como vemos a la Santísima Virgen. Sí, señor, pero hay que ser prudentes cortando, tempestivamente, las familiaridades. Pero también hay que saber que hay mujeres que no son buenas, que son malas mujeres y que buscan al sacerdote para perderlo. Un sacerdote se encontró con un ex compañero del seminario que había abandonado el sacerdocio en un bar, en la zona de Flores, y él le dijo: ‘Mirá, todo lo que te puedo decir es: andá y decíle al cardenal que aquí hay mujeres, pagadas por la masonería, que van a buscar a los sacerdotes, aun en el confesonario’. Con todo hay que saber que, a veces, son más peligrosas las que se hacen las ‘buenas’”[159]. “Entre santa y santo, pared de cal y canto”, solía paternalmente el P. Buela indicar a los suyos.

  • Atención a los familiares 

“Tenemos la particularidad de que en lugar de apartar a nuestra familia carnal, la atraemos a nuestra Congregación. Incluso, entre ellos se forman grandes amistades. En fin, nos ayudan de todos modos”[160].

“Por ello la importancia de la inclusión de las familias en el Instituto del Verbo Encarnado: para nosotros es una gran alegría cuando nos visitan padres y madres de nuestros religiosos y religiosas porque es como si fueran familiares nuestros. Hemos fundado un hogar para la atención a los familiares de los sacerdotes, seminaristas, hermanas… que lo necesiten”[161].

“Es lo que enseña el cuarto mandamiento de la ley de Dios: Honrar, respetar, obedecer −mientras vive en el domicilio de sus padres… cesa con la emancipación de sus hijos− amar y servir en sus necesidades a los padres, cuando los hijos son grandes. Y análogamente a los hermanos, a los abuelos, pastores, catequistas, maestros, amigos…”[162].

De más está decir el respeto, el aprecio y la consideración que tenía por los familiares propios y por los familiares de nuestros miembros. Y eso mismo lo inculcaba en los demás miembros del Instituto. Así por ejemplo, una vez viajaron desde otra provincia los padres de un seminarista a visitarlo al seminario de modo tal que uno de los días de la visita coincidía con el día de apostolado del seminarista. Éste fue a consultar con el P. Buela: ‘¿voy al apostolado y dejo aquí a mis padres? o ¿atiendo a mis padres y me ausento del apostolado?’. A lo cual el padre respondió con toda llaneza: “estos días el apostolado es tu familia”. 

  • Internet

Para el P. Buela el internet o como el mismo dice, “el nuevo mundo del ciberespacio”[163] representaba una “llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el mensaje evangélico”[164]. Se daba cuenta de las “magníficas oportunidades para la evangelización” que comportaba el uso del internet si “se usa con competencia y con una clara conciencia de sus fuerzas y sus debilidades”[165]. El P. Buela era muy consciente de que en la actualidad era necesario trabajar en el areópago de los medios de comunicación con sus debidas precauciones. Ya antes mencionamos cómo quería desde los inicios que se utilizara la computación como instrumento de apostolado.

 

Nuestro Fundador fue el gran ideador y promotor de la página de Ejercicios Espirituales por internet. Además, fuimos quizás de los primeros religiosos en San Rafael en tener un sistema de comunicación con todo el mundo desde El Nihuil, con el sistema “BBS” que con ocasión del capítulo del ‘94 se trajo desde USA.

  • Ayuda a los sacerdotes diocesanos 

Una nota especial de caridad y que habla de la nobleza de su alma era el crecido interés por ayudar a los sacerdotes, incluso a los diocesanos. Pues consideraba “de gran importancia que todos los sacerdotes, diocesanos o religiosos, se ayuden mutuamente”[166].

En este sentido recomendaba: “No olviden… la hospitalidad; cultiven la beneficencia y comunión de bienes; sean solícitos señaladamente de los: enfermos, afligidos, cargados en exceso de trabajos, solitarios,

desterrados de su patria, víctimas de la persecución; [siéntanse] especialmente obligados: hacia quienes sufren dificultades, a aquellos que desfallecieron en algo, muéstrenles fraterna caridad y magnanimidad, orando por ellos incesantemente a Dios, y muéstrenseles de continuo como verdaderos hermanos y amigos”[167].

Cuántas veces hemos sido testigos del gran ejemplo de caridad fraterna sacerdotal de nuestro Fundador hacia sacerdotes diocesanos o pertenecientes a otras órdenes.

