Homilía en la peregrinación de los Hogares de misericordia al Valle Grande

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Homilía predicada con ocasión de la peregrinación de la

Familia Religiosa a la Virgen del Valle Grande – Argentina

 

[Exordio] Muy queridos todos, cuánta alegría y cuánto consuelo poder celebrar esta Santa Misa aquí con Ustedes a los pies de nuestra Madre Santísima.

Sé que no ha sido poco el sacrificio para llegar hasta aquí y estoy seguro de que nuestra Madre del Cielo ha de mirar complacida todos los esfuerzos que han hecho por venir a honrarla hoy, en el día en que la Iglesia conmemora a nuestra Madre bajo el título de nuestra Señora del Rosario.

“El peregrinar es proyectarse o ponerse en camino del Cielo a través de la abnegación de sí mismo”1. Por eso este peregrinaje si bien tiene su carácter penitencial también nos habla del inconmensurable consuelo que experimentará el alma al llegar al Cielo y encontrarse como hoy con nuestra Madre Santísima con sus brazos extendidos y su corazón infinitamente tierno.

Pero aún más: la Virgen María no sólo nos espera al final del camino, sino que Ella misma nos guía y nos acompaña a lo largo del peregrinar.

Ella es siempre un motivo de consuelo y de esperanza, porque “Ella precede con su luz a sus hijos peregrinos en esta tierra, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor”2. Es decir, la Virgen purísima también peregrina con nosotros.

Su peregrinaje comenzó en la Anunciación porque fue el punto de partida en su camino hacia Dios3. Y en ese marchar hacia Dios, se encontró con muchos dolores: como el presagio de la espada que atravesaría su alma4, los tortuosos senderos del exilio en Egipto y de la oscuridad interior, cuando ‘no entendía’ la actitud de Jesús a los doce años en el templo, llegando luego a la cima de su peregrinación en el Gólgota, cuando ve morir a su Hijo5. Es decir, nuestra Madre Amada, es una madre que sabe de los dolores de esta vida y aunque Ella ya goza del premio eterno no se olvida de sus hijos que todavía peregrinan agobiados por este mundo. Por eso ‘este valle de lágrimas’ –como decimos en esa hermosísima oración de la Salve– se transforma en un valle de esperanza, de dulzura, de alegría por su presencia consoladora.

Esta Madre misericordiosa camina con nosotros, porque es propio de las madres condolerse con sus hijos y querer compartir sus pruebas, sus tristezas y sus sufrimientos. Y bien es sabido que nuestra tiernísima Madre jamás ha dejado de socorrer a ningún hijo que haya invocado su ayuda.

Pero también nosotros tenemos que caminar con María, según nos comprometimos al hacer el cuarto voto de consagración mariana. Esto es, aceptar ‘la compañía (de María) y (actuar según) el modelo que debe guiar “todas nuestras intenciones, acciones y operaciones’”6, dicen nuestras Constituciones.

1. Aceptar su compañía

Aceptar su compañía es el estar asiduamente en casa con nuestra Madre. Quiero decir, este caminar con María implica el tener una vida espiritual seria, no sensiblera; el aplicarse a la oración; estando dispuestos a pasar por “las purificaciones de los sentidos y del espíritu, activas y pasivas”7. Porque la “vida espiritual intensa” es deber de todo cristiano, pero es “el primer y principal deber de todos los religiosos”8.

Pero no sólo de ellos. De hecho, San Luis María Grignion de Montfort escribió: “Creo personalmente que nadie puede llegar a una íntima unión con Nuestro Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro”9. Una relación filial y tierna con la Madre de Dios, es para todo cristiano el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida –cualquiera sea ésta– y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud, es decir, para llegar a la santidad10. “No hay, pues, vida interior ni acción espiritual posibles que no dependan de Ella”11.

A los queridos religiosos y religiosas que trabajan en nuestras casas de misericordia empeñándose en mostrar el rostro paterno de Dios y materno de la Iglesia12: Es fundados en una vida espiritual intensa, que hunda sus raíces en el misterio del Verbo Encarnado y tenga como pilar fundamental una relación filial y tierna con la Madre de Dios, que podremos realizar una auténtica pastoral católica13.

Con María es que se aprende a fundar todo el entusiasmo apostólico14 sólo en la Roca que es Cristo15. No en nuestras pobres fuerzas físicas, no en nuestra capacidad organizativa, no en el poco o mucho dinero con que podamos contar. Pues eso sería encerrarse en horizontes humanos. De nuestra Madre Santísima que alabó al Señor por saberse ‘mirada’ por Él, a pesar de su ‘humildad’, de su pequeñez16 aprendemos que para las obras de Dios lo más importante es el abandonarse con plena confianza en su Providencia. Y esto lo saben muy bien los padres y las hermanas que trabajan en nuestros hogares…

Con María es que se aprende “a realizar las cosas de Dios rápidamente17. A servir al prójimo aun en las tareas más sencillas”18. Todo –cualquiera sea la tarea– tiene una eficacia superior de santificación si se obra siempre con María. Ténganlo siempre presente.

