“El diablo que tú no conoces” V parte
A lo largo de estas Conferencias hemos presentado las estrategias que usa el demonio según lo que nos presenta el libro de Louis J. Cameli The Devil You Know Not. Así hemos hablado del engaño, la división y el desvío. Hoy vamos a presentar la cuarta y última estrategia que señala el autor, que es el desánimo.
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Desánimo: Esta es la cuarta estrategia que usa el demonio para que finalmente no avancemos en el camino hacia la cima del Monte (que es Cristo mismo). Esta es la peor de todas y ya vamos a ver por qué.
Primero hay que decir que no sólo el demonio es responsable o el causante del desánimo. Otras personas, las circunstancias desgastantes, y nuestro propio pecado y limitaciones son también causa de desánimo por supuesto.
El tentador puede, asimismo, usar del desánimo para su propia causa, que es siempre frustrar nuestro avance en el camino hacia la unión con Dios. El desánimo es un arma potente en manos del demonio. El desánimo, si llega a invadirnos y está presente en nosotros insistentemente, puede detenernos o paralizarnos en nuestro camino hacia Dios. Todos los autores espirituales desde los Padres del desierto hasta ahora han visto el desánimo como una de las más peligrosas, sino la más peligrosa de las amenazas en la vida espiritual. El desánimo pone en riesgo toda nuestra vida espiritual lamentablemente.
Además del contexto espiritual o explícitamente religioso −desde mi punto de vista− el desánimo es una pandemia en nuestra sociedad. Todos parecen haber sido tocados por el desánimo de uno u otro modo. Como fenómeno en sí, el desánimo se hace evidente en la falta de entusiasmo y en el cansancio que marca a tantas almas. Se manifiesta también en las caras faltas de alegría de la gente que sube al tren con nosotros, de la gente que camina por la ciudad, e incluso de esos que cada domingo se sientan en los bancos de la Iglesia.
Esto no tiene que ver con la depresión. A veces se diagnostica como depresión algo que simplemente es desánimo. Y me parece que hay más gente afectada de desánimo que de depresión. Ambas condiciones son diferentes, aunque las manifestaciones de una y otra a menudo son similares. Una depresión severa, aguda, sin embargo, es una tristeza devastadora que nos viene por ciertos desbalances químicos o por ciertas situaciones muy penosas. A tal punto que a la persona le parece que no hay salida.
El que está desanimado no necesariamente está deprimido. El desanimado ve claramente que hay cierto potencial y alguna posibilidad de salida. Y precisamente porque sabe lo que podría llegar a ser, la frustración o el impedimento (la obstaculización, la demora) de esas posibilidades le causa pesar. Largan una idea, tienen alguna iniciativa, ven todo el bien que se podría hacer, se lo encargan a alguno y ese tal, se demora, lo hace mal, no le da importancia…resultado=se desanima. En cambio, en el caso de la persona que sufre depresión, la depresión misma toma las decisiones por él, limitándole todo movimiento, actividad e incluso relaciones interpersonales. El desánimo, por otro lado, lleva a las personas a decidir “to stop trying”, “to give up”, a rendirse, a dejar de intentarlo o simplemente a detenerse (a no hacer algo). Es ese poquitito de libertad de decidir caer o no en el desaliento que le interesa al diablo, que sabe que nuestro camino hacia Dios tiene que ver precisamente con la libertad y que, en fin de cuentas, todo lo que Dios quiere de nosotros es nuestra libre y amorosa respuesta hacia Él.
De verdad: el diablo usa el desánimo para dañar e incluso descarrilarnos de la senda estrecha que habla San Juan de la Cruz. Esta estrategia es particularmente insidiosa porque no se nota tanto, en el sentido de que no es fácilmente perceptible la mano del demonio en todo esto, como tampoco resulta evidente que nos estamos apartando de Dios.