Ejemplo de esa caridad concreta es el caso −casi emblemático diríamos− del anciano P. Victorino Ortego a quien el P. Buela en persona invitó a vivir en el Seminario mayor y, de hecho, vivió 15 años entre los nuestros. Pero también muchos otros sacerdotes diocesanos de San Rafael se vieron beneficiados de su larga caridad fraterna, por ejemplo, cuando −dada la pobreza que había en ese momento en Argentina− el P. Buela les ofreció algunas intenciones de misa. Es decir, les pedía que rezaran por la Congregación y les daba un estipendio por eso. En efecto, había una tabla con el clero diocesano de San Rafael donde contaban las intenciones de misa que se le daba a cada uno a fin de llevar un control de que no les faltase lo necesario para vivir.

Otro ejemplo de su solicitud por el bien de los sacerdotes queda demostrado en el hecho de que al enterarse P. Buela de que en Ucrania había muchos sacerdotes del clero casados cercanos al Instituto (incluso algunos miembros de la Tercera Orden) se preocupó de que no les faltara lo necesario dado que ellos debían ademas mantener a sus familias. Pero por sobre todo los animó a que fueran a lugares de misión, especialmente a Ucrania oriental, cerca de Rusia. Algunos fueron y el P. Buela los mantenía con intenciones de misa y otras ayudas mensuales.

  • Bedeles 

El P. Buela quiso que los seminaristas mayores, “preferentemente de cursos de Teología”[168] y “en lo posible, [que] uno de ellos sea diácono”[169], tuvieran la experiencia del bedelato durante la formación.

Si bien los bedeles no son formadores, el P. Buela quiso que algunos tuviesen la experiencia de trabajar codo a codo, por decirlo de alguna manera, con el Superior de la casa de formación no solo para organizar algunas actividades, velar por la disciplina de los seminaristas menores o los novicios, y hasta para −en algunos casos− “hacer de hermano mayor”[170], sino también, para que aprendan criterios, el modo en que se lleva adelante la formación de los jóvenes en el Instituto, para que comprenden mejor la difícil tarea del gobierno, etc.

*****

A manera de conclusión nos parece más que conveniente citar aquí las palabras del Fundador acerca de la formación que anhela para quienes se preparan para ser sacerdotes y misioneros en nuestro Instituto.

“Pues bien, nosotros tenemos la pretensión, no sé si lo lograremos, pero tenemos el deseo, de formar jóvenes sacerdotes que le mojen la oreja al Anticristo, o sea, que no solo sean buenos, sino que, además, le busquen pendencia al mal en nombre de Jesucristo.

¿Cómo se puede lograr eso? Pienso que debe ser con tres cosas principales.

Lo primero necesario para formar sacerdotes que le mojen la oreja al Anticristo es: Tratando de que tengan ‘motor propio’. Es absolutamente necesario formar sacerdotes auténticamente libres, no que usen de la libertad como excusa para caer en el libertinaje, sino que vivan según la ‘libertad de los hijos de Dios’ (cf. Ro 8, 21). No para que sean rebeldes tontos como los quiere el mundo, sino para que sean rebeldes al espíritu del mundo para ser fieles a Dios […]. Para ello es necesario enseñar a pensar a los futuros sacerdotes. Nada se logra con conocimientos prendidos con alfileres. Nada se logra con una especie de blablá filosófico aprendido de memoria como si fuese un catecismo de primeras nociones. Hay que formar jóvenes que hagan el esfuerzo y que tengan la valentía de pensar, aún con el riesgo de poder equivocarse, porque es menos grave equivocarse que estar privado de aquello que distingue y constituye al hombre como tal, que es su pensar. […]

Lo segundo necesario para formar sacerdotes que le mojen la oreja al Anticristo es: Formándolos para que estén dispuestos a dar la vida por las ovejas. Serán pastores y deberán serlo a imagen del Buen Pastor. El Buen Pastor conoce a sus ovejas, las llama por su nombre, va delante de ellas, El Buen Pastor da su vida por las ovejas (Jn 10,11). No es como el pastor mercenario que ve venir al lobo y abandona a las ovejas, y que vive de la lana de ellas, de su leche, de su carne. Usa a las ovejas para su provecho, sin importarle su bien.

