La única persona preanunciada

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Sermón para el primer domingo de adviento

 

Los cristianos celebramos hoy el tiempo de adviento, es ese tiempo en que nos preparamos de una manera especial para celebrar cristianamente la fiesta de la Navidad. Por eso es un tiempo en que uno debería de manera particular tratar de crecer en la oración, en la vida cristiana, para que cuando llegue ese día, un año más tenga el corazón renovado y pueda llenarlo con la venida del Salvador.

Adviento como preparación para la venida del Mesías

 

Por eso debemos esperar el nacimiento de Cristo, esperar su venida y preparamos para ese día, de la misma manera que el mundo en su momento se preparó para la venida del Mesías. O mejor dicho como Dios preparó la venida de su Hijo.

La razón nos dice que si Dios decidió realmente encarnarse, lo mínimo que Dios hubiese podido hacer para apoyar su pretensión habría sido preanunciar su venida. Si Dios envió a alguien de parte de sí mismo, o si Él mismo vino con un mensaje de importancia vital para todos los hombres, parece razonable que primero hiciera saber a los hombres cuando vendría su mensajero, cuándo nacería, donde viviría, la doctrina que enseñaría, los enemigos que suscitaría, el programa que adoptaría para el futuro y la clase de muerte que le estaba destinada. Según la medida que el mensajero se acomodara a estos anuncios, se podría juzgar la validez de sus pretensiones.

Además la razón nos asegura que si Dios no hizo tal cosa, nada podría evitar que algún impostor apareciese en la historia y dijera: “Vengo de Dios”, o “se me ha aparecido un ángel y me ha dicho que anuncie esto”, como pasa hoy en día con tantas sectas y videntes que día a día aparecen queriendo adjudicarse ser legados divinos. Si llega a San Rafael un extranjero y dijese que es un diplomático de algún país, lo menos que se le pediría son sus documentos, es decir la constancia que diera fe de que efectivamente representa a cierto gobierno. Y si esto es necesario para los delegados de otros países, con cuánta mayor razón se pide cuando alguien pretende ser un legado divino.

En esto Cristo acredita su misión más que cualquiera. Sócrates no tuvo a nadie que predijera su nacimiento. Buda no tuvo a nadie que preanunciase su venida y su mensaje. Cualquier fundador de alguna secta apareció en la historia sin que nadie lo esperase, nunca nadie escuchó hablar de ellos hasta que la propaganda los difundió. Pero el caso de Cristo fue diferente. Debido a las profecías contenidas en el Antiguo Testamento su venida no resultó un suceso inesperado. No bubo predicciones acerca de Buda, Confucio, Mahoma o cualquier otro que ande por ahí, pero sí acerca de Cristo. Otros vinieron y dijeron simplemente “Aquí estoy, creed en mí” . Estos por tanto eran solo hombres en medio de los hombres, y no un Dios encarnado. 

Por todos esperado 

 

Cristo fue el único que se destacó de esta línea diciendo: “investigad las escrituras del pueblo judío, ellas hablan de mí”. Cristo no fue una casualidad en la historia, sino que el mundo lo esperaba.

I. Lo esperaban los judíos: es cierto que las hermosas profecías del Antigua Testamento pueden entenderse mejor a la luz de su cumplimiento. Pero basta con leer a los profetas, jamás se podrá dudar que estas predicciones señalan a Cristo y el reino que Él estableció. En el Antiguo Testamento se encuentra profetizado que por ellos serían bendecidas todas las naciones de la tierra (como así ocurrió); que la tribu de Juda tendría preeminencia sobre las otras tribus hebreas (y de esta tribu nació Cristo), en el Anti. Testamento se encuentra profetizado el nacimiento virginal del Mesías, están palpables las relatos del Carón de dolores que anunciaron la muerte del Salvador, que este nacería en Belén, que sería humilde y despreciado. ¿En quién sino en Cristo hallaron cumplimiento estas profecías? Por eso en Cristo hay una singularidad que lo coloca aparte de todos los demás fundadores de religiones mundiales. Fue la única persona preanunciada.

II. Pero fíjense que no solo los judíos esperaron a Cristo, también los paganos, es decir sin conocer la revelación divina, el mundo tenía cierta sed de la Encarnación de que Dios se hiciera hombre. 

Tácito, un escriba romano decía: “La gente se hallaba generalmente persuadida”, basándose en las antiguas profecías, “de que el Oriente había de prevalecer, y de que Judea había de venir el Dueño y el Soberano del mundo”. 

Suetonio decía: “Hubo en todo el oriente una antigua y constante creencia de que, con el apoyo de profecías indudablemente ciertas, los judíos habrían de alcanzar el sumo poder” . ¿Cómo se explica todo esto?

En la China se encuentran escritos en que se manifiesta el mismo estado de expectación, pero debido a que se encontraba en la otra parte del mundo, creía que el gran Sabio había de nacer en Occidente. Los anales del Celeste Imperio contienen el siguiente relato: “En el año 24 de Chao Wang, el día 8 de la cuarta luna, apareció una luz por el lado del sudoeste que iluminó el palacio del rey. El monarca sorprendido por el resplandor interrogó a los sabios. Ellos le mostraron libros en los que se indicaba que este prodigio significaba la aparición del gran Santo de Occidente, cuya religión había de introducirse en el país de ellos”. 

Aun los griegos, sin ellos saberlo, esperaban a Cristo, puesto que Esquilo en su Prometeo, seis siglos antes de su venida escribió: “No esperes que llegue un fin para esta maldición, hasta que venga Dios para tomar sobre su cabeza los dolores de tus propios pecados, a modo de expiación”.

Y sino, ¿cómo sabían los Magos de oriente que un día había de venir?

Con certeza, no solamente los judíos esperaban el nacimiento de un gran rey, un sabio y un salvador, sino que también Platón y Sócrates hablaron del Verbo y del sabio universal “que había de venir”. Confucio hablaba del Santo. Esquilo de un Salvador y Redentor que liberaría al hombre de la maldición originaria. Todas estas personas se hallaban en el lado de la expectación por parte de los paganos.

Lo que separa a Cristo de todos los hombres, lo que lo distingue, es que ante todo fue esperado; incluso los gentiles sentían anhelo de un liberador o redentor. Este solo hecho ya le distingue de cualquier impostor que se quiera proclamar jefe religioso.

***

En fin, el mundo espera a Cristo, lo esperan los judíos y también los paganos, es el Ser más importante de la historia, no podemos ser nosotros los que permanezcamos indiferentes ante tal acontecimiento. Muy por el contrario, debemos disponernos para que también haya una navidad en nuestros corazones, que estos se llenen de Dios. Que en esta preparación, encontremos la ocasión para emprender el cristianismo en serio, con renovado entusiasmo, para que Dios sea todo en todos.  Para que en Navidad la fiesta sea completa, porque a diferencia de muchos que no saben ni a quién ni

porqué festejan, nosotros sepamos alegrarnos por el nacimiento de Jesús.

Sobre todo debemos imitar a la Virgen, en el Perú hay una imagen que llama poderosamente la atención, se encuentra en la Iglesia de los Padres Jesuitas en Lima, y los peruanos la llaman la Virgen de la O, es la Virgen de la Expectación, y es una imagen que conmemora el gozo inmenso de los momentos previos al nacimiento de Jesús. Que ella nos conceda la gracia de prepararnos adecuadamente a esta nueva Navidad que se acerca.

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