2. Actuar según el Modelo: María

Ahora bien, este caminar con María en la peregrinación de esta vida implica también el obrar con Ella. No sólo algunas veces, no intermitentemente, sino siempre. De hecho, nuestro derecho propio nos señala explícitamente el “hacer todo con María”19. Y este obrar en todo con María, “es tomar a la Santísima Virgen como el Modelo acabado de conducta cristiana”20.

Por tanto, la Virgen María además de ser nuestra Madre, que se complace en nuestra compañía, es también nuestro Modelo.

La Virgen María es Modelo ante todo de esas virtudes teologales que son características del cristiano: la fe, la esperanza y el amor21. Modelo de esa fiel perseverancia en el Evangelio que nos permite recorrer con Ella “la peregrinación de la fe”. Modelo de una entrega apostólica que nos permite cooperar en la extensión del Evangelio y en el crecimiento de la Iglesia22. Modelo de una vida comprometida con Dios y con los hombres, con los designios de salvación y con la fidelidad a sus hijos.

María es también Modelo de “fortaleza en el destierro23 y en el dolor24. Modelo sublime de pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor25. Modelo ejemplar del vigilante cuidado de su Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la Cruz26. Modelo a una vez de pureza virginal27 y fuerte y casto amor esponsal”28. Por eso no hay cristiano que no pueda tener a esta Madre Amada como Modelo.

Más aún, San Pablo VI afirmó que “de estas virtudes se adornarán los hijos, que con tenaz propósito contemplen el ejemplo de su Madre para reproducirlos en la propia vida”29.

Invocándola con las palabras del ángel y recorriendo en el rezo del Santo Rosario su vida evangélica, todos tendrán siempre ante sus ojos el perfecto modelo del cristiano30 que es María Santísima.

***

[Peroratio] Queridos todos: He aquí a tu Madre, nos dijo Cristo antes de morir. También yo se los repito hoy a todos Ustedes que han llegado hasta aquí a venerar a nuestra queridísima Madre, la Virgen del Valle Grande. Abran las puertas de su alma y de sus vidas a la Madre de Dios. Acepten su compañía y síganla como Modelo. Ella les enseñará los senderos del Evangelio. Les hará conocer a Cristo y amar a la Iglesia. Ella les mostrará el camino de la vida y los alentará en las dificultades.

A todos los enfermos y a los jóvenes y niños que hoy nos acompañan: sepan que Ustedes son los preferidos de la Virgen. Ámenla con devoción tierna y sencilla y hagan que también otros quieran mucho a nuestra Madre.

En este día en que toda la Iglesia venera a la Virgen María bajo el título de nuestra Señora del Rosario los invito al terminar esta Santa Misa, a que recemos en familia y por la familia el Santo Rosario, aquí, a los pies de la Madre del Verbo Encarnado que es también Madre nuestra.

A Ella hemos de pedirle para todos los miembros de nuestra Familia Religiosa, la gracia de una fidelidad cada vez mayor y más convencida a nuestro carisma. Juntamente con la gracia de –como Ella– “propender, con todas nuestras fuerzas, a adelantar siempre en la virtud”31 y de “conservar y cultivar el fervor espiritual y la alegría de evangelizar, aun cuando tengamos que sembrar entre lágrimas”32.

Queridos todos: Que hoy y siempre vivamos “por Jesús y por María, con Jesús y con María, en Jesús y en María, para Jesús y para María”33.

Que la Virgen los bendiga.

1 Mi Parroquia – Cristo Vecino, III Parte, cap. 9, B. 14.

2 Cf. Directorio de Vida Consagrada, 409; op. cit. Elementos Esenciales de la Vida Religiosa, 53; op. cit. Lumen Gentium, 68.

3 Cf. Redemptoris Mater, 14.

4 Cf. Lc 2,35.

5 San Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de marzo de 2001.

6 Constituciones, 86; op. cit. Cf. San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, [46].

7 Constituciones, 10.

8 Directorio de Vida Consagrada, 197; op. cit. CIC, c. 663, § 1.

9 Tratado de la Verdadera Devoción, 43.

10 Vita Consecrata, 28.

11 San Luis María Grignion de Montfort, El secreto de María, 46.

12 Directorio de Vida Consagrada, 270; op. cit. Vita Consecrata, 105.

13 Cf. Constituciones, 228.

14 Cf. Directorio de Espiritualidad, 84.

15 Cf. Constituciones, 7.

16 Cf. Lc 1,48.

17 Cf. Lc 1,39.

18 Cf. Directorio de Espiritualidad, 84.

19 Constituciones, 86.

20 San Luis María Grignion de Montfort, El secreto de María, 45.

21 Cf. Lumen Gentium, 58.

22 Cf. Ibidem, 65.

23 Cf. Mt 2,13-23.

24 Cf. Lc 2,34-35.49; Jn 19,25.

25 Cf. Lc 1,48; 2, 24.

26 Cf. Lc 2,1-7; Jn 19,25-27.

27 Cf. Mt 1,18-25; Lc 1,26-38.

28 Cf. Marialis Cultus, 57.

29 Ibidem.

30 San Juan Pablo II, Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Suyapa, 8 de marzo de 1983.

31 Directorio de Espiritualidad, 12

32 Cf. Directorio de Misiones Ad Gentes, 144.

33 Constituciones, 89.

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