Hoy día estamos hartos de tanta pastoral nominalista, de escritorio. Sin frutos, estéril y con la esterilidad del negado. Con colegios, profesorados, noviciados, seminarios y universidades que de católico sólo tienen el nombre, el cartelito de la entrada. Porque no hay quien dé la vida por las ovejas. Nunca como ahora se ha visto tantas reuniones de pastores, de tal modo que si Cristo viniese ahora no nos encontraría unidos, pero sí reunidos. Lamentablemente, como es de experiencia: ‘reunión de pastores, oveja muerta’, como dice sabiamente el refrán español.

Es difícil formar pastores dispuestos a dar su vida por las ovejas, pero está de por medio la promesa de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo.

Lo tercero necesario para formar sacerdotes que le mojen la oreja al Anticristo es: Que sean hombres de profunda oración. 

Hoy día, más que antes, es absolutamente necesario que el sacerdote sea hombre de verdadera oración. Sólo el contacto personal con el Dios Uno y Trino puede salvarlo de la banalización de su vida sacerdotal e, incluso, de la pérdida de su identidad sacerdotal. Sacerdote que reza se salva, sacerdote que no reza se condena.

De manera particular debe ser el hombre de la oración eucarística. En la Misa, obrando in persona Christi transustancia el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, perpetuando de esa manera el sacrificio de la cruz sobre nuestros altares. La Misa es el corazón del sacerdocio católico. Ninguna otra acción, ni la más elevada, se le puede comparar. Es lo más importante del día, de tal modo que, el verdadero sacerdote, divide el día en dos: antes de la Misa, preparándose para la misma y después de la Misa, haciendo acción de gracias por la misma”[171].

“Si los seminarios siguen sin llegar a formar sacerdotes de gran envergadura humana, espiritual, intelectual y pastoral, si nos conformamos con medianías que incluso están muy lejanas de la aurea mediocritas, si se emplean todos los medios para tener jóvenes sin lucidez y sin coraje, si no se logra formar jóvenes sacerdotes que sean poetas, contemplativos y guerreros, que tengan una inteli­gencia metafísica y sepan captar la belleza para ser capaces de dialogar y refutar la cultura moderna en lo que tiene de anticristiana, cuando aún ‘el sector tradi­cionalista del clero’ que se ‘ha mantenido sano en su formación cultural pero sin vigor para tomar una posición frente a la cultura moderna’, ha sido estéril en evangelizar la cultura”[172].

Que María Santísima, siempre disponible al servicio de su Divino Hijo y de los hombres por Dios, nos alcance la gracia de dar a la Iglesia pastores según el Corazón de Cristo, es decir, evangelizadores incansables.

A.M.D.G.

7 de marzo de 2024
Memoria de Santa Antonia de Paz y Figueroa,
“pionera de la evangelización argentina”[173]
y
primera santa argentina


[1] Cf. San Juan Pablo II, Mensaje al mundo de la cultura y a los empresarios en el Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, Lima (15/5/1988).

[2] En especial: Gaudium et Spes, 53-62; Evangelii Nuntiandi, 20; Catechesi Tradendae, 53; etc.

[3] Constituciones, 5.

[4] Constituciones, 30.

[5] Constituciones, 31.

[6] Constituciones, 228.

[7] Constituciones, 31.

[8] Ibidem.

[9] Constituciones, 231.

[10] Cf. Orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos, 68-69. “Por eso”, aclaraba San Juan Pablo II, “la formación intercongregacional deberá ser complementaria y estar al servicio de cada instituto, pero nunca podrá ser una sustitución o nivelación de los diferentes carismas” (A las religiosas en Florianópolis, Brasil, 18 de octubre de 1991).

[11] Constituciones, 169.

[12] San Luis Orione, “Saludo natalicio de 1934”, en Camino con Don Orione, ed. Provincia Nuestra Señora de la Guardia, 1974, t. I, 96.

[13] Constituciones, 170-174.

[14] Constituciones, 175.

[15] Constituciones, 176.

[16] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 29, p. 479.

[17] Constituciones, 228.

[18] Directorio de Seminarios Mayores, 11.

[19] Constituciones, 40.

[20] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, p. 568.

[21] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, p. 569.

[22] Tomadas de un sermón que se puede encontrar completo en Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, pp. 568-573.

[23] Ejercicios Espirituales, [83].

[24] Santa Teresa de Lisieux, Obras completas, Últimas conversaciones, 17 de julio.

[25] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, pp. 568-573.

[26] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, p. 573.

[27] Constituciones, 156.

[28] Sacerdotes para siempre, Conclusión, p. 591.

[29] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 6, p. 417.

[30] Directorio de Vida Consagrada, 91.

[31] Directorio de Parroquias, Anexo.

[32] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 299.

[33] 92.

[34] Cf. 108.

[35] Cf. Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 61 y passim.

[36] Santo Toribio de Mogrovejo, en carta a Felipe II poniendo las condiciones que según él, debería reunir el futuro Arzobispo de Lima; entre otras agregaba ‘y de buen cabalgar’. Felipe II lo eligió a él.

[37] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 284.

[38] Servidoras, t. V, cap. 36, p. 198.

[39] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 287.

[40] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 300.

[41] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 305.

[42] Optatam Totius, 15.

[43] Cf. Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 3, p. 255.

[44] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 5, p. 375.

[45] Directorio de Seminarios Mayores, 13.

[46] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 2, cap. 17, pp. 213-214.

[47] El Arte del Padre, Parte 3, cap. 14, p. 374.

[48] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 309.

[49] Cf. Constituciones, 258.

[50] Constituciones, 228.

[51] Cf. Ha 2,4; cf. Ga 3,11; Hb 10,38-39.

[52] Cf. S. Th., III, q. 7, a. 4 s.c.; III, q. 7, a. 9, ad 1.

[53] Recuerdo un escrito de Mons. Quarracino, aparecido en L´Osservatore Romano, cuando era presidente del CELAM, que se quejaba de la ausencia de Metafísica y del sentido de la belleza en los seminarios. [Nota al pie de página en su escrito original]

[54] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 3, p. 252.

[55] El Arte del Padre, Parte 3, cap. 4, p. 277.

[56] Ibidem, p. 278.

[57] Directorio de Seminarios Mayores, 304.

[58] Constituciones, 228.

[59] Cf. Constituciones, 231.

[60] Cf. El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 37, pp. 604-605.

[61] 216; op. cit. “Carta del 2 de agosto de 1935”, en Cartas de Don Orione, 89.

[62] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, pp. 173-175; op. cit. San Alberto Hurtado, La búsqueda de Dios. Conferencias, artículos y discursos, Eds. Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile 2005, pp. 48-49.

[63] Directorio de Evangelización de la Cultura, 57.

[64] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 2, p. 153.

[65] Directorio de Evangelización de la Cultura, 62.

[66] Novo Millenio Ineunte, 29.

[67] El Arte del Padre, Parte 2, cap. 1, pp. 113-114.

[68] Cf. Presbyterorum Ordinis, 5.

[69] Presbyterorum Ordinis, 5.

[70] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 6, p. 391.

[71] Cf. Presbyterorum Ordinis, 5.

[72] Ibidem, 6.

[73] Ibidem, 5.

[74] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, p. 517.

[75] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 3, cap. 9, p. 357.

[76] Ibidem.

[77] Cf. Directorio de Vida Consagrada, 2.

[78] Cf. Constituciones, 161-182, acerca de la dedicación a los diversos tipos de trabajos y apostolados como cumplimiento del deber de estado propio de nuestros religiosos.

[79] “No está ocioso el que se consagra al estudio de la Palabra de Dios; y no es más el que se entrega al trabajo exterior que quien se consagra al estudio de la verdad”; y en cuanto a las obras de apostolado para utilidad común, enseña que “los que se consagran a esas obras espirituales para bien público quedan dispensados del trabajo manual, pues se deben entregar totalmente a ellas…” (cf. Santo Tomás de Aquino, S. Th., II-II, 187, 3c, ad 3).

[80] Directorio de Vida Consagrada, 117.

[81] Directorio de Espiritualidad, 216.

[82] Constituciones, 123.

[83] Constituciones, 231.

[84] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 37, pp. 604-605.

[85] Reminiscencias, Parte 2, iii.

[86] Constituciones, 228.

[87] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 25, p. 375; op. cit. Revista Diálogo 45 (2007), p. 28.

[88] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 37, p. 618.

[89] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 20, p. 255.

[90] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 3, cap. 9, p. 386.

[91] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 3, cap. 9, p. 389.

[92] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 176.

[93] Mons. Carlos Quinet, Para mis pequeñuelos, Ed. Vilamala, Barcelona 1943.

[94] Mons. Carlos Quinet, El Catecismo por el dibujo, Ed. Vilamala, Barcelona 1960.

[95] Mons. Carlos Quinet, Carnet de Preparación de un Catequista, Ed. Vilamala, Barcelona 1953, vol. I: Dogma; vol. II: Gracia y Sacramentos, Barcelona 1950; vol. III: Moral, Barcelona 1953.

[96] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 182.

[97] Cf. Heautontimorormenos, 77; Directorio de Espiritualidad, 27.

[98] San Ireneo de Lyon, citado en Documento de Puebla, 400.

[99] Inmunizar, defender.

[100] El Arte del Padre, Parte 3, cap. 8, p. 319.

[101] Cf. Directorio de Seminarios Mayores, 330.

[102] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 37, p. 618.

[103] Memoria del Primer Congreso Nacional de Ejercicios parroquiales. IV centenario de la Compañía de Jesús, Barcelona 5-11 de mayo de 1941. Cf. Ignacio Iparraguirre, Dirección de una tanda de Ejercicios, El mensajero del Corazón de Jesús, Bilbao 1962, p. 4l.

[104] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 2, cap. 17, p. 218.

[105] Ibidem, p. 219.

[106] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 20, p. 254.

[107] Cf. El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 25, p. 367. Para mayor detalle consultar del Directorio de Catequesis, Anexo.

[108] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 1, cap. 4, p. 300.

[109] https://www.padrebuela.org/y-el-verbo-se-hizo-carne-y-habito-entre-nosotro/

[110] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 3, cap. 9, p. 358.

[111] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 25, p. 380.

[112] Ibidem.

[113] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 32, p. 539.

[114] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, p. 519.

[115] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 3, cap. 9, pp. 402-404.

[116] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 31, p. 509.

[117] Constituciones, 1.

[118] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 281.

[119] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 31, p. 509.

[120] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 4, p. 305.

[121] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 31, pp. 512-513.

[122] Ibidem, pp. 513-514.

[123]Ibidem, pp. 517-518.

[124] Ibidem, p. 516.

[125] Ibidem.

[126] Ibidem, pp. 516-517.

[127] Ibidem, p. 517.

[128] Directorio de Evangelizacion de la Cultura, 218.

[129] Se publicaron en la Revista Diálogo al menos 56 artículos del P. Buela.

[130] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 2, cap. 25, p. 377.

[131] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 3, cap. 9, p. 345.

[132] Directorio de Oratorios, 6.

[133] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 31, p. 526.

[134] Ibidem, p. 527.

[135] Cf. Constituciones, 121.

[136] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 173.

[137] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 6, p. 419.

[138] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 6, p. 418.

[139] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 173.

[140] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 20, p. 254.

[141] Ibidem.

[142] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 20, p. 253.

[143] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 222.

[144] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 37, p. 622.

[145] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 41, p. 710.

[146] Ibidem, p. 711.

[147] El Arte del Padre, Parte 3, cap. 15, p. 380.

[148] Servidoras, t. IV, Parte 2, cap. 2, pp. 134-135.

[149] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 41, p. 711.

[150] Ibidem, p. 713.

[151] Sacerdotes para siempre, Parte 2, cap. 3, p. 576.

[152] Ibidem.

[153] Cf. Ibidem.

[154] [154] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 30, p. 507.

[155] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 25, p. 379.

[156] https://nuestrocarisma.org/index.php/2024/02/09/trabajo-pastoral-conjunto/

[157] Directorio de Tercera Orden, 439.

[158] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 3, p. 200.

[159] Ibidem, p. 201.

[160] Servidoras, t. V, cap. 34.

[161] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 35, p. 576.

[162] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 29, pp. 479-382.

[163] Mi Parroquia. Cristo Vecino, Parte 2, cap. 8, p. 243.

[164] Ibidem.

[165] Ibidem.

[166] Sacerdotes para siempre, Parte 1, cap. 2, p. 86.

[167] Ibidem, pp. 86-87; op. cit. Presbyterorum Ordinis, 8.

[168] Directorio de Seminarios Menores, 133.

[169] Ibidem.

[170] Directorio de Seminarios Menores, 137.

[171] El Señor es mi Pastor. Memoria y Profecía, Parte 3, cap. 37, pp. 600-602.

[172] El Arte del Padre, Parte 3, cap. 19, p. 484.

[173] https://www.padrebuela.org/maria-antonia-de-la-paz-y-figueroa/

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